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jueves, 29 de septiembre de 2022

Ubrique histórico a todo color: las fotografías coloreadas de Juan Rodríguez

 


Procesión del Corpus años treinta

Fotografía de Francisco García Parra

Coloreada por Juan Rodríguez

 


Por Esperanza Cabello


Nuestro amigo Juan Rodríguez nos ha enviado, en los últimos días, una serie de fotografías antiguas de nuestro pueblo coloreadas digitalmente por él mismo, y nos ha sorprendido  con una nueva visión de esos lugares que tan bien conocemos y de esas fotografías icónicas que han ido trazando la historia de nuestro pueblo. Fotografías de García Parra, de Gustavo Herrera, de Pedro Janeiro... fotografías que fueron postales en su tiempo y que ahora son un reflejo de la modernidad.

Algunas de ellas han sido compartidas en Ubrique en el Recuerdo, otras  han sido pequeños experimentos, pero todas nos llaman la atención. Aquí las reproducimos.














 

Vuela una estrella, por Pedro Pérez-Clotet

 

Blog personal de Sergio Barce

En este enlace

 

 

Por Esperanza Cabello

Haciendo un repaso de la obra del poeta Pedro Pérez Clotet, hemos encontrado en el blog personal de Sergio Arce  (en este enlace) un estupendo trabajo de investigación sobre la revista Al-Motamid de poesía.

Cuenta Sergio:

"He conseguido varios de los números originales de la mítica revista poética Al-Motamid, que se publicó en Larache y en Tetuán. En la medida que pueda, os iré colgando cada uno de los números, completos, que he logrado rescatar. Hoy lo hago con el ejemplar REVISTA AL MOTAMID nº 11. Este número se editó en Larache en enero de 1948, y costaba 3 pesetas."

 

Y nosotros, que buscábamos una poesía de Clotet llamada "Vuela una estrella", hemos tenido la suerte de encontrarla en esta revista gracias a Sergio.

 



 

 

                VUELA UNA ESTRELLA

 

Vuela una estrella… Parece

Que, ausente de sí se lanza,

Rauda, en la noche infinita

Tras su infinito temblor

De inútil playa que va,

Contrita ya -dulce lágrima-

Por la nerviosa pasión

De su fuga. Todo el árbol

Estrellado de la noche

Parece que se deshoja

Como en el brillante

Misterio del frágil fruto

Que, prematuro y audaz

Se desprende de su

Más ignorada. Y parece,

Después, que la alada noche

-trémulo cielo- quisiera

Borrar su inmensa nostalgia

-su herida fiel- avivando

Sus más profundos fulgores,

Donde la estrella perdida

Pudiera, al fin, encontrarse.

 

                                       Pedro Pérez-Clotet

 

 




Pedro Pérez Clotet
Noche inmóvil

"Sola la noche. El aire profundiza
la placidez errante de las nieblas.
Los firmes pinos ciñen –verde sombra-
la soledad sin fin de las estrellas.

        Vuela un rumor lejano por el aire,
que se cuajan en su voz; y ese latido
de las aguas que, en rocas despeñadas,
mojan de heridas hondas los caminos.

        Bosques de exactas cimas, horizontes
de encina y jara ardiente, prolongan
en su incierto temblor de tronco y piedra,
la solidez vibrante de las sombras.

        Ni luna en su cristal de alada nieve,
ni viva estrella ya de arduos temblores.
La gravidez oscura del silencio
talla en granito el vuelo de la noche."

 

 

 

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jueves, 22 de septiembre de 2022

Alcalá en el romancero, por Pedro Pérez Clotet


 La revista del Ateneo, septiembre , 1926


 

Alcalá en el Romancero

 

 

LIGERA se desliza por el anchuroso mar una fusta turquesa. Desde las tierras de África se dirige a las costas españolas. Su dorada popa despide, al ser herida por el sol, vívidos destellos. Bellamente engalanada, de seda y oro, navega la embarcación. Pero mucho más bella es una mora de Túnez que en ella viene. Los fastuosos arreos que la cubren, realzan su maravilloso semblante, las armoniosas líneas de su figura.

A sus pies, rendido de amor, la enamora con dulces palabras, un bizarro moro de la tribu de los gazules[1], que muy pronto la hará su esposa. Cien cristianos, vestidos de blanco y azul, le rinden vasallaje. La felicidad sonríe por todas partes a la bella tunecina. Con gran esplendor y magnificencia se celebrarán las bodas; su vida discurrirá, placentera, entre músicas y canciones. Recostada indolentemente entre ricas sedas, mientras contempla la inmensa sábana de agua, que corta la fusta con gallardía, va pensando todo esto la hermosa viajera, en cuyos labios florece una sonrisa de felicidad.

A veces, sin embargo, recuerda con nostalgia la tierra que abandona, y entonces, momentáneamente, se apaga el brillo de sus ojos, se marchita la sonrisa de sus labios, y su mirada vaga por cuanto le rodea, fría e indiferente. Y acaso, en la hora melancólica del crepúsculo, cuando los resplandores purpurinos del sol muriente espejean en las azuladas aguas, resbala por sus mejillas la perla de alguna lágrima...

Corren los azarosos años del reinado de San Fernando. Empeñada está la guerra entre árabes y cristianos. El santo rey no da apenas tregua a sus conquistas. En el año 1248, le llega la vez a la poderosa Alcalá de los Gazules, habitada por moros cuya bravura y bizarría eran proverbiales. Alcalá es sitiada por el ejército cristiano. Los gazules se defienden heroicamente. Filigranas de valor se realizan por una y otra parte. La ciudad está ya ardiendo, y sus torres y murallas comienzan a desplomarse entre las llamas.

 

Los chapiteles de plata

 Que amenazaban las cumbres.

 Con el humo y con las llamas

Su rojo arrebol encubren

Su alcázar, mezquita y baños

Vomita alquitrán y azufre,

A cuyas llamas las armas

 De los cristianos relucen.

 

Denuestos e injurias, se cruzan entre los combatientes de uno y otro ejército, que vagan por las llamas con los rostros fieros y amenazadores. Los moros redoblan sus ya casi exhaustas fuerzas, en una última y suprema resistencia. Pero los cristianos acometen impetuosos al fin y la victoria queda de su parte. Entonces se retiran a la cumbre de una colina próxima, y allí encienden mil luminarias y hogueras en señal de júbilo.

 En aquel momento, Muley, el fiero alcaide de la vencida plaza, descubre al rey Fernando desde una torre que ya se desploma. Su corazón valeroso vibra de noble orgullo. Y sin poder dominarse increpa al rey cristiano con palabras en que se mezcla el despecho del vencido con la bizarría del gazul.

 

Y dice: «Llega, cristiano,

Saquea, roba y destruye,

Pues que has vencido el linaje

Que al mundo de sangre cubre-

 Los Gazules llevas presos,

 De esta tierra honra y lumbre,

Y te afirmo que Granada

 Cercada un año no dure.

Cuando veniste a Alcalá,

Dentro en mis baños lo supe:

Dejé la toca de seda,

Que mi frente ciñe y cubre;

A las torres de mis armas

Con mis moros me retruje:

Salí al campo porque nadie

De ser cobarde me acuse.

 

Mas no es la pérdida de Alcalá lo que más siente el desgraciado Muley. Lo que le parte el corazón es abandonar a su esposa, una bella mora tunecina que hace un año trajo de África. Mientras increpa al rey cristiano, va recordando con honda pena, el cuidado con que la transportó a España, el cariño con que la hizo su esposa, y el poco tiempo que ha gozado de sus caricias.

 Y al recordar todo esto, al pensar que ya no volverá más a contemplar el fuego de sus ojos, ni a escuchar su risa cristalina, queda un momento callado, y luego, con voz blanda y desfalleciente, profundamente emocionado, prosigue hablando al rey:

 

Mas llévenme el alma presa.

En una mora de Túnez,

Que fue de esta tierra fuego,

Y de esta tierra la lumbre.

Celebrárnosle las bodas

Mañana un año se cumple:

Martes, día de desgracia,

se acabaron hoy lunes.

 

P. PÉREZ CLOTET.

Villaluenga, septiembre de 1926.



[1] Los gazules:  tribu beréber en al-Andalus: llegados con los almorávides, siguieron con su género de vida nómada, dedicándose a la depredación desde el momento en que fueron hostigados y retirándose luego a las montañas más altas, donde debieron de vivir hasta la conquista cristiana. De su presencia sólo quedó el recuerdo de su nombre y, tal vez, de su forma de vida en tiendas.