Blas Rivera y María Vázquez habían llegado de Grazalema a Ubrique con sus diez hijos. Además de nuestra bisabuela Antonia, algunos de ellos han sido muy importantes para nuestra familia:
Una de ellas era María Rivera, que se había casado con José Ortega. José y María vivían en el campo, en la Ventalleja, por el camino de Puerto Galis. Su hijo mayor se llamó José, su segunda hija Teresa, y también hubo un bebé, que murió a muy temprana edad.
María Rivera Vázquez murió demasiado pronto, cuando José tenía nueve años, Teresita seis y el bebé tres meses. Su esposo, José, se vió incapaz de cuidar de los más pequeños y su tía, nuestra bisabuela Antonia, se encargó de los dos. El más pequeño murió, a pesar de los cuidados de su tía, que le buscó una nodriza. Teresa se amoldó rápidamente a la familia. Al principio Antonia la mandó a la escuela del asilo con las monjas, para que fuera aprendiendo, pero pronto pensó que era mejor que aprendiera una profesión, y la mandó a coser con María Angulo. Teresita hacía recados, ayudaba a quitar hilvanes, sobrehilaba e iba aprendiendo poco a poco, hasta convertirse en una costutera decidida y primorosa, capaz de hacer cualquier tarea de costura con una maestría envidiable.
Al vivir con su tía, Teresa no mantuvo los lazos con su padre y su hermano José, al que sólo volvió a ver en tres ocasiones durante su vida.
Vivió muchos años bajo la atención de nuestra bisabuela, después empezó a trabajar en la fábrica de artículos de piel de nuestro abuelo Leandro como costurera, y allí estuvo trabajando hasta que se casó con Francisco Pérez Rivera. Se daba la circunstancia de que Francisco y Teresita eran primos, así que hubo que pedir dispensa al Vaticano para que la boda se pudiera celebrar.
La nueva familia siguió viviendo en la calle San Pedro, con Antonia y Francisco, y Teresa cuidó de todos con una abnegación, una atención y un amor encomiables. Más tarde vinieron los hijos, el primero se malogró, pero las dos niñas, Antonia María y María Teresa, y más tarde los nietos, Elisa y Rafael, fueron la alegría de Teresa durante toda su vida.
Teresita fue siempre una de las personas más queridas de nuestra familia, siempre se ocupó de todos nosotros y nos quiso a todos como una gran madre.
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Una de ellas era María Rivera, que se había casado con José Ortega. José y María vivían en el campo, en la Ventalleja, por el camino de Puerto Galis. Su hijo mayor se llamó José, su segunda hija Teresa, y también hubo un bebé, que murió a muy temprana edad.
María Rivera Vázquez murió demasiado pronto, cuando José tenía nueve años, Teresita seis y el bebé tres meses. Su esposo, José, se vió incapaz de cuidar de los más pequeños y su tía, nuestra bisabuela Antonia, se encargó de los dos. El más pequeño murió, a pesar de los cuidados de su tía, que le buscó una nodriza. Teresa se amoldó rápidamente a la familia. Al principio Antonia la mandó a la escuela del asilo con las monjas, para que fuera aprendiendo, pero pronto pensó que era mejor que aprendiera una profesión, y la mandó a coser con María Angulo. Teresita hacía recados, ayudaba a quitar hilvanes, sobrehilaba e iba aprendiendo poco a poco, hasta convertirse en una costutera decidida y primorosa, capaz de hacer cualquier tarea de costura con una maestría envidiable.
Al vivir con su tía, Teresa no mantuvo los lazos con su padre y su hermano José, al que sólo volvió a ver en tres ocasiones durante su vida.
Vivió muchos años bajo la atención de nuestra bisabuela, después empezó a trabajar en la fábrica de artículos de piel de nuestro abuelo Leandro como costurera, y allí estuvo trabajando hasta que se casó con Francisco Pérez Rivera. Se daba la circunstancia de que Francisco y Teresita eran primos, así que hubo que pedir dispensa al Vaticano para que la boda se pudiera celebrar.
La nueva familia siguió viviendo en la calle San Pedro, con Antonia y Francisco, y Teresa cuidó de todos con una abnegación, una atención y un amor encomiables. Más tarde vinieron los hijos, el primero se malogró, pero las dos niñas, Antonia María y María Teresa, y más tarde los nietos, Elisa y Rafael, fueron la alegría de Teresa durante toda su vida.
Teresita fue siempre una de las personas más queridas de nuestra familia, siempre se ocupó de todos nosotros y nos quiso a todos como una gran madre.
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