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miércoles, 22 de abril de 2009

Ubrique, corazón de la Sierra de Cádiz, por Manuel Cabello Janeiro.

Vista de Ubrique. Foto de Leandro Cabello


Transcribimos a continuación el artículo "Ubrique, corazón de la Sierra de Cádiz", escrito por Manuel Cabello y publicado por el periódico ABC número 21.816 el 15 de agosto de 1973:


"La llanura gaditana, la enorme llanura gaditana, se cansó de ser campiña. Cambió los llanos marismeños, rotos por las fisuras de esteros, los de caulina y la mata por las onduladas mohedas y suaves crestas; después... las moles gigantescas de la serranía. Desde Arcos, su gardián y su guía, se otea en el horizonte la mole enhiesta y grisácea del San Cristóbal. Su ciclópea configuración se señala a veces por su fantasmagórica figura; otras, es faro de esperanza para el navegante del Atlántico que se aproxima a las costas españolas.
Y a su sombra diecinueve pueblos, nacidos de la sobriedad innata de la sierra e hijos del devenir de la historia. Su situación, en el NE de la provincia de Cádiz y sobre las últimas estribaciones de la Penibética, le dan una fisonomía muy particular, a la vez que es brazo de unión de tres provincias hermanas: Sevilla, Málaga y Cádiz.
Sus bastiones, murallas inaccesibles, sirvieron de frontera en épocas pretéritas, y en él pensaba como paraíso soñado el hombre primitivo:
Sus ríos, encabezados por el rey de los cauces gaditanos, el Guadalete ( río Lethr, de antiquísima etimología céltica) vivificados por los de Ubrique, Tavizna y el truchero más meridional de Europa, que lleva el nombre de un bonito pueblo, "boom" turístico de la sierra: El Bosque, sirvieron, por su inagotable pesca, de almacén, a la vez que formaban un poderoso nudo de comunicaciones naturales.
Sus bosques, abundantes por sus estructuras geológicas y su clima, supusieron para el hombre primitivo recolección y caza.
Sus numerosas cuevas y cavernas suministraron la habitación necesaria, y en ellas nos dejaron libros abiertos con páginas muy interesantes de sus vidas, como son la Pileta, el Berrueco, las Palomas, el Aznar... y tantas y tantas otras conocidas o semiconocidas como abundan por la serranía gaditana.
Modernas técnicas arqueológicas llevadas a cabo en el Salto de la Mora, del término municipal de Ubrique, nos descubren un mundo totalmente inédito y científicamente comprobado: el púnico, de existencia anterior al milenio antes de Cristo, hablándonos de una cultura muy avanzada. Y debajo de esta cultura, restos muy significativos de la existencia del hombre anterior a este mundo púnico.
No cabe duda de la bondad del paisaje, paradójicamente encuadrada en sus propios riscos, que le sirven de defensa; sus abundantes manantiales (calizos, sulfídricos, salinos, minerales, termales, ferruginosos...) dan lugar a poderosas vías de penetración y comunicación, y sus bosques hacen de la serranía el lugar ideal para una existencia feliz.
Ya en tiempos más históricos, los romanos se asientan con un vigor sin precedentes en la serranía. Son numerosos los yacimientos, y entre ellos hay que recordar al bravo Ocurris, a la feliz Lacídula grazalemeña, al activo Ituppcis o a la majestuosa Clarisa Aurelia. Cuántas y cuántas villas y viviendas abundan por doquier!
Pero creemos, y esto no es bien conocido por todos, que sus valles, pasos, desfiladeros y cañones tuvieron un papel trascendentalísimo en la historia, ya que, al igual que a Viriato, sirvieron para desde allí atacar a las huestes romanas, en guerra de guerrillas; y a muchos héroes anónimos les han servido como parapeto en defensa de su tierra cuando ésta ha sido hollada por el invasor enemigo.
Modernos ejemplos tenemos en los guerrilleros serranos, héroes nacionales, Ceballos, Zaldívar y Juan Ruiz, el Vizcaíno (moderno carbonero que, con su partida, tuvo en jaque a mariscales y generales franceses durante varios años, en la guerra de la Independencia.
Pero volvamos atrás. Los pueblos godos, sobre todo los alanos, se contentaron con destrozarlo todo a su paso hacia África. No obstante, y en eso nos dejamos llevar por la fantasía y la tradición, Don Rodrigo, su último mandatario, pernoctó la famosa noche anterior a la batalla del Guadalete en el Castillo de Aznalmara, en el enclave del Hondón, entre Benaocaz, Grazalema, Benamahoma y Ubrique.
La penetración árabe fue fácil. Trás la estrepitosa caída de Don Rodrigo, los hispano-romano-visigodos, según el decir de la historia, vieron con indiferencia esta invasión, y a la vez que pasaban algunos en francas galopadas hacia el norte español, otros íbanse quedando en estas montañas. Casi ocho siglos duraría este asentamiento árabe, pues aunque Fernando III el santo y Alfonso X el Sabio conquistaron en el siglo XII casi todo el valle del Guadalquivir, estas tierras fijaron fronteras con el reino moro de Granada, quedando como "tierra de nadie" durante dos años y medio, época esta que marca la de mayor desventura de la serranía, por ser terrenos de "razzias".
Sobre sus picachos se levantaron numerosas fortalezas, las más de las veces como torretas vigías, para avisar del peligro de invasión: Matrera, Cardela, Garciago, Bujeo, Mulera, Tavizna O Aznalmara, Benaocaz, Villaluenga, Zahara de la Sierra, Olvera, Arcos... forman un mosaico estratégico perfectamente definido. En la actualidad algunas de ellas se conservan en buen o relativamente buen estado. Entre ellas Aznalmara, Olvera, Arcos y alguna otra quizás en breve sean conocidas por el turismo.
De la existencia árabe quedan valiosos recuerdos. Sobre todo para Ubrique, desde donde ha arrancado la actual artesanía manufacturera de la piel, el recuerdo más valioso sea el de los curtidos del cuero. Para ello crearon una floreciente industria, aprovechando el tejido de la encina y el alcornoque, sus aguas, eminentemente cálcicas, el tanino, tan abundante, y la sal, que se extraía y se extrae de los yacimientos de Hortales.
Todos estos ingredientes, unidos a una técnica especial, daban tal consistencia a la piel, que podemos asegurar que los escudos de guerra estaban fabricados con pieles curtidas en Ubrique. Esta remota industria de los cueros ubriqueños con el pasar de los siglos se perfeccionaría, dando lugar a la internacionalmente conocida "piel de Ubrique", que al principio del siglo pasado se transformaría en rústicas petacas, bolsas de avío y precisos, primitivas carteras que por su sencillez y simple rematado nos dejan hoy, esas reliquias de nuestra artesanía, maravillados ante su contempalción.
Finaliza la Reconquista y es cuando de verdad comienza el proceso histórico de la serranía. Zahara, Olvera y Arcos quedan como cabeza de comarca, y con ellos encuadrados los distintos municipios. Por Real Cédula de Privilegio y Merced dada por los Reyes católicos en Jaén, el 11 de enero de 1490, devuelve a la Casa Ducal de Arcos, por servicios prestados, favores traducidos en tierra, y es así como el Señorío de la Siete Villas pasó a depender de los Ponce de León, viviéndose bajo un aspecto feudal casi dormitando hasta finales del siglo XVIII
Y al principio del siglo XIX la Sierra despierta de su letargo. El francés invasor ataca con saña la tierra hispana. Los serranos luchany defienden su terruño como no está en los escritos. Pero los "gabachos", feroces y vengativos, viendo que nada podían hacer con los guerrilleros, perfectos conocedores de su tierra,que les atacaban, queman y expolian una y otra vez las villas serranas, quedando como recuerdo de un mal pasado aquella popular letrilla que dice:

Villaluenga del Rosario
No quiso capitular
Y vinieron los franceses
Y quemaron el lugar

De estas cenizas de destrucción y odio se levantarían durante el pasado siglo, cual Fénix de leyenda, estos pueblos de los que al menos uno ha alcanzado su esplendor. Este pueblo, Ubrique, que tiene su arranque en su propio valor, , que nace a la sombra de una piel que le dio fama, que no tiene fronteras, y que al presente ha transformado aquella piel en pura artesanía marroquinera, envidia del mundo entero. Ubrique da vida con lazos de verdadera hermandad a toda la serranía gaditana, luciendo con orgullo el eslogan del que se ha hecho acreedor: "Pueblo blanco, turístico, cuna del artículo de piel". Y, ¿por qué no? Corazón de la Serranía Gaditana.

Manuel Cabello Janeiro, Ubrique, agosto de 1973.

Profesor de ciencias sociales desde 1966, Manuel Cabello se dedicó durante toda su vida como maestro a darnos a conocer a todos la historia de nuestro pueblo. Sentía tal adoración por su tierra que aprovechó cualquier oportunidad para hablar de ella, y publicó numerosos artículos en los periódicos de la época, siempre con el mismo tema: Ubrique, La Sierra de Cádiz y la historia de nuestros pueblos.
Y aunque Ubrique siempre fue el primero, Manuel Cabello fue un enamorado de todos los pueblos de la Sierra: de pequeños recorrimos una y otra vez las calles de Benaocaz, Villaluenga, Benamahoma, Grazalema, Zahara, Algodonales, El Gastor y tantos otros pueblos, en los que siempre había alguien que lo apreciaba y los llamaba: "Don Manuel, venga usted a ver...". Nos llevó a todas las fiestas populares; al Corpus, a los Moros y Cristianos, al toro de cuerda, a las romerías... y siempre era bien acogido, lo conocían y lo invitaban a conocer los secretos de sus pueblos. Hasta lo invitaron varias veces a ser pregonero de las fiestas.
Fue, sin lugar a dudas, uno de los precursores del fomento de turismo en los Pueblos Blancos de la Serranía Gaditana.

Esperanza Cabello. Ubrique, abril 2009

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