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jueves, 7 de noviembre de 2013

José Janeiro Horrillo: un artista


Pasodoble de José Janeiro Horrillo


Por Esperanza Cabello

 En nuestra gran  familia tenemos artistas de muchos tipos, músicos, escritores, bailarines, pintores, cantantes, magos...
Y hoy, entre esos grandes artistas, queremos presentar a nuestro tío José Janeiro Horrillo, músico, escritos, compositor... Nuestro primo José Manuel nos ha enviado algunos de sus trabajos, y empezamos con uno de sus pasodobles (que podemos escuchar pinchando en este enlace) y uno de sus relatos: "Delirio gitano".
Estamos seguros de que se sorprenderán como nosotros al ir conociéndolo.

DELIRIO GITANO
Juan Ignacio Pérez, acaba de llegar de Granada al cortijo de su padre D. Juan Pérez, Ignacio se ha doctorado en la carrera de Derecho y está dispuesto a tomarse unas merecidas vacaciones, pero antes de emprender un viaje o unos días en la playa, piensa descansar en el campo; para montar a caballo, bañarse en el río, comer los buenos guisos de ama Ana, tomar el aire, el sol y recordar tantos momentos vividos desde su niñez hasta que marchó a la capital a ordenar sus estudios y sólo entonces va por la hacienda en periodos de vacaciones.
Una mañana mandó a Julio (el casero) ensillar su jaca y salió a dar un paseo. Era una hermosa mañana del mes de junio, el aire limpio y fresco movía las hojas de los frondosos árboles y acariciaba su rostro, Ignacio estaba contento, entonó una monótona cancioncilla y siguió internándose en las vastas extensiones de la heredad de su padre. Atravesó el río Genil por un vado que tenía poca profundidad y empezó a subir por la colina. De pronto su jaca hizo gestos de aviso, emitió un relincho y se paró. Ignacio advirtió que tras la colina salía humo, pensó que sería algún capataz y sus peones, pero conforme iba avanzando percibía rumores y sospechó que eran  otras personas porque se oían voces de niños, hombres y mujeres. Siguió avanzando con sigilo y tras unos arbustos, divisó una enorme caravana de gitanos acampados en la era, que se estaba acondicionando para la eminente trilla.
Estuvo observando unos minutos los movimientos de aquellos gitanos y decidió bajar para invitarlos a que se marcharan. Llegó ante ellos con gesto huraño y sin mirar al rostro de nadie preguntó por el jefe de ellos. Apareció un hombre alto delgado de mediana edad, se tocaba con un sombrero y pelliza oscura con botones acharratados ¡Venga el señorito con Dios y tome café y aguardiente con nosotros! Miró hacia dentro del carromato y exclamó. ¡María, saca una fuente de rosquitos, trae caté y unas copas!
Ignacio con el ceño fruncido contestó: Pueden ahorrarse la molestia. Habéis hecho acampamiento en terreno privado, no tenéis permiso y exijo que...
No pudo terminar la frase. Unos ojos negros de durísimo azabache se cruzaron con los suyos dejando inmóvil la mano amenazadora, turbándose de tal forma que miró al cielo intentando ocultar su repentina descolocación. Los ojos tenían un hermoso rostro, dos robustas trenzas y un perfecto cuerpo de color bronceado suave que lo dejó paralizado; llevaba una torerita sin mangas adornada con monedas, una falda amplia de tela floreada y chapines dorados. ¿Quiere unos rosquitos? Están recién hechos. Gracias dijo Ignacio aceptando el obsequio y al cogerlo rozó su mano con la suya notó que su sangre se helaba, le ardía la garganta, un escalofrío hizo temblar su cuerpo y un ligero sudor iba apareciendo en su frente. Respiró hondo, volvió la serenidad y con voz opaca que ni él mismo reconocía dijo secamente. Tienen que abandonar estos parajes, es terreno privado y no habéis pedido permiso.
¡Ay señorito! dijo el hombre mayor: los caminos son libres, somos gentes de paz y vamos "Graná" a una "boa".
Pues adelante sigan por los caminos pero precisamente no estáis en él. Si esta tarde os vuelvo a ver, me veré obligado a tomar serias medidas. ¡Buenos días! dijo Ignacio, marchándose al trote,
La tarde granaína pasaba lenta, calurosa, pero alternaba con un airecillo fresco que, jugando con las nubes, aparecía, se escondía y volvía a aparecer. De lo alto de la sierra apareció una faja de arrebol que fue cubriendo el cielo de la tarde. La figura de Juan Ignacio se recortaba en la lejanía, montado en la jaca bien engalanada, lo mismo que su dueño.
La era, era una explosión de alegría y color. El rasgueo de la guitarra, el cante, las palmas, daban un ambiente mágico que invitaba a descabalgar y a unirse a ellos.
Buscaba ávidamente los ojos que le habían fascinado y tuvo la suerte de encontrarlos. El arrebol de la tarde los hacía más grandes, más oscuros y profundos.
Eran un pozo negro que le atraían como dos fuertes imanes. Sentía un gozo infinito cuando los tenía cerca, sin intención de separarse de ellos, fuera de la fe, las creencias o las reglas que impone la sociedad. Sus manos se encontraron de pronto unidas a las suyas. Sus cuerpos se fundieron en uno, sus bocas se besaron, suaves y después apretadas.
María sintió miedo y se separó de él. Es imposible, dijo -Tengo compromiso con mi primo desde niños, son costumbres que llevamos en la sangre. Estamos marcadas y es nuestro destino.
¡Anda! déjame. Vuelve atrás ahora mismo y olvida este momento de felicidad que hemos pasado juntos.
-Nunca, nunca jamás, dijo Ignacio, -mi vida está unida a la tuya para siempre.
-Vete Ignacio, si nos ven juntos lo vamos a pagar caro y yo mucho más. Me llaman, tengo que ir. Adiós Ignacio, nunca te olvidaré, pero no nos volveremos más a ver. Como la tarde, entre las sombras de la noche, María desapareció.
De pronto Ignacio se vio sorprendido ante la presencia de un joven que leo miraba desafiante, con una mano le atenazó su brazo y en la otra blandía una afilada y reluciente faca, y poniéndola en su garganta, le ordenó que no se acercara más  a María.
Ignacio pasó una mala noche de tormentos y pesadillas, se despertó cuando ya el sol entraba por las rejas de su ventana. Rápidamente fue hacia la caravana, el día tenia nuevas ideas. Eran más claras que las de la noche pasada. Le pediría matrimonio, aceptaría las leyes y las costumbres de su gente, porque María era todo para él. Era lo más importante de su vida y lo  más maravilloso que le había ocurrido.
Se encaminó a la era, la encontró desierta y no había rastros de nada de la pasada noche; se sintió desolado, falto de reacción y poco a poco fue volviendo sobre sus pasos. Vagó sin rumbo, sin dirección, con una soledad y un enorme peso que le sobrecogía el alma. No encontró respuesta a su pregunta, ¿Dónde? ¿Dónde está María? Más tarde recordó que el jefe de ellos le dijo que iban a Granada, a una boda y hacia allí se dirigió.
La boda era fastuosa, la fiesta, que duró varios días, la estaban celebrando en el Sacromonte. El ruido de las palmas, las canciones, las guitarras, los bailes, tenían todo el encanto de las bodas gitanas. Cuando los esposos, los invitados y las familias son ricas y poderosas. Las bodas, parecen no tener fin.
Ignacio se hizo paso entre los invitados, intentando ver una vez más los ojos de María, La novia estaba de espaldas saludando y conversando con algunos invitados. De pronto volvió la cabeza y sus grandes ojos negros se cruzaron con los de Ignacio. Pero los ojos no tenían brillo, su cara parecía una azucena mustia, intentó formar una sonrisa y le salió un gesto de dolor. Su marido llegó con unos parientes, y llamó a María para que les mostrara el lujoso anillo que le había entregado, en prueba de matrimonio
Ignacio se alejó del Sacromonte, no podía volver, ni se quería marchar, su cuerpo no responde, sus pies no tienen rumbo, sus ojos miran sin ver. Sólo su voz ronca y sollozante pronuncia un nombre… ¡María!

Autor: José Janeiro Horrillo.


DELIRIO GITANO

Romanza de Ignacio
Gitana, delirio de mis amores gitana, delirio de mi pasión gitana, delirio de aquella noche, que yo te conocí brillando el cielo con arrebol.
Como pavesa de fuego quemaste mi corazón cuando clavaste en mí, los grandes ojos negros apretando los sentíos como una argolla de hierro.
Quise llevarte en mi jaca me volví loco por ti pero el brillo de una faca, rompiendo el aire me alejó de allí.
Mi delirio, vida mía es poder volver a verte. ¡Ay! Para mirar, tus ojos negros
por una cobardía sin ellos yo me muero.
Vengo de nuevo a buscarte para quedarme a tu vera,
y  tienes dueño y amante, y una sortija que no te entregué,
Por cobarde...por cobarde.



  Fin de fiesta (Coro de gitanos)

Yo quería refrescarme pero no había agua de la fuente fría,
yo quería refrescarme pero no había agua de la fuente fría.
Pero tuve que beber donde te lavas la cara,  y el agua tenía rosas del perfume que dejabas. (BIS)
Lo mataron en una fiesta lo mató su mejor amigo, por peleas de borracheras maldito sea por siempre el vino. (BIS)
Juventud que conmigo vivías por capricho te hacía sufrir, hoy que quiero tenerte a mi vera sin mirarme te alejas de mí. (BIS).
 
Autor de música y letra: José Janeiro Horrillo. Málaga, marzo de1995.

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