Una de las preciosas construcciones de la zona, con el Salto del Cabrero al fondo
Por Esperanza Cabello
Somos realmente privilegiados los que vivimos en esta zona de la Sierra de Cádiz. Cualquier día, en cualquier momento, podemos disfrutar, dando un paseíto, del mejor patrimonio cultural y natural del mundo (permítasenos esta pequeña exageración).
Realmente somos privilegiados. Seguramente en otros lugares habrá también maravillas, pero si se explican las posibilidades que tenemos al alcance de la mano, a unos pocos kilómetros de la puerta de nuestra casa, quizás sorprenderíamos a propios y extraños.
Cuando éramos chicos pasábamos todos los domingos en el campo, unas veces en el propio y otras en cualquier rincón de nuestro entorno. Nos encantaba dar paseos, buscar leña, jugar en los arroyos e inventar mil cosas diferentes. No éramos muy conscientes de la suerte que teníamos cuando nos sentábamos en una fuente, en el foro de Ocurris, en la Cruz del Tajo o en cualquier otro sitio.
Ahora también damos esos paseos. Ya no hacemos paellas (es mejor llevarse la tortilla ya hecha), pero también buscamos rincones en medio del parque de los Alcornocales o por nuestra sierra. Ponemos nuestro mantel de cuadros y disfrutamos un ratito del paisaje y de la tranquilidad antes de seguir el paseo.
Una subidita cómoda
Este fin de semana íbamos a buscar fuentes. Ya ha llovido un poco y han empezado a brotar, al menos las más potentes. Preparamos nuestros bártulos y nos fuimos hacia la variante, pretendiendo llegar al Hondón.
En el puerto de la Caeta comenzó nuestra búsqueda, la zona es fantástica. Un valle fértil en el que ha habido asentamientos humanso desde siempre, y en el que fuimos encontrando restos romanos, árabes, medievales... y hasta prehistóricos.
Nuestros antepasados desde luego eran muy, muy listos. Hay un cerrete (ignoramos el nombre) desde el que se dominan todas las alturas de la zona: la Veredilla, el Salto del Cabrero, el San Cristóbal, el Albarracín, el Adrión...
En este cerrete hay restos de parideras, de muros de piedra seca, incluso un pequeño refugio natural y , mira por dónde, hay dólmenes, o tumbas de gigantes, como los hemos llamado desde siempre.
Nos parece fantástico que nuestros antepasados eligieran precisamente este lugar para rendir culto a sus muertos y a sus dioses, y aún ahora, unos cuantos miles de años después, siguen quedando vestigios de estos cultos, totalmente cubiertos y disimulados entre las otras piedras, pero su estructura no deja lugar a dudas.
Restos de dolmen
Una paridera para cerdos
Un pequeño refugio
Grandes muros de piedra seca
Otro dolmen, la vista, excepcional
Este otro dolmen es más alargado
Este es el mejor conservado
El paisaje, magnífico; las vistas, extraordinarias; el ambiente, estupendo... ¡Qué mejor sitio para pararse un poquito que éste! Decidimos pararnos un ratito y recorrer el lugar, a ver qué había.
Muchos vestigios humanos de otros tiempos, testigos de mucho trabajo en el campo y de mucho esfuerzo. Muros de piedra impresionantes, restos de construcciones para el ganado...
Este fue un buen sitio para reponer fuerzas y seguir buscando fuentes.
Una calzada romana
No falta historia en este lugar
Para seguir nuestro camino quisimos visitar un magnífico acebuchal que hay en la zona y recorrer todo lo posible una calzada romana de la que se conservan muchos tramos perfectamente visibles. Está claro que toda la zona ha sido de una grandísima importancia a lo largo de la historia, y que tanto la fertilidad del valle, como la existencia de varios nacimientos y arroyos han propiciado la existencia de asentamientos humanos desde hace miles de años.
La fuente de El Hondón
Y por supuesto encontramos fuentes y pozos. Algunos con unas características arquitectónicas singulares y valiosas. Esta fuente en concreto, muy cerquita del nacimiento del El Hondón, nos hablaba de toda una vida alrededor del agua: lavaderos, albercas, conducciones de agua, abrevaderos...
El nacimiento de El Hondón
Nuestro paseíto se terminó en el nacimiento de El Hondón, un lugar exhuberante y precioso, donde el agua brota a borbotones por cada rincón, formando un precioso riachuelo que da vida a toda esta zona.
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