Los canastos de Reyes en casa de los abuelos Memi y Luis
Para Pablo, Guillermo y Esperanza
Por Esperanza Cabello
Hay muchas tradiciones que poco a poco se van perdiendo, y otras que algunos nos empeñamos en mantener cueste lo que cueste, porque nos hablan de nuestra infancia, de nuestras vidas, de nuestros recuerdos más entrañables.
El Canasto de Reyes es una tradición ubriqueña que se mantiene a duras penas. Anoche recordábamos con nostalgia cómo nuestro padre elegía cuidadosamente una caja de zapatos para cada uno de nosotros, la forraba con papel fino blanco y la decoraba, pacientemente, con tiras de papel de seda de colores recortadas artísticamente y pegadas con almidón (o con agua y harina, si no había almidón).
Cuando fuimos siendo mayores colaborábamos activamente en el diseño de los canastos, todos arremolinados alrededor de nuestro padre que, siempre con prisas, los terminaba para que los Reyes supieran dónde dejarnos los regalitos.
Durante muchos años, mientras fuimos creciendo, los canastos se renovaron, hasta que dejaron de ser necesarios, porque ya éramos muy mayores.
El canasto de Pablo, el pequeño de la casa
Pero empezaron a llegar los nietos, y de nuevo abuelo Manolo empezó a preparar los canastos, y de nuevo todos los niños se arremolinaban a su alrededor para prepararlos y ponerlos con gran ilusión en la alfombra.
Mientras los veíamos con los nietos recordábamos aquellos reyes de nuestra infancia: Por la noche los Reyes ponían en los canastos las chucherías que abuela Esperanza había comprado: chocolatinas, monedas de chocolate, cigarritos de chocolate, chicles Bazooka Joe, bucaritos, chupetes de anises, "pirulines", "palodús", guitarritas, jamoncitos caramelos de piñones y mil deliciosas golosinas que eran lo mejor de todo.
Los niños sabíamos que encontraríamos esas maravillas en el canasto, había una confitería más arriba de la Iglesia, la de Eloísa, donde se hacían las guitarritas, los jamoncitos y los bucaritos, (unos de masa con merengue y otros de cabello de ángel con anises), que era una estupenda aliada de los Reyes Magos, porque en esta época siempre podíamos ver esos dulces tan buenísimos en el mostrador.
Nosotros mantenemos viva esa tradición, y cada año el canasto de Reyes vuelve a salir a la luz para los más pequeños (y los no tan pequeños) en la casa de los abuelos. Cada año los Reyes lo vuelven a cargar de chucherías, ahora más modernas: piruletas de limón, chupachups de chocolate (ni hablar de cigarritos ni de botellitas de chocolate), monedas de chocolate, pica-pica, pirulíes, bastones de caramelo.
Y a veces pensamos que, lamentablemente, esta tradición se perderá. Solo conocemos a nuestro hermano Leandro que prepare los canastos ¿Los estarán preparando los nuevos abuelos?
Ayer pensábamos con nostalgia, mientras decidíamos hacer esta entrada, que los nuestros serían quizás los últimos canastos ubriqueños que veríamos, pero hace un ratito nuestra amiga María Sánchez Coronil, que vive en Zaragoza, ha puesto en su muro la fotografía del canasto que ha preparado para su nieta Esther...
Y nos ha emocionado ver cómo también en otras familias se mantiene esta tradición tan nuestra, un poquito modernizada, porque nos ha explicado que con la cinta de pegar de dos caras es mucho más fácil de hacer que con el almidón.
Canasto de Reyes que María Sánchez Coronil ha preparado para su nieta Esther
Nos hemos llevado una gran alegría al ver el canasto de María tan precioso y tan lleno de ilusión y de amor. Nos entusiasma que no se pierda del todo esta tradición tan nuestra (en otros pueblos también preparan canastos de Reyes, pero el diseño de caja de zapatos y papel de seda de colores es solo de Ubrique) tan entrañable y tan llena de dulzura.
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