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viernes, 28 de febrero de 2014

Fuentes de la Sierra. ¡Llegamos a las ciento cincuenta!

 Abrevadero del El Membrillo
Fotografía de Manuel Cabello Izquierdo



Por Esperanza Cabello 

Hoy, Día de Andalucía, hace exactamente un año que el Ayuntamiento de Ubrique l ehizo un homenaje a nuestro padre, Manuel Cabello Janeiro, y en ese homenaje, por su labor ingente en pro del reconocimiento de nuestro pueblo, nuestra cultura y nuestro patrimonio, tuvimos la ocasión de entregar a la Concejala de Cultura el diploma que el "Proyecto Conoce Tus Fuentes", de la Universidad de Granada,  nos había otorgado certificando que Ubrique era "La Villa de las Cien Fuentes".
Habíamos llegado, siguiendo la estela de nuestro padre y con los datos que nos  daba nuestra madre (a la que el proyecto entregó un diploma de agradecimiento), a catalogar más de cien fuentes y manantiales en nuestro pueblo, aprovechando este riquísimo patrimonio cultural, colocándonos en la tercera posición de pueblos con más fuentes catalogadas, después de Santiago Pontones y de Ronda.
El principio del invierno no ha sido muy lluvioso,  por lo que esta temporada no está siendo tan productiva como las anteriores, no obstante hemos conseguido  inventariar 120 fuentes en nuestro pueblo, y 150 en la zona. La provincia de Cádiz, que era una de las que menos fuentes tenía catalogadas de Andalucía, tiene ahora 632 fuentes, y no paran de sumarse  fuentes y manantiales cada semana.
Por nuestra parte estamos muy satisfechos de haber conseguido llegar a ciento cincuenta, y tenemos algunas más a la vista. Agradecemos cualquier ayuda, cualquier dato que nos ayude a localizar e inventariar alguna fuente más. 
Mientras tanto, aquí están las diez fuentes siguientes...





141.  Pozo del Cortijo de Rocadillo. San Roque
Fotografía de Manuel Cabello Izquierdo



 
 142. Fuente de la Venta del Alférez. Ubrique
Fotografía de Manuel Cabello Izquierdo





143.  La Fuente del Hondón
Fotografía de Esperanza Rubio Cabello




144.  El Pilar de Valero. El Bosque
Fotografía de Francisco Cabello Izquierdo





145. La fuente del Río Tavizna. El Bosque
Fotografía de Francisco  Cabello Izquierdo


146. El Nacimiento del Horcajo.
Fotografía de Francisco Cabello Izquierdo




147. La fuentes de los Pérez. Ubrique
Fotografía de Manuel Cabello Izquierdo



148.  La Laguna del Membrillo. Arcos
Fotografía de Manuel Cabello




149. Nacimiento de la Huerta de Barrida. Villaluenga del Rosario
Fotografía de Leandro Cabello



 150. La fuente de la Haza Reguera
Fotografía de Manuel Cabello


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jueves, 27 de febrero de 2014

27 de febrero: San Leandro

 Leandro Izquierdo Rivera
Plaza del Ayuntamiento de Ubrique, 1914?



Por Esperanza Cabello

Hoy es San Leandro, uno de los días grandes de la familia. Nuestro abuelo materno se llamaba Leandro y, en su honor, muchos  de sus descendientes, incluídos nuestro hermano y nuestro sobrino, se llaman Leandro también.
Para todos ellos muchísimas felicidades y un fuerte abrazo.
Pero hemos hecho un descubrimiento que ha cambiado un poco nuestra forma de concebir la familia. Siempre nos han contado que nuestro bisabuelo Francisco Izquierdo, padre de Leandro vino a Ubrique desde Valladolid vendiendo especias, pues era arriero.
Pero creemos que nos hemos saltado una generación, porque hemos descubierto en el censo de 1894, del archivo municipal digitalizado por Family Search, a nuestros tatarabuelos...



Familia Izquierdo Moreno, 1894
Calle Real, Ubrique


Pues según este documento (que podría ser erróneo, claro), nuestros tatarabuelos eran de Ubrique: Leandro Izquierdo Villa y Francisca Moreno Canto vivían en 1894 en la calle Real, naturales de Ubrique, con 52 y 53 años respectivamente. Él de profesión arriero, ella de profesión "su sexo" (vaya tela con el nombrecito).
Y tenían dos hijos: María Izquierdo Moreno, de 18 años, y Francisco Izquierdo Moreno, nuestro bisabuelo, de 15 años.
Así que quizás quien viniera de Valladolid fuera nuestro tatarabuelo, también arriero, o quizás su padre ¿nuestro retatarabuelo? Se vislumbra un paseíto al registro para saber algo más de la familia Izquierdo...
En cualquier caso, ¡Felicidades a todos los Leandro de la familia!


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jueves, 20 de febrero de 2014

"Encancanillarse"

Canilla de madera para barriles de vino


Por Esperanza Cabello


En muchas, muchísimas ocasiones, utilizamos palabras o dichos a sabiendas de que son "algo" especiales, bien porque pertenecen a nuestro acervo cultural de ubriqueños o porque forman parte del léxico de nuestros abuelos.
Hoy hemos intentado escribir una palabra muy antigua que nos ha desconcertado terriblemente.
Queríamos decir que alguien se derrumbaba, se descomponía, se desarticulaba... al pensar en los hospitales, y hemos dicho "Es que me "encancanillo"."
También hemos usado alguna vez esa palabra cuando alguien se ha reido tanto que se ha quedado "lacio" de tanto reírse.
Sabemos que "encancanillar", tal como lo decimos en Ubrique, no existe, pero pensábamos que "descancanillar" sí que existiría. Nada, ningún rastro de esa palabra.
Buscamos entonces "Cancanilla" a ver qué era eso, pero, aparte de un cantador flamenco y de una araña (cáncana) no había ninguna acepción que significara "deshacerse".



Entonces pensamos que era posible que viniera de la palabra "canilla", por aquello de las piernas delgadas, que no sujetaran bien el cuerpo en situaciones de estrés.



Pero no nos quedábamos tranquilos y hemos seguido buscando, hasta dar, finalmente, con el origen de la palabra antigua ubriqueña "descancanillar". Viene, en realidad, de "descanillar". Descanillar es quitar a los barriles de vino la espita, y dejarlos sin valor: desvalorizarlos.


Descanillar. Diccionario gastronómico


La epéntesis (es una figura de dicción que consiste en añadir algún sonido dentro de un vocablo) es bastante frecuente en el habla andaluza, a "descanillar" se le ha añadido la sílaba can antes del prefijo.
En la "Gramática de la Lengua Castellana según se habla ahora" de Vicent Salvá i Pérez (1839) (en este enlace) hemos podido leer que este fenómeno puede encontrarse desde siempre (por cierto, que es un lujo poder leer esta gramática, aunque hable -p463- de la "defectuosa pronunciación andaluza") en nuestro léxico.

Es fantástico poder aprender el significado de algunas de nuestras palabras tracicionales, y saber, casi por casualidad, por qué decimos que las en las situaciones límite nos quedamos "encancanillaos", y es porque perdemos el valor y no servimos para nada.
 La riqueza de nuestra lengua es fabulosa.


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Nota del 21 de febrero: Hemos encontrado un nuevo dato de la página verbolog, con dos significados de la palabra descanillar: quitar la canilla y desternillarse.



VOCAND
Antonio ALCALÁ VENCESLADA
Vocabulario andaluz.
     Editorial Gredos.
     Madrid, 1980, reimpr. 


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domingo, 16 de febrero de 2014

La farmacia de Rafael Sánchez de Medina

La farmacia de Rafael Sánchez de Medina



Por Esperanza Cabello

 Nuestra prima Lupe nos acaba de enviar esta increíble fotografía de la farmacia de Rafael Sánchez de Medina, su bisabuelo.
Su madre, Joaquina Sánchez de Medina Cabello, le ha estado contando  que había tres farmacias: La de los Fatou Sánchez de Medina, la de Fermín Sánchez de Medina y la de su abuelo, Rafael Sánchez de Medina que estaba en una cuestecita por la calle del Agua. 
Y precisamente de esta farmacia es la fotografía, en ella están los hijos de Rafael: José, el abuelo de Lupe, y su hermano Francisco, que recién terminada la carrera se murió.

Es una fotografía increíble, todo un documento gráfico,  recuerdo de cómo eran los comercios de principios del siglo pasado, y suponemos que para los que la han conocido será como volver por un momento atrás en el tiempo. 
Gracias Lupe, y un beso para tu madre.


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sábado, 15 de febrero de 2014

Partidas en la Sierra


La correspondencia de España, 14 de octubre de 1869
En este enlace pueden leer la noticia


Por Esperanza Cabello

Nos ha parecido muy curioso leer esta carta de ""El Imparcial"" (con dobles comillas, por ser un título y por ser terriblemente parcial) del 14 de octubre de 1869. Cuenta el diario que una partida republicana andaba por la sierra, entre Villauenga y Cortes, pasando por Jimera y Ubrique, y cómo buscaron armas y dinero en Villaluenga.
Si el diario no hubiera sido del otro bando habrían dado esta noticia de una forma radicalmente diferente, habrían explicado que unos valientes luchaban por sus vidas y los derechos de todos y que tristemente cuatro personas habían perdido la vida en esta contienda:



"Los periódicos de Cádiz que recibimos hoy publican una carta de Grazalema en que se da cuenta detallada de los movimientos de los republicanos en los alrededores. Dice así:

“Se presentó en Villaluenga a las diez de la mañana del día 6 la partida republicana al mando de Paul y Salvoechea, compuesta de unos 170 hombres, parte de ellos desarmados: entre ellos iban Carrasco, el exsecretario de Paterna y el hijo de Pedro el Chico. De Algar dicen que iban tres, Juan Vallejo, Miguel Domínguez y otro que no he podido averiguar quién sea.  Amenazaron de muerte a muchas personas, recogieron algunas escopetas, pues registraron casi todas las casas del pueblo; trabajaron mucho para llevarse los fondos municipales, pero se encontraron las arcas limpias, pues con anticipación se habían retirado aquellos. Con el pretexto de recoger armas, se robaba por la canalla cuanto podía; y estando ocupándose de exigir una contribución a los vecinos pudientes, supieron que las fuerzas de Ubrique les seguían, no teniendo tiempo para consumar sus proyectos, que es difícil calcular el alcance que tuviesen, y se marcharon como a la una del mismo día dirigiéndose a tomar la falda de la sierra de Livar y a Cortes donde pernoctaron.

Uno de los mayores males que en Villaluenga se han tocado ha sido el de haber algunos malos vecinos informando de las personas y sus… a los jefes y con esos antecedentes molestaron mucho. Quisieron fusilar a don Juan Antonio Menacho y a don Juan Zapata; y el señor cura que no abandonó con tiempo la población fue objeto de toda clase de insultos, pero no llegaron las amenazas a vías de hecho, pues al fin se escapó sin que lo notaran. Así como otras muchas casas, allanaron las capitulares de donde sacaron la talla, quemándola y unos globos de lata que destrozaron. Al archivo no le tocaron y Paul estuvo revisando los libros de intervención para cerciorarse de la existencia de las arcas. Es un servicio que han prestado don Eugenio Sánchez, el depositario, y el alcalde don Diego Ortega, ocultando los fondos.

Hasta aquí lo ocurrido en Villaluenga. Los republicanos iban perseguidos en su marcha a Cortes por un batallón que creo procede de esa guardia civil y carabineros que ayer marcharon de Villaluenga; pues bien, salió la partida de Cortes y se dirigió a Jimera de Lívar, que está a distancia como de una legua; pero anoche llegaba otro batallón procedente de Málaga y cortándole la retirada por la otra parte y puesto en combinación con las otras fuerzas, están cercados los rebeldes, cuyo cerco tuvo lugar al amanecer de hoy; de modo que en Jimera tienen hoy lugar la lucha, que dará por resultado infalible la destrucción completa de toda la partida. En Villaluenga se recibió parte diciendo que la vanguardia de la columna, al llegar a la venta de Villaluenga, tuvo algún fuego con los dispersos y que habían resultado algunos muertos. Los cuatro desgraciados que se  han quedado en el campo en esta escaramuza ha sido el secretario de un club de Medina, un  aparador de calzado de Cádiz y natural de Ubrique, un vejete como de sesenta años, tirador corsario de Paterna, y otro de Ubrique que vivía en dicha Paterna.

En Ubrique no exigieron contribuciones, pero si hubo registros de casas para recoger escopetas y robos de caballerías. Llegaron a levantar algunas barricadas temiendo ser atacados, fortificándose en la iglesia y ayuntamiento. Este pueblo fue sin duda tratado con alguna más consideración, por ir en la partida el hijo de Pedro Bohórque (el chico) y Carrasco, naturales del mismo."









Nosotros sabemos que el hijo de Pedro Bohórquez era Cristóbal Bohórquez Gómez, natural de Ubrique, nacido el 8 de mayo de 1847, según consta en el registro:



Y que Cristóbal moriría precisamente un día después de publicada esta noticia en Benaoján, junto al diputado Rafael Guillén

En la tesis doctoral "Cádiz durante el sexenio democrático. El copnflicto Iglesia-Secularización", del licenciado Antonio Orozco Guerrero podemos leer, (en este enlace, p. 197)  en relación con el número de entidades y asociaciones republicanas existentes en Cádiz: 

"A la amplia  relación de entidades republicnas hay que añadir el "Círculo Cristóbal Bohórquez", no mencionado en el informe. Bohórquez, de 18 años, falleció al mismo tiempo que el diputado Rafael Guillén Martínez en la insurrección republicana de 1869 en la Sierra de Cádiz. Este levantamiento dio lugar a la disolución del Ayuntamiento Republicano de Rafael Guillén Estévez, primo del anterior, que fue sustituido por el del unionista Juan Valverde".


En este enlace podemos leer toda la historia de los Bohórquez Republicanos en Ubrique 


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viernes, 14 de febrero de 2014

Estamos endisantados

Diccionario de la Lengua Castellana, 1739


Por Esperanza Cabello

Nos encanta tener que recurrir a los antiguos diccionarios para encontrar nuestras palabras auténticas y, por supuesto, antiguas. Hace muchos años teníamos "vergüenza lingüística", ya que  a algún cretino se le ocurriría emparejar "andaluz" con "ignorancia" y hemos sufrido a lo largo de los siglos un constante bombardeo diciéndonos lo mal que pronunciábamos y aguantando sonrisitas no solo por la forma de pronunciar las haches o las dos eles, sino por utilizar palabras "desconocidas", sin comprender que, en realidad, nuestra manera de pronunciar habla de nuestra mayor evolución de la lengua y que nuestro léxico forma parte de la riqueza de nuestro patrimonio...  
Afortunadamente con el paso del tiempo hemos ido recuperando nuestro orgullo lingüístico y mimando nuestras palabras antiguas, ahora ya para que no se pierdan, porque, de tanto no usarlas, las estamos olvidando.
Tanto es así que el pasado fin de semana, hablando con unos amigos ubriqueños, explicábamos que con tanta agua y tanto tiempo encerrados estabamos todos "como endisantaos".
Nos pusimos a comentar qué era eso de endisantados, porque nuestros amigos no conocían la palabra. Estar endisantado es estar en un día de fiesta absoluta, de esas en las que antiguamente ni siquiera se barría en las casas, por estar prohibido trabajar en las "fiestas de guardar".
Cuando se está endisantado no hay orden en las casas, no se sigue un ritmo, no hay ningún trabajo que hacer.

 Disanto en la RAE


Recordamos a nuestra  bisabuela Antonia, que siempre utilizaba esa palabra "Hoy es disanto", y también un refrán que antes podía oirse constantemente: "Por las vísperas se conocen los disantos", o sea, que cuantos más preparativos se hagan, más importante es el acontecimiento.


 Refrán castellano, documentado  al menos desde 1739


Diccionario de refranes comentado


Buscando, buscando, hemos encontrado un magnífico Diccionario de Refranes comentado que nos ha hecho pensar en nuestra amiga Susana Merino y que haría las delicias de cualquier persona interesada en la sabiduría popular  (en este enlace), y hemos encontrado otros refranes más hablando de disantos




Y en el diccionario de 1739 muchas otras alusiones a los disantos



Pero endisantar, endisantar, lo que se dice endisantar, no hemos encontrado el verbo endisantar por ningún sitio, aunque eso  no significa que no lo hayamos utilizado en otros tiempos o que no lo hayamos oído tantas otras veces hablando de lo sueltos que nos vemos cuando estamos endisantados.
Si además de nuestros mayores y algunos de nosotros se usara esta palabra más ampliamente, podríamos intentar enviarla con la palabra "angarilla" (pinchar aquí)  que lleva un par de años esperando a que en la Academia de la Lengua Española la admitan como "puerta o cancela de paso en el campo".


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Las campanas de la iglesia

La nueva campana de la parroquia ubriqueña
fotografía de Manuel Cabello



Por Esperanza Cabello
Fotografías de Manuel Cabello

Nuestro hermano Manolo nos ha enviado unas cuantas fotos que formarán parte de la historia de Ubrique en unos años. Aún recuerdan los mayores cuando las anteriores campanas fueron reparadas y colocadas en el campanario: eran entonces unos niños y nos cuentan que estaba la campana en el suelo de la plaza, y todos fueron a verla y a tocarla antes de ser subida en el campanario.
Hace unas semanas éramos testigos de la retirada de una de las campanas (en este enlace) para su reparación y puesta en funcionamiento. Ayer era nuestro hermano Manolo el que podía obsevar lso últimos preparativos antes de colocar la campana en su emplazamiento definitivo.



El camión grúa hace su trabajo en medio de la plaza, depositando la campana en su lugar definitivo




Es muy curioso ver cómo los operarios trabajan con celeridad en unas condiciones dificilillas


Los últimos momentos de la campana en el suelo. le han colocado un mecanismo automático que hará que suene con menos dificultad.
La verdad es que esperamos que lo de estos días sean solo pruebas, porque no ha parado de sonar en todo el tiempo, no vaya a ser que después del arreglo se convierta en una sinfonía sin fin (para desesperación de los vecinos).
Por otro lado, estamos muy contentos de haber podido capturar un trocito de historia, dejando el testimonio de la renovación de las campanas de nuestra parroquia.


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martes, 11 de febrero de 2014

El escritor Baroja, el conspirador Aviraneta y el Ubrique mísero


POR JOSE MARÍA GAVIRA VALLEJO


Eugenio de Aviraneta fue uno de los españoles más traviesos del siglo XIX. Pero casi nadie conocería sus andanzas actualmente si no fuera porque Pío Baroja, emparentado con él, escribió su biografía: Aviraneta o la vida de un conspirador (1931). Y también dio a luz una novela histórica en 22 partes que tituló Memorias de un hombre de acción (1913-1935) protagonizada por el mentado Don Eugenio.
El cineasta Pío Caro Baroja, sobrino del Pío literato, resume así la vida del aventurero, guerrillero, político liberal y masón al que nos referimos:
[…] tan singular personaje que lucha junto al cura Merino en la Guerra de la Independencia, que hace la campaña de 1823 con El Empecinado, que participa y prepara el Convenio de Vergara o va a México y combate junto al brigadier Barradas en la aventura veracruzana o asiste, románticamente, a la enfermedad y muerte de Lord Byron en Missolonghi, en su ayuda a lograr la independencia de Grecia contra los turcos desde el barco el «Cefaloniota».
Pues bien, Eugenio de Aviraneta pasó por Ubrique. Recoge el hecho Fray Sebastián en su Historia de la Villa de Ubrique, si bien  confunde el nombre y el apellido (algo a lo que nos tiene acostumbrados nuestro entrañable fraile) y lo llama Rodrigo de Avinareta. Además, nos hace la siguiente la pía advertencia de que “Pio Baraja es un autor nada recomendable”. Dios lo perdone (a Fray Sebastián, pues Pío Baroja debe llevar mucho tiempo asándose en el infierno por librepensador).
Huida de Aviraneta (una de ellas)
En el capítulo XV del primer libro mencionado Baroja nos cuenta que en 1823, durante el Trienio Liberal y cuando ya los Cien Mil Hijos de San Luis habían invadido España para restaurar el régimen absolutista encarnado por Fernando VII, Aviraneta se echó una vez más al monte, asociándose con Juan Martín El Empecinado, ferviente liberal que se había destacado como guerrillero en la Guerra de la Independencia. El conspirador recibe este encargo:
Al cabo de pocos días recibió Aviraneta un oficio en donde se le decía que había sido designado por la Junta de Oficiales y Jefes para que fuera a Cádiz a avistarse con el Gobierno y le expusiera la situación de Extremadura y de Castilla y pidiera instrucciones acerca de la conducta que debía seguirse en lo sucesivo.
Pero cuando estaba tratando de cumplirlo fue preso y conducido a Sevilla. Consiguió escapar y emprendió el camino hacia Gibraltar con la intención de embarcarse hacia Tánger. En su ruta pasó por Ubrique. Pío Baroja lo historia así:
Capítulo XVI
Escapatoria

[…]
Al día siguiente [de su fuga], después de pasar el resto de la noche en un rincón de una tapia abandonada, tomó el camino de Gibraltar por Utrera.
Era principios de noviembre, y hacía hermoso tiempo para viajar.
Solía dormir en el campo, compraba pan, y con pan y fruta se alimentaba.
Pasó Ubrique, pueblo bastante mísero, e internándose en la sierra de los Gazules, llegó a Jimena. Por la tarde salió de este pueblo, y poco después comenzó a ver el mar. El paisaje cambiaba; iban apareciendo grandes piteras y chozas con tejado de ramaje y de hierba.
Al frente de la bahía encontró un guardia del Resguardo, que le indicó el camino de Algeciras.
Esto es la historia real (se supone). Pero en la parte número 6 de las Memorias de un hombre de acción (titulada La ruta del aventurero) los anteriores sucintos hechos se narran de forma novelada y probablemente fantaseada en parte, en primera persona. Aviraneta cuenta cómo escapa de la prisión de Sevilla junto a una moza llamada Tránsito, contando con la ayuad y protección de una “señora Landon”. Él se hace pasar por inglés.
Copiamos a continuación los capítulos IX y X del referido libro, donde el personaje de Aviraneta relata los acontecimientos que vivió en su viaje Sevilla a Algeciras. Los más destacados son un lúgubre suceso en una venta entre El Bosque y Ubrique y un divertido encuentro con un loco en Jimena. Resaltamos en negrita los párrafos que mencionan a Ubrique, pueblo al que Baroja califica de mísero, habiendo de entenderse la expresión en el sentido de pobreza material.
IX
DE VIAJE

Tomé mi camino hacia Gibraltar por Utrera. Era a principios de noviembre y hacía un hermoso tiempo para viajar. Las horas de sol apretaba el calor, pero no de una manera molesta.
Solía dormir en el campo; compraba pan en los pueblos, y con pan y fruta me alimentaba.
Me sirvió mucho el libro de William Bowles que había sacado de casa de la señora Landon, y gracias a sus indicaciones pude desayunarme con los frutos del madroño (arbustus unedo), del alfóncigo (pistacia vera) y del algarrobo (seratonia silicua), que produce vainas azucaradas. También tuve que explotar, en malas ocasiones, la glycyrrhiza gladio o regaliz y el opuntia vulgaris o higo chumbo.
Lo pasaba mal que bien siguiendo mi camino cuando, al comenzar a subir una sierra, entre El Bosque y Ubrique, me encontré con un aldeano que marchaba con su hija a Gibraltar, los dos a caballo.
El era un hombre de cincuenta años, muy moreno y muy seco, con patillas ya grises. Ella tendría lo más unos quince o dieciséis, y era preciosa, delgada, fina, con los ojos negros, llameantes, la cara redonda y los labios rojos.
Hablamos largamente el hombre y yo; me dijo que viajaba con frecuencia y que hacía contrabando. El se llamaba el señor Juan; la niña, Milagros. Yo les conté quién era y algunas de mis aventuras, y los dos se rieron mucho.
—Vaya, móntese usted a la grupa de mi caballo —me dijo él—, que me va dando pena verle caminar a pie.
Subí al caballo y seguimos conversando y marchando por entre breñales secos, abruptos, interrumpidos muy de tarde en tarde por matas polvorientas y lentiscos.
En los picachos áridos, quemados por el sol, se veían algunas cabras, y las águilas volaban trazando grandes curvas por el aire.
—¿Y qué? ¿No tiene usted miedo a los bandidos? —me dijo de pronto ella.
—Yo, ninguno. ¿A mí qué me van a hacer, si no tengo un cuarto?
—Quitarle la vida.
—¿Para qué?
—¿No le han ofrecido allí en Sevilla un seguro para los ladrones? —me preguntó él.
—A mí, no. ¿Es que hay un seguro así?
—Sí, señor. En toda Andalucía tiene usted seguros contra los ladrones. El propietario que viaja y no quiere ser robado paga una cantidad a la sociedad, y ésta le da un salvoconducto y a veces una pequeña escolta.
—¿Pero el Gobierno no hace nada para acabar con esta inmoralidad?
—Nada. El Gobierno de la Constitución parece que ha querido hacer algo; pero con la entrada de los franceses se ha acabado todo el orden, y la gente perdida anda por los caminos como Pedro por su casa.
Mientras el señor Juan hablaba, su hija me examinaba con una mirada curiosa e irónica.
Íbamos marchando por un mal camino ardoroso y polvoriento, por la sierra, entre grandes encinas y algarrobos.
Antes de llegar a Ubrique paramos en una venta del camino.
—¿Usted hará noche aquí? —me dijo el señor Juan.
—¿Es buena venta ésta? —le pregunté.
—Muy buena.
—Es que no me quedan más que unas pocas pesetas para llegar a Algeciras y no me atrevo a gastarlas.
—No tenga usted cuidado. No le llevarán aquí casi nada.
Bajamos en la venta, y el ventero, un tipo no muy bien encarado, nos llevó a los tres a la cocina.
Estuvimos charlando, cenamos, y después de cenar se armó un bailoteo de padre y muy señor mío con la Milagros y otras chicas de la venta y unos mozos arrieros.
Los tales arrieros me parecieron un tanto desvergonzados. El señor Juan me presentó a ellos.
Se llamaban el Gavilán, el Moreno, el tío Malas-pulgas y el Manguillo; todos iban muy elegantes.
Me chocó que obedecieran al señor Juan ciegamente, y éste me dijo que eran sus mozos.
Yo tuve que bailar y lucir las habilidades que había aprendido en Sevilla en la academia de Álvarez de Acuña.
—¡Olé por el inglés! ¡Ahí la sangrecita gitana! ¡Vaya calor! —me gritaban.
Estuvimos de broma hasta media noche. Cansado y con el recuerdo de la Milagros en el cerebro me eché en el colchón y me quedé dormido.
Desperté ya entrada la mañana. Bajé a la cocina y no había nadie. Llamé, no me contestaron. La puerta estaba cerrada.
Entré en un cuarto próximo a la cocina y me chocó ver en un rincón dos trabucos y varios paquetes.
¿Quizá aquél era un nido de contrabandistas? Salí al zaguán y quedé atónito y espantado al ver en el suelo un reguero de sangre. Este reguero manchaba el portal y la cocina, seguía por un corralillo y terminaba en un rincón, donde la tierra estaba removida. La idea de que allí acababan de enterrar a un hombre me sobrecogió.
Entonces recordé vagamente que de noche había oído ruido y rumores de lucha. ¿Este señor Juan y su hija y sus mozos serían bandidos?
Me pareció que no cabía duda, y sin pensar en más escalé la tapia del corral, salté al campo y salí a marchas forzadas camino de Ubrique.
Al registrarme los bolsillos vi que me habían robado el poco dinero que llevaba, dejándome solamente unas monedas de cobre.
X
UN LOCO

Pasé Ubrique, pueblo bastante mísero, en donde todo el mundo se dedicaba a hacer contrabando con la mayor impunidad y a coser petacas de cuero. Me chocó que se vendiera el tabaco de contrabando a la vista de todo el mundo, y me dijeron que el Gobierno español no se atrevía a mandar aduaneros.
Los ubriqueños estaban dispuestos a defender su prerrogativa de hacer contrabando con la sangre de sus venas.
Desde Ubrique me interné en la sierra de los Gazules y llegué a Jimena.
Entraba en este pueblo por una callejuela cuando me vi seguido por un hombre alto, delgado, moreno, con los ojos muy hundidos y la barba negra, manchada de plata. Me esperaba algún nuevo percance. Me detuve dispuesto a afrontar el conflicto. El hombre se me acercó y me dijo con una voz bronca:
—¿Es usted godo?
Hice un gesto de extrañeza, que lo mismo podía ser afirmativo que negativo.
El hombre debió de creer que decía que sí, y sacando una hoja del bolsillo exclamó:
—Tome usted y lea usted.
Cogí el papel, que era un impreso, y comencé a leerlo. Se trataba de un manifiesto anticonstitucional completamente absurdo en donde se protestaba de las impiedades de la época. El manifiesto terminaba diciendo: «¡Viva la religión! ¡Viva el Cid! ¡Viva el honor castellano! ¡Abajo el vil judío que mora en Gibraltar!
»Dado en Jimena de la Frontera el 15 de agosto de 1823. —Yo el Rey.»
Después de leer el papel sonreí, comprendiendo que aquel pobre hombre no andaba bien del caletre, e hice una señal de asentimiento, y el loco, agarrándome del brazo, me dijo:
—¿Me reconoce usted como soberano?
—Sí, señor.
—¿Me traerá usted la cabeza del traidor Riego?
—Ahora mismo.
—¿Sabe usted dónde está ese pillo?
—Sí; necesitaría una cuerda para atarlo.
—Ahora vengo con ella.
El loco echó a correr y yo me metí en una posada. Pedí noticias de aquel desdichado, y me dijeron que las cuestiones políticas le habían sorbido el seso; se habló también de los bandidos que merodeaban en la sierra; pero yo no dije nada ni indiqué que los conocía.
Por la tarde salí de Jimena, y poco después comencé a ver el mar.
El pasaje cambiaba; se veían grandes piteras y chozas con el tejado de ramaje y de hierba.
Ya enfrente de la bahía encontré a un guardia del resguardo, que me indicó el camino de Algeciras.
Las 22 partes de las Memorias de un hombre de acción son tan entretenidas como estos párrafos y constituyen una excelente manera de aprender la historia de España de la primera mitad del siglo XIX. Una lectura muy recomendable, ciertamente, a pesar de la pía advertencia del buen padre Sebastián.
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Publicado en Revista Mediodía el 15 de enero de 2014.