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sábado, 31 de mayo de 2014

Te queremos, papá




Por Esperanza Cabello



Hoy hace catorce años que murió Manuel Cabello…
¡Catorce años! Parece demasiado tiempo ya, y, sin embargo, sigue estando entre nosotros, a veces en el pensamiento, a veces en nuestros propios actos, pero siempre cerca.
Perder a un padre es algo indefinible, hace que te sientas tan vulnerable y tan solo a veces. Aunque hay algunas cosas que están muy claras, ya  a estas alturas: las personas no se pierden, no se van. Siguen estando a nuestro lado mientras las recordemos, y seguirán viviendo en nuestros pensamientos y en nuestras acciones.







Hoy quería hacer un homenaje a mi padre, llevo unos días pensando que en una ocasión me encargaron hacer una semblanza de él, aunque fuera apasionada, y he estado pensando qué diría, cómo lo organizaría, si sería reivindicativa…siempre he querido exigir el reconocimiento oficial que el pueblo y la familia ha dado a un hombre de tanta valía, ese reconocimiento que algún político mezquino le negó en su momento…
He estado pensando si contaría cómo trabajaba de sol a sol vendiendo libros, poniendo persianas, dando clases en la escuela, con clases particulares, con representaciones, para mantenernos a los cinco, darnos estudios, llevarnos a la universidad. Porque no se crean que el sueldo de maestro daba para mucho.



 


También he pensado que hablaría de cómo nos llevaba a todos al campo cada domingo, o de cómo nos organizaba para conocer otros países, otras ciudades, de nuestras excursiones a Portugal o a Marruecos, o al sur de Francia, o a Madrid.

Pero al empezar a escribir he reflexionado, y me he dado cuenta de que  ese homenaje se lo hacemos a diario: somos cinco hermanos, y en estos catorce años siempre he sabido que somos, todos y cada uno de nosotros, hijos de Manuel Cabello y de Esperanza Izquierdo.
 Esos días que han sido más difíciles, esos momentos en los que todo se hacía cuesta arriba, cuando ha habido que arrimar el hombro, cuando ha habido que hacerse responsables, ahí hemos estado todos, y todos sabemos que podemos contar con los demás, siempre de acuerdo, siempre dispuestos. Y esa actitud, ese saber estar, esa ejemplaridad de todos mis hermanos, es el mejor homenaje que ningún hijo podría hacer jamás a sus padres.







Y si Manuel Cabello sigue entre nosotros, en nuestros corazones, seguro que está feliz y orgulloso de sus cinco niños, esos “locos bajitos” que recorren la sierra, que siguen siendo maestros, que se entusiasman con una tradición o con una imagen, que hablan de Ocurris con todas sus erres, que cantan con pasión, que conocen cada rincón de la sierra, que buscan fuentes y manantiales con entusiasmo, que estudian y respetan nuestro pasado y, sobre todo, que se ocupan de su madre con toda la dedicación y el amor que ellos nos han inspirado, todos a una.





 

Esta semblanza de Manuel Cabello me ha salido muy mal, o quizás no, porque hablar de él es hablar de su familia, y reflexionando un poquito, si miran a sus cinco hijos en su conjunto, o a cualquiera de sus nietos,  verán en ellos algunas de las pasiones de sus padres, porque siempre encontrarán en nosotros a algún maestro, o excursionista, o apasionado de su pueblo, o carnavalero, o bromista, o músico, o escritor, o estudioso, o investigador, o meticuloso, espeleólogo, coleccionista, fervoroso, tradicional, turbulento, discreto, extrovertido, organizador, impaciente…

Gracias, papá, gracias mamá, por habernos enseñado tantas cosas y por habernos transmitido tantos valores, siempre seréis personas excepcionales.


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jueves, 29 de mayo de 2014

El curato de Grazalema

El diario de Madrid, 17 de octubre de 1810



Por Esperanza Cabello

Hace unos días hablábamos de la venta de varias fincas y montes de la Sierra en 1810 decretada por José Napoleón Bonaparte para sufragar las deudas del Estado (en este enlace).
Hoy, en el mismo diario de Madrid de 1810, hemos leido una nueva noticia curiosa: cómo José Napoleón nombraba a varios clérigos para el curato de algunos pueblos del obispado de Málaga. En esa época aún pertenecíamos a esa zona, así que, entre ellos, hemos encontrado al recién nombrado cura de Grazalema, don Bartolomé Martín, que ocupaba esa plaza al haber  ascendido a la de Ubrique su antecesor:


Don Josef Napoleón por la Gracia de Dios y por la Constitución del Estado, REI de las Españas y de las Indias.
Atendiendo al mérito y circunstancias de los opositores á los curatos vacantes en el obispado de Málaga, por lo respectivo al último concurso celebrado en aquella diócesis; oído nuestro ministro interino de Negocios eclesiásticos, nombramos:
Para el curato de la parroquia de la villa de Grazalema, vacante por ascenso de su último poseedor al de Ubrique, á don Bartolomé Marín, presbítero, beneficiado de Marbella.
Para el de Casabermeja, vacante por muerte de don Nicolás Tayante, á don Pedro Muñiz, cura propio de la Viñuela.
Para el de la parroquial de Jubrique, vacante por fallecimiento de don Alonso García, á don Francisco Ranedo, clérigo diácono.