El pintor ubriqueño Antonio Rodríguez Agüera
Su exposición en el Museo de la Piel de Ubrique
Esta mañana nuestro amigo José Antonio Martel nos ha traído el artículo que Antonio García Barbeito publicó el pasado siete de octubre para que le diéramos difusión. Nos ha parecido magistral la forma que ha tenido de imprimir lirismo y poesía al drama vivido en nuestro pueblo. Gracias, Antonio:
Ubrique
LA TRIBU 7-X-14
Hace más de veinte años, en el trazo rebelde de una espátula que se
peleaba con el aire para pintarlo, una espátula que quería llevar al
lienzo el olor del campo, el sonido del agua que, violenta, locas sus
crines, pasa saltando entre las piedras del río, en una espátula que se
había traído a la mano de quien la movía todos los colores, encontré a
un hombre bueno que además resultó ser un gran artista. Cuando vi su
primer cuadro supe que aquello sólo podía pintarlo alguien que tuviera
alma de salvaje arcoíris, visión de rapaz del arte que desde el cielo ve
que puede atrapar entre sus garras –en su caso, entre sus manos- la
presa que está allá abajo, que en su caso era un árbol, un campo de
amapolas, unas manzanas en el blanco alféizar de su blanco estudio, la
casa de su nacencia, tan blanca de cal, que parece excavada en la nieve.
O la montaña, para sentirse más sencillo, más humilde, más tímido de lo
que es. Mi querido, admirado Antonio Rodríguez Agüera, tan artista.
Ubrique, que siempre supo quedarse en nosotros en un detalle de piel,
empezó a hacerse una conmigo no tanto en la piel como en el lienzo. La
espátula de Agüera trazaba las líneas precisas para crear un camino de
costumbre entre el Aljarafe y Ubrique, aunque también a veces fue el
pintor quien hizo el camino. Pero, claro, Ublique sumaba. Fue una noche
sevillista en su peña donde conocí a quien se haría entrañable amigo,
Juan Manuel Román, y al beticismo pacífico de Agüera le puso cercanía el
rojiblanco de Juanma. Sin dejar de lado -¡ni pensarlo!- la pasión por
los colores sevillistas, fui quedándome en el muestrario de colores de
la pintura de Agüera y, para reforzarlo, entre las manos artesanas de
Juanma, que cogen un trozo de cuero y cuando sale de sus manos es una
obra de arte. Pintar y repujar, cuero y lienzo, Antonio y Juanma, amigos
en Ubrique, inmensa celebración siempre que coincidimos. Por eso ayer
se me vino encima la mañana, como si se me hubiese caído encima el monte
que ampara a Ubrique, cuando supe lo que había pasado en la calle San
Sebastián. Los rojos de Agüera le dan pasión al lienzo, hablan de
frutas, de atardeceres, de amapolas, pero nunca de sangre. El rojo
sevillista de Juanma le da pasión a un escudo, a una camiseta, al cuero.
Pero no nombra nunca la sangre. Por eso me dolió tanto ver la mañana
como un escudo de sangre -¡la misma sangre!-enmarcado en un lienzo de
sangre. Dos muchachos muertos a puñaladas por la mano de su padre…
Antonio, Juanma, amigos, envolvedme en vuestros rojos de vida, entre
gamones, allá arriba, frente a la luz donde en Ubrique todo nace y nada
muere…
A. García Barbeito
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