Revista "La Esfera" abril de 1919
Biblioteca Nacional de España
Por Esperanza Cabello
Siguiendo la estela de este miniproyecto de investigación que hemos comenzado sobre Ramón Mateu (1891-1981), el escultor que realizó la estatua de San Sebastián que conservamos en la parroquia de Ubrique, hemos llegado hasta su estancia en Cuba, y el reportaje que sobre su obra de lso primeros años publica el periodista Silvio Lago en "La Esfera", una de las revistas artísticas más reputadas y de más calidad de la época, que había visto la luz en 1914 y se mantuvo hasta 1931.
En este artículo Silvio hace un esbozo del panorama del arte en la República de Cuba, y más concretamente en La Habana, comentando el auge que la pintura y sobre todo la escultura, habían tenido en la capital cubana.
Entre los nombres más destacados de este incipiente mundo artístico cubano, Silvio Lago nos habla de la obra de Ramón Mateu, de su participación en las Exposiciones de Madrid en 1915 y 1917 y de la carrera prometedora de este artista, que estaría en Cuba desde 1918 hasta 1925:
Revista "La Esfera" abril de 1919
Biblioteca Nacional de España
Ramón Mateu Montesinos es un
escultor valenciano. Pertenece a este grupo de escultores jóvenes que surge de
Levante en los comienzos del siglo XX. Si siempre fue Valencia patria de
pintores admirables y si ostentaba, aislada, la figura de mariano Benlliure,
ahora ostenta una pléyade de admirables artistas de la escultura: Capaz, Navarro,
Vincent, Ortells, Marco, Sanchi,. Bargues, Beltrásn.
En el año 1915 presenta en la
Exposición Nacional dos obras: Embeleso y Busto de Niña, obteniendo una tercera
medalla
En la Exposición siguiente de
1917 presenta otras dos obras: Adela y san Juan. Sobre todo la primera –una cabeza de valenciana,
sabiamente estilizada- nos interesa como el anuncio de un verdadero escultor.
En la serie de obras que Mateu ha
expuesto en Cuba y que la fotografía nos muestra elocuentes, hallamos un
armónico dualismo de gracia y de energía. Construye el joven artista valenciano
con una seguridad de modelado, con una solidez de dibujo indiscutibles; pero al
mismo tiempo se le adivina el pródigo venero de la sensibilidad pronto a brotar
y a manifestarse.
Lo mismo en esas rientes
agrupaciones infantiles recordante de uno de los aspectos más característicos
de la cultura benlliuresca que en los bustos serenos, tranquilos, reposados de
muchachas, o en ese relieve de El despertar, donde los cuerpos son llamas de un
fuego sensual, Ramón Mateu Montesinos anima de íntima emoción a sus obras.
Y contemplando esta serie de
esculturas que han hecho soñar con ecos de victoria el nombre de La Habana,
sentimos un legítimo orgullo. Porque la América perdida para los políticos,
para los arribistas y para los aventureros del siglo XIX, la van reconquistando
poco a poco los artistas, los escritores, los hombres de ciencia, con la única conquista
que no envilece ni humilla mutuamente: con la de la fraternidad espiritual.
Silvio Lago
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