Ubrique en 1876
Litografía alemana de Müller
Por Esperanza Cabello
La historia de nuestro país en el primer cuarto del siglo XIX fue convulsa, complicada y difícil de entender desde nuestra perspectiva. En la Sierra pertenecíamos al ducado de Arcos, después padecimos la invasión de los franceses, el reinado de José Bonaparte, la Independencia, la Constitución de 1812 y después el reinado de Fernando VII.
El Trienio Liberal, posterior al sesenio absolutista del monarca, tuvo lugar entre 1820 (con el pronunciamiento de Riego, que restauró la Constitución de Cádiz) y 1823. Había una gran inestabilidad entre los que abogaban por continuar con la Constitución de 1812, los moderados, y los que exigían una nueva constitución de 1820, los exaltados. Toda esta convulsión continuó hasta que se hizo necesaria una intervención extranjera (Los Cien Mil Hijos de San Luis).
El seis de agosto de 1822 se forma un gobierno de exaltados (liberales) dirigido por Evaristo Fernández de San Miguel. (En este enlace hemos aprendido hoy muchos detalles de esta historia "casi" reciente).
Nosotros hemos encontrado en la Gaceta de Madrid de 1822 un relato muy curioso de cómo las tropas liberales persiguen a los facciosos ubriqueños y serranos (rebeldes armados), los hacen prisioneros y los conminan a rendirse. Estos rebeldes habían roto en todos los ayuntamientos de la zona las "Lápidas" (inscripciones en piedra acatando la constitución). Son textos redactados por diferentes personas en diferentes días, que transcribimos a continuación:
Cádiz, 9 de Agosto.
En nuestros periódicos se
publican las noticias siguientes:
Gobierno superior político. “Los
alcaldes de Villamartín y Pedro Serrano (sic) me han comunicado que los
facciosos, en número de 40 á 50 hombres, habían entrado en la mañana del 7 en
Ubrique, haciendo referencia á avisos que uno y otro habían tenido por un
vecino de sus pueblos respectivos que se hallaban en aquel, y cuyo día debió
caer precisamente en el mismo punto la columna de 200 hombres procedente de
esta, según parte que ha recibido el Sr. Comandante militar de la provincia. Al
mismo le da noticia desde Jimena el coronel Urreiztieta, que manda las fuerzas
que salieron de Algeciras, con referencia al comandante de armas de Estepona,
que el 6 salía este con 100 infantes del resguardo militar y 30 caballos con
dirección á Ubrique; que el comandante Lancha con 100 nacionales de infantería
de Málaga y otros 100 del egército permanente llegaría a Igualeja, mientras que
otra fuerte columna, mandada por el gefe político de aquella provincia, se
dirigía a Ronda. El coronel Ordóñez pasaba á Atajate, y las demás fuerzas de la
columna de Algeciras tomaban camino de Cortes, Gausin y otros pueblos de la
sierra, poniéndose todas estas fuerzas en comunicación, circunvalando á los
facciosos, y haciendo una batida general, que indudablemente pondrá fin á su
loca cuanto infame empresa, como lo afirma el mismo coronel Urreiztieta. En
toda esta provincia no hay novedad alguna, ni he vuelto á recibir noticias
respecto al faccioso Zaldívar; solo un parte de Jerez, en que se dice haber
aprehendido entre dicha ciudad y la del Puerto de Sta. María cinco hombres
armados sospechosos.
Cádiz, 9 de agosto de 1822.
Escario
P.D.: Acabo de saber que, como
anunciaba arriba, la columna que salió de Alcalá verificó su entrada en
Ubrique, habiendo puesto en completa fuga á los facciosos que ocupaban aquella
villa, según parte que acaba de recibir el Sr. comandante militar de la
provincia, y el que se insertará al siguiente día. Escario-
La torre del San Antonio en 1876
IDEM 10
Parte del comandante de batallón
D. Pedro Agustino, comandante de una de las columnas contra los facciosos,
desde Ubrique el 7 por la noche.
“Conforme á lo que decía á V.S.
en oficio de ayer, á las dos de la madrugada hoy salí de Alcalá con la columna
de mi mando para la villa de Ubrique, distante siete leguas de muy mal camino,
y sin encontrar en él mas que un pequeño cortijo, donde pude conseguir por el
dinero diesen á la tropa un gazpacho. Siguiendo la marcha, dispuse que el
capitán de caballería D. Miguel Armendariz con los 20 caballos que tiene á sus
órdenes se adelantase con el subteniente Don Santos Fidalgo y 12 cazadores para
descubrir el campo, porque no tenía noticia del paradero de los facciosos, y
hacer el alojamiento. Como á las cuatro de la tarde en una pequeña llanura dos
leguas antes de llegar á este pueblo avisté una partida de 12 caballos, que se
dirigía hacia nosotros: formé inmediatamente en batalla, y destaqué dos
pequeñas guerrillas, que salieron á su encuentro y la reconocieron, y al llegar
á no mucha distancia dijeron eran tropas del Rey absoluto, é inmediatamente las
guerrillas rompieron el fuego, y echaron sobre ellos, obligándoles a ponerse en
precipitada y desordenada fuga á todo escape, hasta tomar la sierra con
dirección al Puerto del Guijarro. Nos cogieron considerable ventaja hasta
perderlos de vista, por lo que determiné emprender de nuevo mi marcha á Ubrique
con el desconsuelo de no haber podido concluir con tal canalla, que seguramente
hubieran caído algunos en nuestro poder, si no da la casualidad de no tener á
mano la caballería. El cabecilla que mandaba esta partida se me ha asegurado es
Zaldívar. A poco rato de seguir mi marcha se oyeron algunos tiros: no dudé
serían la caballería y subteniente Fidalgo, y apreté el paso para ir en su
auxilio. Con efecto, recibí aviso de que en este pueblo había 100 facciosos con
los cabecillas Aguilar y Tinoco, y que habían roto el fuego. Inmediatamente
mandé que reforzasen aquella fuerza con dos guerrillas los tenientes D. Andrés
Rodríguez y Don Ramón Gastañandín, el primero del regimiento de la Reina, y el
segundo del batallón ligero de S. Marcial, á cuya llegada ya Fidalgo había
hecho desalojar del pueblo á los facciosos, obligándolos a guarecerse lo mismo
que conejos en unas escabrosas peñas que están sobre él, donde ocultos hacían
fuego; y después de disponer se reuniesen los alcaldes y el ayuntamiento en la
plaza, y que provisionalmente se colocase la lápida que habían quitado y roto
aquellos infames, fui á echarlos de la altura, lo que se consiguió luego que se
presentó Rodríguez por la izquierda, Gastañandín al pie del pueblo, el subteniente
de la Reina D. Salvador Montaner por la derecha y yo con la restante fuerza por
el centro, poniéndolos al momento en desordenada fuga, dispersándose en
pequeñas partidas que, aprovechándose de lo escabroso del terreno, siguieron su
retirada por donde ni las cabras pueden transitar.
Entrada ya la noche, sin objeto á quien ofender ni perseguir, por ignorar por qué barrancos ó espesos montes habían tomado su dirección, y el tener la tropa rendida y sin comer en todo el día más que un poco de gazpacho, me obligaron á volver á este pueblo á proporcionarla alimento y descanso, para ponerla en disposición de perseguir de muerte á esta canalla en el momento que averigüe el punto donde se han vuelto á reunir, á cuyo efecto he mandado salir ciudadanos de confianza en todas direcciones; sirviendo á V.S. de gobierno que solo en el caso de lograr una sorpresa puede conseguirse el exterminio de estos infames amantes de la fe, pues de otro modo solo se logra el que se dude de los esfuerzos, fatiga y decisión de la tropa, pues la total cobardía de aquellos en huir sin presentarse á la lucha deja sin efecto el valor de esta.
“Los facciosos en desordenada
fuga por los peñascos no han dejado de sufrir bastante pérdida: se encontraron
varias ropas, muchos cartuchos y un bolsillo con 40 reales de vellón. Me ha
sido sumamente sensible haber tenido dos soldados heridos, entre ellos uno de
S. Marcial de bastante consideración, cuya sangre está resuelta la columna á
vengar á toda costa. No puedo manifestar á V.S. qué individuo de ella fue el
que manifestó más valor y deseo de batirse; y solo diré que á porfía todos los
señores oficiales, sargentos, cabos y soldados querían los nombrase de
guerrilla, disputándose entre sí cual había de ser el primero en presentarse en
el peligro, de modo que si con esta tropa había motivo de lucirse cualquiera
que la mandara, si encontrara enemigos que le hicieran frente. La caballería
con su capitán D. Miguel Armendariz á la cabeza, sin embargo de que el terreno
no les permitía obrar, manifestó la mayor serenidad, entrando en el pueblo
detrás de las dos primeras guerrillas con mucho deseo de hacer uso de los
sables. A la entrada cogió a un faccioso, que sin duda se había extraviado, con
las armas en la mano, y como me lo presentaron vivo, ha sido preciso formarle
causa, que concluida pasaré a manos de V.S., á fin de que reciba el justo
castigo á que es acreedor. Mañana se colocará con toda solemnidad en esta villa
una nueva lápida, y para que se efectúe lo mismo pasará a Benaocaz la partida
de la princesa, y yo con la caballería á Villaluenga, por haberlas quitado hoy
en estos pueblos los facciosos. Todo lo que pongo en noticia de V.S. para su
debido conocimiento; añadiendo que al tiempo de colocarse la lápida se publicará
la ley marcial. Dios guarde á V.S. muchos años. Ubrique, 7 de agosto de 1822.
Pedro Agustino. Sr. Comandante general de la provincia de Cádiz. Es copia.
Burriel.”
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