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lunes, 15 de diciembre de 2014

Su majestad Alfonso XIII y una petaca de Ubrique

 El Heraldo de Madrid, 14 de junio de 1905


Por Esperanza Cabello

 De vez en cuando los hallazgos que hacemos en la Biblioteca Nacional (que es una de nuestras favoritas) nos parecen increíbles. Y da igual las veces que lo intentemos, siempre hay algo nuevo, un dato más, algún personaje especial.
Muchas veces hemos hablado de que en nuestra familia hemos conocido todo tipo de pensamientos, tendencias, ideas y valores; desde los monárquicos convencidos hasta los republicanos confesos, pasando por anarquistas, demócratas, de izquierdas, de derechas... Y hemos vivido muchos buenos momentos con todos. Nuestra abuela era muy monárquica, y los nombres de Alfonso XIII y don Juan nos eran muy cercanos. De hecho a finales de los  cincuenta fue a visitar al "rey" a Estoril, y estaba muy orgullosa de ello.
Damos por sentado  que en aquella visita a Estoril los fabricantes ubriqueños llevaban  piezas de marroquinería fina, las más seleccionadas. Esa sería, seguramente, una de las primeras ocasiones de relacionar a nuestros artículos de piel con la casa real.
Pero hoy hemos encontrado una referencia mucho más antigua, de 1905, y plasmada en un periódico: "El Heraldo de Madrid". Es la noticia de una reunión de Alfonso XIII con unos estudiantes, justo después de haber sufrido el atentado en la calle Rivoli, durante su visita a París.
En la reunión uno de los estudiantes, el señor Ortiz López, "...sacó la petaca, una pitillera de Ubrique, y ofreció al Monarca un cigarro de 45. El Rey lo aceptó y lo encendió inmediatamente..."
Nos parece muy de destacar que tratándose de una noticia tan relevante el periodista se detenga expresamente en aclarar la procedencia de la petaca, eso deja claro la importancia de las petacas de Ubrique a principios del siglo pasado.




 Transcribimos la noticia a continuación:
 



EN PALACIO

El Rey y los estudiantes. El atentado referido por don Alfonso. Un pitillo de la Arrendataria.

La comisión de escolares que ayer tarde, durante el desfile de las tropas, subió a Palacio con objeto de dar la bienvenida al Rey y felicitarle por el éxito de su viaje, ha sido recibida hoy por el Monarca, conforme anunciamos. […]
En nombre de sus compañeros, el Sr. Ortiz López, en breve y sentido discurso, expuso el objeto de la entrevista, diciendo ue los estudiantes felicitaban con entusiasmo al Rey por el éxito de su viaje y por haber resultado ileso del atentado de la calle de Rivoli.
-Pues si, efectivamente –contestó el Rey-; fue una bomba bastante regular. Sonó como los chupinazos que disparan en las provincias Vascongadas. Cayeron tres coraceros de la escolta boca arriba y cinco inspectores. Yo, en aquel momento, me acordé de las corridas de toros viendo los tres caballos reventados […]
Cuando me puse en pie al oír el estampido-agregó D. Alfonso- , vi que el caballo de un capitán de coraceros iba desbocado y estaba a punto de atropellar a un guardia que, á pesar de hallarse herido, trataba de contener la avalancha de gente que corría en diversos sentidos y procuraba que no se acercasen al coche en que íbamos. El capitán llevaba tres abolladuras en la coraza, producidas por los cascos de la bomba. Dio pruebas de verdadero valor siguiendo junto al carruaje, llevando el caballo herido. Yo mismo noté, por el efecto de la presión del aire, á dos palmos de mi cabeza, el paso de un trozo de bomba. ¡Y aquel era grande!
Durante este diálogo el Rey reía frecuentemente. Al acabar de referir lo ocurrido preguntó á los escolares.
-Y qué, ¿este año dan muchas calabazas?
-De todo hay- contestaron riendo,
-Pues yo deseo que todos ustedes salgan bien.
El estudiante Sr. Ortiz sacó la petaca, una pitillera de Ubrique, no muy bien provista en aquel momento, y ofreció al Monarca un cigarro de 45. El Rey lo aceptó y lo encendió inmediatamente, fumándolo mientras conversaba con los señores Becerro de Bengos, Jiménez Cuenca y Ruz, a quienes conocía por haber formado parte de la comisión que fue a Palacio á pedirle que firmara en el álbum que los estudiantes ofrecieron á don José Echegaray.

El Heraldo de Madrid, 4/06/1905






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