Ubrique en la Revista del Ateneo de Jerez, 1932
Por Esperanza Cabello
De nuevo la Revista del Ateneo de Jerez nos da una alegría con un artículo publicado en 1932 por Rafael Fiol, colaborador habitual de esta revista.
Ya habíamos reproducido uno de sus artículos, una descripción de Ubrique en 1926 (en este enlace), y hoy se trata de un recorrido por la sierra saliendo de Jerez y recorriendo algunos de los pueblos de la comarca. No nos ha gustado ver que habla de algunos de los pueblos con bastante desprecio, y que a otros se los salta directamente. Sin embargo a otros les dedica los más encomiables piropos.
Reproducimos el artículo completo a continuación, hay algunas alteraciones ortográficas en el texto original que hemos mantenido en esta ttranscripción.
JEREZ, CENTRO DE TURISMO
EL CIRCUITO DE LA SIERRA
El viajero que se encuentre en
Jerez de la Frontera, donde tanto hay que admirar desde el punto de vista
arqueológico, artístico, industrial, agrícola y ganadero, puede hacer un alto
en sus visitas a iglesias, bodegas, palacios y archivos, para procurar un
descanso a su cerebro cansado, y para esto nada como hacer en un día el
recorrido por el que llamo “Circuito de la Sierra”.
Trataré de trazar un programa
fácilmente realizable, más en estos largos y luminosos días de nuestra
Primavera andaluza, en que se puede viajar en auto, desde las primeras horas de
la mañana hasta la noche.
Necesario es, para ello, un coche
de buena marcha, potente motor para vencer las cuestas y conductor experto en
esta ruta, ya que si en general es carretera fácil, hay lugares que exigen una
mano práctica al volante; tales son de abruptos y accidentados.
Saldremos a las seis de la mañana
por la carretera de Arcos, que atraviesa la Colonia Agrícola de Caulina, en su
principio. En el kilómetro 10, se ve al pasar la Torre de Melgarejo, una de las
señales de fogatas, que a modo de vigías y como avanzadas fortificadas,
rodeaban al Xerez medieval.
Cortijos, tierras feracísimas y
ricos olivares, a ambos lados de la carretera, hasta el kilómetro 20, en que
empieza a hacerse pintoresco el camino y tras empinada cuesta asómase el
viajero al balcón natural, desde el que se domina el valle del Guadalete,
fértil meandro, que rodea la peña sobre al que se posa Arcos de la Frontera.
Unos 45 minutos habremos invertido en estos 30 kilómetros, y esto nos permite
tan de mañana, visitar a nuestro gusto la Parroquia de Santa María, de la
última época ojival, cuyo interior tanto tiene que admirar y que en otro
artículo señalaremos despacio. No se debe a esa hora, dejar de subir, a la alta
terraza de la torre de esa iglesia, desde donde se divisa el más admirable
panorama de la provincia. San Pedro, iglesia gótica, del siglo XVI, con cuadros
de Ribera, Zurbarán y Pacheco, es la
Joya de la Ciudad. San Francisco, con un magnífico zócalo de azulejos del siglo
XVII, que en perfecto estado de conservación rodea todo el interior de la
iglesia. El Ayuntamiento, la Peña y en fin el castillo, que se muestra en la
adjunta fotografía.
En marcha, a las 9 y media, después
de desayunar en Arcos y por la carretera que pasa al pie de la gigantesca Peña,
cruzaremos sobre las límpidas aguas que ahogaron a don Rodrigo en la batalla
del Guadalete. (Conservemos la evocadora tradición, aún a costa de la verdad
fría y escueta.) A unos 3 kilómetros del férreo puente, nos detendremos para
volver atrás la vista y contemplar a Arcos por su lado oriental, y no nos
arrepentiremos de la parada.
Ya vamos en dirección de el
pueblecito El Bosque, (28 kilómetros) entre pintorescas dehesas y hermosos
olivares, El Bosque se nos oculta a nuestro paso tapándose a la izquierda del
viajero con espesa arboleda. No entraremos en el pueblo, pues eso será objeto de otra
excursión. Sigamos nuestro camino: huertos, dehesas, cuestas empinadas y
pasemos sobre el río Majaceite para arremeter con furia con nuestro potente 20
H.P., contra la famosa cuesta de Tabizna, que se opone a nuestra llegada Ubrique. La vencimos ya, y pasados los 16
kilómetros que separan El Bosque de la tierra de las petacas, nos encontramos
con la agradable sorpresa de visitar por nuestra izquierda entre frondosas
frutales, la blanca masa de casitas que se juntaron al fondo del valle,
amparadas por la enorme masa del peñón que las domina y protege.
Como habremos llegado a las 10:45,
podremos dedicar algún rato a visitar algunas de las curiosas manufacturas de
petacas y carteras de piel, y que constituye la principal y acreditada
industria de este próspero pueblo.
También son de gran interés las
tenerías de pieles por procedimientos clásicos y las fábricas de paños de lana
pura, de gran aceptación y que ya hoy compiten con los de otras regiones.
Visitaremos la parroquia de la Asunción con un buen altar barroco de talla y la
Iglesia de Nuestro Padre Jesús de talla barroca, de positivo mérito. Subiremos
a la Ermita de San Antonio, situada en elevada roca, en el centro del pueblo, y
desde donde contemplaremos el bellísimo panorama que desde allí se divisa, que
nos compensará la dureza de la subida. Tras ligero descanso en alguno de los cafés
que hay en la plaza principal, a las 12 y media emprenderemos la marcha de
nuevo.
Debemos recorrer la parte más
difícil y peligrosa del día; pasaremos ante Benaocaz, de elevada cota, con
emplazamiento de sanatorio. Lo encontraremos a nuestra izquierda, a pocos
kilómetros de Ubrique, con una espléndida vista a nuestra derecha sobre la
frontera Sierra de Líbar. Seguiremos adelante, y también a nuestra izquierda
encontraremos el pueblecito de Villaluenga del Rosario, con hermosa fuente al
borde mismo de la carretera, donde podremos apagar la sed de nuestro coche, si
lo necesita. En la amplia iglesia parroquial, barroca, de tres naves, hay unas
preciosas pinturas en las puertas del tabernáculo del Sagrario antiguo.
¡Adelante! Y adentrándonos en la
sierra del Endrinal, llegaremos al cruce de caminos en donde nace el de tres
kilómetros, que nos conducirá a Grazalema, tras áspera y pedregosa subida. (De Ubrique a Grazalema 20 kilómetros).
Habremos llegado, pues, a la una próximamente, hora la más a propósito para
reparar las gastadas fuerzas con un suculento yantar, que nos servirá con su
peculiar amabilidad el pintoresco Antonio Molina, dueño del Hotel Dorado. De
sobremesa nos entretendrá dicho servicial hostelero con su amena charla, y nos
hablará de la antigua floreciente Grazalema; de los misterios de la Cueva de la
Pileta, importante monumento nacional, con pinturas murales rupestres
neolíticas, sita en la Sierra de Benaoján; de las ruinas de Ronda la Vieja, y
otros rincones de la serranía de Grazalema. Todos son lugares familiares para
el buen don Antonio, que con su arcaica charla nos distraerá un buen rato.
En Grazalema, pueblo con 5.000
habitantes, recorreremos sus callejas angostas e irregulares llenas de
evocación musulmana; sus empinadas cuestas y enjalbegadas casas nos harán
pensar en Xauen, la blanca; nos asomaremos al tajo, balcón natural desde donde
gozaremos de la visión de la profunda barrancada por donde serpentea uno de los
orígenes del Guadalete, y en fin, veremos el bonito paseo de la Alameda, con el
sencillo y elegante ayuntamiento de limpio estilo serrano; la iglesia de la
Aurora, desde donde pocos vecinos armados defendieron las casas contiguas
contra el saqueo de los franceses durante la epopeya de la Independencia; la
iglesia de la Encarnación, hermosa, de tres naves, con bello coro de nogal en
el presbiterio; San José, notable por sus curiosos retablos y su Virgen del
Carmen.
Son las cinco de la tarde. Por
aquellas alturas no molesta el rigor de nuestro Padre Helios, y por tanto,
tomaremos puesto, de nuevo, en las entrañas de nuestro “monstruo de acero”, que
cauto y fiado en el poder de sus frenos, descenderá de Grazalema hacia la
bonita gruta de la Virgen de Lourdes que veremos al pasar y llegaremos después
de 13 kilómetros por la sierra del Endrinal, de pintorescas perspectivas a la
carretera general de Jerez a Ronda en su kilómetro 99.
Nos atrae Ronda, la cuna del
toreo, la patria de Espinel, el Tajo, la Casa del Rey Moro, museo de mil
preciosidades coleccionadas por sutil inteligencia femenina… Son tentadoras
estas atracciones de la hermosa ciudad de Ronda, pero necesitaríamos más tiempo
del que disponemos para ver todo esto; merecerá una excursión exclusiva para
Ronda y no perderemos el día. Así pues, ¡hacia occidente! Y a bajar la cuesta
de la Viña de 9 kilómetros de pendiente y a saturar nuestra vista de bellos
paisajes. Al fondo veremos siempre el picacho de Zahara, con su castillo árabe
como su nombre que no sufrió cambio alguno ni en su ortografía; cada vez más
cerca hasta pasar por su pie mismo, donde nos detendremos para ver el pequeño
montoncito de casas apiñadas bajo el torreón del castillo. La subida al pueblo
es áspera y ruda y no encontraremos nada que premie el esfuerzo del coche. No
subamos pues, y adelante, para llegar a Algodonales escondido entre manzanos y
melocotoneros con su airosa torre, su bonita plaza principal ante la iglesia de
barroca portada y bajo el enorme peñón de la sierra de Líjar que amenaza
aplastarlo, pero en cambio le regala con las puras linfas de su seno que
filtran hasta llegar a la luz por la famosa fuente de los 14 caños de
fresquísima agua. La iglesia posee curiosos retablos y esculturas barrocas.
Sigamos adelante, con la sierra
de la Mota a nuestra derecha, hasta llegar a Villamartín, hermoso pueblo, con
calle principal de primer orden y bonita plaza ante el monumental ayuntamiento.
Villamartín es la famosa patria del famoso vino “Pajarete”. Veremos allí la
parroquia de Nuestra Señora de las Virtudes con retablo mayor plateresco y un
buen crucifijo en el altar de la Vera Cruz. Podremos aquí descansar un rato y
tomar algún refrigerio en el acogedor casino de la Plaza o en alguno de los
muchos cafés que por todo el pueblo hay, pero cuanto antes deberemos hacer
rodar nuestro coche para llegar a Bornos, donde veremos además de su escogido
emplazamiento entre huertos y jardines, el monumental Palacio Ducal de
Medinaceli, construido sobre árabe castillo, con bello patio de armas, curiosos
artesonados y capiteles y espléndido jardín. En la frontera parroquia de Santo
Domingo, de tres naves, se venera alguna buena escultura en el barroco altar
mayor. En la nave de la Epístola, admiraremos un cuadro bajo cristal, de la
Virgen con el Niño, que aún de autor desconocido, es de gran mérito. Aún
podremos visitar el hermoso Grupo Escolar modernísimo que en la parte alta del
pueblo levantó el Ayuntamiento que presidió un prestigioso alcalde. Existe en Bornos la ruina de un monasterio
Jerónimo que, aún sin conservar resto artístico alguno, habla de la prosperidad
que este pueblo alcanzaría a principios de la pasada centuria.
Toca a su fin nuestra excursión;
sólo al pasar por su lado norte, veremos la luminaria de Arcos; algo fantástico
nos parecerá y ya como el camino es conocido hasta Jerez, lo pasaremos
comentando las impresiones del día. Habremos recorrido unos 200 kilómetros.
Lector: si has tenido paciencia
para llegar hasta el fin de nuestro viaje, no creas que terminó tu actuación,
pues te resta recibir el premio: para ello necesitas reclutar cuatro amigos,
empuñar el volante con mano firme y decidida y realizar este viaje por el
circuito de la Sierra, que debiera ser incluido entre el número de los
aconsejados por el Patronato de Turismo. Por lo menos lo aconseja ya nuestro
“Centro Local de Información, Propaganda y Turismo” que establecido por el
incansable Ateneo Jerezano, se ocupa de facilitar cuantos informes se le
soliciten acerca del turismo en la región jerezana.
RAFAEL FIOL
SEVILLA, 1932
.
Esperanza, una duda, ¿de que pueblo habla mal el tal Fiol? Estoy preparando una entrada con este relato y las imagenes (actuales) que cita en el texto. Solo pasa de largo de Zahara por tener mucha cuesta. Bueno otra cosa, en esa época con ese coche y las carreteras que había, dificilmente podría haber hecho todo eso en una jornada.
ResponderEliminarPues a mi me parece que habla con mucho desprecio cuando dice de Zahara: "la subida al pueblo es áspera y ruda y no encontraremos nada que premie el esfuerzo del coche. No subamos, pues." En aquella época, y para una vez que se habla de la sierra en una revista, decir que en Zahara no hay nada que merezca la pena ver estuvo muy feo. Zahara es para mí un pueblo extraordinario.
ResponderEliminarBesos, amigo