Una purera ahormada a mano
Gentileza de Juan Gutiérrez Oliva
Por Esperanza Cabello
Hay días en los que tenemos muchas cosas que celebrar, porque afortunadamente tenemos muchos amigos que nos dan grandes alegrías, y además nuestra rutina diaria con el trabajo de hormiguita que hacemos nos da grandes satisfacciones.
Precisamente ahora veníamos a hablar de un gran regalo y nos hemos encontrado con que esta es la entrada número mil quinientos, así que en estos siete años hemos venido al menos mil quinientas veces a contar alguna historia de nuestra familia o de nuestro pueblo.
Pero vayamos al regalo: Nuestro querido amigo Juan Gutiérrez Oliva (que fue compañero de nuestro padre en sus primeros años de maestro y más tarde de nosotros) ha venido a vernos con un paquetito y, mientras lo abríamos, nos ha ido contando una historia preciosa:
Había estado en el mercadillo de Sevilla y, al pasar por un puesto, vio una pequeña purera, muy usada, en el suelo de un puesto. Normalmente él no se para en esas cosas, pero, según nos contó, había algo que lo llamaba en ese pequeño objeto.
Así que lo recogió del suelo, lo miró y preguntó: ¿Cuánto? Y al oír lo que le pedían sacó el dinero del bolsillo y lo pagó sin rechistar, y eso que desde otro tenderete alguien gritó: "Eso es de piel, eso vale más".
Así que Juan cogió su purera, se fijó en que estaba, a pesar de haber sido muy usada, en buen estado, que tenía unas puntadas milimétricas inconfundibles de las costureras ubriqueñas, que había sido ahormada a mano, que olía a cuero bueno, a ese olor inconfundible de las piezas hechas en Ubrique...
Y entonces buscó el sello. Todos los buenos fabricantes antiguos grababan su sello en las piezas que hacían, se enorgullecían de su trabajo y lo firmaban.
Purera de Francisco Cabello
Ubrique
Y al encontrar el sello, nuestro amigo Juan nos cuenta que hasta se emocionó y que supo de momento por qué había sentido que la pieza lo llamaba y para quién era esta purera.
Nosotros hemos recibido este regalo como el mayor de los tesoros, felices de ver que el trabajo de nuestro abuelo, Francisco Cabello Orellana, sigue siendo un referente de los artículos de piel, y más felices aún de pensar que Juan ha pensado en nosotros para hecernos este apreciadísimo regalo.
Machado escribía que no conviene confundir valor con precio, nos ha recordado Juan. Y, al menos en este caso, no hay ninguna duda. No habría nada que apreciáramos más que esta purera de nuestro abuelo regalada con tanto cariño.
¡Gracias, amigo Juan, ya sabías que nos íbamos a emocionar!
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