Artículo publicado por José Galbis Baz en enero de 1943
Gentileza de Ana María León
Por Esperanza Cabello
En el artículo precedente (en este enlace) explicábamos quién era el escritor José Galbis Baz, quien, además de sus libros, había escrito muchos artículos para diferentes periódicos y, entre ellos, había escrito sobre nuestro pueblo, Ubrique.
Hemos tenido la inmensa suerte de que nuestra amiga Ana María León nos enviara un recorte de periódico de enero de 1943 con un artículo que, en su momento, debió de ser toda una alegría para el pueblo.
Habla de los inicios de la marroquinería en Ubrique, remontando hasta finales del siglo XVIII, explica cómo eran las primeras piezas y cómo se elaboraban. Habla de los habitantes, de los fabricantes, de las costureras y de los obreros; de los problemas, en aquel Ubrique de postguerra, para conseguir materias primas, pieles y fornituras (los militares habían militarizado las últimas tenerías y las habían cerrado); de las petacas, de los precisos, de las primeras carteras.
También habla de don Francisco García Parra, y debemos entender que se trata de 1943 y ese momento se imponía el ensalzamiento del régimen (nos ha chocado terriblemente imaginar al San Antonio saludando). Del mismo modo habla del alcalde, don Diego Reguera, y de los avances de un pueblo en el que había agua corriente en todas las casas, todas las calles estaban convenientemente empedradas y había proyectos para construir un grupo de 20 viviendas (que se inaugurarían en el 58) y un Grupo escolar (que se inauguró en el 68).
También habla de un ubriqueño conocidísimo y apreciado, don José Corrales, el jefe de la estafeta de Correos, desde la que se enviaban a diario los paquetes de las fábricas de artículos de piel y, al final, de uno de los ubriqueños conocidos mundialmente, el Beato Diego José de Cádiz, José Caamaño.
Realmente es una pequeña joya para nuestra historia local, y estamos muy contentos de poder publicar este artículo en nuestro blog. Agradecemos enormemente a Ana María que nos lo haya enviado para su publicación. Todas las fotografías que ilustran este artículo son, igualmente, gentileza de Ana María León.
Ubrique, la simpática villa gaditana, goza de un alto prestigio fabril por la prodigiosa producción de sus inimitables petacas, carteras y otros artículos de piel.
Va quedando atrás la campiña
jerezana, a la que las casitas blancas, diseminadas por doquier, prestan un
encanto bucólico y antiguo. Y se tiende toda ella en la llamada esmeralda hasta
que surge Arcos de la Frontera, colgado sobre el montículo, como oteando la
inmensa extensión que se abre a sus pies. Y el camino ahora comienza a hacerse
sinuoso, a medida que trepa sobre las laderas de los montes, que en estas
primeras horas del atardecer, a los reflejos del sol, se tiñen de un verde
inimitable en la gama del colorido. Y de pronto, en la hondonada, el brillo
metálico de El Bosque, sobre cuya crestería parpadean las luces inciertas y
como avergonzadas. Queda el poblado a nuestra izquierda, y la ascensión se hace
cada vez más pina, hasta alcanzar las alturas del Viso, y emerge a nuestros
pies la visión extremada y cautivadoramente poética de Ubrique, puesto a manera
de joyel sobre el manto estallante de sus puertas magníficas, y a los pies de los picachos de Benafix, El Tajo
y La Viñuela, que forman los tres pilares de esta ingente sierra de Ubrique que
protege a la población que muestra en su lomo la típica espadaña de su ermita
de San Antonio, que es como el brazo en alto con que Ubrique saluda a España
Nacional, según la frase del culto escritor local, mi amigo, Francisco García
Parra.
La villa industrial sorprende
gratamente al viajero que, atraído por la fama que le prestó su prodigiosa
fabricación de petacas, carteras y otros artículos de piel, llega hasta ella. Y
es que Ubrique, puesta en el valle entre la fragosidad de los montes que la
ciñen y defienden, tiene sobre los
encantos de que la Naturaleza la dotó, la maravilla de su blancura impecable,
estallante y cegadora, la abundancia de sus aguas que fluyen por doquier,
borbotean entre los regatos, caen como láminas de acero sobre las ruedas de sus
molinos y alumbran la comodidad y frescura en todas las casas de la villa, sin
distinción alguna en el consumo, y tiene, por último, la perfección, poco común
en estos pueblos andaluces, de una pavimentación cuidadosamente hecha y
exquisitamente cuidada, que hace cómodo y fácil el caminar por sus calles
pinas.
Yo he querido, y a eso vine aquí,
conocer en sus detalles la historia industrial de esta villa que se ha jalonado
como una de las primeras españolas en el empeño, felizmente logrado, de llevar
allende los continentes el nombre de España enlazado a una manufactura singular
y prodigiosa. Porque Ubrique hace ya más de un siglo que vinculó su existencia
y su economía –no la dotó la Naturaleza de tierras feraces en extensión
suficiente- a la fabricación de esos artículos, que ninguna otra población
española pudo imitar, y que a lo largo de los años ha constituido siempre su
más preciada ejecutoria de laboriosa y activa. Y es curioso conocer los
orígenes que tuvo esta industria suya, y que yo, ligeramente, voy a detallar
aquí.
En los principios del pasado
siglo, pudiéramos señalar también como inicio las postrimerías del siglo
XVIII, Ubrique, colocado en el centro de la obligada ruta que los
trashumantes, cuadrillas de segadores y nómadas en general habían de recorrer
desde los montes porteños de Málaga hasta el emporio de riqueza que siempre
prestó la campiña de Jerez, era punto forzoso de provisión de todos aquellos
útiles y menesteres que precisaban para sus necesidades de jornada y su
peculiar oficio o profesión. Y surgieron los zajones, las mantas primitivas,
las alforjas multicolores, las bolsas de cuero, los “precisos” –bolsita pequeña
encintada en la que guardaban el pedernal, eslabón y yesca, útiles de fumador-
y a seguida, la petaca, tosca, de badana, sobre cuya funda se grababa un dibujo
alegórico cualquiera, al que rodeaba una inscripción hecha con la “estena”
alusiva al humorismo del fumador, o como expresión y jaculatoria de sus amores
ausentes, petaca que ya desde entonces comenzó a catalogarse y a distinguirse
por lo inimitable de su cosido y lo irreprochable de su factura, hasta llegar a
los umbrales de este siglo, en que el nombre de Ubrique se ha aureolado de un
prestigio tan singular en la elaboración de estos artículos de piel, que, como
he dicho, constituye su mayor galardón.
Yo he tenido ocasión de ver en
algunos talleres y hasta sentadas a las puertas de sus casas, al amparo de un
sol que las confortaba en estos días de enero, a las muchachas que a esta labor
del cosido de petacas, carteras etcétera se dedican, y he quedado maravillado
de la pasmosa y rara agilidad con que sus dedos, hábiles y diestros, hunden la
aguja en la piel, trenzan el cosido, diminuto e inverosímil, de precisión y
simetría inimitables que es, sobre todo, lo que ha dado a Ubrique su alto
predicamento. Labor de artesanía, de gremio, que se perpetúa de generación en
generación y que alienta y vive en la mayoría de los hogares, porque hay que
dejar consignado para prez de la villa y como corroboración del aserto que
Ubrique, población de 8.000 habitantes, tiene unos 2.000 dedicados a estas
faenas de su industria. Cuenta también con hermosas fábricas, donde la maquinaria
idónea y moderna ha venido a perfeccionar y a hacer más rápidas las labores del
bruñido y rebaje de la piel entre otras; fábricas en las que, a la amplitud de
las naves, se une el cuidado exquisito de duchas, cuartos de aseo, etcétera, en
cumplimiento de la vigente legislación social.
Y en mi deseo de completar una
información que rindiera honor a la laboriosidad de este pueblo y a los
particulares de su genuina y típica industria, he querido recoger unas notas
técnicas sobre la misma de labios de algunos de estos fabricantes, muchos de
los cuales perpetúan, persiguiéndola, la obra de sus progenitores. Y he aquí, sucintamente,
lo más interesante:
Aunque en un principio comenzaron
a utilizarse las badanas y las pieles de cabra y becerro para la fabricación, y
hay que señalar que por lo que respecta a esta última ha adquirido Ubrique en
su preparación y empleo uno de sus mayores prestigios, desde hace algunos años,
cuando las importaciones fueron posibles, utilizó con gran éxito pieles finas (boxcalf,
cerdo inglés, focas legítimas, lagarto, cocodrilo, serpiente, etc.) derivando a
partir de la Liberación a la preparación de estuchería de lujo (bolsos,
joyeros, billeteros de rara originalidad) en los que ha consolidado su alta
reputación. Las circunstancias presentes, al impedirles la provisión de
aquellas pieles lujosas y caras, les obliga al empleo exclusivo de la piel de
cabra lisa, que, por la especial preparación que aquí se le da, ha llegado a
conocerse con el nombre de “piel de Ubrique”, y que adquieren casi
exclusivamente en Valencia y Barcelona. Determina también una reducción en la
fabricación de bolsos y algunos otros objetos especiales la falta obligada
también por la distancia que se halla, de los centros productores de
fornituras, según los últimos modelos impuestos por el gusto o la moda que en
este particular cambia con mayor frecuencia. Solamente, y por lo que a pieles
respecta, se pueden adquirir algunas especiales de nuestra Guinea, lamentando
muy sinceramente que no pueda servírseles las de becerro, tan precisas e insustituibles
en ciertos trabajos y modelos.
La cifra de producción de
artículos de piel que anualmente lanzan al mercado estas fábricas de Ubrique,
mercado que se extiende a toda la Península, con Marruecos, Baleares y
Canarias, aunque preferentemente radique en Cataluña, Madrid y la toda la zona del
Norte, puede muy bien calcularse en un millón de objetos, y ello dice muy
elocuentemente del esfuerzo gigante que estos ubriqueses realizan, ya que han
de adquirir forzosamente todas sus primeras materias y han de hacer frente día
a día, con entusiasmo cada vez superado, al deseo de sostener su hegemonía en
esta particular fabricación que ninguna otra población española ha podido
mejorar. Por eso no me ha sorprendido que, como una vibración de esta
importancia industrial de la villa, de su estafeta de Correos, servida por el
dignísimo jefe del Cuerpo don José Corrales, salgan a diario más de 30
despachos de paquetes-muestra conteniendo envíos de estas fábricas para las
distintas poblaciones de España, ni que en todas sus capitales tengan
representantes y agentes especializados.
Es curioso el procedimiento de
fabricación, curioso por lo que, dentro de la mecánica, tiene de artesanía. Elegida
la piel a propósito, se corta según los patrones que han de modelarla; una vez
abrillantada con el bruñidor, se rebajan los filos de la misma para el pegado,
luego, si se trata de petaca, se empasta el forro con la piel para formar un
solo cuerpo –tenemos ya la maravillosa piel de Ubrique- y enseguida pasa al
cosido a mano, labor esta que, por su escrupulosidad y perfección, ha dado a
Ubrique la fama de que goza; finalmente se completan estas operaciones con el “hormado”,
del que resultan ya completamente terminada la petaca. Cuando se trata de
carteras, billeteros, etcétera, después de cortada, planchada y rebajada la
piel, pasa a la mesa, donde el operario la monta y termina. Y es de notar que
todas estas labores se realizan pieza por pieza. Y es que en Ubrique –y esta es
otra característica de su industria- no se fabrican sus artículos en “standard” o serie, sino
obedeciendo siempre a las demandas que de los mismos se tenga. De aquí
precisamente arrancan la consolidación y prestigio de estos talleres de
Ubrique, que lograron para su fabricación, aparte el mercado nacional, un
dilatado mercado extranjero que, cuando esto fue posible, se extendió a toda
América, Portugal e Inglaterra. Y ha tenido, aparte de los años anteriores a la
República, su periodo álgido de florecimiento en estos posteriores a nuestra
guerra de liberación, singularmente en el 40, 41 y 42.
Por lo que a los operarios y su
adiestramiento en el oficio se refiere, me dicen que, ingresando como
aprendices en su edad temprana, al cabo de cuatro o cinco años pasan a la
categoría de auxiliares, de donde derivan luego a la de oficiales en sus
categorías de segunda y primera clase, viniendo luego a constituirse, aquellos
que demuestren una competencia especial, en maestros de taller, que, como es
lógico, gozan dentro de su profesión de un prestigio y autoridad indiscutibles.
Y no he querido dar por
terminadas estas notas informativas sin traer a ellas la expresión sincera de
los anhelos que estos hombres sienten en pro del auge de su industria, y que
pueden concretarse en el deseo ferviente de que pueda servírseles para su
fabricación piel de becerro, en la que tanta fama alcanzó siempre Ubrique, y
que les permitiría ampliar y mejorar su catálogo con nuevas producciones que
dijeran siempre del buen gusto, aquilatada técnica y cuidadoso esmero que
presidieron y presiden siempre toda la fabricación. Y únase a esto el afán con
que esperan que, desaparecidas las actuales circunstancias, puedan
importárseles pieles finas para la fabricación de artículos de lujo, aparte de
las fornituras para las labores especiales.
Por todo lo expuesto yo creo que
los lectores habrán podido darse perfecta cuenta de la labor que en pro de la
reconstrucción nacional y de nuestros prestigios industriales, digna del más
cálido aplauso, está llevando a cabo esta simpática, atrayente y bella villa de
Ubrique.
Y como colofón a estas líneas,
unas notas sobre el desenvolvimiento de su vida urbana.
Ubrique, como me decía su digno
alcalde don Diego Reguera, es una población en la que, resuelto el problema
fundamental del abastecimiento de aguas con el abundante caudal que de la misma
le prestan los tres manantiales de que dispone, aguas de excelente calidad y de
las que disfrutan todas las casas, y por cuyo consumo pagan los vecinos de las
mismas unas cuotas mensuales que oscilan entre 2 y 10 pesetas, no tiene al
presente más necesidad que la de resolver el problema de su falta de viviendas,
problema que empezará a conjurarse en breve con la construcción de un grupo de
veinte para empleados y obreros, al que seguirá otro de igual número. Se
acometerá después la construcción de un Grupo escolar, con lo que quedarán
suficientemente atendidas las necesidades escolares de la población, que, por
lo que a su Beneficencia atañe, cuenta con un Asilo-Hospital bien dotado al que
subvenciona cumplidamente el Ayuntamiento y está a cargo de Hermanas del rebaño
de María.
Pavimentada sólidamente la
población y construido casi en su totalidad el alcantarillado de la misma,
Ubrique es una villa limpísima y atrayente si bien se echa de menos la
existencia de un hotel que responda a las necesidades de la población flotante
que a ella acude.
Nivelada la Hacienda municipal –sigue
diciéndome el señor Reguera- , todas nuestras obligaciones están debidamente
atendidas con los ingresos legales sobre arbitrios, que son los únicos de que
se nutre nuestro presupuesto, que alcanza tan solo la cifra de 300.000 pesetas, y no hemos tenido
necesidad de, haciendo uso de la autorización legal, ir a la confección de
ningún presupuesto extraordinario. Hoy por hoy –termina- nuestras aspiraciones
se cifran en el cada día mayor desenvolvimiento de nuestra genuina industria
para que en todo momento Ubrique se haga digna del alto prestigio que como
población fabril ha conquistado a través de los años.
Y no he querido yo abandonar la
villa sin visitar el famoso Convento de Capuchinos, que en sus afueras se
yergue todo blanco entre unas huertas deliciosas, y sin sobrecogerme de respeto
y devoción en la celda que en él ocupó el beato Diego José de Cádiz, que en
esta población se formó su niñez y sus primeros años de joven y entre los
claustros de este convento silencioso y recogido sintió nacer en su alma los
primeros fervores de su vocación monacal, que le llevó a tanta obra docente y
evangelizadora, y que muy en breve le colocará entre el coro brillante de
Santos españoles.
José GALBIS-BAZ
Firmado por José Galbis-Baz
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