Manuel Cabello Janeiro
Noviembre de 1974
Por Esperanza Cabello
Hoy es un día muy señalado para nuestra familia: hace ochenta y cuatro años que Manuel Cabello nació en la plaza de la Verdura de Ubrique.
Esta efemérides tan especial, que celebrábamos tanto durante toda su vida, y que hemos seguido recordando desde que nuestro padre murió hace quince años, viene hoy marcada por la tristeza. Por la tristeza y la sinrazón de tantas personas inocentes asesinadas en París, por el espanto que están viviendo tantas familias y por el miedo que nos ha invadido repentinamente a todos. Quisiéramos acercarnos al sufrimiento de todos los que han perdido a un ser querido.
También nos entristece el estado de salud de muchas personas queridas, en este momento hay varios familiares de amigos nuestros luchando por seguir adelante, y a todos ellos queremos enviarles nuestro ánimo y nuestro cariño.
Ayer pensábamos cómo íbamos a celebrar este "cumpleaños" de 2015. En los años anteriores hemos escrito bonitos recuerdos, hemos hablado de regalos, hemos sacado de los cajones cartas de despedida, hemos buscado fotografías diferentes y hemos conseguido dedicar un momento especial a nuestro padre.
Pero hoy aún no hemos decidido si vamos a escribir sobre lo mucho que trabajó nuestro padre para mantener a su familia, si vamos a hablar de regalos de cumpleaños o si vamos a reflexionar sobre la importancia de la familia.
Como no somos capaces de abandonar ninguna de las tres ideas, comenzaremos por la fundamental: la importancia de la familia.
La reflexión sobre la importancia de la familia es simple: Cuando eres más joven no te das cuenta de lo importantes que son todos los "elementos" que componen tu familia. Nuestro padre era familiero en extremo, le encantaba visitar (cinco minutos, eso sí) a todos los familiares en todos los puntos geográficos. Adoraba a sus padres y a sus hermanos, le encantaba hablar con sus primas y primos, se pirraba por formar lazos con la familia de Estepona, de Jimena, de Málaga... de donde fuera.
Y ese cariño que tenía a todos, y que todos le tenían a él, se ha mantenido por encima incluso de la vida, y a estas alturas nos venimos dando cuenta de la tremenda importancia que cada uno de ellos tiene para nosotros. Ese descubrimiento tan primordial es un regalo que nuestros padres nos han legado, cada día vemos con más claridad lo valiosos que son los lazos familiares, y cada día nos complace más tener una charla con nuestros tíos, con nuestras tías, con nuetra familia.
Siguiendo con los regalos de cumpleaños revertidos, hoy hemos disfrutado de un gran regalo de cumpleaños: una cajita de cartón llena de crónicas de radio.
Cada vez que vamos a casa de nuestros padres y nos atrevemos a entrar en el despacho de nuestro padre, nos sentimos como "buscadores de tesoros". Sabemos que en cada cajón, en cada estantería, en cada rinconcito, habrá una fotografía, un documento, un manuscrito, un simple papelito que nos hará felices durante mucho tiempo: todo el que tardemos en desentrañarlo, en investigarlo, en escribirlo y en publicarlo.
Encontrar una nueva entrega de crónicas de radio significa que nuestro proyecto de publicar todas las crónicas de la historia de Ubrique durante casi veinte años sigue adelante. Nuestro padre escribió una crónica diaria para Radio Nacional de España desde principios de los setenta hasta finales de los ochenta. Casi siete mil crónicas, crónicas de día a día, escritas en cuadernos, en trocitos de papel, en servilletas, en trozos de cartulina. Siete mil días de explicaciones, de noticias, de comentarios, de explicaciones.
Nosotros hemos publicado mil seiscientas entradas en seis años, y damos fe de que es mucho trabajo y mucha dedicación, así que no podemos ni imaginar el tesón y la fuerza que hace falta para escribir tantas crónicas del día a día ubriqueño.
Y, hablando de esos veinte años de trabajo en la radio, hemos llegado al último tema del cumpleaños: el trabajo de nuestro padre. Suponemos que para todos los hijos sus padres deben de ser ejemplares y admirables, aunque no te das cuenta del esfuerzo que hacen por ti hasta que no te ves en su lugar.
Muchas veces pensamos en el esfuerzo que debió de suponer para nuestros padres criar a cinco hijos en los tiempos que corrían, darnos a todos lo necesario para una buena vida, darnos estudios, ayudarnos después cuando nos tocó formar nuestras propias familias...
Nuestro padre fue un poquito "negociante" desde siempre. Recordamos que de niño era capaz de caminar treinta kilómetros para ahorrarse unas pesetas en los billares (en este enlace)...
Su hermano, al que adoraba, nos contó un día que él le hacía traducciones de latín que Manuel vendía a sus compañeros de estudios.
Comenzó sus estudios de medicina en Cádiz, pero los abandonó "por amor" (se había enamorado de nuestra madre, que estaba en Ubrique) y decidió ponerse a trabajar en la petaquería de su padre, en la calle del Perdón, con tal de estar cerquita de su Esperanza. Ese fue su primer trabajo "oficial", petaquero.
Al cabo de unos años se hizo cargo, ya como empresario, de la empresa de su padre. Se trasladó a la calle de San Sebastián y allí montó su negocio.
La mala fortuna quiso que hiciera un mal contrato con una bodega jerezana, que no le pagó. A causa de este movimiento se arruinó, y, con cinco hijos en el mundo, decidió terminar los estudios de magisterio y comenzó su vida de maestro.
Primero montó una academia "San José de Calasanz", donde dábamos permanencias. Después empezó a compaginar su trabajo de maestro en la Escuela de Artes y Oficios (que no daba para todos) con la academia, y, por las mañanas, muy tempranito, vendía y montaba persianas.
Un poco más tarde empezó a trabajar para la editorial Ramón Sopena, como comercial era fantástico, y quizás no hubiera ninguna casa en Ubrique sin un libro de esta editorial.
Al mismo tiempo empezó a trabajar como corresponsal de radio, una crónica al día. Era un trabajo que no se pagaba demasiado generosamente, pero sumando treinta crónicas al mes era mejor.
También trabajó como delegado local de sindicatos, como colaborador en la prensa y como editor.
Lo recordamos siempre atareado, estirando los días para poder seguir de pluriempleado, levantándose muy temprano cada mañana para comenzar su jornada dos o tres horas antes que los demás y llegando a casa al anochecer.
Toda una vida de mucho, muchísimo trabajo, que compartió con nuestra madre, también trabajadora nata.
Hoy celebraría su ochenta y cuatro cumpleaños, si hubiera estado con nosotros habríamos hecho una deliciosa tarta de galletas y él habría preparado unos churritos.
No tenemos tarta, pero si el tiempo de disfrutar y de agradecer los regalos que nos ha dejado como legado: nuestra familia, nuestras aficiones y nuestra manera de ver la vida. Nos sentimos muy agradecidos por haber vivido a su lado muchos años, y muy orgullosos cuando alguien nos dice "es que os parecéis mucho a vuestros padres".
¡Feliz cumpleaños, papá!
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