"El Museo Universal" 30 de junio de 1858
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Por Esperanza Cabello
El Museo Universal es una publicación del siglo XIX, una revista que comenzó a publicarse en 1857 y se mantuvo en el mercado hasta 1869. Sus fundadores fueron José Gaspar Maristany y Fernando Roig. Fue el germen de "La Ilustración Española y Americana", precisamente en esta última revista encontramos los datos de la exposición de Cádiz.
Curiosamente en el número del 30 de junio de 1858 hemos encontrado un artículo, muy extenso, firmado con las iniciales M.B. en el que se analizan los pormenores de la exposición de Jerez de 1858, organizada por la Sociedad Económica de Amigos del País, en la que expuso el fabricante de petacas ubriqueño José Félix Aragón, como explicábamos en este enlace.
Nos parece muy curioso que el periodista habla de "la fábrica de estuches y petacas de Ubrique, única en
la provincia, que hoy surte a la Guardia Civil de estos y otros necesarios."
Imaginamos que es desconocimiento del articulista, pues en 1858 se supone que hay al menos tres fábricas de petacas, la de José Aragón, la de Vecina y la de Rivero. Quizás aún no se conocían como tal.
Transcribimos el artículo a continuación:
"Poco más de quince días van
transcurridos desde que se dio por terminada la esposición de productos
naturales, industriales y artísticos de la provincia de Cádiz. La mayoría de
nuestros lectores, á lo menos, de aquellos que se interesan en el movimiento
progresivo de la agricultura y de las artes españolas, saben sin duda alguna
que este importante concurso celebrado en Jerez de la Frontera, se debe á la
poderosa iniciativa de la sociedad económica de esta ciudad, bajo cuya
dirección y buenos auspicios ha podido llevarse á cabo una empresa ardua de
suyo, nueva en Andalucía y de trabajosa ejecución.
La sociedad económica jerezana
había ya inaugurado hace dos años, con una esposición de productos puramente
locales, la serie de trabajos que de entonces acá vienen haciéndose con mejor ó
peor éxito en varias provincias de España, inclusa la de Madrid, á fin de
estimular á los productores y de mejorar
los productos por medio de la competencia: resultado natural de estos
concursos, que hace tiempo recomienda la ciencia económica, y que hoy son un
ejemplo constante y vulgar en aquellos países cuyo destino es hoy precedernos
en la senda de la civilización moderna. Y sin embargo, si examinamos
severamente la apatía que se manifiesta en algunas clases productoras de
España; la timidez, por no decir la repugnancia, de los industriales á figurar
en público concurso, y la equívoca acogida que las esposiciones han merecido de
las clases consumidoras en general, forzoso es confesar que esa senda tan
trillada en los países extranjeros está apenas desbrozada en el nuestro, y que
los esfuerzos del gobierno y de las sociedades científicas deben redoblarse con
actividad perseverante, si queremos que la producción se mejore y se aumente al
nivel de las necesidades del siglo en que vivimos.
No se crea que exageramos á
designio estas conclusiones. Tomando por tipo la esposición verificada en
Madrid en el año pasado y que se componía casi exclusivamente de productos
naturales, no podemos menos de observar que una mitad cuando menos de los
espositores eran forzados: no hubo espontaneidad en la presentación de los
objetos: la mano del gobierno, que por más que se disfrace asoma siempre en
todos los actos de nuestra vida pública, era allí demasiado visible y su acción
en las provincias demasiado directa para que un observador imparcial pudiera
equivocarse respecto del verdadero significado de aquel concurso. Fue un acto
de competencia oficial, en que lucharon á porfía los empleados del gobierno por
llevar á la metrópoli los productos de sus respectivos departamentos: productos
que, esta es la ocasión de decirlo, se pedían con las mismas instancias que si
se tratara de acumular votos en una urna. Y el gobierno obraba bien: nosotros,
lejos de impugnar su conducta, la creemos digna de elogio. Solo así pudo la corte
de Madrid y los extranjeros transeúntes formar un juicio, aunque incompleto,
del estado actual de nuestra agricultura. Pero respecto del juicio que haya
formado el economista, seguramente no será distinto del nuestro.
Esta misma falta de espontaneidad
ha caracterizado las esposiciones que acaban de verificarse en Sevilla y en
Jerez.
En Sevilla el principal objeto de
la sociedad que ha promovido el concurso ha sido al parecer presentar un
brillante espectáculo á los ojos del público. Lo útil ha sido secundario. A
falta de objetos con que llenar los magníficos salones del Alcázar, se veían
allí los muebles de altos personajes y otras cosas de pura decoración, que
ciertamente no eran en su mayor parte obra de artistas sevillanos ó
contemporáneos. La consecuencia de todo este aparato es que el artesano
humilde, herido en su amor propio, ó se retrae completamente, ó bien hace
sacrificios para poder presentar un objeto lujoso en apariencia, pero inútil en
el uso común. En Jerez la esposición ha sido mejor dispuesta y mejor entendida
por la parte de la sociedad que la promoviera, pero por parte de los
espositores el resultado ha sido análogo. La mayor parte de los artesanos de la
provincia se han negado á presentar sus artefactos, á pesar de las influencias
que se pusieron en juego para vencer su apatía; y esto, que algunos traducen
por mala voluntad, no es más que el resultado del juego erróneo que han formado
de las esposiciones por lo que han visto y oído (…).
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La sección segunda de la
esposicion que comprendía los productos industriales se subdividió en tres
series, veinte y dos clases y setenta y tres grupos: trabajo de clasificación
que hace el mayor honor á sus autores y que ciertamente merecía mejor
correspondencia de la parte de la clase industrial. Por desgracia esta sección
ha sido la peor representada de todas. Tan solo ochocientos setenta y cinco
objetos se presentaron en concurso, y sin embargo, en medio de esta pobreza
aparente se han distinguido algunas manufacturas de que apenas se tenía noticia
en la provincia. Tales son los cueros charolados de la fábrica del señor
Fernández, de Algeciras, única tal vez en Andalucía, cuyos productos superan á
los extranjeros por su bondad, belleza y baratura, premiados justamente con la
medalla de oro. La fábrica de cristales del Puerto de Santa María se distinguió
con 16 muestras de botellas y fanales, estos últimos de grande dimensión y
escrupulosa limpieza. En objetos de fundición el señor Rollo, de Cádiz,
presentó 8 muestras de estufas, muebles, etc., que por cierto no son inferiores
á los objetos fundidos en Málaga. El señor Solano, armero de Jerez, sobresalió como
era de esperar con sus armas de fuego, perfeccionadas con un nuevo método,
invención suya. Las obras de platería y esmalte de los señores Llamas y Sibelo,
de Cádiz, llamaron la atención por la limpieza y elegancia de la mano de obra.
Las varias manufacturas de pastas finas de El Puerto de Santa María, que son
hoy objeto de exportación considerable, merecieron los elogios de los
forasteros; así como los licores del señor Gay, de la misma ciudad, y las
sustancias químicas y aparatos farmacéuticos del licenciado Pérez de Salanava
de Jerez. En ebanistería lucharon los señores Martínez y Rojas, de Cádiz y
Jerez, distinguiéndose el gaditano por su buen gusto y el jerezano por la
conciencia con que trabaja. En la fabricación de guantes, sombreros, calzados y
otras industrias que comprenden lo que Blanqui llamaría des aimables colifichets, Cádiz campeó sin rivales, aunque es digna
de celebrarse la obra de calzado del señor Pastor, del Puerto de Santa María.
En talabartería Jerez se llevó la
palma, sin que olvidemos la fábrica de estuches y petacas de Ubrique, única en
la provincia, que hoy surte á la Guardia Civil de estos y otros necesarios.
En tonelería los jerezanos no
admiten superioridad ni en España ni en el extranjero. En encuadernaciones, la
Revista Médica de Cádiz nada tiene que envidiar á los establecimientos de
Madrid; y en dorados, el señor Hernando, de Jerez, es una especialidad, aunque
no tuvo competidores de Cádiz, que ciertamente son temibles.(…)
Recapitulando lo que dejamos reseñado,
la esposición de Jerez ha comprendido 2203 objetos: el doble de este número
hubiera apenas bastado para dar una idea exacta de los productos generales de
la provincia.
Los espositores apenas pasaban de
400, y de estos 220 y más eran jerezanos.
Esperemos que la sociedad
económica de Jerez, á quien tanto se debe, y las demás sociedades hermanas de
la provincia, trabajarán de consuno para conseguir mejores resultados en lo
futuro. Una esposicion aislada nada significa: repetida con frecuencia, es un
dato negativo; preparada de antemano y convocada por períodos convencionales,
es el espejo en que se retrata la marcha de la civilización y la prosperidad
material de los pueblos."
M.B.
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