María y Luis con su canasto de Reyes terminado
¡Muchas gracias!
Por Esperanza Cabello
Nos habíamos propuesto mostrar a todos cómo se hace un auténtico Canasto de Reyes para estos días tan señalados. La mayoría de ubriqueños y ubriqueñas ya un poco mayores recordamos, con gran cariño, cómo nuestros padres o nuestros abuelos nos preparaban exquisitamente un humilde canastito de papel que llenaban de caramelos o dulces y en el que a veces había algún juguete.
Para los niños y niñas nacidos en los años veinte o treinta, el canasto de Reyes era, en la mayoría de los casos, el único regalo, y eso en las casas en los que había posibilidad de hacer canastos.
Más tarde fueron sirviendo de acompañamiento a los juguetes, y se utilizaban para poner las chocolatinas, los pirulíes, los jamoncitos, los bucaritos, los mazapanes...
Y hemos tenido mucha suerte, porque visitando estos días atrás a nuestros amigos Luis Crossa y María Isabel Fernández nos estuvieron contando cómo sus padres les preparaban sus canastitos y cómo los dejaban por la noche de Reyes para encontrarlos rellenos al día siguiente.
Así que como ese es uno de los ingredientes fundamentales, contar con unos abuelos "apañados" que sepan cómo se fabrica esta pequeña muestra de artesanía, les hemos pedido que nos hagan un canasto de muestra para seguir sus indicaciones paso a paso.
La Prensa Marisa, uno de los lugares señeros en estas fechas tradicionales
Lo primero que se necesita, además de unos abuelos que quieran hacer felices a los pequeños, es una caja de zapatos, bonitos papeles de colores y almidón.
Recordamos a nuestro padre yendo con sus nietos a la Prensa Marisa a visitar el Portal de Belén que montan cada año y a comprar, de camino, varios pliegos de papel de seda de colores alegres. Así que allí nos hemos dirigido y, por menos de un euro hemos conseguido todo el papel que queríamos.
Una caja de zapatos, papel de seda, papel de envolver para el interior y, a falta de almidón,
un bote de cola blanca.
Cuando éramos pequeños bajábamos a la fábrica de nuestro abuelo a pedir un poquito de almidón para poder pegar los papeles a la caja. Más tarde preparábamos nuestro propio engrudo con un poco de harina y agua, que para el caso funcionaba bien. Ahora hemos preparado un bote de cola blanca que sirve exactamente igual.
Con nuestros papeles y muchas ganas de ver cómo quedaría el canasto nos hemos dirigido a la casa de Luis y María, que, amables como siempre, nos han recibido dispuestos a participar en esta tarea.
Luis nos tenía preparada una caja de zapatos resistente. La parte de abajo sirve para hacer el cuerpo del canasto, y la tapadera, convenientemente recortada, servirá para el asa.
María ha sido la encargada de seleccionar los colores de los papeles para hacer las tiras que recubrirán la caja y que irán superpuestas rodeando toda la superficie.
La primera tarea: cortar, de la tapa de la caja, una tira a todo lo largo de unos cinco centímetros que servirá para el asa.
Antes de colocar el asa, forramos el interior con un papel de envolver de colores alegres.
Una vez forrado el interior, aseguramos, con unas grapas, el asa en el canasto.
Y empezamos a cortar tiras a todo lo largo del papel de unos seis centímetros de ancho, que doblamos por la mitad y cortamos como flecos, dejando un centímetro arriba para poder pegarlas a la caja.
Se comienzan a pegar las tiras por la fila de abajo, se pone un poco de cola sobre la caja y el papel de seda se pega sin problemas.
Nosotros hemos usado un palillo de dientes para extender la cola. Recordamos que nuestro padre se dejaba crecer muchísimo una uña de la mano derecha para poder extender bien el pegamento, cuando era petaquero, pero a falta de eso, un palillo viene bien.
Se van pegando las tiras de papel de seda sobre la caja, eligiendo colores que destaquen, e intentando que todos queden más o menos equilibrados.
Y en la fila de arriba se pone un poco más de papel adicional, para que los flecos queden más espesos y consistentes.
Para forrar el asa hay varias técnicas, a veces se forra con una tira de flecos en espiral, o bien con el papel de seda un poco arrugado. Luis ha sugerido que pusiéramos dos tiras de flecos superpuestas, utilizando los colores que aún no habíamos colocado.
Estas tiras del asa son un poco más estrechas (también con el papel doble) y los flecos más finitos.
Para terminar la decoración, Amelia Casillas, que acompaña a Luis y María desde hace muchos años y que, como nosotros, ha ejercido de "ayudante de canastos", ha sugerido que pusiéramos una tirita fina de color naranja entre las tiras verde y morada.
Como pueden ustedes ver, el canasto, con toda su sencillez, está quedando de campeonato. Solo falta recortar un poco los flecos color naranja de la segunda fila, que nos han salido un poquito largos.
María, Amelia y Luis con el canasto terminado
Y con este estupendo canasto y nuestros tres protagonistas de hoy terminamos la "clase práctica canastera". Imaginamos al ilusión de los niños al dejar sus canastos vacíos por la noche, esperando a ver qué contendrán por la mañana tras la venida de los Reyes.
Queremos agradecer a María y Luis la paciencia que han tenido con
nosotros, explicándonos todos los pasos y ayudándonos con sus recuerdos.
También a Amelia que nos ha dado un poquito de su arte para poder hacer
esta manualidad.
Como se puede imaginar, podrá haber tantos tipos de canastos como padres o abuelos. Lo que nosotros nos atrevemos a sugerir es que mañana mismo busquen ustedes una caja de zapatos que ya no se use, unos papeles de colores y un poquito de almidón y se reúnan los abuelos y nietos para preparar un Canasto de Reyes lleno de color, fantasía e ilusión. Aquí caben chucherías, alegrías, muñequitos, libros, lápices y todo lo que los niños puedan guardar.
No dejemos que esta tradición se pierda, no solo es entrañable, sino que nos acerca a la vida de los que nos precedieron.
Nota del 4 de enero: como viene siendo habitual, nos encanta añadir a la entrada el comentario de nuestro tío José María Cabello:
De
los pocos Reyes que disfruté de niño, recuerdo el balcón de la
petaquería que daba a la Plaza lleno de Canastos de Reyes. La gran
colaboradora que los adornaba con su arte, era la prima Isabel Álvarez.Y
el pleno del balcón era manifestación de la generosidad
de abuela Julia.Que no contenta con los canastos de sus seis hijos,
completaba el pleno alguno para sobrinos y otros para los petaqueros que
trabajaban en la casa .Del contenido, además del bucarito y el
jamoncito, recuerdo un pececito negro que sabía a brea, pero que los
críos comprábamos después en una tienda frente a la Puerta del Perdón de
la Iglesia, al lado de la siempre recordada tía Pepa Parra. Mis
hermanas siguieron con la costumbre. Pero quien lo hace con mayor pericia
y arte es María Remedios, la mas pequeña.Y hasta lo ha "exportado" a
Don Benito para sus nietos extremeños y así no se rompe la cadena. De
todas las formas aplaudo la estupenda idea de mi sobrina de resucitar
esta simpática tradición ubriqueña favorecedora de la ilusión infantil.Y
también me ha encantado la lección práctica de María y Luis.Que en
manos de ellos se convierte en Lección Magistral.
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