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lunes, 8 de enero de 2018

Trabajos de guerra

Cinta tejida por nuestro abuelo Leandro durante la Guerra Civil



Por Esperanza Cabello


Sabíamos que existía, conocíamos la historia y, sin embargo, pensábamos que esta cinta se había extraviado entre las cosas de la casa de nuestros padres.
De pequeños habíamos oído mil veces la horrible historia de la Guerra Civil, cómo se había cargado nuestra familia y cómo había destrozado la infancia de nuestra madre, una niña que "perdió" a su padre durante más de tres años, un padre que estuvo desaparecido, primero, que fue fusilado después, que en realidad no había muerto y que un día apareció, de pronto, enfermo y demacrado andando por la calle Real, asustado y cansado sin más equipaje que cientos de recuerdos amargos, de experiencias terribles y esta cinta que él mismo había tejido, como otras, durante los espantosos días de su encarcelamiento.







Nuestro abuelo Leandro Izquierdo trabajaba, muy jovencito, como comercial de su propia fábrica de artículos de piel. De orígenes muy humildes, había contado con la ayuda de su abuelo, Blas Rivera, que le había dado la prima recibida por haber perdido un hijo en la Guerra de Cuba para que fundara su propia Fábrica de Petacas (en este enlace). 
Con ideas innovadoras y el carácter comercial de sus padres, empezó en este mundo de la marroquinería fabricando piezas de exquisita calidad, que hacían su firma diferente.
La rebelión de los militares que comenzó la Guerra Civil sucedió mientras él estaba en Madrid, allí unos compañeros de pensión, ubriqueños, lo denunciaron durante una borrachera, y esta denuncia hizo que, sin saber cómo ni por qué, Leandro ingresara en la prisión.
Más tarde fue supuestamente fusilado, ya hemos contado que aparece en los listados de fusilados del siete de noviembre de 1936 y sin embargo lo ayudaron dentro de la cárcel y no estuvo en esa saca, viviendo desde entonces dentro de la Modelo sin existir (en este enlace podemos leer esta increíble historia).
Al terminar la Guerra Civil nuestro bisabuelo fue a buscarlo a Madrid, en el camión del molino de Román, que llevaba pan a la capital. Pero ambos, padre e hijo, se encontraron en Valladolid, y Francisco Izquierdo se trajo por fin a su hijo a casa.




Y de todo aquello solo quedan los tristes recuerdos, las historias que nuestra madre y nuestra abuela nos contaron y esta cinta; esta cinta morada, amarilla y marrón, tejida cuidadosamente con hilos de seda, él era un artesano fino y detallista, trabajó desde niño en el refino de su madre, y a partir de los trece años en la fábrica de Juan Villalobos.

Por eso esta cinta es muy importante, porque ella sola nos cuenta muchas historias, historias que, de no haber sido por la buenísima memoria de nuestra madre, se habrían perdido para siempre, y que ahora atesoramos, con mucho cuidado, en este blog.


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