El Rubio de Ubrique. Cuento de Narciso Díaz Escovar
Publicado en Blanco y Negro. Octubre 1928
Por Esperanza Cabello
Hemos encontrado, entre las revistas de nuestro padre, un ejemplar de Blanco y Negro de 1928 en el que hay una historia llamada "El Rubio de Ubrique".
Se trata de un cuento escrito a principios del siglo pasado por el malagueño Narciso Díaz Escovar (en este enlace) e ilustrado por el dibujante Máximo Ramos (1880-1949) que no tiene nada de real, si exceptuamos el entorno y que relamente han existido "rubios", "rubitos", "rubiales" y "rubis" en Ubrique.
Dedicado a nuestro Hijo Predilecto de Ubrique, don Bartolomé Pérez Sánchez de Medina, "El Rubio de Ubrique" y a nuestro Rubio particular😉
CUENTOS DE LA SERRANÍA. EL RUBIO
DE UBRIQUE
POR NARCISO DÍAZ ESCOBAR
Los pueblos de
la serranía rondeña temblaban al solo nombre de Matías, el Rubio de Ubrique.
No era para
menos. Este bandido había cometido crímenes, y la fantasía popular los había
adornado de tal modo, que hasta el de menos importancia aparecía como un delito
de esos que el Código castiga con la pena de muerte.
Matías, siendo
joven, por cuestión de mujeres, riñó con un convecino suyo, se arremetieron
navaja en mano, y su rival quedó muerto a consecuencia de una herida en el cuello.
La causa de Matías la presentaron los parientes del muerto, que eran bastante
amigos del escribano, con tan negros caracteres, que el matador fue condenado a
diez y siete años de reclusión.
Pero
no fue solo esto, sino que una tarde un hermano del muerto se encontró en el
Arroyo del Pilar Hondo, a la salida del pueblo, a la anciana madre de Matías.
No contento con insultarla, la abofeteó y empujó, pisoteándola cuando estaba caída.
Aquella
heroicidad llegó a oídos del Rubio de Ubrique, que juró vengarse cuando saliese
del presidio.
No había en el
penal recluso más obediente, de mejor conducta y de menos vicios. El director
lo puso de portero de la oficina y se interesó seriamente por él. Este comportamiento
y el no tener anteriores notas penales en su hoja hizo que le incluyeran en
varios indultos, lo que dio como resultado que a los siete años de ingreso en
la penitenciaría le diesen la libertad.
Desde el penal
se fue a Villanueva del Cerro, poblado donde habitaba el que abofeteó y pisoteó
a su viejecita querida.
Lo halló en
una era, trillando y muy ajeno de la escena que le esperaba.
-Vengo a matarte, canalla.
Su enemigo
alzó la cara y palideció:
-Eres... tú...
¿Es que te has escapado?
El de Ubrique
replicó:
-Maldito lo
que te importa. Defiéndete o te mataré como a un perro rabioso.
Lucharon y
Matías dejó cadáver a su adversario, partido el corazón por una bala bien
dirigida.
Desde aquel
día el Rubio de Ubrique fue el bandido terror de aquellos sitios. Salía a la
carretera y desvalijaba a los viajeros, amenazando a los que se resistían y
llegando a realizar toda clase de audacias. Una vez llegó a apoderarse, unido a
los hombres que le seguían, del cajero del Banco de la capital, a pesar de la
escolta que lo custodiaba. Varias veces se tiroteó con la Guardia Civil, y
aunque ésta hizo heroicidades por capturarle, supo escapar atravesando aquellos
bosques llenos de encinas y acebuches y las montañas salpicadas de cuevas que
casi eran nidos de águilas.
En
el poblado de Encinares el miedo al bandido era inmenso, pues en una ocasión el
Rubio de Ubrique dio un tiro en el pecho, salvándose de la muerte por milagro
el recaudador de contribuciones y una paliza que le hizo guardar cama dos meses
al aguacil del Municipio.
Al
dar las oraciones la campana de la iglesia todo el mundo se encerraba en su
casa, y las comadres, dando rienda suelta a la fantasía, contaban mil historias
terroríficas del ladrón. Hasta el sacristán del pueblo, el bonachón de Paulino
el Tuerto, había compuesto una romanza que empezaba:
Oigan ustedes, señores,
Por tarde, noche y
mañana,
Las terribles
aventuras
Y las sangrientas
hazañas
Del monstruo más
espantoso
Que se ha visto en
las montañas.
Una
tarde, en las cercanías del pueblo, una niña muy linda, de ojos azules, pelo
rubio rizado y de cutis blanco como la nieve, lloraba con gran desconsuelo a la
sombra de una carcomida encina.
Acertó
a pasar por allí un jinete sobre un hermoso caballo alazán. Era alto, robusto,
de gallarda figura, llevando en el arzón una escopeta de plateados adornos.
Al
ver a la niña y escuchar su llanto paró su caballería, se echó atrás el blanco
sombrero de anchas y redondas alas y, bajándose de su cabalgadura, se acercó a
la que lloraba:
-Chiquilla...,
¿qué te pasa? ¿Por qué lloras? – Le preguntó, acariciando con su mano fuerte y
ennegrecida a la pequeña.
Esta, sin
cesar de gimotear, respondió:
-Que se fue la
niña que venía conmigo y tengo mucho miedo.
-¿Y por qué
tienes miedo?
-Porque dice mi
madre que no debo alejarme de casa, no venga el Rubio de Ubrique, ese que se
come a los niños y mata a los hombres.
-¡Hola, hola!
¿Conque hay un hombre que hace todas esas cosas? ¿Y quién es tu madre?
-La señá
Manuela, la del ventorrillo Nuevo.
-¿Tú vives con
ella?
-Sí, señor
-Pues no
tengas miedo, que ese bandido no hace daño a las niñas tan bonitas y buenas
como tú.
El
jinete volvió a montar y, poniendo a la niña a sus espaldas, picó espuelas y se
dirigió al ventorro Nuevo.
Allí
volvió a apearse, bajó en sus brazos a la niña y, besando las rosadas mejillas
de la pequeña, exclamó:
-Dile a tu madre que ese bandido
del que se cuentan tantos horrores te ha traído a tu casa montada en su caballo
y te regala esta moneda de oro para que te compre una muñeca, que no será nunca
tan linda como tú.
Un
minuto después el caballo alazán y el jinete de gallarda figura se perdían
entre los árboles del bosque de Encinares.
NARCISO DÍAZ DE ESCOVAR
DIBUJO DE MÁXIMO RAMOS
PUBLICADO EN BLANCO Y NEGRO, 21
DE OCTUBRE DE 1928.
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