El convento de capuchinos de Ubrique
Fotografía del libro "Historia de la Villa de Ubrique"
Por Esperanza Cabello
Continuamos investigando en la Biblioteca Digital de Málaga, y como nuestro pueblo perteneció a la Diócesis de Málaga hasta bien entrado el siglo pasado, podemos disfrutar de muchísima información relacionada con nuestra historia.
En el tercer tomo de la "Reseña
histórica de la provincia capuchina de Andalucía y varones ilustres en
ciencia y virtud que han florecido en ella desde su fundación hasta el presente", escrita entre 1906 y 1908 por el padre Ambrosio de Valencina hemos encontrado la historia de la Fundación del convento de Ubrique, que transcribimos a continuación.
La Virgen sale del convento. Ubrique, septiembre 1935
Ya dijimos en
el capítulo XL de este libro que el Duque de Arcos nos edificó á costa suya un
precioso convento en su palacio de Marchena por los años de 1651, señalando
una parte de sus rentas para sustento de los religiosos; y no satisfecha su
devoción con eso, quiso labrarnos otro convento en su villa de Ubrique con las
mismas condiciones. A este fin, hallándose enfermo de gravedad en Marchena,
el año de 1659, llamó á N. P. Leandro de Antequera (que era Provincial y estaba
de visita en aquel convento) y le suplicó con mucha instancia que le diese palabra
formal de admitir la fundación de Ubrique, para salir él de este mundo consolado
con esa promesa. Prometióle el P. Provincial trabajar cuanto pudiera por
complacerlo, y en cumplimiento de su promesa, expuso en el capítulo inmediato
que se celebró en Sevilla por Septiembre de 1660 los deseos del Duque quedando
admitida la fundación.
Pretensión del Duque.
Participáronle
el buen éxito que había tenido su pretensión, y el Duque anunció por cartas á
los cabildos eclesiásticos y secular de Ubrique el bien espiritual que había
procurado á su villa con la fundación de un convento de PP. Capuchinos.
Recibió cada uno de los cabildos su respectiva carta y de común acuerdo éstos y
el Duque, escribieron al Ilmo., y Rmo. Sr. D. Antonio Piña y Hermosa, Obispo
entonces de Málaga, suplicándole se dignase conceder su licencia para la
fundación de un convento en la villa de Ubrique, que es de su obispado. Fué
esta petición muy bien acogida por aquel Ilmo. Prelado que solicitaba el alivio
espiritual de sus ovejas, y para manifestarlo, en 30 de Septiembre de 1660 dió
su licencia inscriptis.
Obtenida esta
licencia, el P. Provincial, que ya lo era N. P. Francisco de Jerez, envió a
Ubrique al P. Bernardino de Granada con otro Padre á escoger sitio para fundar
el convento. Entre tanto murió el Duque que tenía el propósito de edificarlo a
sus expensas, como hizo en Marchena, lo que no pudo tener ahora efecto por los
trastornos y ocurrencias que su muerte trajo á la casa Ducal, y esto fué
motivo para que la fundación se demorase. Noticioso de esto y de la causa de
retardarse dicha fundación el Licenciado Antonio Borrego de Carvajal,
presbítero y beneficiado de la Iglesia de Ubrique, trayendo á la memoria lo que
después referimos, escribió á N. M. R. P. Provincial diciéndole que estaba pronto
a fabricar á sus espensas el convento, con tal que le concedieran el patronato
del mismo, con las condiciones que proponía; las que vistas por el Definitorio
fueron aprobadas en 1º de Noviembre de dicho año, y el mismo día se comisionó
á N. P. Bernardino de Granada para que nombrase Síndico, el cual otorgase en
nombre de Su Santidad y de la Provincia la escritura de Patronato con el
licenciado Borrego.
Este, siendo
de 18 años y hallándose estudiando en Sevilla, solicitó ser Capuchino, y á fuerzas
de ruegos consiguió del P. Provincial la licencia obedencial, para pasar á
nuestro convento de Sevilla á que allí le vistiesen el hábito y tuviera en él
su noviciado. Llegó al dicho convento, y presentando la obediencia como es
costumbre al P. Guardián, éste convocó á los sugetos más dignos de su Comunidad
para examinarlo y recibirlo. Mucho se alegraron los Padres con el examen del
pretendiente, pues en su buen aspecto, modestia y compostura leían la pureza de
su alma y lo cierto de su vocación; pero, cuando todos los que á este acto habían
concurrido lo aprobaron, el V. P. Juan Francisco de Antequera, varón señalado
en virtud y letras, mirando con atención al pretendiente, habló con el P.
Guardián y le dijo: Padre Guardián, este joven lo tiene Dios elegido para que
en el siglo obre cosas de su mayor agrado, que tal vez cederán en provecho
nuestro.
Su vocación de capuchino.
Voces fueron
éstas que así en los PP. como en nuestro pretendiente mudaron del todo los intentos
pues ni aquéllos insistieron mas sobre admitirlo, ni él se hallaba ya con aquellos
fervorosos deseos que al convento le habían conducido; por lo cual, hablando al
pretendiente el P. Guardián, le dijo: Ya ha oído usted lo que este Padre ha
dicho, por lo que le aconsejo que, restituyéndose á su casa, tenga siempre
presente estas razones para corresponder agradecido á los divinos
llamamientos, y aplicándose mucho al estudio de las virtudes y letras aguarde
resignado en la voluntad divina el tiempo y fin para que Dios le tiene
preparado. Alegre se restituyó nuestro joven á su casa, sin volver á sentir
jamás aquellas continuadas ansias con que vivía de profesar el estado
religioso. Continuó sus estudios, llegó á ser sacerdote, y después beneficiado
de la Iglesia parroquial de Ubrique, donde pensaba fundar un convento de religiosos,
para que con su doctrina y ejemplo tuviesen sus compatriotas motivos y medios
para adelantarse en el camino de la perfección.
Resuelto ya á
esta empresa, dióse á pensar detenidamente á cual de las religiones que en
nuestra España se conocen ofrecería, para que lo habitasen, el convento que
iba á edificar. En esta deliberación se hallaba aquel generoso corazón,
cuando llegó á sus oídos la noticia de la fundación que para los Capuchinos pretendía
el Duque hacer allí; pero viendo que la casa Ducal desistía de la empresa,
recordó lo que algunos años antes oyó en Sevilla al V. P. Juan Francisco de Antequera
y creyó que era él á quien Dios tenia predestinado para fundarnos convento en
su propia patria. Y así escribió como queda dicho, al P. Provincial y al Definitorio,
haciéndole el ofrecimiento que arriba expresamos. Entonces envió N. P.
Provincial al P. Bernardino facultado para nombrar Síndico apostólico al capitán
D. Juan Morales Moreno, el cual en nombre de la Provincia firmó la escritura de
patronato con el beneficiado Borrego, el día 12 de Noviembre de 1660; y ese
mismo día tomaron los religiosos posesión de la nueva fundación en la ermita de
San Juan Bautista llamada San Juan de Letrán, para que allí residiesen mientras
el convento se fabricaba.
Escritura de Patronato.
No era aquel
sitio competente para dicha fábrica, por lo cual fué preciso buscar otro más
acomodado. Este sitio lo señaló milagrosamente el cielo con un prodigio que
vamos á narrar. El lugar que ocupa hoy en Ubrique la Iglesia y convento de los
Capuchinos era entonces una huerta, propiedad de Dª Juana Aguilar, que la
tenía arrendada a Bartolomé Romero.
Aparición de la Virgen.
Este tenía una
hija llamada Leonor, niña de ocho años, la cual vio una mañana entre los
árboles frutales á una Señora llena de resplandores celestiales, llevando en su
mano una carta y una cuerda como la que usamos los PP. Capuchinos; llamó á la
niña para dársela, y como ésta espantada rehusara acercarse, poniendo sobre
una piedra la carta y la cuerda, dijo la Señora: Ven por esto que dejo aquí, y
desapareció.
La niña voló á
contarle á su padre lo que había visto, y éste tomando de aquel lugar la carta
y la cuerda las entregó al P. Bernardino. ¿De quién era la carta? ¿Qué decía?
Este es un secreto que se llevó á la tierra el V. P fundador. Solo se sabe, que
8 años después, el de 1668 hecho ya el convento y establecida la Comunidad, se
llevó de Sevilla una imagen de la Virgen titulada de los Remedios, para
colocarla en el altar mayor; y al verla Leonor, que ya era moza, prorrumpió admiradísima
en estas aclamaciones: ¡Esta es la que se me apareció! ¡Esta es la que yo vi!
¡Esta es la Señora de la carta para el Padre Bernardino! De todo lo cual se le
tomó declaración bajo juramento por el tribunal eclesiástico; y comprobado
este suceso, el pueblo aclamó por su Patrona á la Virgen do los Remedios, que
hasta hoy sigue siendo el consuelo de los buenos ubriqueños.
Empiezan las obras.
Aunque no
sabemos lo que decía la carta misteriosa de la Señora aparecida, se infiere
claramente que hablaría del sitio destinado por ella para fundar el convento;
porque inmediatamente habló el P. Bernardino con el licenciado Borrego, y éste
compró la huerta para edificarlo allí. Duraron las obras algún tiempo, hasta
que por fin se terminaron felizmente, quedando el convento muy seráfico y con
suficiente huerta para los religiosos.
Titular del Convento.
La Iglesia quedó también muy primorosa, y á
ruegos del patrono Alfonso Borrego, se le dió por titular á su santo, el
glorioso San Ildefonso de Toledo, al cual está dedicada.
La fuente de
Benafis, que era propiedad del Duque, la cedió al convento la casa Ducal y se
hizo un cauce para conducir las aguas y regar con ellas la huerta. Para esto se
hicieron dos postes en el arroyo encima de ellos un canal de madera, el cual
duró hasta el año 1680, que el hermano Fr. Pedro de Teba hizo la cañería que
actualmente existe. Más tarde quiso el ayuntamiento de Ubrique abastecer con estas
aguas una fuente que hizo en la plaza del pueblo, y pidió al P. Provincial que permitiese
tomar dicha agua y venir por nuestra cañería hasta el convento, quedando el
municipio con la obligación de componer la cañería hasta allí, siempre que
fuese menester, sin perjuicio del convento. A esta petición dió N.M. R.P.
Provincial en 20 de Octubre de 1726 respuesta, condescendiendo con la
proposición del ayuntamiento, por donde se ve claramente que el convento tiene
la propiedad de dicha agua y cañería.
Este convento
dió mucho lustre á Ubrique, de cuyo lugar salieron hombres eminentes en ciencia
y en virtud, como diremos en el curso de esto historia. Fué habitado muchos
años por el Apóstol de Andalucía Bto. Diego de Cádiz y por otros varones
insignes en santidad.
Después de la exclaustración
de 1835 compró este convento el ilustre y piadoso caballero de Jerez, D. José
García Pérez para librarlo de la ley desamortizadora, y darlo á sus moradores
cuando pasada la revolución pudieran restablecerse en él. Con esta condición
lo dejó en mejora á su primogénito, d. Francisco García Pérez y Romero, y éste
á su hijo D. Juan M. García Pérez, que con laudable generosidad nos lo ha
cedido, reservándose los derechos de patrón y propietario del mismo.
Su estado actual.
Este convento
es uno de los que actualmente tiene la Provincia, y de los más estimables por
los recuerdos que encierra de nuestro Bto. Diego J. de Cádiz.
La fundación
de este convento fue decretada, como dijimos al principio, en el capítulo
provincial celebrado en Sevilla el 17 de Septiembre de 1650, en el cual se
hicieron las elecciones siguientes:
Provincial
M R. P. Francisco de Jerez.
Definidores
1º R.P. Alejandro de Granada.
2º R.P. Gabriel de Vélez.
3º R.P. Antonio
de Alhama.
4º R.P. José de Campos.
Custodios
1º R.P. Alejandro de Granada.
2º R.P. José de Campos.
Secretario
de Provincia
P. Agustín de Córdoba.
Guardianes
R.P. José de Campos, Sevilla
R.P. Alejandro de Granada,
Granada
R.P. Buenaventura de Antequera,
Antequera
R.P. Gabriel de Vélez, Málaga
R.P. Alonso de Cáceres, Jaén
R.P. Bernardo de Antequera,
Andújar
R.P. Francisco de Málaga,
Castillo
R.P. Antonio de Alcalá, Alcalá
R.P. Tomás de Cañete, Ardales
R.P. José Francisco de Vélez,
Córdoba
R.P. Ambrosio de Almonte, Écija
R.P. José de Málaga, Vélez
R.P. Ángel de Tenerife, Sanlúcar
R.P. Bernardino de Málaga, Cabra
R.P. Juan Francisco de Antequera,
Cádiz
R.P. Salvador de Baza, Motril
R.P. Buenaventura de Ocaña,
Marchena
R.P. Bernardino de Granada,
Ubrique
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