Señó Sebastián. Cuento triste
con lágrimas alegres.
Procedía de humilde familia como
la mayoría de los niños andaluces. Desde muy pequeño hubo de trabajar. Sería
principios del siglo XX o postrimerías del XIX. Por aquel tiempo, más que en
cualquier otro, la vida decente requería realizar duros trabajos. Carente de
medios mecánicos de transporte, el de los animales se efectuaba a través de
cañadas, conducidos por ganaderos en caballerías que alternaban a pies. Un día
caluroso de primavera sedientos y hartos de naranjas para calmar la sed, se aproximaron
a una casuca, pequeña y mal conservada a pedir agua, donde una mujer,
desgreñada y no correctamente vestida se la negó. Al abrir la puerta
aparecieron unos chicuelos no mejor presentados. Para suplir el agua con que
calmar la sed los conductores del ganado pelaron unas naranjas de las pocas que
aún les quedaban. Cuando comenzaban a comerlas los niños arrebujados mirándolos con tal avidez y ansia de comer
aquella fruta que nunca habían probado,
que la idea de satisfacer su necesidad se impuso a su sed y les hizo regalarles
las pocas que le quedaban.-
Los niños se apresuraron a
mostrárselas a su madre que acongojada por su torpe negativa corría buscando a
aquellos hombres que ya habían iniciado su marcha; cuando los encontró, les pidió perdón y les ofreció agua
en un cántaro rebosante que llevaba. Le agradecieron su gesto con este consejo:
Mujer, ni el agua que se da sin voluntad calma la sed, ni obras que se
realizan sin ella benefician a nadie.
Corrido el tiempo y cuando la
vejez flaqueó sus fuerzas, con los pequeños ahorros que su trabajo le había
producido compró un huertecito que
producía las mejores frutas y hortalizas de su entorno. Porque nada fructifica
con más abundancia y calidad que las obras del amor.
Pero cuando disfrutaba de su
merecido descanso, la aberración monstruosa, de los que no habían cumplido su
destino, le llenó de dolor y humillación.-
Sus hijas contrajeron matrimonio
con hombres limitados que creían que la dureza de la vida se evitaba quitándosela
a otra parte de la sociedad, que era su
causante. Sus yernos murieron en la contienda.
¡Señó Sebastián! Si alguien
intentó privarte de tu hombría nosotros la reivindicaremos. Las sociedades sin
hombres emulables desaparecen.
Ubrique 17 de Diciembre de 2018
FIRMADO: Prudencio Cabezas Calvo
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