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lunes, 8 de abril de 2019

Don Manuel Herrero Arenas, médico de Ubrique

Imagen de don Manuel Herrero en el Boletín La Cultura


Por Esperanza Cabello

Muchos de nosotros pasamos a diario por la calle Doctor Herrero Arenas  (en este enlace) sin saber que este ubriqueño fue un médico muy apreciado en nuestro pueblo.
Nuestro amigo Luis Vilches nos ha proporcionado un ejemplar del Boletín "La Cultura", de 1922, en el que hemos encontrado una magnífica  biografía, redactada por ULISES, que transcribimos a continuación:





Los que laboran por el progreso

Exento de toda lisonja y solo por hacer honor a la justi­cia, no puede por menos este Boletín de las Sociedades Cul­turales de Ubrique y Prado del Rey, en su número extraordi­nario, que hacer un bosquejo biográfico de don Manuel Herrero Arenas, Médico titular de Ubrique y uno de los hombres más nombrados del mismo por sus elevadas dotes morales y tam­bién por sus extensos conocimientos en Medicina v Cirugía.
Solo con el fin de rendirle tributo a sus bellas cualidades y reconocidos méritos, le dedicaremos estas humildes pero sinceras líneas.
Nació el 22 de Agosto de 1880. Estudió el grado de Bachi­ller, cursando oficialmente en los Institutos de Cádiz y Jerez, donde obtuvo el título con la calificación de sobresaliente.
En la Facultad de Medicina de Cádiz, estudió la carrera y durante 3 años fue alumno interno del Hospital de San Juan de Dios, obteniendo en el mes de Junio de 1915 el título de Licenciado en Medicina y Cirugía, con calificación de sobresaliente. Terminada su carrera, le fue concedida por el Ayun­tamiento de Ubrique la plaza de Médico titular que viene des­empeñando sin interrupción hasta el día de la fecha en que por su antigüedad ejerce el cargo de Inspector local de Sanidad, justo premio a su laboriosidad y pericia.
En el tiempo que lleva de actuación en Ubrique ha pres­tado asistencia médica en las siguientes epidemias: Saram­pión, escarlatina, fiebres infecciosas, de neuralgia paralítica, y últimamente en la gran epidemia de gripe, durante la cual cayó enfermo poniendo su vida en peligro; desarrollando du­rante todo el transcurso de las mismas una actividad y al­truismo que lo realza ante su propia conciencia y la de todos los que le conocen.
Pero si importantes son sus cervinos prestados en ese ra­mo de la ciencia, aún lo son mayores, por ser su especialidad en ese aflictivo y peligroso trance de venir a la vida el nuevo ser, donde por las pésimas condiciones de higiene, de alimenta­ción y ejercicio en que se desenvuelve la madre, es frecuente que ponga ésta su vida en peligro al igual que el nuevo infan­te. Y reconociendo nuestro biografiado, además de sus condi­ciones especiales y vocación, que dedicar sus estudios a ese ramo no solo es útil sino humanitario, de ahí que haya llegado a ser un notable Tocólogo, siendo numerosísimas las aplicaciones de fórceps y de Versiones internas que con éxito ha realizado en su larga práctica. En corroboración de lo expuesto, se puede citar el raro caso de la asistencia a un parto de 3 niñas no viable, salvando a la madre de un abundante flujo que puso su vida en peligro, asistencia que rea­lizó teniendo que salir al campo en una noche intempestiva a 10 kilómetros de la población; digno rasgo de un enamo­rado de su profesión y que tiene en mucho el dolor de los pacientes.
Si en la parte profesional cumple su cometido con gran solicitud y acierto, por su constante estudio, no lo es menos en la parte moral, pues convencido de que además de los males físicos hay otros que causan más víctimas, en este orden social, como son: los vicios y la ignorancia, de ahí que patrocine un Centro Cultural, del cual es Presidente con el beneplácito del pueblo de Ubrique que ve en él a un digno discípulo de D. Francisco Fatou Lucas, y continuador de su humana obra.
No sin emoción recuerdo palabras dichas en una conferencia dada por don Manuel Herrero, al constituirse el Cen­tro Cultural Biblioteca de Ubrique, que con sentidas frases dijo: «La obra cultural que se inicia en ésta, me satisface y entusiasma, y voy a ella llena de amor y fe; pero si así no fuera, basta que mi querido Maestro don Francisco Fatou, me haya dicho: “a esta obra hay que ayudarla”, para que yo incondicionalmente preste mi concurso y la apoye con todas mis energías.
 Tales discípulos honran a sus maestros. Tales maestros honran a sus discípulos.
Está muy justificado que el médico por su humana profesión, que se puede llamar Sacerdocio, es el que está más en contacto con los males sociales y por ello el que más se duele de sus consecuencias; pues si bien al hacer la disección del cuerpo humano nota desarreglos orgánicos, también los aprecia al visitar el humilde tugurio del pobre, pues halla enfermedades que toda su ciencia es impotente para atajarlas, pues la receta apropiada es, alimento, higiene, descanso, instrucción, ausencia de vicios y alegría; cada uno de sus componentes y todos juntos no se venden en la Farmacia. Visita la opulenta mansión del rico, y se encuentra otras enfermedades distintas pero tan incurables como las anterio­res: melancolía, obesidad, nervios en tensión que vibran al contacto del pensamiento, falta de ejercicio muscular, atro­fia de algunos órganos por exceso de jugos nutritivos, empobrecimiento de glóbulos rojos en la sangre por varias causas, y también algunas de las del tugurio.
Por eso es lógico que los hombres que se dedican a tan loable misión, sean los más interesados en el mejoramiento e instrucción de los desgraciados. De ahí que el Sr. Herrero, cumpla con su deber y su conciencia que es la más alta recompensa a que se puede aspirar.
                                                                                                       ULISES.







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