La familia de Charles Chaplin en Suiza
Por Esperanza Cabello
Hace unas semanas tuvimos la ocasión de viajar a Vevey, en Suiza, y nuestro mejor destino iba a ser la casa-museo de Charles Chaplin en Corsier-sur-Vevey, donde el genio del cine vivió con su familia desde 1952 hasta su muerte.
Para nosotros Chaplin siempre ha sido un icono, cuando éramos pequeños sus películas eran las más divertidas, inocentes, tiernas y cercanas. Por eso, visitar su casa y conocer un poco más a Charlot como persona era una ilusión.
Todo llamaba nuestra atención, desde las pinceladas biográficas hasta su amistad con personas increíbles y su genialidad como Einstein. Pero comenzada la visita nos dimos cuenta de que, además de los libros, había un elemento que funcionaba un poco como hilo conductor: la música.
La primera estantería de la biblioteca de Charles Chaplin
Efectivamente, el cine mudo debía gran parte de su impacto a la música, y era muy importante. Poco a poco empezamos a ver instrumentos de música diseminados por toda la casa, entre ellos el primer violín de Chaplin y un buen número de pianos.
El primer violín, que el artista compró con 16 años y que llevaba siempre durante su juventud, está cuidadosamente guardado en una urna.
Y los pianos, al menos los que vimos, se han convertido en piezas de museo, sea cual fuere su estado y los hubiera utilizado una o mil veces. Hemos podido ver pianos despintados, con las cuerdas destrozadas, otros muy cuidados. Pianos de cola, pianos de pared...
Por muy destrozados que estuvieran, a nadie se le había ocurrido tirarlos, algunos ni siquiera los han reparado, porque estaban en muy mal estado, y actualmente forman parte de este entrañable museo.
Y nosotros, que aún estamos consternados porque han tirado el órgano de nuestro pueblo a la basura después de haberle quitado los metales y las piezas más valiosas para venderlas y de haberlo desmantelado de mala manera para bajarlo a la plaza y que lo recogieran en el camión de la basura, nos preguntamos porqué quienes tenían que proteger nuestro pequeño patrimonio no han pensado en la historia de nuestro pueblo, por muy reciente que sea, y no han contado con nadie, no se han puesto en contacto con ninguna institución, ni con la administración, ni con los centros de enseñanza ni con nadie para salvar lo que quedaba de este órgano de finales de los cincuenta.
Los suizos, a quienes nos gustaría a veces que nos pareciéramos, hacen los esfuerzos necesarios para conservar, aún a costa de que no sea lo más práctico, los elementos que han formado parte de su historia. Este es el caso del órgano de la catedral de Lausanne, actual, fabricado un poco en serie, y colocado en la nave central, a la derecha del altar, porque no hay espacio en el coro...
¡Menos mal que nadie se le ha ocurrido tirarlo a la basura!
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