La plaza de Ubrique en feria, años veinte
Fotografía original de Francisco García Parra
Por José María Cabello
El mundo onírico, que nos acompaña
toda la vida, está lleno de grandes momentos. En los relatos bíblicos, el sueño es elemento
base para adivinar el futuro o antecedente previo a una intervención divina.
Así, por ejemplo el Patriarca Jacob descubre en sueño una misteriosa escalera
que lleva al cielo, o el faraón de Egipto sueña en una inmensa cosecha de
cereales, que le obliga a nombrar Gobernador a un judío, a José uno de los
siete hijos de Jacob(Gen. 19, 10 y 41, 22).
En el inicio de la "Historia Salutis," José recibe en sueños
el anuncio del Ángel que no temiera tomar por esposa a María (Mat. 1,20). Y ya
nacido, que tomara a su esposa y su hijo para huir a Egipto de la ira de
Herodes (Mat. 2,10).Tenía, para los hebreos, el sueño un sentido religioso.
Hoy
sabemos que soñar es un fenómeno natural que se origina cuando, en descanso, la
conciencia emerge el subconsciente con toda su fuerza. Es como un gigante caleidoscopio
que distorsiona las figuras, pero nos hace presente el pasado, convierte vivas
personas o cosas que ya perecieron o descubre íntimas sensaciones a que
esperabas, sin conseguirlo.
Así, que en plena Novena he tenido un sueño que me ha hecho revivir
recuerdos del pasado. He vuelto a disfrutar de la Feria de Ubrique. Pero no de
la actual, que este año no ha llegado ni a iluminar los farolillos. Sino la que
viví de pequeño, escasa de luces y nada ruidosa. Y es natural. La Virgen de los
Remedios y la Feria se celebran en fechas distintas. Pero un hilo invisible las
une. Sobre todo, si se retrasa la Procesión del Voto. Y es que finalizada la
fiesta religiosa, se iniciaban los festejos.
Los escasos puestos buscaban su sitio en la calle San Sebastián. La Plaza
del Jardín se convertía en pista única de baile. Nos divertía a los niños ver
la instalación de los dos únicos "cacharritos" en el llano: las
barquillas y el voitoma. Eran los años duros del hambre y de la miseria. Los
protagonistas éramos los chavales de la generación de la posguerra. Y así y
todo, con las pobres circunstancias que suplían a los vistosos farolillos, nos
divertíamos a tope los días de la Feria. Nos sentíamos felices.
Ya os lo explicaré en próxima jornada. Ahora vuelvo a la realidad de
siempre. Hoy es día 5 de septiembre. Día séptimo de la Novena. Todavía, consagrados
a la oración. Me encanta oír al grupo musical infantil parroquial. Y mucho más,
cuando unen sus voces a los de Canticorum Júbilo. Nosotros, a los pies de la
Virgen. Estamos afligidos por el azote de la pandemia. Todos y todas unidos cantamos
"a capella" una canción que aprendí en mi niñez: “Madre mía que estás
en el Cielo, envía consuelo a mi corazón..."
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