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miércoles, 27 de enero de 2021

Doña Francisca Gutiérrez, maestra ubriqueña

 

Dos ubriqueñas con estrechos lazos de amistad

Doña Isabel Esquivel y doña Francisca Gutiérrez


Hace casi un año nuestro amigo Félix Mateos Guillén, nieto de doña Isabel Esquivel, nos envió esta fotografía en la que podemos ver a las dos conocidas maestras ubriqueñas. En aquella ocasión compartimos la fotografía en "Ubrique en el recuerdo", y varios miembros del grupo tuvieron palabras de agradecimiento para "Paquita Gutiérrez" como la conocíamos cariñosamente.

Pero hoy nuestro amigo Pedro Bohórquez Gutiérrez ha escrito en el grupo un texto magnífico que no podíamos dejar que se perdiera.


Por Pedro Bohórquez Gutiérrez


Francisca Gutiérrez García, hermana de mi abuelo materno Bartolomé Gutiérrez García, y por tanto mi tía abuela, es la tercera por la derecha. Fue maestra desde finales de años veinte, hasta principio de los setenta. Fue, por tanto, una de las primeras mujeres ubriqueñas que estudió Magisterio en Cádiz. Casi cincuenta años de servicio, más de media vida.

 Hoy no es muy recordada en su pueblo, donde no se le hizo en vida, que fue larga (falleció a comienzo de los noventa con más de noventa años) el reconocimiento que por su labor y su trabajo hubiera merecido como mujer ubriqueña pionera en su profesión. 

Como alguien ha comentado doña Francisca Gutiérrez fue esposa de Francisco Díaz Baena, en segundas nupcias. Pero me gustaría más que fuera recordada, y supongo que a ella también, más que como la mujer de... como una mujer luchadora y trabajadora, que accedió a los estudios universitarios gracias al sacrificio de su familia, de condición modesta, cuando no era frecuente que la mujer estudiara para tener independencia económica y pudiera así realizarse profesionalmente y seguir una vocación, más allá del papel, casi exclusivo, de ama de casa que la sociedad le reservaba entonces (hablo de los años veinte y hasta no hace tanto). Dedicó más de la mitad de su larga vida, repito, a la noble tarea de enseñar en distintos lugares de la geografía española a donde le llevaron los destinos de su primer marido, Antonio Benítez Cáceres, militar de profesión (Huesca, San Roque, Ceuta) e hijo de militar y de una maestra que estuvo destinada en Ubrique, Doña Ana, en tiempo de doña Ángeles Bohórquez. 

No tuvo una juventud fácil. Su marido militar se mantuvo fiel a la República tras el golpe de estado del año 36 y salió de las cárceles franquistas, ya enfermo, para morir a los pocos días, mediada la triste década de los cuarenta. No puedo ser más preciso porque hablo de memoria, de lo que supe de niño y de lo mi madre Remedios Gutiérrez González (cuya perdida reciente aún nos duele) nos contó de nuestra tía Francisca. 

Yo sé de su buen hacer y de su paciencia como maestra: ya jubilada, me dio clases particulares porque en la escuela de finales de los sesenta yo era un niño distraído que echaba a volar la imaginación durante las clases de matemáticas y me perdía en un marasmo de números con las divisiones con decimales y de varias cifras y no me arriesgaba a declarar mi ignorancia, lo que en aquella época podía tener unas consecuencias impredecibles y nada gratas para nuestros tiernos mofletes infantiles. 

Mi tía fue muy amiga de Isabel Esquivel, que si no me equivoco fue discípula suya, y como era una persona vitalista y que gozaba de buena salud creo que viajó con ella a Jerusalén, ya octogenaria avanzada. Tengo a mi tía Francisca por una buena persona, una luchadora en tiempos difíciles, muy educada y todo una señora, merecedora de mejor suerte. Y de un recordatorio que nunca se le ha dedicado. Ejerció en la posguerra en varias localidades de la provincia, en Chipiona, en Ubrique y en las escuelitas rurales de la Vega o El Palmarejo. 

Tenía carnet de conducir, algo infrecuente en una mujer de la posguerra, aunque formada en los tiempos más abiertos a la modernidad de la II República. A mí me regaló mi primer Quijote (una versión adaptada, abreviada e ilustrada con pastas verdes que aún conservo) que leí con diez años y sin el peso de la obligación, movido por la atracción de las ilustraciones y porque me lo regaló mi tía Francisca. Aunque solo fuese por ese detalle y por el de poner orden en mi cabecita infantil para que comprendiera lo que para mí era un baile de números, le estaré agrecido por siempre.

 

A estas palabras de Pedro se han unido varios ubriqueños, entre ellos nuestro tío José María Cabello, cuyas palabras también transcribimos como reconocimiento a doña Francisca.

 

Por José María Cabello Janeiro

Pedro, eres el epicentro -por tus apellidos- de montón de recuerdos de mi infancia y mi relación con las dos ramas de tu familia. Siento el fallecimiento reciente de Remedios, tu madre, la mejor amiga de mi hermana Julia.
Aunque, a longe, tuve siempre contacto con tu familia a través de tu tío Manolo, que con Manolo Janeiro y Manolo Ponce formaban un simpático trío que arrasaba en Ronda de los cincuenta. También recuerdo la casa familiar de la calle Real. Arriba, el trocito de sierra que conformaba el patio. Abajo la carpintería con el abuelo Bartolomé y su bigote blanco, con un permanente olor a madera y a virutas recién cortadas. 
Y de los Bohórquez..."numquam satis". Por mi edad mantuve siempre amistad con Pedro, ya que tu padre y Elisa me superaban en edad. Tu abuela Pepa, un ejemplo de bondad natural, sencillez y fortaleza...
También conocí a doña Francisca en su escuela contigua a la sacristía de la Parroquia, que frecuentaba desde mis tiernos años. Un local, que los años de la Civil sirvió de cárcel para los que perdieron su vida entre Ubrique, Benahocaz o El Bosque.
 Fue una maestra ejemplar, educadora de una generación difícil de la posguerra. Seguro que la profesión militar de su primer marido condicionó su vida profesional.
Fue una sufridora. Ni siquiera su segundo matrimonio con el popular dentista jerezano le hizo desaparecer aquel ictus triste que mantenía en su mirada. Me uno a este tardío homenaje merecido a doña Francisca, que con su amiga Rosario Martel han sido dos maestras ejemplares, orgullo de sus familiares e inicio de la saga de educadores a todo nivel, en paralelo al incremento cultural de nuestro pueblo Porque también echo de menos, Pedro, aquellas maravillosas crónicas que nos regalabas desde Galicia o los pequeños rincones y tesoros que nos guarda la Gran Sierra.
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