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miércoles, 30 de junio de 2021

Carta a mi madre

 


 

 Ubrique, 30 de junio de 2021


Querida mamá:

¡Hace tanto tiempo que no te escribo!

Parece mentira, pero cuando me disponía a escribirte me he dado cuenta de que hace mucho, muchísimo tiempo que no te escribo. Años, muchos años. Es una lástima, porque perdimos aquella costumbre tan preciosa de escribirnos frecuentemente. Al principio, las cartas eran casi diarias, las primeras en el 66, desde Málaga, recuerdo aquellas cuartillas tan difíciles de escribir para mí y tus cartas tan cariñosas, siempre con esa caligrafía impecable. Luego, allá por el 73, cuando nos fuimos a Ronda, la correspondencia era constante. Después un poco más espaciadas, cuando nos trasladamos a Cádiz. Más tarde era solo de vez en cuando, en aquella época de Sevilla, y, finalmente, solo nos escribíamos esporádicamente, porque estaban los teléfonos, después los móviles. En los últimos tiempos las cartas no eran necesarias, porque ya no me moví de Ubrique para poder estar cerquita de ti.

 


 

Pero llevo muchos días queriendo escribirte ¡Te echo tantísimo de menos! hace cinco años que nos dejaste tan solos, cinco años que están siendo los más tristes del mundo. Ninguna persona que no haya perdido a su madre puede saber el dolor tan intenso que esa muerte causa y lo difícil que es seguir adelante con la vida cotidiana, porque ahora mamá no está.

Por supuesto que ha habido muchas cosas buenas, y la vida ha seguido, imagino que para todos los demás como si no hubiera pasado nada, pero para mí se ha quedado truncada, el sentimiento de orfandad es muy profundo.

Y es que, como en esos escritos que circulan por las redes, de repente me he escuchado hablando como tú, cocinando como tú, pensando como tú, escribiendo como tú, llorando como tú. Y ha llegado el día en que mirándome en el espejo te he visto a ti, mamá.

Y con cada paso que he ido dando he ido comprendiendo lo que algún día no entendí, sintiendo lo que entonces no quería ver, preocupándome por todo el daño que pudimos hacerte sin querer, y te agradezco infinitamente tus desvelos, tus sacrificios, tu tiempo, tu comprensión, tu prudencia, tu humildad...

Y cada vez te echo más de menos, mamá.

 


 

Creo que no te gustaría vernos ahora por un agujerito, madre, estamos viviendo en un mundo loco, en el que una enfermedad incomprensible ha matado a cientos de miles de personas, y debemos estar muy pendientes, aunque por el momento nosotros estamos todos bien. Esa ha sido la única razón que me ha consolado de tu ausencia, afortunadamente no estabas y no has tenido que vivir esta pesadilla.

En estos años ha habido bodas, graduaciones, jubilaciones (ya solo falta la chica por jubilarse), ha habido enfermedades (de las que hemos ido saliendo), ha habido reuniones familiares, alegrías y también tristezas. 

 Pero eso sí, lo mejor es que has tenido dos bisnietas; la mayor, Victoria, ya tiene nueve meses, es una niña preciosa hija de Francisco José y Josefina, una linda argentinita que es la alegría de la familia, tenías que haberla visto, mamá, se parece muchísimo a tu hijo Francisco, hasta en los gestos.

Y la otra es mi nieta, mamá, ya soy abuela.  Serafín y Roxana han tenido una pequeña princesita inca llamada Luna. Se llama Luna, mamá, mira qué nombre tan precioso. Acaba de cumplir dos meses, mamá, nació el veintiocho de abril, como tú, y ya verás lo increíble de su parecido, es como papá de chico, hasta con su barbilla de Janeiro.

Ahora que soy abuela es cuando más me recuerdo a ti, mamá, y cuando más me acuerdo de aquel pequeño duende de ojos azules que siempre estaba pendiente de sus nietos, siempre atenta, con paciencia de ángel, con ternura infinita, con una felicidad constante cuando estabas rodeada de tus pequeños tesoros. A veces te pusimos las cosas difíciles, mamá, pero no nos dábamos cuenta, y tú jamás te quejaste, ni tuviste un mínimo mal gesto.

 


 

¿Sabes qué, mamá? Cuando nos vinimos de tu casa me traje tus duendes al patio de la casa verde, y, como en cada mes de junio desde entonces, ya han florecido. Esa planta es increíble, como tú. No destaca entre las plantas del patio, parecen unas simples cintas endeblillas hasta que sus duendes empiezan a florecer, y entonces se convierte en la planta más bonita del patio, la más necesaria, la que da luz y vida a todo. Me encantó cuando Inma me explicó que en Ubrique la llaman "duendes" porque de pronto aparecen casi de la nada y son preciosas. 

Yo pensaba muchas veces, de pequeña,  que eras un duende, porque siempre aparecías cuando más necesaria eras, y siempre haciendo cosas buenas por todos nosotros. No había noche que no vinieras a nuestros cuartos a arroparnos y a darnos un beso de buenas noches, no había día que no estuvieras pendiente de todo, no había momento en que no pudiéramos contar contigo...

Por eso hoy he querido escribirte, mamá, porque ya han florecido los duendes, hace cinco años que no estás con nosotros, quizás nunca te di las gracias lo suficiente por haber sido nuestro duende mágico toda la vida, y quería decirte que te echo tantísimo de menos.

 

Te quiere siempre,              

Tu hija Esperanza    

      




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