Miguel Cabello Orellana en la feria de Ubrique
Gentileza de Lupe Quirós
Por José María Cabello
También nosotros sufrimos la represión. Ahora que tenemos tan fresca la noche de San Juan de antaño, salta a mi memoria una inolvidable fiesta que, para nosotros, resultó amarga. La del año 1954.
Volvía yo por aquellas fechas a Ubrique desde Salamanca donde había recibido mi primer título universitario. Y en la tarde del 23 comenzó a circular una noticia, de por sí frecuente en aquél duro régimen, pero extraña en aquel caso por los posibles autores a quienes se atribuía el delito.
Pronto se concretó la noticia. En Ubrique se había descubierto una cédula comunista, que presidía Miguel Cabello Orellana, el hermano único de abuelo Paco. La cédula estaba integrada por los tres petaqueros que con él formaban un boliche, ubicado en su domicilio de la calle Botica, que compartía con su hermana Joaquina, una anciana enferma grave de corazón. En realidad, lo ocurrido fue que el tío Miguel recibió por anónimo un ejemplar de Mundo Obrero que leyeron también los tres componentes de la "cédula”.
Un "sagaz" escucha, antiguo guardia civil, formuló la denuncia. Y un ambicioso de ascensos y jefe de Puesto encontró su filón. Y se inicia el calvario. Al día siguiente los habituales usuarios de los Amarillos a Jerez observan sorprendidos que al fondo del bus y en la última butaca aparecen el tío Miguel y sus " camaradas" esposados y bien custodiados camino de prisión.
Y un absoluto silencio de tres meses respecto a los detenidos y sus posibles necesidades. Únicamente por los buenos oficios de un gran hombre, Cándido Corrales, farmacéutico militar, supimos que estaban "dejados a las manos de Dios”, sin atención especial, pendientes de la cita del TOP[1], apiñados hasta el punto de dormir al suelo raso, posible causa remota de su temprana muerte.
(Miguel disfrutó años más tarde, eso sí, de un merecido oasis gracias a su matrimonio en Grazalema con Rosario Navarro Moreno. Curiosamente, la madre de Rosario era la madrina de Isabel Salas Organvídez.)
Y no fue eso lo peor. Quedaba por localizar la emisora con la que el tío Miguel se codeaba con los maquis que todavía merodeaban por la sierra o la Célula Central o la emisora de la Pirenaica. Y llegó el registro a su casa.
¿Leyeron ustedes el registro el efectuado en casa de Viki de la novela Patria? Más o menos este fue así. Primera hora de la noche. Unica domiciliada, la tía Joaquina enferma grave que ya está acostada en su propia cama por lo intempestivo de la hora. Llegan los "sabuesos" investigadores. El ruido es ensordecedor y ella lo soporta desde el piso alto con paciencia franciscana. Luces encendidas, la minioficina con una plancha de piel en la rinconera perfectamente asaltada. Hasta que la tía Joaquina asustada suspende sus rezos observando que son dos números los que realizan el registro y le preguntan dónde está la emisora que utiliza Miguel. Ni siquiera puede comunicarse con su hermano Paco porque el teléfono está en planta baja y no le permitieron telefonear, y es la única petición que hizo la enferma. Un minucioso examen sin posible resultado. La sacan de su cama y la sientan en una silla.
Y la obligan a ser testigo presencial de lo más duro para ella. Ver los machetes de los dos guardias en todos y cada uno de los colchones que configuraban los dormitorios abriendo los en busca de la imposible emisora. Misión imposible por inexistente.
Eso sí. A cada golpe de machete salía a luz un brote de su interior. Y dolor, mucho dolor. Tres días después quiso Dios llevarse a la tía Joaquina, muerta de un infarto por el miedo que había pasado.
Y a los tres meses, la víspera de la Virgen aparecieron libres y en Ubrique los presuntos comunistas. La acusación era tan falsa y la forma de actuar tan burda que sin acusación formal alguna ni juicio de ninguna clase fueron todos puestos en libertad sin cargo alguno. Eran los días de la fiesta de la Virgen del mismo año 54. Seguían los años de la represión y de la opresión.
Dimos gracias a la Patrona.
Y nadie se disculpó de nada.
HAPPY END
[1] El Tribunal de Orden Público, también conocido como TOP, fue una instancia judicial especial existente en el segundo franquismo en España. Su misión fue la represión de las conductas que bajo ese régimen dictatorial eran consideradas delitos políticos, que hasta la creación del TOP habían sido competencia de la jurisdicción militar. Wikipedia.
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