Por Esperanza Cabello
En estos días de principios de verano en los que muy tempranito es todavía una alegría poder salir a pasear al campo hemos hecho un descubrimiento que nos ha llevado directamente a aquellos principios de verano en La Cerca, el campo familiar de nuestros abuelos Julia y Paco, al que íbamos a ver con ilusión y muy expectantes cómo aquella pequeña alberca se iba llenando poquito a poco de agua, después de haberla limpiado del verdín del invierno.
En aquel campo jugábamos, como es lógico, con los materiales que allí había, piedras, plantas, ramas y lo que fuera necesario. En invierno jugábamos con los candilitos, que crecían por doquier, y ya en verano jugábamos con esta pequeña planta cuyo nombre ignorábamos, por supuesto, pero que nosotros llamábamos lamparillas o farolitos.
Y es que al secarse, iban cayendo cada una de las partes como pequeñas cestitas, que nosotros colocábamos en un platillo de agua con aceite, como las mariposas de abuela Natalia, y la verdad es que prendían (por el aceite, seguro) y nosotros jugábamos a encenderlas y a mantenerlas todo el tiempo posible encendidas.
Ahora, y gracias a los conocimientos de Eduardo, hemos sabido que esta planta se llama scabiosa estellata, y que también se conoce popularmente como "farolillos" (en este enlace).
Y precisamente ahora que hemos sabido que en "La luna llena", en Ubrique, fabrican mariposas y lamparillas al estilo de las de Zepol, hemos encontrado, en uno de nuestros paseos matinales, estas lamparillas naturales que nos han abierto una ventanita al recuerdo de aquellos juegos infantiles de los sesenta, cuando el verano era fantástico y en aquellas horas eternas de la tan larguísima digestión teníamos que mantenernos alejados de la alberca, aunque cerca de aquel cañito, en el que había que tener mucho cuidado con las sanguijuelas, que nos refrescaba las tardes.
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