Los hermanos Cabello Izquierdo, en la entrada del columbario
Por Esperanza Cabello
En estos días veraniegos, cuando no hay demasiado interés por hacer grandes viajes, ni por pasar el tiempo en lugares de ocio masificados y cuando coincidimos los cinco hermanos en el pueblo todos de vacaciones, no hay nada mejor que inventar que recorrer nuestro entorno.
Y así, durante un paseíto por los alcornocales, visitando dólmenes y templos de lejanas épocas, Leandro tuvo una idea "¿Y si fuéramos los cinco al Salto de la Mora? Debe de hacer mil años que no vamos todos juntos."
Porque el yacimiento íbero-romano de Ocurris ha sido casi siempre uno más de la familia, y como tal lo hemos apreciado, lo hemos querido y lo hemos protegido, y ahora que todos los ubriqueños lo tenemos al alcance de nuestras manos, tan bien mantenido, tan bien organizado, tan bien defendido y tan bien gestionado que incluso luce un magnífico galardón de calidad turística (en este enlace), es cuando más tenemos que apoyarlo y ayudar en la difusión y en el refuerzo.
Volvemos a nuestro relato. Leandro propuso que fuéramos y todos convinimos que el martes era un buen día, y además teníamos la suerte de que tanto Isabel Pajuelo como María Campos, dos de las responsables del yacimiento, estaban ese día para las visitas, y además a primera hora había plaza para la reserva.
Como en realidad hemos heredado un poco del espíritu "inventor" de nuestros padres, se nos ocurrió que deberíamos hacerles un pequeño homenaje, y así sugió la idea de las camisetas.
Ya que íbamos a formar el "Cabello team" lo mejor era ir uniformados, y como afortunadamente tenemos ingenio, tesón y buen humor, fabricar, de la noche a al mañana, cinco camisetas con la imagen de nuestros padres impresa fue un juego de niños (menos mal que Leandro es un genio en esto de las camisetas y Manolo y Reme tienen todo lo necesario para estas manualidades!).
Así que con las cinco camisetas preparadas y una reserva para todos los miembros de la familia que no teníamos compromisos laborales, nos fuimos al Salto de la Mora.
En la entrada del yacimiento
Tuvimos suerte, Isabel y María ya nos estaban esperando y una vez hechas las primeras fotografías en el centro de recepción comenzaba la visita "nostálgica" al yacimiento.
Nos acompañaba María Campos, la arqueóloga municipal que se ocupa felizmente de nuestro patrimonio desde 2012. Gracias a ella y al gran equipo municipal que se encarga del yacimiento, Ocurris se ha convertido en la joya de nuestra oferta cultural y turística. La "pobre" no sabía bien la que le esperaba con tanto "Cabello" alrededor, todos con ganas de hablar, de recordar, de contar y de saber.
La primera sorpresa que tuvimos nos la dio Natalia, al comenzar el camino que sube al yacimiento nos estuvo explicando que fue precisamente ella misma quien, cuando se estuvo encargando del yacimiento en 1996, contratada por la Mancomunidad, trazó el camino de este sendero que intentaba hacer más accesible la entrada, alejándose además de la entrada por Santa Lucía, que era la entrada tradicional. Además, la entrada tradicional tenía un "regalito" para todos los excursionistas de antaño: poder refrescarse en el pozo de Santa Lucía, que estaba justo en el camino.
Por cierto, que si queremos saber cuáles han sido las actuaciones en el yacimiento o relacionadas con él hasta 2015, debemos consultar esta magnífica entrada de José María Gavira Vallejo :
"Ensayo de cronología del yacimiento turdetano, púnico y romano de Ocur (o guía para interpretarlo)"
Hay que tener en cuenta que el actual yacimiento es el resultado de los trabajos y desvelos de muchísimas personas, para nosotros es fundamental en primer lugar Vegazo, que fue la primera persona de la época moderna que se ocupó de él (en 1792) , y, por supuesto, nuestro padre, Manuel Cabello Janeiro, que en los sesenta se ocupó de llamar la atención del mundo de la cultura y de la arqueología sobre los monumentos que quedaban a la vista, que estaban sufriendo un deterioro muy grande.
A partir de 1968 han sido más de cincuenta años de trabajos y preocupación por parte de muchos arqueólogos, muchas personas del pueblo y también gobernantes municipales. Y desde hace diez años el yacimiento goza de una fantástica salud, cada vez con más visitantes, cada vez con más actividades, cada vez con más prestigio y con más cuidado.
María nos contaba que el trabajo y la colaboración del concejal de cultura, José Manuel Fernández Rivera, ha sido fundamental desde el principio.
Continuamos con nuestra visita, la primera parada, el columbario. Allí todos queríamos contar nuestras historias, contar cómo el columbario se usaba para guardar cerdos o cabras, y cuánto trabajó nuestro padre para convencer al dueño de los animales para que no lo utilizara más para ese fin, y cómo le ayudó, con algunos obreros, a construir cerca de la finca una cabreriza.
Entrada al columbario en 1963
Entrada al columbario en 2021
La primera fotografía familiar que tenemos es de 1951, la primera vez que nuestros padres participaron en una excursión de amigos y subieron juntos al yacimiento, a partir de ahí tenemos fotografías y películas de muchos años, y resulta divertido comparar algunos lugares con más de cincuenta años de diferencia.
Francisco y Manolo en el interior del columbario, 1967
Francisco y Manolo en el interior del columbario, 2021
Todo ha cambiado en el interior, recordamos aquellos primeros momentos limpiando y adecentando el interior, totalmente lleno de excrementos de animales, y después cuando los arqueólogos comenzaron a excavar, y aquella gran roca que apareció, una gran roca que quizás fuera un altar de tiempos pretéritos.
Ha sido muy curioso hacer la visita con dos arqueólogas juntas, dos arqueólogas que además se han encargado del yacimiento en épocas diferentes, y nos ha encantado oírlas tan profesionales, tan respetuosas, tan atentas la una con la otra.
Continúa la visita poquito a poco, pues unos y otros íbamos comentando montones de detalles, no solo históricos, sino también naturales... La importancia de la torbisca, la carcasa de las chicharras, cómo jugábamos con candilitos y otras plantas de la zona; hasta Francisco nos enseñó a hacer un pito con un sombrerito de bellotas.
La segunda parte del camino es más rocosa, recordábamos cómo saltábamos y corríamos cuando éramos chicos yendo hacia arriba.
Y claro, cada vez que llegábamos a un hito, hacíamos la foto de rigor, poniendo a prueba la paciencia de nuestra guía, que no podía ser más amable, y de nuestra familia 💜💜
Al llegar a la primera cisterna, recordamos una fotografía de nuestro padre, y también intentamos copiar el momento.
Por fin llegamos al foro, allí pudimos recordar mil y una ocasiones de juegos y de familia.
¿Te acuerdas cuando todos los primos subimos en un burro? ¿Recuerdas cuando encontramos la cueva de los Beatles? ¿Y cuando jugábamos al fútbol? ¿Alguien se acuerda del columpio que poníamos en ese acebuche? ¿Y de cuando subíamos a la piedra más alta?...
Toda nuestra infancia está jalonada por momentos en el Salto de la Mora, los domingos de paella, las subidas desde el Rano, la búsqueda de la cruz del Benalfí, la emoción del comienzo de las excavaciones, la importancia del respeto y el cuidado a todo lo que aquello significaba.
La visita en el foro fue de lo más animada, todos convencidos de que nos contemplaban miles de años diferentes de civilizaciones diferentes. Como decía María, lo conocemos como yacimiento romano, y efectivamente a simple vista puede verse el mundo romano, pero indudablemente hay una base histórica muy anterior, que saldrá quizás a la luz con las próximas actuaciones.
A la sombra del acebuche milenario
Con tanta charla y tanto detalle apenas nos dio tiempo de discutir sobre las termas y los majanos de Vegazo, seguro que vamos a tener que reservar otra visita próximamente, tendremos que aprovechar la oportunidad de las actividades programadas para agosto, porque se nos quedaron muchas cosas en el tintero.
Eso sí, al terminar la visita y el visionado de la película, y una vez compradas camisetas, gorras y mochilas, que hay que hacer patria y publicidad del yacimiento ubriqueño, tuvimos la oportunidad de descansar un ratito al fresco en la venta de Ocuri, todo un lujo en las alturas con unas vistas inmejorables.
De lo que no cabe duda es de que tanto nuestra guía como nuestros acompañantes se merecen todo nuestro agradecimiento por la paciencia y la disposición que mostraron con nosotros.
¡Hasta la próxima, Ocurris!
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