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viernes, 27 de mayo de 2022

José María Cabello: las hermanas Janeiro

 

Isabel, Ana y Julia Janeiro Rubiales

Fotografía de Isabelita Álvarez


Hoy es el cumpleaños de nuestro tío Pepe Cabello. En todos estos meses lo hemos echado muchísimo de menos, se había convertido en uno de los pilares de nuestra vida y en uno de los mayores alicientes de nuestro trabajo en el blog, porque era el que más festejaba, apoyaba, colaboraba y apreciaba cualquier pequeño esfuerzo que hiciéramos. 

Aún nos consideramos deudores de sus enseñanzas y sus recuerdos, que compartía tan generosamente con todos sus lectores, y nos encanta volver a leer sus escritos, siempre cariñosos, siempre elegantes y siempre distinguidos.

Esta semana ha muerto también nuestro tío Pepe Fernández, y en su despedida retomábamos sus palabras diciendo que había un nuevo ángel en el cielo y que ahora estará feliz con sus seres queridos.

Nuestro tío Pepe Cabello no perdía la ocasión de hablar de su madre, a la que tanto quería, y hoy, por su cumpleaños, hemos buscado un comentario que publicó en redes sociales a partir de la fotografía que encabeza este escrito: 



Por José María Cabello

 

 

Y al hilo de la linda foto de las tres hermanas Janeiro Rubiales que nos regaló ayer Esperanza, debo mencionarlas porque como mujeres deben ser felicitadas en su día, ya que siguen vivas en nuestro recuerdo.

Con ellas, todas las de nuestra familia y nuestras paisanas que conforman -mirando a las estrellas- una constelación en el firmamento, que relucen a cualquier hora en nuestra amplia memoria. Y nos ayudan, sin ser sentidas, en lo difícil. Largo trabajo les damos tan larga estirpe que formamos. Y ahora que nuestros paisanos buscan calles para ellas, justo es que en nuestro callejero interior reluzcan nuestras tres hermanas Janeiro.

 Curiosamente las tres hermanas eran hijas de un solo padre, Manuel Janeiro. Y Julia, la más pequeña, de la segunda esposa, que al quedar viudo se casó con la hermana de la anterior. Pero las tres eran una piña. Viuda, soltera y casada pero siempre juntas. Todavía siendo ya mayores, se reunían las tres por la tarde, a tomar el café -la tía Ana sin azúcar- recordando el Café Janeiro de su padre.

La tía Isabel, la mayor, era la más alegre e increíblemente buena por naturaleza. Una vida difícil de viuda joven con numerosa prole. Generosidad a tope. Si conocimos a Isabelita, conocimos a su madre. Por aquello que afirma nuestro refranero, en su filosofía popular "de tal palo, tal astilla" que nuestro Evangelio cristianiza con "por sus frutos, los conoceréis."

 La tía Ana, que convivió con nosotros y la llamábamos Madrina, era una santa de calendario. Sin descendencia, pero como madre de tantos sobrinos. Las tres personas que llegaban a la Iglesia al primer toque diario a misa, a las seis de la mañana eran la abuela de los Pino, la tía Pepa Parra y la madrina. Don Rafael Jiménez me afirmó en Málaga que un día de frío invierno vio a la tía Ana en éxtasis, como en volandas, rezando fervorosa ante el Sagrario.

 Y de mamá, la abuela Julia, se me nublan los ojos y puedo contar todo o nada. " Numquam satis". Bondad y generosidad enmarcan su figura. Y su extremada cultura y formación. Incansable lectora y con una perfecta dicción y grafía era admirable en sus magníficas intervenciones y expresiones artísticas. Soñó con ser Maestra. Y lo fue, realmente ejerciendo lo con sus cuatro hijas. Este trio, unido al competo número de madres artesanas, artistas, empresarias e innovadoras de nuestro pueblo sean el motivo real de nuestra felicitación colectiva.

Ellas son las verdaderas feministas. Para las que se fueron o cayeron en la pandemia, una oración piadosa. Y a las que sobreviven, un camino compartido directo, sin desviación política, ¡¡en busca de una sociedad mejor, más justa, más igualitaria y más unida para conseguir y robustecer el bien común!!

 

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