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miércoles, 15 de noviembre de 2023

Antigüedades de Ubrique descubiertas por el señor don Juan Vegazo. Texto completo

 

Archivo Histórico Provincial de Granada



Texto completo en español normalizado escrito por Esperanza Cabello

 

 


ANTIGÜEDADES DE UBRIQUE DESCUBIERTAS POR EL SEÑOR DON JUAN BEGASO EN EL AÑO DE 1792 Y SIGUIENTES.

 

Juan Marín Reyna

 

J.M.R. Ubrique octubre 17/1808

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Copia del manuscrito que me ha facilitado, sobre las antigüedades del Benafi Alto, a media legua de esta villa, el señor don Juan Begaso, dueño de aquella posesión.

 

Año de 1792, en 12 de noviembre, compré a Nicolás de Gálvez y a su hermano Ignacio de Gálvez y Calvo, en cantidad de 3221 reales, las tierras de Benafis el alto, que habían heredado de doña Isabel de Flores. La compra la hice movido de curiosidad, por verse allí algunos vestigios de obras antiguas que en parte se descubrían.

Observé que a la subida de la montaña estaba una casa pequeña bovedada: a la entrada se ven paredes, como de haber tenido pórtico, uniéndose estas paredes a la casa anterior: la puerta es arqueada; la altura total de esta bóveda es como de 7 varas, hecha de argamasa, y la fachada de cantería. Hay varios nichos pequeños de media vara de altura y centro, y una tercia de ancho; a la entrada uno a cada lado contra la puerta. Un poco más adentro hay dos a cada lado, de la misma figura y medidas que los anteriores, con la diferencia que estos nichos tienen una losa que los divide. En el comedio hay dos nichos grandes de dos varas y cuarta de alto, dos de largo y una y media de ancho. Un poco más adentro están otros dos nichos iguales, pequeños, con la separación de la losa, y al frente están otros dos, cada uno en su lado, como los primeros; y en medio está otro nicho grande, frente de la puerta y sin la altura, anchura ni fondo que los dos anteriores, solo demuestra como repisa en su altura. Circunda esta obra una moldura de piedra, labrada en su comedio, y desde cerca de esta moldura hasta el techo en el testero de enfrente se ven cuatro gradas como de vara de anchura: su techo es ovalado de argamasa. Esta casa es llamada por los naturales Mesquita. Yo la llamo Baño, porque habiéndola desocupado del destrozo que la gente y el tiempo han hecho vi en su centro cuatro gradas que descienden para abajo, cuadradas, ocupando la mayor parte del centro de esta casa, y rematando como estanque en forma de limón, con 1 ½ varas de hondo, circundando ese hoyo las anteriores gradas.

 

Subí la montaña y se descubre una fuerte muralla de cantos labrados, cortando todo el frente de la haza. Entré por ella y como a las 8 varas vi cuadros de casas, paredes, argamasas, pedazos de tejas romanas y en fin vestigios de población y fortaleza capaz, en ese sitio alto, alegre y vistoso por descubrirse multitud de tierras y montañas escarpadas, que hay en esas inmediaciones. Se ve el castillo de Cardela, el de Armara (sic), el peñón de San Cristóbal, villa de Benaocaz[1], peñón del Berrueco. También en ese peñón se descubren vestigios de romanos: tiene una mina en su centro y casi está hueco, por la puerta apenas puede entrar uno, se ven adentro como salas y varias cuevas.

En fin, se descubre de la eminencia del Benafis esta villa de Ubrique y el convento de Padres Capuchinos que está a su entrada y allí en lo más hondo de la sierra hay un nacimiento copiosísimo y de agua sumamente sabrosa y delicada. Se ven otros nacimientos, montes y prados donde la vista divertida descansa de la molestia de la subida.

En este año por san Andrés empecé a poner árboles frutales: en los hoyos se encontraban cantos, ladrillos, pedazos de platos, de cristales, huesos y demás que se encuentran en poblaciones destruidas.

 

[2]En el año de 1793 pensé poner viña para con los hoyos, cavas y labores correspondientes poder descubrir lo que debajo de tierra pudiera haber. En efecto próximo a la entrada descubrí cuadros de casas no muy grandes: un poco más arriba a la izquierda un cuadro de 2 varas y en cada esquina una columna de ladrillo y el centro lleno de argamasa fina. En ese sitio estaba una estatua con el casco de Proserpina de medio cuerpo y sin cabeza, con el ropaje airoso, de la cintura le salen dos áspides hasta el pecho, en él tiene un rostro que le rodean otros dos áspides, las orejas parecen dos alas de pájaro, y en la cabeza salen otros dos áspides rematando esta figura en el extremo del pecho: en donde correspondía tener la cabeza tiene un hoyo de cuatro dedos de hondo algo labrado, le falta algo de su hombro y donde demuestra el brazo izquierdo tiene un perno de hierro embutido donde quizás tendría alguna tarjeta, que no se ha encontrado.

Cerca de ese sitio, a las 8 varas está una pared de 8 varas de largo y dos de alto: procuré ver este cuadro y descubrí ser un aljibe y lo restante de la demás obra era una casa. Contra esta obra baja del cerro una escalera de cantería: como a las 8 varas baja otra escalera, formada en las mismas piedras del cerro. Toda esta parte de sierra estuvo poblada de casas por los cimientos y paredes que se manifiestan. En lo más alto descubrí un grande aljibe de hondo 6 varas, 4 de largo y una y media de ancho.

 

En el año de 1794 seguí mis tareas en un llano frente a la entrada, como de 100 varas, poniendo vides y encontré tejas romanas y demás fragmentos, un aljibe, un caño fortísimo cubierto de losas, tinajillas, porrones, pedazos de columnas, basas, capiteles de piedra basta bien labrados y algunas monedas: a corta distancia se descubre un horno hundido, por verse el principio abovedado, y los ladrillos quemados, y paredes próximas de cantería, y procurando desenvolver este terreno encuentro monedas, plomo, hierro y metales, todo de poco valor, hasta que cansado de tanto gasto, lo dejé, aunque mi deseo era excavar todo el terreno de esta tierra para dar alguna noticia a la nación.

Próximo a uno y otro lado del horno que figuro, hay dos grandes majanos de cantos y piedras y advirtiendo a la mano derecha entre las piedras verse la tierra negra quemada y en esta, mocos de herrero con abundancia, hierrecillos como si en otro tiempo hubiese habido fragua.

Vuelvo a porfiar con nuevos gastos y reparo que 11 hombres que trabajaban acudían con afán a recoger monedas, de que algunos llenaron las faltriqueras. Recogí algunas y me costó el gratificarles por conservar las bellas figuras que demostraban, y por su antigüedad. En ese sitio me persuado[3] había fundición, por encontrarse moneda por acuñar, pedazos de metal, cobre, plomo, hierro, acero, escorias condensadas del fuego, un garfio de metal, muchas pesas de hierro de a cuarta, pedazos de calderas, varios trozos de cuchillos u otros instrumentos cortantes: todo corroído del tiempo.

Hay cerca otro majano de mucha piedra y, aunque quité parte de ella, viendo tanto gasto seguí más al centro del llano y se encuentran cuadros de casas todo de cantería, que para cada hoyo de vid se necesitaban barras, escardillones y armaina[4], estando las casas tan unidas que todo este sitio era un escollo para los trabajadores y pérdida para mí. Sin embargo, deseoso de descubrir alguna cosa notable, continúo y doy en un recinto ovalado de piedras labradas: mandé traer espuertas y que se profundizara hasta dar en los cimientos. A las 2 varas se descubre un enlosado de piedras jabalunas[5] bruñidas, tan unidas que a fuerza de armainas y barras se quebrantó una, para poder ir moviendo las demás. Cuando a las 8 varas de tierra que se había meneado con espuertas en dicho llano se descubre una piedra por la espalda de 2 varas de largo y ¾ de ancho, labrada. Junté 14 hombres y con la mayor delicadeza se fue meneando con palancas, y con arte a fuerza de mucho trabajo se puso derecha descubriéndosele letreros. Este gran pedestal estaba sobre otra pieza muy labrada. El pedestal no es de piedra muy sólida. Algunas letras están corroídas. Al fin se copiará la inscripción.

Siguen sacando losas de ¼ de grueso y vara en cuadro, otras de uno y medio, otras de dos y otras de dos y medio, y en fin saqué lo suficiente para mi lagar y mantillo. Inmediata a la pieza anterior se descubre otro pedestal igual, aunque con letreros distintos. Procuré conducirlos ambos con bastante trabajo junto al camino, para mayor vista. Después observé en un hoyo una pieza labrada, que se halló ser un hombre, tronco sin cabeza, manos ni pies, de alabastro blanco como la leche, con ropaje en la espalda de piel de león y el pecho labrado. Tuvo la desgracia que al sacarlo le rompieron parte del hombro y pecho. Demuestra como si hubiese tenido alguna tarjeta a los pies. Hallé una mano sin dedos.

Los trabajadores conceptuaron que debajo de esta figura habría algún tesoro o cosa de valor, y así profundizaron hasta ser preciso hacer escaleras en el hoyo para vaciar con espuertas la tierra. Solo se encontraron cantos y columnas, unas de a 2 varas y otras en pedazos, medio capitel de alabastro, un pedazo de moldura de jaspe, pedazos redondos de alabastro, como de columna, del grueso de un brazo, muchas losas partidas delgadas de alabastro y de jaspe, y lo principal, un canto de piedra flexible que apenas se sacó cuando se deshizo. Tenía letras y se percibió decía liviae[6]. Lo demás se obscureció. Debajo de este se encontró otro canto lleno de molduras, infiriéndose estaba el busto sobre estas dos piezas señoreando el sitio, por lo que consentí sería esto algún templo.

No satisfechos los trabajadores con lo ya sacado se empeñan en ahondar más, y como a las 3 varas y media, después de sacar los escombros de esta población encuentran tierra limpia y sin fragmentos de obra, ni cantos, y como a la vara de más profundidad se vuelven a encontrar otros nuevos fragmentos de mezclas, cantos, ladrillos, platos quebrados, cristales y en fin ruinas cuasi evidentes de otra población más antigua que la descubierta primero.

Como en partes el terreno forma declive, y en parte llano, no es extraño que con los dilatados siglos que han pasado haya corrido la tierra, y se haya ocultado esta primitiva población, bien de cartagineses, fenicios u otros, y así como se ha perdido la memoria de la población romana, pues parece que ningún autor habla de ella, así y con más razón se ignorará la primera.

Si se ahondase este terreno, así como más inmediato a la superficie se han encontrado medallas e inscripciones que hablan de los emperadores romanos Comodo, Antonino, Adriano, Trajano, Teodosio y otros, no sería mucho que más profundo se hallasen algunas lápidas o monedas que diesen alguna luz sobre los primeros habitantes, pero yo he hecho más gastos de los que podía.

 

El año de 1795 continué completando el plantío de viña en todo este llano, y se encontraron distintas paredes de cimientos de cantería muy sólida, un aljibe o baño en una casa casi redondo, sus esquinas eran redondas y poco hondo en su medio. Esta casa estaba enladrillada con ladrillos como de 4 dedos, todos de puntas. Se halló un pedazo de letrero en piedra jabaluna que parece dice Caesari Adriano dedicatione; media pilita de mármol, como una taza, más lositas de mármol, medio capitel de alabastro y un pedazo de moldura de jaspe y de columnas, varios enladrillados chicos unos de llano y otros de punta: otra casa con figura de flor, por tener un ladrillo pequeño en medio y cuatro a los lados de forma de diamante.

En fin, donde pensé hacer la casa para mi habitación costó trabajo limpiar el terreno, descubriéndose una casa superior por el terreno que ocupa. En una parte formé sobre los muros que descubrí, y deseoso de ver el plano, admiro la tapicería de piedras que, formando tableros de damas de diversos colores causaba admiración y recreo a quien lo miraba: en seguida estaba formada una maceta saliendo de su centro un tronco con ramos, flores y lirios de varios colores tan delicados, que al tacto y vista casi no se encontraban cuando los quité, por tener que rebajar el terreno.

Este cerro en su mayor altura está lleno de cantos y demás fragmentos, y en una casa de estas encontré vestigios de otra fragua. Al fin de esta tierra estaba un almacén de cantos y piedras, y una era redonda de mampuesto. Como me dijeron que sonaba hueco cuando trillaban, la hice romper por tres sitios y encontré un caño que la atravesaba y estaba lleno de una masa como de cenizas condensadas: en esas roturas hallé como si hubiesen vaciado algunos crisoles, y un zarcillo o arete de oro con una como lágrima de pendiente su peso 26 reales.

En el almacén de piedras arriba dicho descubrí un gran estanque y junto a este más bajo otro pequeño, que infiero comunicaría el agua por un agujero que tiene en el fondo al extremo de la era, para alguna fragua por los escombros que se demuestran. Este estanque grande sigue por un lado; y contra la era una como mina bovedada, hasta al parecer salir de la era. Está caída y llena de piedras y picaduras, salen de ella varias paredes por los dos extremos unas rectas y otras de varias figuras.

Por el otro extremo descubrí un aljibe con el techo en su centro, con grandes y vistosas molduras con distintos charolados de colores.

Esta montaña estuvo murallada desde la fábrica por los baños que están a la subida, por ir por aquel cerro pedazos de paredones que se ven en varios sitios, pareciéndome con evidencia que en esta altura estaba la fortaleza y los que gobernaban, y al pie de ella el centro de la ciudad llamada Ocuritano, descubriéndose en el día a distancia de un cuarto de legua las obras de cantería y fragmentos que no dejan duda de la extensión y que sería población grande y magnífica[7].

 

Más no olvidándome de la Mesquita o Baño que está a la subida y discurriendo de dónde o cómo podría venir el agua para purificarse y subir al templo a ver a sus dioses, descendí a la tierra de labor llamada puerto de Pedro Rodríguez y encuentro toda la falda de esta sierra llena de fragmentos, mucha cantería desconcertada, y en lo más llano varios pedestales de piedra. A distancia corta, atravesando estas tierras, y siguiendo con rectitud a otra vecina, a distancia de tiro de bala, escarpada y tan áspera que perdí la esperanza de averiguar el rumbo de los arcos de acueducto y su principio. Me retiré con bastante disgusto y reiteré nueva subida al Baño y tendiendo la vista a la sierra del frente, cotejé su igualdad y me encaminé a ella hasta dar con el punto que me propuse, llevando un conocido del terreno que me condujese. Ya cansado, conseguí por fin ver obras de romanos, frente a frente del Baño. Parece increíble y de todos ignorado cómo condujeron el agua por aquellas montañas cortando las sierras y bajando, según me he informado, de un nacimiento o manantial llamado El Castril, cerca de la villa de Benaocas.

Volví tercera vez y llegando al primer descubrimiento de la cañería seguí su giro según podía conservar; ya se pierde, ya la descubro; y en fin cansado y fatigado entre estos riscos logré hallar salida, llevando el giro cierto, hasta dar en un sitio llamado los Paredones, junto a una cabreriza que dicen de los Pérez, pasando y girando nuevamente a otra sierra más encumbrada, junto al camino de Benaocas.

Aquí ya casi llegué a perder las esperanzas; pero preguntando a varios sobre la cañería que buscaba, me informaron, según la tradición de sus mayores, que bajaba del nacimiento o manantial del Castril una cañería de Gentiles a la sierra del Benafis alto. Otros me dijeron iba a dar al edificio que ellos llaman Mesquita, y es Baño Romano. En fin, para informarme mejor, habiendo pasado a Benaocas pregunté a los ancianos y convinieron en lo dicho, y hallándose predicando allí la cuaresma el reverendo padre Guardián de Capuchinos de Málaga, don Diego José de (Málaga)[8] Ubrique[9], me dijo que había visto un atanor[10]de plomo que habían sacado unos cabreros de entre un tallisco[11], de la cañería de los romanos.

Aunque en las excavaciones que llevo referidas se han encontrado bastantes monedas, las he ido repartiendo entre varios sujetos curiosos, y aún conservo algunas pocas, pero todavía se hallan en las labores que se dan a la viña. No hago más descubrimientos formales cansado de tanto gasto.

En el fondo de la haza es probable se encontrarían muchas cosas, pues sin mayor diligencia al cavar las cepas se han hallado pedazos de tazas con algunas letras y flores y una tenía gravado de relieve una figura vestida a la romana.

En el terreno contiguo a la sierra del Benafis se descubren ruinas, cuadros de casas y muchos fragmentos, cantos y hasta el cerro llamado de la Llave, donde entre los olivos se ven restos de la población que sería populosa. Las piedras que se han encontrado en las excavaciones unas parecen de las canteras de Morón, distante 9 leguas, otras de Marchena, distante 13 leguas. El busto o trozo de estatua parece de Carrara, en el Genovesado.



[1] Encontramos Benaocaz y Benaocas indistintamente en el texto.

[2] Aquí comienza Fray Sebastián

[3] Aquí se afirma que había una ceca: “me persuado”. En la versión de Fray Sebastián dice “me parece”.

[4] Martillo de grandes proporciones para partir piedras.

[5] Piedra caliza de color oscuro, como el del jabalí, cuando está mojada. RAE

[6] De la luz.

[7] Hasta aquí en el libro de Fray Sebastián

[8] Tachado en el texto.

[9] Fray Diego José de Ubrique, muerto en 1823, fue guardián de Málaga, Granada y Ubrique

[10] Cañería para conducir el agua

[11] Una pequeña zanja entre cortados de piedra.

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