Un duende surgiendo casi de la nada
Por Esperanza Cabello
Algunas veces hemos contado que, cuando murió nuestra madre, algunas de sus macetas vinieron a vivir a nuestro patio, sobre todo las que ella más apreciaba y las que habían formado parte de nuestra vida.
Entre ellas, una maceta muy curiosa, solo tenía unas tiritas verdes durante todo el año, pero en junio comenzaba a echar flores, una tras otra, y se convertía en la alegría de la calle Matadero, y ahora en la nuestra.
Ignorábamos el nombre de esta flor, pero un día nuestra amiga Inma, experta en plantas, nos explicó que en Ubrique se las conocía como "duendes", porque aparecían de la nada para alegrar nuestras vidas.
Este año, fieles a su cita, nuestros duendes comenzaron a brotar en junio, precisamente en el mes que nuestra madre nos dejó, hace ahora ocho años.
Y, normalmente, eso habría sido todo, pero por una curiosidad del destino, o de la naturaleza, precisamente hoy, primer día de un agosto muy caluroso, el último duende ha salido a saludarnos, pizpireto y feliz, ignorando que ya no es época de duendes, tan delicados que se achicharran con el calor.
Así que, al salir al patio a respirar una bocanada del aire fresco de esta mañana, nos hemos encontrado con este regalo de nuestra madre, y no hemos podido menos que sentirnos agradecidos por todo lo que nos dio, lo que no se ve y lo que se ve. ¡Gracias, mamá! 💜💜
¡Feliz mes de agosto a todos!
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