Cuando la abuela Joaquina Orellana se vino desde Argentina con sus diez hijos, no podía imaginar las vueltas que daría la vida y cómo la más pequeña de sus nietas, María Remedios, a la que apenas conoció, encontraría al que habría de ser compañero de su vida, Antonio, gracias a una jugada del destino y a Miguel.
Miguel Cabello Orellana era uno de los hijos menores de Joaquina y Francisco. Era un muchacho muy trabajador y cariñoso, pero tímido y reservado, así que no tuvo novia de jovencito. Trabajó casi desde su llegada a Ubrique en varias petaquerías, y más tarde empezó a trabajar en la de su hermano Francisco, nuestro abuelo.
Había una señorita en Grazalema, Rosario, que regentaba una confitería muy famosa, "Las Morenas", en la que ella misma hacía los dulces. Rosario y Francisco concertaron su boda ya un poco mayores, y se casaron a finales de los cincuenta.
Recién casados vivían en Grazalema, y decidieron invitar a su sobrina María Remedios durante la feria. Estaba ella con otras amigas en una caseta cuando vio entrar a un muchacho que le encantó: "Este para mí" pensó para sus adentros. El muchacho era Antonio Sanz, un maestro jovencito de Jerez al que habían destinado en Grazalema. Y charlaron y se conocieron un poco durante aquella feria.
Al regreso en los Amarillos hubo un accidente y el autobús volcó en la curva de Agua Nueva, antes de Benaocaz. María Remedios quedó atrapada y Antonio ayudó a liberarla. Al llegar a Ubrique lo acogieron casi como a un héroe en la casa familiar de la calle del Perdón, y poco a poco se fue consolidando la relación entre los dos jóvenes. A nuestra abuela Julia también le encantó el muchachito de Jerez.
Miguel Cabello Orellana era uno de los hijos menores de Joaquina y Francisco. Era un muchacho muy trabajador y cariñoso, pero tímido y reservado, así que no tuvo novia de jovencito. Trabajó casi desde su llegada a Ubrique en varias petaquerías, y más tarde empezó a trabajar en la de su hermano Francisco, nuestro abuelo.
Había una señorita en Grazalema, Rosario, que regentaba una confitería muy famosa, "Las Morenas", en la que ella misma hacía los dulces. Rosario y Francisco concertaron su boda ya un poco mayores, y se casaron a finales de los cincuenta.
Recién casados vivían en Grazalema, y decidieron invitar a su sobrina María Remedios durante la feria. Estaba ella con otras amigas en una caseta cuando vio entrar a un muchacho que le encantó: "Este para mí" pensó para sus adentros. El muchacho era Antonio Sanz, un maestro jovencito de Jerez al que habían destinado en Grazalema. Y charlaron y se conocieron un poco durante aquella feria.
Al regreso en los Amarillos hubo un accidente y el autobús volcó en la curva de Agua Nueva, antes de Benaocaz. María Remedios quedó atrapada y Antonio ayudó a liberarla. Al llegar a Ubrique lo acogieron casi como a un héroe en la casa familiar de la calle del Perdón, y poco a poco se fue consolidando la relación entre los dos jóvenes. A nuestra abuela Julia también le encantó el muchachito de Jerez.
Se casaron en 1964 y, a pesar de mudarse a Jerez porque Antonio estaba allí destinado, los lazos con Ubrique y con la familia se han mantenido fuertes y duraderos.
Tienen tres hijos fantásticos, que han sido la alegría y la ilusión de la pareja, que les han dado siete maravillosos nietos, su orgullo y su felicidad. Actualmente se reparten entre cada uno de los hijos y se dedican a lo que mejor saben hacer: la familia.
Nota del 22 de enero de 2015: Nuestro tío Pepe nos ha recordado que esa curva está en el kilómetro trece, y que era un día trece a las trece horas ¡Qué coincidencia!
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Tienen tres hijos fantásticos, que han sido la alegría y la ilusión de la pareja, que les han dado siete maravillosos nietos, su orgullo y su felicidad. Actualmente se reparten entre cada uno de los hijos y se dedican a lo que mejor saben hacer: la familia.
Nota del 22 de enero de 2015: Nuestro tío Pepe nos ha recordado que esa curva está en el kilómetro trece, y que era un día trece a las trece horas ¡Qué coincidencia!
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