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viernes, 1 de mayo de 2009

Unas bodas de rumbo en Ubrique. Diez de septiembre de 1956

Boda de Manuel Cabello Y Esperanza Izquierdo. 1956


Manuel Cabello y Esperanza Izquierdo se casaron el diez de septiembre de 1956 en Ubrique, en una ceremónia única con una celebración espectacular en su momento. Fue una boda doble, porque al mismo tiempo se casaron nuestros tíos Francisco Izquierdo y Carmen Sánchez.
Era la primera boda de la familia en muchos años. Leandro tenía muchos compromisos por su trabajo y las tres familias eran muy conocidas y queridas en Ubrique. Creemos que esta boda merece una mención especial, pero, mejor que nosotros, que no pudimos estar allí, dejaremos a un amigo de la familia que lo haga.

Transcribimos a continuación el escrito de Don Francisco García Parra, amigo de nuestro abuelo Leandro, a propósito de esta boda:


"Bodas de rumbo en Ubrique"
10 de septiembre de 1956

Hoy se han celebrado en esta villa, con inusitada esplendidez, los enlaces matrimoniales de la señorita Esperanza Izquierdo Fernández con Don Manuel Cabello Janeiro y la señorita María del Carmen Sánchez Rubio con Don Francisco Izquierdo Fernández, hijos de los acreditados industriales de esta plaza Don leandro Izquierdo Rivera, Don Francisco Cabello Orellana y Don Juan Sánchez Gago.
Nuestra modesta pluma, de suyo poco diestra, se resiste doblemente por la dificultad de encontrar adecuadas frases que expresen un fiel reflejo de los interesantes actos que hemos presenciado esta tarde.
En lujosos tarjetones previamente repartidos con profusión entre sus numerosas amistades de dentro y fuera de la localidad, acompañados de invitaciones personales para la merienda, fueron anunciadas ambas bodas para las dieciocho horas de hoy en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la O.
Antes de la citada hora, numerosísimo público esperaba ya impaciente en los alrededores del templo a las dos felices parejas, que llegaron con rigurosa puntualida seguidas de una brillante comitiva en lujosos autos particulares.
La extraordinaria expectación subió de punto en aquel momento entre la muchedumbre que ya ocupaba por completo la Plaza de la Iglesia (hoy de Francisco Fatou y Lucas), que después llenó plenamente las naves del templo ofreciendo éste un sorprendente aspecto.
A los acordes de una marcha nupcial entró la comitiva en la Iglesia, todos de etiqueta o de uniforme y luciendo las novias preciosos modelos de seda blanca, celebrándose la solemne ceremonia en el presbiterio, frente al altar mayor, simbólicamente adornado con profusión de blancas flores.
Actuaron de padrinos Don Leandro Izquierdo Rivera y su señora, Doña Natalia Fernández Piñero, que quisieron apadrinar los matrimonios de sus dos hijos, y Doña Julia Janeiro de Cabello, que fue madrina en el de su hijo.
Bendijo las sagradas uniones el culto Sacerdote Reverendo Don José María Cabello Janeiro, Doctor en Derecho Canónico y Licenciado en Sagrada Teología, hermano de uno de los contrayentes.- Después de las bendiciones nupciales, dirigió a los esposos una elocuente plática sobre la nueva vida matrimonial que empezaban hoy, exhortándoles a formar hogares cristianos que Dios santificará otorgándoles especiales bendiciones a sus familiares.
En las actas matrimoniales firmaron como testigos, entre otros familiares y amigos, el Gobernador Civil de Sevilla, Don Alfonso Ortí; el Coronel del Ejérciito del Aire Señor Navarro; el alcalde de Ubrique, Señor Gago; el cura Párroco de Ubrique y el Juez Comarcal Señor Sigler.
Al finalizar la ceremonia, fue entonada una salve solemne y los himnos de las Juventudes masculinas y femeninas de Acción Católica, a las cuales pertenecían los contrayentes.
Los nuevos esposos emprenderán su viaje de nupcias a Sevilla, Córdoba y Madrid, París y Roma.





París, Torre Eiffel, septiembre de 1956
Recuerdo del viaje de bodas

Los numerosos invitados, entre los que se encontraban distinguidas personalidades de Madrid, Sevilla y Córdoba, se trasladaron seguidamente desde la Parroquia al lugar elegido con indudable acierto para obsequiarles, que fue el amplio "Campo de Deportes San Sebastián", situado a la entrada principal de la población, entre el hermoso parque natural de las frondosas huertas que la rodean.
En el centro del campo, acotado con hileras de macetas que enlazaban entre sí originales adornos de ramaje, se hallaban colocadas cerca de un ciento de mesas aisladas unas de otras, dispuestas con servicio compelto para unas quinientas personas y divididas en dos sectores a los lados de amplia calle, dando paso a la mesa presidencial que cerraba el frente.
La entrada de los nuevos esposos fue recibida con un clamoroso aplauso de la numerosa concurrencia, ocupando la presidencia acompañados de los padrinos, familiares y autoridades.
Mientras fue servida la merienda, todos contemplaban entusiasmados el magnífico cuadro que se ofrecía a nuestra vista.
Frondosos frutales asomaban sus ramas por encima de las tapias que cercan el recinto, como queriendo admirar también aquel hermoso espectáculo.
Rodeando nuestro frente, la inmensa mole de la abrupta Sierra de Ubrique servía de fondo a aquella magnífica decoración y a sus pies, extendido en forma de anfiteatro, el casco de población de nuestra pintoresca villa con su alegre caserío de inmaculada blancura y sus típicas torres de la Parroquia y de San Antonio, empinadas sobre sus firmes pedestales de rocas para observar atentamente lo que pasaba a su alrededor.
Los balcones y azoteas del pueblo aparecieron abarrotados de curiosos, que desde allí presenciaban el extraordinario suceso, prestándole a la vez su animado concurso.
Entre la selecta concurrencia se hallaban también los productores de las fábricas de artículos de piel, donde son empresarios los padres de los contrayentes.
Este armonioso conjunto, animado con la viva policromía de preciosos vestidos, últimos modelos de la moda femenina y la graciosa elegancia de las jóvenes que tan airosamente los lucían, semejaba una alfombra de bello y caprichoso dibujo, decorando aquella extraña y suntuosa mansión al aire libre.
El suculento "lunch" o merienda que anunciaba la minuta y que fue servida a los invitados, tuvo categoría de magnífica comida, compuesta de jamón del país y de York, medias noches, ensaladilla rusa, pavo trufado y ternera en su jugo. Todo esto acompañado de un riquísimo cap, abundante cerveza, una botella de vino por persona, en cuya etiqueta se leía "Embotellado especial para los enlaces Izquierdo-Cabello y Sánchez Rubio-Izquierdo", también champaña, licores y coñacs de las mejores marcas.
Al final se sirvió la tarta nupcial y se repartieron entre las señoritas unas elegantes cajitas de dulces con atenta dedicatoria, ofreciéndose a los caballeros sendos cigarros puros de selecta calidad, con los apellidos de los contrayentes impresos en el anillo.
El esmerado servicio estuvo a cargo del acreditado barman sevillano Paco Rodríguez. Un numeroso grupo de camareros uniformados esperaba la señal de su jefe para salir a servir en todas las mesas a la vez cada uno de los platos, con cierta desenvoltura y corrección dignas de elogio.
Finalizada la comida, se retiraron del local los novios y su acompañamiento presidencial, terminando entonces la parte más seria del acto y empezando otra ya más alegre entre el elemento joven de uno y otro sexo, acompañados de muchas otras personas que también se sentían jóvenes de espíritu.
Todos fundidos en una misma alegría, amenizaron la fiesta cantando y bailando de lo lindo, divididos en grupos que se rehacían entre sí para animarse mutuamente.
Las montañas cercanas sumándose también a esta jubilosa algazara, repetían sin cesar el clamoroso eco de la misma.
Poco después, una brillante iluminación eléctrica anunció la llegada de la noche, que majestuosa y serena quiso asímismo contribuir al esplendor de la fiesta, ricamente ataviada con su magnífico manto de luceros...
Este agradable ambiente, de gran animación, duró hasta las primeras horas de la noche, terminando sin que hubiera que lamentar la más pequeña nota discordante.
En resumen: que este solemne acto no ha sido uno más en su clase, sino una hermosa fiesta peculiar y característica de Ubrique, digna de haber sido impresionada en película. Pero esta falta fue oportunamente suplida por el joven fotógrafo Gustavo Herrera, que con su magnífico arte supo captar todos los momentos interesantes, y también por la numerosa concurrencia que siempre conservará impreso el vivo recuerdo de todo cuanto presenció en este bello espectáculo, que será memorable en los anales de nuestra historia local.


Ubrique, 10 de septiembre de 1956
Un ubriquense


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