Nuestra tía Julia Janeiro Pérez nos ha contado una interesantísima historia a propósito del Rancho Janeiro. La historia la contaba su padre, Ángel Janeiro, y a ella siempre le llamó la atención. Cuando años más tarde iba a la finca, que había pasado a manos de sus tíos, siempre recordaba la historia de los extranjeros en el rancho.
Por lo visto, nuestro bisabuelo Manuel adquirió la finca y puso a uno de sus hijos mayores, Pedro, a su cuidado. Pedro tenía allí a un encargado, un hombre de campo que se ocupaba del ganado y vivía allí todo el año.
Un día de primavera, no sabemos el año (entre 1915 y 1925, que fue el tiempo que la finca estuvo al cargo de Pedro), estaba el encargado con sus cosas, cerca de la casa, cuando vió venir desde la parte de la carretera de Benaocaz a tres hombres montados a caballo que llevaban tres mulas.
Eran extranjeros, dos no hablaban casi y al tercero apenas se le entendía, venían con mapas y planos y preguntaron al encargado si les podía decir en qué dirección estaba "el Esparragar", más tarde conocido como "la Bovedilla". El buen hombre les indicó la dirección y se quedó preocupado.
A la mañana siguiente, cuando Pedro Janeiro llegó a la finca, el encargado le dijo: "Señor Pedro, ayer estuvieron aquí tres extranjeros que buscaban "el Esparragar".
Pedro no sabía qué podrían querer los hombres, y decidió echar un vistazo: cuando llegaron a la zona encontraron todo revuelto, había varios agujeros en el suelo y uno de ellos dejaba a la vista un enterramiento (que ellos creían cosa de moros), con sus ladrillos, sus piedras y sus trozos de cerámica.
En el exterior había restos de vasijas y tinajas, objetos de cristal rotos y mucho desorden.
Los tres individuos eran, con toda seguridad, expoliadores de tesoros, y habían sabido dónde se encontraba la zona arqueológica hoy conocida como "la Bovedilla de José Pérez", que fue objeto de rescate años más tarde (en 1971)por el Grupo de Misión Rescate 208 (se trataba de un monumento funerario romano) y de excavaciones ante la imminencia de la construcción del nuevo trazado de la carretera Ubrique-El Bosque hace unos años.
Pedro Janeiro siempre estuvo seguro de que los expoliadores se habían llevado algún tesoro, las monedas que hubiera en las vasijas y el oro que seguramente habría en la tumba. El caso es que, por mucho que buscaron, no encontraron nada más.
No obstante, cuando preparaban el trabajo de Misión Rescate, nuestra madre recuerda que fueron un día de otoño a la zona, para visitarla después de un gran aguacero, y en uno de los montones, justo encima, habían aparecido en la superficie dos monedas romanas, quizás parte de las que se llevaron.
Muchos años más tarde, cuando nuestro padre visitaba la zona, con nuestra hermana ésta le dijo que se notaba que había sido expoliada, pero muy antiguamente. Seguro que eran los restos de aquellos extranjeros que nunca conoceremos.
Por lo visto, nuestro bisabuelo Manuel adquirió la finca y puso a uno de sus hijos mayores, Pedro, a su cuidado. Pedro tenía allí a un encargado, un hombre de campo que se ocupaba del ganado y vivía allí todo el año.
Un día de primavera, no sabemos el año (entre 1915 y 1925, que fue el tiempo que la finca estuvo al cargo de Pedro), estaba el encargado con sus cosas, cerca de la casa, cuando vió venir desde la parte de la carretera de Benaocaz a tres hombres montados a caballo que llevaban tres mulas.
Eran extranjeros, dos no hablaban casi y al tercero apenas se le entendía, venían con mapas y planos y preguntaron al encargado si les podía decir en qué dirección estaba "el Esparragar", más tarde conocido como "la Bovedilla". El buen hombre les indicó la dirección y se quedó preocupado.
A la mañana siguiente, cuando Pedro Janeiro llegó a la finca, el encargado le dijo: "Señor Pedro, ayer estuvieron aquí tres extranjeros que buscaban "el Esparragar".
Pedro no sabía qué podrían querer los hombres, y decidió echar un vistazo: cuando llegaron a la zona encontraron todo revuelto, había varios agujeros en el suelo y uno de ellos dejaba a la vista un enterramiento (que ellos creían cosa de moros), con sus ladrillos, sus piedras y sus trozos de cerámica.
En el exterior había restos de vasijas y tinajas, objetos de cristal rotos y mucho desorden.
Los tres individuos eran, con toda seguridad, expoliadores de tesoros, y habían sabido dónde se encontraba la zona arqueológica hoy conocida como "la Bovedilla de José Pérez", que fue objeto de rescate años más tarde (en 1971)por el Grupo de Misión Rescate 208 (se trataba de un monumento funerario romano) y de excavaciones ante la imminencia de la construcción del nuevo trazado de la carretera Ubrique-El Bosque hace unos años.
Pedro Janeiro siempre estuvo seguro de que los expoliadores se habían llevado algún tesoro, las monedas que hubiera en las vasijas y el oro que seguramente habría en la tumba. El caso es que, por mucho que buscaron, no encontraron nada más.
No obstante, cuando preparaban el trabajo de Misión Rescate, nuestra madre recuerda que fueron un día de otoño a la zona, para visitarla después de un gran aguacero, y en uno de los montones, justo encima, habían aparecido en la superficie dos monedas romanas, quizás parte de las que se llevaron.
Muchos años más tarde, cuando nuestro padre visitaba la zona, con nuestra hermana ésta le dijo que se notaba que había sido expoliada, pero muy antiguamente. Seguro que eran los restos de aquellos extranjeros que nunca conoceremos.
La de objetos que habrán diseminados por el mundo y que pertenecen al pueblo de Ubrique, una pena.
ResponderEliminarY lo peor de todo es que si las tuviésemos delante de nuestras narices, no sabríamos a donde pertenecen.
Un saludo Esperanza
Lo peor es el montón de objetos depositados en museos provinciales que están guardados en cajas en los almacenes y que nunca veremos.
ResponderEliminarBesos. Esperanza