Ya hemos hablado anteriormente del interés de Manuel Cabello por las cuevas y por la arqueología.
En 1971 montó una exposición en la Escuela de Artes y Oficios con los objetos que había ido recuperando o le habían ido ofreciendo, dado su gran interés y dedicación.A raíz de esa exposición, muchísimas personas se acercaron a él para explicarle sus hallazgos o contarle que sabían dónde había restos arqueológicos.
En esas fechas un amigo le contó que habían encontrado un "tesoro" en la Cueva de la Motilla, nada menos que cuarenta y cinco cuñas de oro enterradas.
Nuestro padre empezó a hacer investigaciones de todo tipo, pero nadie le daba detalles, entonces ya todo el mundo sabía que desenterrar un tesoro no era algo para pregonar.
Al tiempo, consiguió localizar a una persona que había comprado siete de esas "cuñas", sabiendo que no eran de oro, sino de bronce, y no eran cuñas, sino hachas. Eso sí que era un tesoro: ¡Cuarenta y cinco hachas neolíticas de bronce en la Cueva de la Motilla!
Seguro de su importancia, logró comprar una de esas hachas para el Museo Arqueológico Provincial de Cádiz (podemos verla al comenzar la visita, en una de las primeras vitrinas a la derecha, por cierto, no hay ningún detalle de quiénes la encontraron ni quién la proporcionó al museo), pero no pudo recuperar ninguna más.
Comunicó a las autoridades su hallazgo, y dio a su amigo, Salvador de Sancha, todos los datos y detalles para que pudiera estudiar el tesoro, además de ponerlo en contacto con el dueño de la pieza que mostramos en la fotografía.
Salvador realizó y publicó un estudio concienzudo sobre las hachas, la Cueva de la Motilla y su entorno (puede leerse completo pinchando aquí) y los dos amigos no pudieron más que lamentar que las cuarenta y cinco hachas terminaran en el siglo XX de la misma forma que se había previsto en el Neolítico: fundidas.
En 1971 montó una exposición en la Escuela de Artes y Oficios con los objetos que había ido recuperando o le habían ido ofreciendo, dado su gran interés y dedicación.A raíz de esa exposición, muchísimas personas se acercaron a él para explicarle sus hallazgos o contarle que sabían dónde había restos arqueológicos.
En esas fechas un amigo le contó que habían encontrado un "tesoro" en la Cueva de la Motilla, nada menos que cuarenta y cinco cuñas de oro enterradas.
Nuestro padre empezó a hacer investigaciones de todo tipo, pero nadie le daba detalles, entonces ya todo el mundo sabía que desenterrar un tesoro no era algo para pregonar.
Al tiempo, consiguió localizar a una persona que había comprado siete de esas "cuñas", sabiendo que no eran de oro, sino de bronce, y no eran cuñas, sino hachas. Eso sí que era un tesoro: ¡Cuarenta y cinco hachas neolíticas de bronce en la Cueva de la Motilla!
Seguro de su importancia, logró comprar una de esas hachas para el Museo Arqueológico Provincial de Cádiz (podemos verla al comenzar la visita, en una de las primeras vitrinas a la derecha, por cierto, no hay ningún detalle de quiénes la encontraron ni quién la proporcionó al museo), pero no pudo recuperar ninguna más.
Comunicó a las autoridades su hallazgo, y dio a su amigo, Salvador de Sancha, todos los datos y detalles para que pudiera estudiar el tesoro, además de ponerlo en contacto con el dueño de la pieza que mostramos en la fotografía.
Salvador realizó y publicó un estudio concienzudo sobre las hachas, la Cueva de la Motilla y su entorno (puede leerse completo pinchando aquí) y los dos amigos no pudieron más que lamentar que las cuarenta y cinco hachas terminaran en el siglo XX de la misma forma que se había previsto en el Neolítico: fundidas.
Cuentan que vuestra familia tiene muchas piezas que deberían estar en museos y no es vuestra casa. Quizás debieran estar en el nuevo centro de interpretación o en el museo provincial ¿Es verdad eso?. Un saludo y felices fiestas
ResponderEliminarNuestro padre recuperó muchas piezas a lo largo de toda su vida, era coleccionista de sellos y monedas y paseó de mercadillo en mercadillo comprando monedas, sellos, petacas y libros.
ResponderEliminarDe las piezas arqueológicas de Misión Rescate seleccionó las más importantes y fueron depositadas en los museos provinciales de Sevilla y Cádiz. El resto se quedó integramente en el Museo Escolar del CEIP Reina Sofía, que es el propietario actual.
De hecho este colegio ha donado al Museo de la Piel recientemente todas las piezas relacionadas con la marroquinería.
Además hay una bonita colección de petacas y precisos metida en cajas y con las instrucciones necesarias para depositarlas en un futuro Museo Municipal de la Piel de Ubrique, que está esperando a que el Ayuntamiento cumpla sus promesas.
Eso es todo, quedan en casa de nuestra madre algunos recuerdos personales (su primera moneda, por ejemplo)pero él se encargó personalmente de que las piezas que fue recuperando se quedaran custodiadas en los museos provinciales o en el museo escolar.
Felices fiestas para tí también.
Recuerdo en mis años locos ver pasar a mi padre desde la puerta de la Babel camino del mercadillo de la Alameda de Hércules, en Sevilla, buscando alguna cartera de piel de Ubrique.
ResponderEliminarSu mayor ilusión era encontrar alguna timbrada con la marca de algún ubriqueño.
Y la mayor ilusión de todas que el Ayuntamiento de Ubrique se hiciera cargo de un Museo de la Piel, para el que estuvo siempre trabajando.
En el Convento hay ahora piezas de su colección particular.
En cuanto a los hallazgos arqueológicos, su gran ilusión eran las excavaciones del Salto de la Mora, todo el material se fue para Sevilla y Cádiz, la lástima es que en los museos hay demasiadas piezas, y siguen en algún almacén.
Menos mal que pudo rescatar algunas piezas valiosas y dejarlas en Ubrique en lo que él se complacía en llamar "Museo al aire libre de la Plaza de Misión Rescate" o "Museo escolar" en su colegio.
Enfin, que lo más valioso que nos regaló Manuel Cabello a los ubriqueños fue impedir que se perdiera nuestro patrimonio y preservar nuestra historia en la medida de sus posibilidades.
Bueno. Este es un comentario que también he oido alguna que otra vez de ciertas personas interesadas, pero que considero alejado de la verdad hasta donde yo sé desde mi condición de familiar que ha estado muchas veces en casa de su tío Manuel Cabello. Y, salvo que las tuviera en un cofre bien guardado, yo nunca he visto ese arsenal de piezas arqueológicas.
ResponderEliminarSí voy a comentar un detalle que expresa a las claras la condición de Manuel Cabello como persona comprometida con la protección del patrimonio arqueológico. Creo recordar que sería sobre el año 1980, antes de aprobada la Ley de Protección del Patrimonio Hco. de 1985, cuando descubrí a un grupo de hombres, provistos de detectores de metales, que estaban cavando una gran fosa cerca del río El Bosque en la finca El Horcajo, cerca de las Salinas de Hortales.
Como persona interesada en la arqueología y sospechando que aquello no era muy lícito, lo puse en conocimiento de mi tío y antes de que acabasen la faena, se presentó acompañado de una pareja de la Guardia Civil de El Bosque y les pillamos con las manos en la masa. El hayazgo en sí resultó ser un enterramiento romano en sarcófago de plomo del s. I, sin demasiada importancia teneidno en cuenta que, además, el ajuar funerario estaba prácticamente destrozado. Pero con independencia de su valor, aquello derivó en un buen escarmiento para los desaprensivos abriéndose un expediente sancimador y el material fue requisado y entregado al Museo Provincial de Cádiz. Como anécdota recuerdo el comentario de agradecimiento que brindó el cabo de la Guardia Civil a mi tío por su insistencia en el asunto: "Muchas gracias, D. Manuel. No sabíamos que esto formara parte del cometido de la guardia civil".
Y sé de otras anécdotas más, pero no me quiero alargar, pero... creo que es justo reconocer al César lo que es del César...
José Mª Arenas (Lcdo. en Geografía y Diploma de estudios Avanzados en Geografía Física).