La bóveda cuajada de estrellas
Por Esperanza Cabello
Fotos: Luis Eduardo Rubio
Hemos tenido de nuevo el privilegio de visitar la ermita de San Pedro. Si en la primera visita nos quedamos impresionados con los trabajos de restauración que se estaban haciendo y pensábamos que ya estaba todo casi listo, hoy nuestro asombro ha sido aún mayor.
Las flores del rosetón ya están pintadas
Las más de seiscientas estrellas ya están colocadas. Como contábamos en la anterior entrada sobre la ermita (pinchar aquí para verla) al ir quitando poco a poco las capas de pintura (en algunos lugares había más de veinte) salieron a la luz varias estrellas de tres tamaños diferentes, y según los cálculos del restaurador, Ismael Rodríguez, había más de seiscientas en origen, aunque no se habían conservado nada más que unas cuantas, con las que se hicieron los moldes, a partir de estos moldes se han fabricado y colocado más de seiscientas.
Ya están las estrellas colocadas
Ahora hemos podido contemplar las estrellas en todo su esplendor. El fondo del cielo, que en principio no resultaba demasiado "celeste", ahora está totalmente conseguido, porque las estrellas están pintadas en varios tonos.
El pintor se ha empleado a fondo también con los rosetones de las bóvedas. En nuestra primera visita podíamos ver los rosetones pintados, el de la piña más sencillo y el de las flores un poco más dibujado. Ahora es una verdadera obra de arte, no sólo está pintado el centro del rosetón, sino que hay delicados ramilletes de flores alrededor del mismo, combinados con cenefas de motivos geométricos.
Un montón de ramilletes de flores
Las estrellas cubren casi totalmente la superficie. Las han distribuido estratégicamente entre todos los nervios y contribuyen perfectamente a crear la impresión de "cielo estrellado".
Imaginamos el impacto que debió de tener la ermita cuando se construyó, en 1801, sobre los ubriqueños de la época. Sería, sin lugar a dudas, el edificio más majestuoso que habría en el pueblo, y tanto don Pedro Romero, que lo encargó, como don Miguel de Olivares, que lo diseñó, se debieron de sentir profundamente orgullosos de él.
Todas las esquinas están cuidadosamente estrelladas
Según nos comentaba el alcalde, los trabajos en la parte superior del edificio están prácticamente terminados, a falta solamente de las vidrieras para las seis ventanas. Después quedan aún muchos detalles, que habrá que ir completando poco a poco.
Todavía queda por decidir qué tipo de iluminación tendrá la sala, y con qué tipo de decoración contará.
En cuanto al mobiliario, en principio podrían trasladarse los muebles de la actual sala de plenos, para no hacer un gasto demasiado grande en estos tiempos, pero aún no se ha decidido nada.
Lo que está muy claro es que cualquier celebración, cualquier boda, cualquier recepción o cualquier acto que se celebre en la ermita de San Pedro será diferente.
El aspecto de la bóveda es impresionante
En cuanto al exterior del edificio, están pendientes de los permisos de Cultura para poder hacer el acceso secundario y el acceso para personas con movilidad reducida en la zona del antiguo mercado, a la izquierda del edificio.
Y el final de las obras no sabemos. "Las obras de palacio van despacio". El San Pedro no es exactamente un palacio, pero como tal va a quedar.
El rosetón cuajado de flores... ¡Una preciosidad!
Nos queda un detalle por comentar. En la anterior visita pudimos ver los cuatro escudos de la bóveda, pero los andamios nos impidieron ver el escudo de piedra que en esta ocasión hemos podido admirar con tranquilidad.
En los trabajos de restauración que se llevaron a cabo en el Ayuntamiento en los años 80 apareció un magnífico escudo de piedra de la Casa de Arcos, de 1780.
Han decidido colocar dicho escudo en lugar preferente al hacer la restauración de la ermita. Creemos que ha sido un acierto, no en vano preside la sala dando testimonio de nuestra historia.
Nuestro amigo José María Gavira hizo en febrero un estudio fantástico de dicho escudo (pueden leerlo pinchando aquí).
Hemos copiado un extracto de su estudio:
"Como pueden observar, la inscripción está muy deteriorada, pero, aunque no sabemos nada de heráldica, una primera inspección del blasón nos permite atribuirlo casi sin duda al XI Duque de Arcos, Antonio Ponce de León Spínola, penúltimo Señor de las Cuatro Villas (y por tanto, de Ubrique). Sustentan esta hipótesis tres elementos iconográficos que encontramos:
1) El escudo contiene el Toisón de Oro, prestigiosa distinción concedida a este noble en 1764. Dentro de la Casa de Arcos solo la ostentó este XI Duque y su antepasado Rodrigo Ponce de León, III Duque (aprox. 1545-1630), que la recibió en 1611. En la parte inferior central del blasón se aprecia perfectamente el carnero, símbolo del vellocino de oro, que constituye la venera de esta condecoración.
2) Se lee claramente “Año 1780”. El XI Duque de Arcos murió en Aranjuez (Madrid) el 13 de diciembre de ese año (había nacido en la capital de Reino en 1726).
3) Se aprecia una evidente referencia a la Gran Cruz de la Orden de Carlos III que también recibió Antonio Ponce de León Spínola. Además de figurar las palabras “DN CARLoS TERSE Ro” (“Carlos” está escrito con algunas de sus letras nexadas) se intuye la imagen de la Inmaculada Concepción que forma parte de la insignia del collar que acredita la pertenencia a esta ilustre corporación".
Pues aquí está el escudo, presidiendo la sala.
Ahora, ya que se ha retirado una gran parte del andamiaje, hemos podido comprobar dónde está colocado dicho escudo, testimonio fundamental de la historia de nuestro pueblo, que presidirá, a partir de ahora, todos los eventos importantes.
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