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domingo, 12 de mayo de 2013

El pregón de "Los Gamones", por Modesto Barragán



 Modesto Barragán durante la presentación de la Fiesta de los Gamones en Ubrique
3 de mayo de 2013
Fotografía gentileza de Manuel Viruez




Estoy aquí sobre todo porque cada vez extraño más la estampa del San Antonio y, por eso, cada vez me emociono más cuando cruzo por la plaza. Seguramente es la edad que le va poniendo a uno tierno pero ahora que vengo más, por mor de la enfermedad de mi padre, y veo como la vida se va, cuando bajo por Las Cumbres, Ubrique me parece más que nunca el pueblo más hermoso del mundo... Y al contemplarlo últimamente estoy sintiendo cosas propias del que lleva mucho tiempo sin disfrutar del Tajo o más propias del forastero que viene por primera vez por aquí. Será porque me hago mayor peligrosamente que, cada vez que me pongo debajo del San Antonio, se me acumulan los recuerdos, muchos, tan apretados como buen “jace” de gamones.

Mi plaza. En esta plaza vi llegar a Carmen Polo de Franco en un coche cama y me dije: "yo de mayor quiero ser conductor de coche cama..." En esta plaza vi a los triunfadores de aquellos grupos de misión rescate, y me dije: "yo quiero cambiarme al colegio con don Manuel Cabello para salir en la tele". En esta plaza vi por primera vez a unos boinas verdes de maniobras. Y me dije: "Yo quiero ser de las COE para estar tan chulo como esos tíos”.

Pero más pronto que tarde aquel niño dejó de reírse de los peces de colores que nunca debieron dejar esta plaza, ni su fuente, y a poco de la adolescencia, sintió cómo su corazón se conmocionaba con la salida por estas mismas puertas de la Virgen de los Remedios. La había visto salir todos los años, primero en los brazos de su madre y luego a hombros de su padre, y no recuerda el hombre la emoción de aquel niño, hasta ese año. Su corazón debería estar ya formándose en el sentimiento ubriqueño y la perfecta combinación de cohetes, música de la banda municipal y gentío hicieron que el brillante paso de la Patrona le pareciera aun mas divino de lo que es y se dijo: "Yo quiero ser monaguillo. Yo quiero hacer repicar estas campanas que anuncian la fiesta". Y esta vez sí, en esta ocasión lo consiguió. Alonso el sacristán hizo, por primera vez, realidad sus sueños. Eso le costó salir durante varios años en las fotos de las bodas, bautizos y comuniones de muchos todos vosotros.
Y aquí en la plaza, terminé de crecer, viendo mi pueblo desde lo alto del campanario, entre cigarros sueltos comprados a La Panala y La Bartola (no eran para mi, eran para Alonso), jugando a las maquinitas en lo de Aránegas, con travesuras y locuras propias de un niño pillo que se metió a monaguillo, en medio de una iglesia que luchaba con fuerza por estar donde debía estar, según entendí poco después.

Aquí. Todo desde aquí desde esta plaza y bajo este san Antonio que nos mira sin pestañear. Aquí donde tanto jugué al marro, al contra, a aquella brutalidad del puño peña, a los platillos y al trompo. Los bolindres y la lima eran más propios del “Campo Los Tetos” sobre el que ahora se asienta el hogar del pensionista.

Aquí. Todo desde aquí y bajo este san Antonio que, con la ayuda el Tajo, da eco cada 3 de mayo a la atronadora noche mágica de las candelas. Le decía esta tarde a mis compañeros de Andalucía Directo que estaban por aquí: "No se lo puedo explicar, amigo, porque no me lo he estudiado. Solo lo he vivido".


 
Modesto Barragán y Paqui Viruez
nuestros periodistas de lujo
Fotografía gentileza de Manuel Viruez


Cuánto presumía aquel niño con los gamones Pilita Abajo-calle El Agua arriba. Parada en la esquina de la pastelería de Rafael a ver si estaba en la puerta aquella niña que le gustaba en calle Prim, a ver si apreciaba el tesoro que traía bajo el brazo. Y a seguir camino de la plaza hacia el corralete de la Cuestezuela, que ahí era donde le gustaba crujirlos. Si eran gordos porque eran gordos y si no lo eran porque los flacos seguro que sonarían mejor. El caso era llevarlos, llegar y dejarlos allí para que todo el mundo viera que esos eran los tuyos...y arremolinarnos en torno a la candela. Y cómo sonaban esos gamonazos apretados en piedras, escalones y quicios. Y cómo nos reíamos de los que no crujían. Y qué locura inexplicable de niños y mayores sudorosos, demasiado cerca del fuego, tan crecido como la cara de satisfacción del que, tras abrirse camino con un gamón a punto lo eleva a lo justo, grita con todas sus fuerzas “A LA SALUD DEL DÍA DE LA CRUZ” y escucha el celestial gamonazo.
 Y qué cara de orgullo del padre que acompañó a su hijo a los gamonales, tras comprobar que este año sí, el niño le había pillado el truco al rescoldo y al gamón. Y esos ojos brillantes del abuelo, que no llora-dice-, que en realidad está sudando. "No puedo explicárselo amigo. No lo he estudiado. Lo he vivido" -le decía a mi compañero- Tienes que verlo también desde arriba, desde las Cumbres desde donde mi Ubrique pareciera de noche un portal, tal como le dijo un ministro una noche a Fernando López que en gloria esté. Me contaba Fernando, con el que siempre se salía ganando en aquella radio de A Golpe de Patacabra, que siendo concejal de la UCD acompañó al entonces ministro de comercio y diputado por Cádiz, Juan Antonio García Diez, que venía una noche a dar un mitin. Y al llegar a Las Cumbres pararon para contemplar la belleza del lugar, momento en el cual el ministro dijo a los presentes: "Qué hermoso. Parece un portal de Belén”. A lo que Fernando López respondió rápidamente: "Pues mas mala leche tienen los pastores". Poco tardó el político en comprobar que los ubriqueños a los que empezó a conocer eran, en realidad, como Fernando, de una pasta y genio únicos. Por eso seguramente fue solo aquí y no en otro sitio del mundo donde, vaya usted a saber cuando, a un habitante del “joyo las puercas”, se le ocurriera crujir un gamón y todavía ningún estudioso ha podido explicar científicamente el origen de semejante invento. Los gamones ya estaban aquí cuando llegaron los gabachos con aviesas intenciones y cuando se plantaron los romanos en el Salto La Mora ya estaban aquí los gamones. Y casi con toda seguridad cuando los primeros pobladores se refugiaran en la cueva Tío Pepito ya lucían aquí  por mayo nuestros verdes gamones.

Porque los primeros gamones, paisanos, en realidad, seguramente los cogió del jato viejo mi tío Antonio Benítez Vegazo, que ahormaba pureras con la misma perfección con la que ponía las alúas de las perchas. Y luego los iría repartiendo en cada uno de los altares que de vuelta fue visitando. Manuela Benítez le daría la penúltima en una fiesta eterna que amenizara el acordeón del Chiriguai al son del voitoma de tres pelos que no es lo mismo que un tiovivo, amigo mío. No se confunda. Está usted en un pueblo irrepetible que tiene una fiesta sin parangón. Una fiesta perseverante y duradera que anunciará por siempre la cartelera del Sheryff y que contempla orgulloso con su puro el inefable Juan Calvo. Una fiesta con fuegos de Emiliano por el convento, un pasoboble de la banda de Juan Chacón y una vieja canción de columpio "alla arribita arribita...". 
Una fiesta de aquí, como esta plaza, como este san Antonio. De aquí amigo. No quisieron exportarla Los Amarillos de Aguilar, se negaron a sacarla más arriba de la revuelta Las Pitas y nadie se atrevió a llevarla a otros lares porque nadie conoce el secreto mejor guardado solo en poder del ubriqueño. El tempo del gamón o lo que es lo mismo; lo que tarda en calentarse la base del gamón para ser crujido con éxito. No es ciencia exacta amigo. Es una fórmula matemática que combina la temperatura de la candela, el grosor y el tamaño del gamón, la distancia que separa el fuego del lugar de la crujía, la fuerza de pegada, y la  altura tanto del que lleva el gamón como del lugar escogido para el impacto. 7 variables, 7 incógnitas en una ecuación imposible de despejar para el común de los mortales que habitan allende el Mojón de la Víbora y la Venta Martín. Ríete tú de los problemas que nos ponía Don Antonio Godoy.... Y si alguno, por constancia en el empeño y estancia en nuestras calles, alcanzara a resolverla, amigo, seguro que jamás conocerá el misterio mas insondable: el del por qué los ubriqueños se llevan el gamón al oído para escuchar el psssssss . No se lo puedo explicar, amigo. No lo he estudiado. Lo he vivido.

Son algunas de las extraordinarias rarezas de los casi 20.000 habitantes que resisten, amigo. Nos resistimos a dejar de llamar candelas a lo que tú conoces por hogueras, piedras a tus rocas, chiburralea a todos estos niños que para nosotros seguirán siendo un montón de zagales. Cuando tú te cuelgas nosotros nos arrelingamos, y cuando tú vienes a mi casa yo te recibo ancá mi madre. Ella hace unos roscos para ti raros y que están para chuparse los dedos, en realidad son gañotes y si sigues comiéndotelos te llamaré lambuzo, si hace trampas fullero, si cotilleas chijeto. Por cierto ¿ves esos gamones tan pequeños que tienes ahí? no los intentes crujir. Son demasiado chipirmejos.

Paisanos, que el mundo entero se vuelva a parar en la noche de las candelas en el instante que transcurre entre el grito de A LA SALUD DEL DÍA DE LA CRUZ y el gamonazo final. Hagamos de ese instante de incertidumbre por saber si crujirá, nuestro momento en el paraíso. Paremos la crisis en esa centésima de segundo y, uniendo los miles y miles de momentos que por cada gamón crujido consigamos…  detengamos el tiempo otra vez en otra velada de fuego y ráfagas de gamones...durante toda una noche vivamos un tiempo nuevo, sin crisis. Que esta viene fuerte amigo, pero por LA SALUD DEL DÍA DE LA CRUZ que vamos a poder con ella, como con todas las demás desde que aquellos primeros pobladores descubrieran para qué servían de verdad las varas de san José. Con ellas volveremos a ahuyentar a los lobos y todos los fanfarrones que pretendan sacarnos de nuestras casillas blancas. ¡Ubriqueños! Vamos a crujirle unos cuantos gamones a especuladores, aprovechados y engañabobos. En sus espaldas, que les duela. Agüita fresca del Benalfí para enfriar la prima de riesgo, patrullas de zagales con leña para calentar la economía, tiraores a dar en el ojo del que nos mire mal. Por el petaquero abnegado y mal pagado, por el del empresario luchador no entendido. A la salud de la imagen de mi pueblo en España y en el mundo. A la salud de nuestros viejos, los que nos legaron todo lo que tenemos. Nos faltan candelas para daros las gracias. Ojalá nos duréis para siempre... Por la memoria de los que se fueron y que un día nos vieron felices en su candela. Por los que, aun estando entre nosotros, no pueden físicamente acompañarnos...

El niño que cuando dejó de serlo se puso a jugar con la radio está hoy feliz de estar de nuevo en su plaza, de haber nacido aquí al lado, de haberse criado entre vosotros y de poder gritar orgulloso que tiene piel de Ubrique, un pueblo único, y una marca, y una forma de hablar y de ver la vida y de sentirla. Es... mi felicidad, amigo, y por eso no sé como explicártelo ¿Tú sabes lo que es un palodú?

¡Anda inténtalo otra vez! Ubrique. A LA SALUD DEL DÍA DE LA CRUZ

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