Modesto Barragán durante la presentación de la Fiesta de los Gamones en Ubrique
3 de mayo de 2013
Fotografía gentileza de Manuel Viruez
Estoy aquí sobre todo porque cada
vez extraño más la estampa del San Antonio y, por eso, cada vez me emociono más
cuando cruzo por la plaza. Seguramente es la edad que le va poniendo a uno
tierno pero ahora que vengo más, por mor de la enfermedad de mi padre, y veo
como la vida se va, cuando bajo por Las Cumbres, Ubrique me parece más que
nunca el pueblo más hermoso del mundo... Y al contemplarlo últimamente estoy
sintiendo cosas propias del que lleva mucho tiempo sin disfrutar del Tajo o más
propias del forastero que viene por primera vez por aquí. Será porque me hago
mayor peligrosamente que, cada vez que me pongo debajo del San Antonio, se me
acumulan los recuerdos, muchos, tan apretados como buen “jace” de gamones.
Mi plaza. En esta plaza vi llegar
a Carmen Polo de Franco en un coche cama y me dije: "yo de mayor quiero
ser conductor de coche cama..." En esta plaza vi a los triunfadores de
aquellos grupos de misión rescate, y me dije: "yo quiero cambiarme al
colegio con don Manuel Cabello para salir en la tele". En esta plaza vi
por primera vez a unos boinas verdes de maniobras. Y me dije: "Yo quiero
ser de las COE para estar tan chulo como esos tíos”.
Pero más pronto que tarde aquel
niño dejó de reírse de los peces de colores que nunca debieron dejar esta
plaza, ni su fuente, y a poco de la adolescencia, sintió cómo su corazón se
conmocionaba con la salida por estas mismas puertas de la Virgen de los
Remedios. La había visto salir todos los años, primero en los brazos de su
madre y luego a hombros de su padre, y no recuerda el hombre la emoción de
aquel niño, hasta ese año. Su corazón debería estar ya formándose en el
sentimiento ubriqueño y la perfecta combinación de cohetes, música de la banda
municipal y gentío hicieron que el brillante paso de la Patrona le pareciera
aun mas divino de lo que es y se dijo: "Yo quiero ser monaguillo. Yo
quiero hacer repicar estas campanas que anuncian la fiesta". Y esta vez
sí, en esta ocasión lo consiguió. Alonso el sacristán hizo, por primera vez,
realidad sus sueños. Eso le costó salir durante varios años en las fotos de las
bodas, bautizos y comuniones de muchos todos vosotros.
Y aquí en la plaza, terminé de
crecer, viendo mi pueblo desde lo alto del campanario, entre cigarros sueltos
comprados a La Panala y La Bartola (no eran para mi, eran para Alonso), jugando
a las maquinitas en lo de Aránegas, con travesuras y locuras propias de un niño
pillo que se metió a monaguillo, en medio de una iglesia que luchaba con fuerza
por estar donde debía estar, según entendí poco después.
Aquí. Todo desde aquí desde esta
plaza y bajo este san Antonio que nos mira sin pestañear. Aquí donde tanto
jugué al marro, al contra, a aquella brutalidad del puño peña, a los platillos
y al trompo. Los bolindres y la lima eran más propios del “Campo Los Tetos”
sobre el que ahora se asienta el hogar del pensionista.
Aquí. Todo desde aquí y bajo este
san Antonio que, con la ayuda el Tajo, da eco cada 3 de mayo a la atronadora
noche mágica de las candelas. Le decía esta tarde a mis compañeros de Andalucía
Directo que estaban por aquí: "No se lo puedo explicar, amigo, porque no
me lo he estudiado. Solo lo he vivido".
Modesto Barragán y Paqui Viruez
nuestros periodistas de lujo
Fotografía gentileza de Manuel Viruez
Cuánto presumía aquel niño con
los gamones Pilita Abajo-calle El Agua arriba. Parada en la esquina de la
pastelería de Rafael a ver si estaba en la puerta aquella niña que le gustaba
en calle Prim, a ver si apreciaba el tesoro que traía bajo el brazo. Y a seguir
camino de la plaza hacia el corralete de la Cuestezuela, que ahí era donde le
gustaba crujirlos. Si eran gordos porque eran gordos y si no lo eran porque los
flacos seguro que sonarían mejor. El caso era llevarlos, llegar y dejarlos allí
para que todo el mundo viera que esos eran los tuyos...y arremolinarnos en
torno a la candela. Y cómo sonaban esos gamonazos apretados en piedras,
escalones y quicios. Y cómo nos reíamos de los que no crujían. Y qué locura
inexplicable de niños y mayores sudorosos, demasiado cerca del fuego, tan
crecido como la cara de satisfacción del que, tras abrirse camino con un gamón
a punto lo eleva a lo justo, grita con todas sus fuerzas “A LA SALUD DEL DÍA DE
LA CRUZ” y escucha el celestial gamonazo.
Y qué cara de orgullo del padre que
acompañó a su hijo a los gamonales, tras comprobar que este año sí, el niño le
había pillado el truco al rescoldo y al gamón. Y esos ojos brillantes del
abuelo, que no llora-dice-, que en realidad está sudando. "No puedo
explicárselo amigo. No lo he estudiado. Lo he vivido" -le decía a mi
compañero- Tienes que verlo también desde arriba, desde las Cumbres desde donde
mi Ubrique pareciera de noche un portal, tal como le dijo un ministro una noche
a Fernando López que en gloria esté. Me contaba Fernando, con el que siempre se
salía ganando en aquella radio de A Golpe de Patacabra, que siendo concejal de
la UCD acompañó al entonces ministro de comercio y diputado por Cádiz, Juan
Antonio García Diez, que venía una noche a dar un mitin. Y al llegar a Las
Cumbres pararon para contemplar la belleza del lugar, momento en el cual el
ministro dijo a los presentes: "Qué hermoso. Parece un portal de Belén”. A
lo que Fernando López respondió rápidamente: "Pues mas mala leche tienen
los pastores". Poco tardó el político en comprobar que los ubriqueños a
los que empezó a conocer eran, en realidad, como Fernando, de una pasta y genio
únicos. Por eso seguramente fue solo aquí y no en otro sitio del mundo donde,
vaya usted a saber cuando, a un habitante del “joyo las puercas”, se le
ocurriera crujir un gamón y todavía ningún estudioso ha podido explicar
científicamente el origen de semejante invento. Los gamones ya estaban aquí
cuando llegaron los gabachos con aviesas intenciones y cuando se plantaron los
romanos en el Salto La Mora ya estaban aquí los gamones. Y casi con toda
seguridad cuando los primeros pobladores se refugiaran en la cueva Tío Pepito
ya lucían aquí por mayo nuestros verdes
gamones.
Porque los primeros gamones,
paisanos, en realidad, seguramente los cogió del jato viejo mi tío Antonio Benítez
Vegazo, que ahormaba pureras con la misma perfección con la que ponía las alúas
de las perchas. Y luego los iría repartiendo en cada uno de los altares que de
vuelta fue visitando. Manuela Benítez le daría la penúltima en una fiesta
eterna que amenizara el acordeón del Chiriguai al son del voitoma de tres pelos
que no es lo mismo que un tiovivo, amigo mío. No se confunda. Está usted en un
pueblo irrepetible que tiene una fiesta sin parangón. Una fiesta perseverante y
duradera que anunciará por siempre la cartelera del Sheryff y que contempla
orgulloso con su puro el inefable Juan Calvo. Una fiesta con fuegos de Emiliano
por el convento, un pasoboble de la banda de Juan Chacón y una vieja canción de
columpio "alla arribita arribita...".
Una fiesta de aquí, como esta
plaza, como este san Antonio. De aquí amigo. No quisieron exportarla Los
Amarillos de Aguilar, se negaron a sacarla más arriba de la revuelta Las Pitas
y nadie se atrevió a llevarla a otros lares porque nadie conoce el secreto
mejor guardado solo en poder del ubriqueño. El tempo del gamón o lo que es lo
mismo; lo que tarda en calentarse la base del gamón para ser crujido con éxito.
No es ciencia exacta amigo. Es una fórmula matemática que combina la
temperatura de la candela, el grosor y el tamaño del gamón, la distancia que
separa el fuego del lugar de la crujía, la fuerza de pegada, y la altura tanto del que lleva el gamón como del
lugar escogido para el impacto. 7 variables, 7 incógnitas en una ecuación
imposible de despejar para el común de los mortales que habitan allende el
Mojón de la Víbora y la Venta Martín. Ríete tú de los problemas que nos ponía
Don Antonio Godoy.... Y si alguno, por constancia en el empeño y estancia en
nuestras calles, alcanzara a resolverla, amigo, seguro que jamás conocerá el
misterio mas insondable: el del por qué los ubriqueños se llevan el gamón al
oído para escuchar el psssssss . No se lo puedo explicar, amigo. No lo he
estudiado. Lo he vivido.
Son algunas de las
extraordinarias rarezas de los casi 20.000 habitantes que resisten, amigo. Nos
resistimos a dejar de llamar candelas a lo que tú conoces por hogueras, piedras
a tus rocas, chiburralea a todos estos niños que para nosotros seguirán siendo
un montón de zagales. Cuando tú te cuelgas nosotros nos arrelingamos, y cuando
tú vienes a mi casa yo te recibo ancá mi madre. Ella hace unos roscos para ti
raros y que están para chuparse los dedos, en realidad son gañotes y si sigues
comiéndotelos te llamaré lambuzo, si hace trampas fullero, si cotilleas
chijeto. Por cierto ¿ves esos gamones tan pequeños que tienes ahí? no los intentes
crujir. Son demasiado chipirmejos.
Paisanos, que el mundo entero se
vuelva a parar en la noche de las candelas en el instante que transcurre entre
el grito de A LA SALUD DEL DÍA DE LA CRUZ y el gamonazo final. Hagamos de ese
instante de incertidumbre por saber si crujirá, nuestro momento en el paraíso.
Paremos la crisis en esa centésima de segundo y, uniendo los miles y miles de
momentos que por cada gamón crujido consigamos… detengamos el tiempo otra vez en otra velada
de fuego y ráfagas de gamones...durante toda una noche vivamos un tiempo nuevo,
sin crisis. Que esta viene fuerte amigo, pero por LA SALUD DEL DÍA DE LA CRUZ
que vamos a poder con ella, como con todas las demás desde que aquellos
primeros pobladores descubrieran para qué servían de verdad las varas de san
José. Con ellas volveremos a ahuyentar a los lobos y todos los fanfarrones que
pretendan sacarnos de nuestras casillas blancas. ¡Ubriqueños! Vamos a crujirle
unos cuantos gamones a especuladores, aprovechados y engañabobos. En sus espaldas,
que les duela. Agüita fresca del Benalfí para enfriar la prima de riesgo,
patrullas de zagales con leña para calentar la economía, tiraores a dar en el
ojo del que nos mire mal. Por el petaquero abnegado y mal pagado, por el del
empresario luchador no entendido. A la salud de la imagen de mi pueblo en
España y en el mundo. A la salud de nuestros viejos, los que nos legaron todo
lo que tenemos. Nos faltan candelas para daros las gracias. Ojalá nos duréis
para siempre... Por la memoria de los que se fueron y que un día nos vieron
felices en su candela. Por los que, aun estando entre nosotros, no pueden
físicamente acompañarnos...
El niño que cuando dejó de serlo
se puso a jugar con la radio está hoy feliz de estar de nuevo en su plaza, de
haber nacido aquí al lado, de haberse criado entre vosotros y de poder gritar
orgulloso que tiene piel de Ubrique, un pueblo único, y una marca, y una forma
de hablar y de ver la vida y de sentirla. Es... mi felicidad, amigo, y por eso
no sé como explicártelo ¿Tú sabes lo que es un palodú?
¡Anda inténtalo otra vez! Ubrique.
A LA SALUD DEL DÍA DE LA CRUZ
2 comentarios:
Eres admirable y... ¡Modesto!Un abrazo.
PRECIOSO!!!
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