Mateo Zapata Vázquez en la pila de La Plaza
Ubrique, años cincuenta
Por Esperanza Cabello
Cada vez que muere uno de nuestros mayores, un poquito de nuestra esencia ubriqueña muere con ellos, pues se llevan sus vivencias, sus experiencias, sus recuerdos...
Esta semana es especialmente triste, pues la comenzamos despidiendo a una de las ubriqueñas más longevas y queridas (había superado los ciento un años), Josefa Pérez, una mujer de bandera que trazó un camino de esfuerzo, cariño y empeño casi más allá de lo posible, siendo modelo para muchos y dejándonos a todos un poquito más huérfanos. Un abrazo muy grande para toda su familia.
Y hoy lloramos la muerte de un hombre muy especial y muy querido también, Mateo Zapata Vázquez, el decano de la familia Zapata, ejemplo de trabajo bien hecho, de emprendimiento (una palabra tan de moda ahora que, en realidad, inventaron nuestros abuelos), de fortaleza y de dignidad.
Nacido en Villaluenga del Rosario en junio de 1927, Mateo estaba próximo a cumplir sus cien años. Después de una vida de película, arropado y cuidado por sus hijas y su hijo, querido y admirado por sus nietos y bisnietos, era capaz de fascinarnos a todos con sus recuerdos, con su gran memoria, con su vida llena de trabajo, esfuerzo y mucho tesón.
Hasta el último momento cuidando de su familia
Mateo esperaba con ilusión la llegada de su bisnieto Enzo, al que, felizmente, ha conocido
Hoy, a sus noventa y siete años, Mateo ha fallecido rodeado y querido por los suyos; su entierro tendrá lugar en el cementerio municipal mañana, treinta y uno de agosto, a las once y media de la mañana.
Todo nuestro cariño para su gran familia, y un abrazo de corazón para todos los que tanto lo han querido y tanto lo han cuidado.
¡Hasta siempre, Mateo!
Muchas veces hemos mencionado a Mateo Zapata en este blog, (en este enlace), del que ha sido colaborador en varias ocasiones; no solo por la amistad que une a nuestra familia con la suya, sino por aquella amistad que Mateo Vázquez y Leandro Izquierdo, nuestro abuelo, cultivaron a mediados del siglo pasado.
Tuvimos la oportunidad de escribir su biografía en 2012:
Mateo
nació en Villaluenga del Rosario el seis de junio de 1927. Sus padres
eran Sebastián Zapata Fernández y María Vázquez Marín. Su padre era
albañil, encargado de la eléctrica de la sierra, y tenían nueve hijos.
Era una época muy dura, llegaron los años de la guerra y de la posguerra
y apenas tenían qué comer.
Mateo
recuerda que con diez añillos iba a coger tagarninas para llevárselas a
su madre. Las preparaban, las pelaban... y después se comían las
tagarninas y las peladuras, de hambre que pasaban, como tantas y tantas
familias de la sierra en aquellos años.
La familia Zapata Vázquez al completo
Villaluenga del Rosario , 1936
Su
tía, Isabel Vázquez Marín, que trabajaba en Ubrique en la fonda de
Cañaílla, le buscó una colocación en Ubrique. Llegó a nuestro pueblo a
trabajar el dieciséis de marzo de 1941, con doce añillos, y ha
trabajado, desde entonces, todos los días de su vida, sin parar ni uno,
ni siquiera el día de su boda, que por la noche tuvo que trabajar
también como transportista.
En la feria de Ubrique, con sus hermanos
Su
primera colocación, en 1941, fue en el café de Pendón. Su jefe, Juan
Domínguez Pendón, fue su primer patrono, lo colocó para hacer faenas,
mandados, encargarse del agua, de la limpieza y empezar a servir. Mateo
vivía, comía -poquillo entonces, que no había mucho- y dormía en el
café.
En
1942, viendo que el chiquillo era "espabilao", Rodrigo Orellana lo
contrató para el bar la Pila, justo a la izquierda de la pila de la
Plaza. Mateo se encargaba del bar como un adulto, era capaz de servir
las mesas, preparar los cafés y estar pendiente de todos los que
entraban en el establecimiento. Nos cuenta que iba a tostar el café que
traían las matuteras de Gibraltar a una tostadora que su patrón tenía en
el patio de la casa de la calle Cañito. Preparaba una candela de leña y
sobre las ascuas tostaba el café que después molía con un molinillo de
dos asas.
En la pila de la Plaza, años cincuenta
En
1947 se fue a trabajar al Casino de Ronda, donde estuvo solo un año,
porque en 1948 lo llamaron a filas. Tuvo que ir a Zaragoza, pero nada
más llegar lo volvieron, porque tenía los pies planos.
De vuelta a Ubrique empezó a trabajar en casa Barrera, el bar de la calle del Agua, allí trabajó desde 1948 hasta 1951.
Casa Barrera, con la cafetera exprés de la época
En 1951 Mateo cambió de profesión y comenzó como transportista en El Bosque con Matías Ramírez.
En 1953 volvió a Ubrique, y empezó a trabajar con la empresa de Transportes León hasta 1985.
El camión de Transportes León con Mateo Zapata sobre la carga
Ubrique, 1954-1955
Precisamente
de su trabajo con esta empresa de transportes conocemos a Mateo. Estuvo
trabajando muchísimos años como transportista para la fábrica de nuestro
abuelo Leandro, pueden leer su historia pinchando en este enlace.
Mateo sigue mostrándonos, con orgullo, el escritorio de nuestro abuelo,
que él recuperó y conserva en su trabajo, y una cartera de cocodrilo
de las de la fábrica, de aquellas de cocodrilo "auténtico" que eran la
joya de la marroquinería ubriqueña.
Desde
que se jubiló como transportista Mateo ha estado trabajando en el
taller de automóviles con su hijo Sebastián y con sus tres nietos, si
dejar de trabajar ni un solo día de su vida.
Mateo Zapata en la feria
Es
increíble cómo una persona puede estar tan pendiente de su trabajo y
también de su familia. Mateo se trajo a sus padres y a sus ocho hermanos
a Ubrique en 1945, viendo que aquí podía echarles bien una mano.
No
se imaginan dónde vivían: en la ermita de San Juan, en el piso
superior. Ignorábamos quiénes habrían sido los últimos habitantes de
esta ermita y ahora sabemos que la familia Zapata Vázquez fue la última
que la habitó. Sebastián recuerda cómo su tío entregó hace relativamente
poco tiempo la llave al ayuntamiento.