Isabel celebrando su 96 cumpleaños, junio de 2015
Por Esperanza Cabello
Siempre la recordaremos así, en su ventana, con su sonrisa, con su croché, con sus bonitas palabras, con sus miles de historias, con su amor incondicional a sus sobrinos y a sus primas, con su integridad y su amor a la vida.
Ayer falleció en su casa de Ubrique, rodeada de sus sobrinos y sus seres queridos, nuestra tía Isabel Álvarez Janeiro, a los noventa y siete años de edad.
Esta muerte, tan triste, tan desoladora, no ha sido inesperada, Isabelita ha estado muy desmejorada en las últimas semanas, y el alma alegre y cariñosa que ha sido siempre se ha ido debilitando poco a poco.
Ahora, haciendo memoria de las muchas tardes que hemos pasado charlando en los últimos años, pasa por nuestra mente la historia de toda una vida, una vida valiente y divertida, la vida de una mujer que se ha ido bebiendo el mundo a grandes sorbos y que ha estado siempre pendiente de los suyos.
Isabel nació en Ubrique el 20 de junio de 1919 (con los años, de jovencita, convencería a su hermano para que le quitara un año en "los papeles" y así ser más joven), así que acaba de cumplir 97 años.
Era la cuarta hija de una familia numerosa; su abuela Belén había comprado la casa cuando Antonio, su padre, fue destinado a Ubrique. Aquí, en plena calle Botica, Antonio Álvarez conoció a una simpática vecina, a Isabel Janeiro, mujer de bandera, siempre sonriente, como su hija, dispuesta y capaz. Los jóvenes se enamoraron y se casaron, formando una preciosa familia numerosa, con ocho hijos.
La mala fortuna quiso que Antonio muriera demasiado pronto, por lo que todos tuvieron que arrimar el hombro hasta que Isabel (madre) consiguió una administración de loterías.
Pero Isabelita no estuvo parada ni un momento, ya desde pequeña era un tabardillo que lo mismo iba a por agua a la fuente, que subía a la sierra, que se iba con sus tíos de paseo.
Cuando tuvo edad de trabajar empezó a hacer sombreros, bueno, a coserles la tira de cuero y a ayudar en el taller a plancharlos y acabarlos.
Pronto cambió el trabajo por la petaquería de su prima Julia, donde estuvo trabajando muchos años, hasta que cambió de patrón y estuvo trabajando en la calle Real.
En su casa, siempre ayudando a su madre con los más pequeños o a su prima con sus hijos, pero también ayudando en la administración.
Con el paso del tiempo, y tras la muerte de su madre, Isabel se hizo cargo de las loterías del pueblo, todo el mundo la recuerda en su ventanilla siempre sonriente, vendiendo décimos y dando premios. Al mismo tiempo, siempre destacó por su generosidad y su altruismo.
Nunca tuvo nada suyo, siempre se ocupó de sus sobrinos, de sus hermanos y de toda su familia.
Esa ha sido su vida, su ilusión, su pasión: los suyos.
Sus amigos, su familia, siempre han sido lo más importante, y no la han defraudado. Todos se han ocupado de ella siempre; han formado, por encima de cualquier circunstancia, una piña alrededor de su querida tía, y esa ha sido su alegría de vivir.
Para nosotros se va con ella una gran compañera, se va, además de nuestra tía, nuestra memoria viva, nuestra información, el relato de casi cien años de un pueblo. Hemos pasado muchas tardes de croché, de pasteles, de risas, de videos, de fotos, de recuerdos.
Y la vamos a echar de menos, mucho, hoy la despedimos con todo nuestro cariño y con la alegría de haberla conocido y de haber podido disfrutar de ella.
¡Descansa en paz, Isabelita!
Siempre en nuestros corazones
Su sepelio tendrá lugar esta tarde (aún no está concretada la hora) en el cementerio de Ubrique.
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