Este blog, que comencé en 2007, es un homenaje a mis padres, Manuel Cabello Janeiro y Esperanza Izquierdo Fernández, a su vida y a su trabajo. Quiero recuperar sus escritos, sus investigaciones y muchos de sus recuerdos.
Al mismo tiempo es un amable homenaje a todos los miembros de nuestra familia y a nuestro pueblo, Ubrique, para que no se pierda la historia de los que nos precedieron y podamos recuperarla entre todos. Gracias
Don Rafael Jiménez Cárdenas y don Manuel Janeiro Carrasco con los alumnos de la escuela parroquial Fotografía recuperada por Javier Janeiro
Nuestro tío Javier Janeiro nos ha mandado de nuevo una interesnte fotografía histórica de Ubrique, se trata de los alumnos de la escuela Parroquial de Ubrique a finales de la década de los cuarenta. En el centro de la fotografía podemos ver a Don Rafael Jiménez Cárdenas, párroco de Ubrique entre 1937 y 1949 y a nuestro tío Manuel Janeiro Carrasco, Maestro Nacional. Don Rafael había luchado por construir esta escuela parroquial, reconocida más tarde como Escuela Nacional, en la que se trabaja con los niños durante el día, y se daban clases nocturnas para jóvenes y adultos que durante el día estaban trabajando. Nuestro tío Manuel Janeiro trabajó sus primeros años junto a don Rafael, ocupándose de la enseñanza en el aula hasta que pasó a trabajar en el Colegio Víctor de la Serna.
Hace un tiempo hablaba mi hermana Esperanza en este blog del adelanto tecnológico que supuso para la familia la compra de una radio de válvulas allá por los años 30 del siglo pasado. Pues bien, hoy quiero traer a” colación” otro adelanto, pero en el campo del tiempo libre.
Pero comenzaré por el principio, hace unos días estaba ordenando el cuarto de los trastos de la casa de mi madre, ya que por fin le he hecho caso y después de veinticinco años me he decidido a ordenar mis cosas y tirar algún libro de texto de los que tengo de cuando terminé de estudiar a principios de los 80 y algún que otro recuerdo. Como me da pena tirar recuerdos pregunté en Madre Coraje si les interesaban los libros y me dijeron que por su peso no (después pensé que los de lengua podrían servir, pero los de sociales, matemáticas y ciencias habrán cambiado enormemente en este tiempo y de poco servirían) de modo que acabaron en el contenedor de papel, por lo menos con ellos, reciclados, saldrá algún manual de informática o un libro de historia donde no aparezca el Muro de Berlín.
Los recuerdos simplemente los cambié de sitio.
En la tarea estaba cuando encontré el saco azul de una tienda de campaña antigua y al abrirlo de pronto vino a mi memoria una multitud de recuerdos de acampadas con Paco, José Antonio y algunos más en la Esparragosilla o en el Hondón de Tavizna, con apenas quince años y con las visitas de nuestros padres por la tarde para llevarnos la cena, no fuéramos a pasar hambre (y a ver lo que hacíamos).
Con alguna mancha y algún que otro boquetillo La tienda de campaña azul se encuentra aún, después de treinta años, en buen estado.
Foto: Leandro Cabello
Pero la historia de la tienda de campaña había comenzado mucho antes, cuando mis tíos Julia y Prudencio pusieron una armería y tienda de deportes en los Callejones sobre el año 1969, mucho antes de que el Decatlón nos invadiera con la publicidad de las tiendas que se montan solas cuando se tiran al aire.
Mi padre les compró una fantástica tienda, sin suelo, sin doble techo y por supuesto sin "gore-tech", me imagino que para echarse la siesta los domingos en el campo, aunque mi madre cuenta que durante alguna paella dominguera tuvo que refugiarse dentro de la tienda a cocinar por culpa de un repentino chaparrón.
La verdad es que por la falta de” impermeabilidad” la paella quedaba con más caldo que el deseado. Con la tienda azul en las manos recordé que todos, absolutamente todos los domingos del año íbamos al campo, cuando aún no había tantas alambradas y todos sabíamos respetar el sitio en el que estábamos. Tanto íbamos al campo que, al sitio donde pasamos tantos y tantos domingos con la tienda de campaña se le quedó para siempre el nombre de: EL LLANO CABELLO, aunque jamás fuera propiedad de la familia.
Hoy Ubrique se ha despertado con una triste noticia: Emilio Rubiales Rojas nos ha dejado para siempre.
Emilio Rubiales fue nuestro primer alcalde democrático y supo ganarse el respeto y el cariño de los ubriqueños. Marroquinero de profesión, dedicó muchos años de su vida a servir y representar a nuestro pueblo en el Ayuntamiento y en el Congreso.
Nuestro padre tuvo la ocasión de trabajar con él durante las campañas de Misión Rescate que hubo durante sus años en la alcaldía y siempre lo consideró un hombre cabal.
En el año 79, poco después de las primeras elecciones democráticas, en las que Emilio Rubiales fue elegido alcalde, Manuel Cabello le dedicó unas palabras de agradecimiento por hacer frente al descenso de la actividad marroquinera y conseguir que el pueblo soportara la situación sin paro ni huelgas ni grandes manifestaciones sociales. Emilio fue un hombre honorable que hizo grandes esfuerzos por reconocer la magnífica tarea de los petaqueros y petaqueras de Ubrique, gracias a él incluso podemos celebrar, desde su llegada al ayuntamiento, el "Día del Petaquero", una fiesta local recogida en el calendario laboral que se celebra el último lunes de mayo. Fue el primer ubriqueño en acceder al Congreso de los Diputados, representándonos a todos junto a otros cuatro andalucistas más.
Para nosotros Emilio fue un hombre admirado y admirable, y se hace muy difícil pensar que nos vamos quedando un poco más solos cada vez. Pertenecíamos a la misma familia en origen, pues compartimos bisabuelos y tatarabuelos, aunque nuestro apellido Rubiales ya está en séptimo lugar.
Queremos mandar un fuerte abrazo en nombre de toda nuestra familia, de nuestra madre, de nuestras tías y de todos nosotros a toda su familia, a su mujer, a sus hijos, a su hermana, a todos.
Nuestro tío-abuelo Ángel Janeiro Rubiales fue el menor de los hijos de Manuel Janeiro Córdoba y Julia Rubiales Coveñas. Nacido el 5 de junio de 1905, fue uno de los más avispados y trabajadores de todos los hermanos. Esta historia nos ha sido relatada por Julia Janeiro Pérez, su hija mayor.
Desde muy pequeño ayudaba en el café a sus padres, lo recuerdan aún tostando los granos de café en la Plaza de la Verdura dando vueltas a la tostadora y haciendo que toda la calle se impregnara del aroma a café recién tostado.
Muy pronto empezó a trabajar en el taller de Juan Villalobos Luque, cuyo agente era Emilio Santamaría, curiosamente podemos verlo en esta fotografía junto a nuestro abuelo Leandro.
Taller de preparado de Juan Villalobos Luque Ángel Janeiro jovencísimo en la mesa
Poco a poco fué haciéndose un sitio en el mundo de la marroquinería, pero él estaba interesado también por la curtición.
A los 25 años se casó con Dolores Valle Valenzuela, con la que tuvo cuatro hijos (Julia, Manuel, Ángel y Francisco Javier)compraron a la madre de Dolores, Quiteria Valenzula Valle (oriunda de Benaocaz) la finca del Castillo de Fátima, que se convirtió en la finca familiar.
Ángel y Lola con sus hijos Ubrique, agosto de 1954 Fotografía recuperada por Francisco Javier Janeiro
Él seguía muy interesado por la curtición, así que alquiló una tenería junto al depósito que está al final de la calle San Francisco. Las cosas iban bien, por lo que decidió comprar una tenería que fuera de su propiedad. Como necesitaba dinero, vendió la finca de Fátima al tío de su mujer, José Pérez, y con el dinero pudo hacer su sueño relidad: compró una tenería en el Rodezno, y la dotó de los más avanzados sistemas de curtición.
Ángel quería una fábrica de curtidos moderna y eficaz, y no escatimó medios, consiguió adecuarse a los nuevos tiempos y logró montar un próspero negocio.Al principio todo iba bien, hasta que llegó la guerra.
En 1936 las tenerías se militarizaron y las pieles estaban muy vigiladas por la fiscalía. Constantemente había inspecciones, lo que dió lugar al "contrabando"; de las pocas tenerías que quedaban en Ubrique todas habían sido militarizadas, y, como no podían curtirse pieles para otros usos que no fueran los militares, los fabricantes curtían pieles de becerro a escondidas, teniendo que sacarlas de los noques cuando venían las inspecciones.
Curiosamente, desde la misma fiscalía avisaban a Ubrique del día que se harían las inspecciones, porque no podían permitirse el lujo de quedarse sin pieles.
Al tiempo de terminar la guerra, Ángel tuvo que vender la tenería al Ayuntamiento, porque ya no era en absoluto rentable. Fue una de las últimas tenerías de Ubrique que, a pesar de los intentos de modernización, de la compra de maquinaria y del empeño, desapareció.
Después de tanto trabajo y tanto esfuerzo, Ángel decidió comprar otra vez una finca, en esta ocasión en los Llanos de Mesines, cerca de Prado del Rey. En el Rancho Mesines pudo de nuevo disfrutar de la tranquilidad de sus hijos y nietos.
Ángel Janeiro jugando con sus nietos Mari Loli, Ángel José y Juan Antonio Mejías Janeiro Rancho Mesines, 1965 Fotografía recuperada por Francisco Javier Janeiro
Ángel Janeiro, el último tenerario de la familia, murió el uno de mayo de 1966, habiendo dejado su firma en la historia de los curtidos de Ubrique como uno de los últimos curtidores modernos.
De todos los hermanos de nuestra abuela Julia, nosotros sólo recordamos a Humberto, siempre tan cariñoso y muy viejecito, y a Ángel, que se parecía mucho a nuestro abuelo Paco, alto y grande a pesar de la edad y jugando siempre con sus nietos.
Agradecemos a nuestros tíos Julia y a Javier haber contribuido a que conozcamos mejor la historia de nuestra familia.
Nuestro abuelo Leandro se dedicó durante toda su vida a la fabricación de artículos de piel de primera calidad. Su marca, LIZ, fue conocida en toda España y vendida en los establecimientos más prestigiosos del ramo. Hoy hemos encontrado, entre los recuerdos de nuestra madre, un recorte de periódico de finales de los setenta en el que se anunciaba junto a otros comerciantes para un concurso infantil organizado por El Corte Inglés. Nos ha parecido curioso cómo un hombre que llevaba trabajando más de sesenta años en la marroquinería se apuntaba al carro de la publicidad de los tiempos modernos y colaboraba con un concurso infantil para el Día del Padre.
Leandro Izquierdo, entre los colaboradores del concurso del Día del Padre.
El Rancho Janeiro visto desde la carretera de Benaocaz Foto: Leandro Cabello
Nuestra tía Julia Janeiro Pérez nos ha contado una interesantísima historia a propósito del Rancho Janeiro. La historia la contaba su padre, Ángel Janeiro, y a ella siempre le llamó la atención. Cuando años más tarde iba a la finca, que había pasado a manos de sus tíos, siempre recordaba la historia de los extranjeros en el rancho.
Por lo visto, nuestro bisabuelo Manuel adquirió la finca y puso a uno de sus hijos mayores, Pedro, a su cuidado. Pedro tenía allí a un encargado, un hombre de campo que se ocupaba del ganado y vivía allí todo el año.
Un día de primavera, no sabemos el año (entre 1915 y 1925, que fue el tiempo que la finca estuvo al cargo de Pedro), estaba el encargado con sus cosas, cerca de la casa, cuando vió venir desde la parte de la carretera de Benaocaz a tres hombres montados a caballo que llevaban tres mulas. Eran extranjeros, dos no hablaban casi y al tercero apenas se le entendía, venían con mapas y planos y preguntaron al encargado si les podía decir en qué dirección estaba "el Esparragar", más tarde conocido como "la Bovedilla". El buen hombre les indicó la dirección y se quedó preocupado. A la mañana siguiente, cuando Pedro Janeiro llegó a la finca, el encargado le dijo: "Señor Pedro, ayer estuvieron aquí tres extranjeros que buscaban "el Esparragar".
Pedro no sabía qué podrían querer los hombres, y decidió echar un vistazo: cuando llegaron a la zona encontraron todo revuelto, había varios agujeros en el suelo y uno de ellos dejaba a la vista un enterramiento (que ellos creían cosa de moros), con sus ladrillos, sus piedras y sus trozos de cerámica. En el exterior había restos de vasijas y tinajas, objetos de cristal rotos y mucho desorden.
Restos romanos diseminados por doquier... (la fotografía pertenece al Salto de la Mora, 1969)
Los tres individuos eran, con toda seguridad, expoliadores de tesoros, y habían sabido dónde se encontraba la zona arqueológica hoy conocida como "la Bovedilla de José Pérez", que fue objeto de rescate años más tarde (en 1971)por el Grupo de Misión Rescate 208 (se trataba de un monumento funerario romano) y de excavaciones ante la imminencia de la construcción del nuevo trazado de la carretera Ubrique-El Bosque hace unos años. Pedro Janeiro siempre estuvo seguro de que los expoliadores se habían llevado algún tesoro, las monedas que hubiera en las vasijas y el oro que seguramente habría en la tumba. El caso es que, por mucho que buscaron, no encontraron nada más.
No obstante, cuando preparaban el trabajo de Misión Rescate, nuestra madre recuerda que fueron un día de otoño a la zona, para visitarla después de un gran aguacero, y en uno de los montones, justo encima, habían aparecido en la superficie dos monedas romanas, quizás parte de las que se llevaron.
Muchos años más tarde, cuando nuestro padre visitaba la zona, con nuestra hermana ésta le dijo que se notaba que había sido expoliada, pero muy antiguamente. Seguro que eran los restos de aquellos extranjeros que nunca conoceremos.
Ana Janeiro Rubiales, 1924 Disfrutaba contando historias de la familia a los sobrinos
Nuestra tía Julia Janeiro Pérez, hija de Ángel Janeiro, nos ha comentado varias historias muy interesantes a propósito de la familia.
En primer lugar: la lotería. Nuestro bisabuelo era secretario de una logia masónica, y tuvo que ir a Ronda a una de las reuniones, lo acompañaba su hijo Manuel, el mayor. Una vez en Ronda, decidieron padre e hijo acercarse a la administración de loterías a comprar un décimo, y compraron dos.
Cuando nuestro bisabuelo Manuel supo que había ganado a la lotería y que era una cantidad immensa para la época ( 120000 reales). Se vió en un gran dilema, porque su esposa, Julia Janeiro Cobeñas, padecía del corazón, y temía que la noticia le afectara gravemente. Según nos cuenta, la conversación, contada años más tarde por Ana Janeiro a nuestra tía Julia, fue más o menos de la siguiente manera:
Julia: ¿Qué te pasa, Manuel, que te veo muy raro? Manuel: Es que tengo una noticia que darte: ¿Te acuerdas de los dos décimos que compré en Ronda? Pues me han tocado. Julia: ¡Ay qué bien! ¿Mucho dinero? Manuel: No, un poquillo Julia: Nos vendrá bien, con tantos niños. ¿Porqué estás serio? Manuel: Es que es un poquillo más. Julia: ¿Cuánto más? Manuel: 120000 reales
... y Julia se quedó helada, hubo que asistirla, pero, afortunadamente, no pasó nada grave.
La familia Janeiro Rubiales, con 10 de sus hijos.
La familia, que con tantos niños no estaba demasiado bien, enriqueció, hicieron la Plaza de Toros, compraron "el Lejío" para los cerdos (donde hoy está el polideportivo), el Rancho Janeiro, y dos casitas en la Plaza de la Verdura, para que toda la familia pudiera alojarse con comodidad.
Fachada de La Garganta
Otoño, 2009
Foto: Leandro Cabello
He hablado con anterioridad de la fascinación que siento por el Bosque de los Alcornocales y debo reconocer que la noche en este lugar es algo que impone.
Un ruido producido por cualquier animal te hace ponerte en alerta. Siempre hay una ratilla que pasa por el tejado, un gato que entra en el patio o un murciélago que revolotea por la habitación.
Pero voy a contar un ruido un poco más humano que oímos una noche que pasamos en la Garganta Millán.
Laura jugando en un
paraíso en plena naturaleza.
Foto: Leandro Cabello
Esta finca está aislada en el Parque de los Alcornocales y el lugar habitado más cercano puede estar a 5 ó 6 kilómetros.
Ya era de noche y me encontraba junto a la chimenea escuchando la radio. No tenemos luz eléctrica, así que estábamos alumbrados por unas cuantas velas. De pronto oí como desde afuera alguien me decía: ¡¡Eh, señor!! con un claro acento marroquí. Me llevé un gran sobresalto y salí fuera: dos o tres personas me preguntaron cómo podían llegar a Almería, un poco más calmado les dije que estaba muy lejos.
Dentro de la casa oía a Inma hablar con alguien con el móvil . Los visitantes me contaron que llevaban ocho días andando por el monte y que lo hacían por la noche (imagino que andaban escondidos desde que desembarcaron en Tarifa).
Conforme hablaba con ellos fueron apareciendo poco a poco más visitantes, conté hasta dieciséis. Les dije que en Ubrique les podían ayudar y dónde podían ir. Ellos habían visto ya las luces del pueblo desde la Ventalleja.Les ofrecí un poco de comida y unas velas y se fueron.
Cuando cerré la puerta los escuche hablando entre ellos un rato hasta que definitivamente se fueron. Al día siguiente no quedaba ningún rastro de ellos y desconozco lo que les habrá deparado la vida a estas personas.
Por cierto en la casa no teníamos cobertura e Inma estaba simulando hablar con alguien para que creyeran que estábamos conectados, por si acaso.
Pepa Piñero de la Rosa con sus hijos Natalia y Baldomero, 19 de junio de 1914
Así de bien puestos posaron para la foto nuestra bisabuela Pepa, nuestra abuela Natalia y nuestro tío Baldomero. Sería el santo de Luis Piñero dos días más tarde y querían regalarle esta postal. Una de las primeras entradas de nuestro blog estuvo dedicada a nuestra bisabuela, y hemos hablado también de sus hermanos y de las postales que se mandaban entre ellos, pero hasta hoy no hemos conseguido tener una imagen de Pepa Piñero y una muestra de su escritura en la postal:
19 de junio de 1914
"Te felicita en el día de tu santo y te desea mil años de vida y un mundo lleno de felicidades tu querida hermana que no te olvida un momento. Pepa, tus sobrinos Baldomerito y Natalia A mi querido hermano Luis en el día de su santo".
Postal enviada por Pepa Piñero a su hermano Luis el 19 de junio de 1914
En su libro "Ubrique, Piel al descubierto" (1992), Manuel Cabello nos habla de la Parroquia de nuestro pueblo:
"No podemos darle el carácter de monumental por su aspecto exterior, ya que se asemeja a un enorme caserón con una chimenea (el campanario) también muy grande. No sabemos con exactitud la fecha de su construcción, aunque labores de investigación muy recientes en el Archivo Diocesano de Málaga (diócesis a la que pertenecía) nos dice que ya en 1617 "... cien años después de construida..." se llevaron a cabo unas importantes obras de restauración dirigidas por Pedro Díaz de Palacio, muerto en 1636."
Continúa don Manuel con la descripción del edifico, las obras de 1775 (después del terremoto) y las de 1974. Ahí se paran las restauraciones... hasta el momento. En el blog "Los Callejones" podemos leer una interesante hipótesis del proyecto y la construcción de la iglesia de Ubrique.(Pinchar aquí)
Hoy nuestro hermano ha conseguido fotografiar un momento histórico, la restauración más alta que se ha hecho a nuestra Parroquia. Un montón de vecinos del casco antiguo, reunidos en La Plaza, han visto y comentado como el "ovni" sobrevolaba el campanario.
Iglesia de Ubrique. Trabajos de restauración Foto: Leandro Cabello, octubre 2009
Montado en el suelo e izado a lo más alto con la ayuda de una gigantesca grúa, el cumbrero del campanario es colocado en lo más alto del templo, mientras que un gran número de personas congregadas en la Plaza hacen bromas sobre los ovnis, los niños pequeños que vuelan en globos de helio y que podrían volar sobre el campanario y sobre lo bonito que sería el campanario si le dejaran los ladrillitos vistos, en vez de enlucirlos.
Iglesia de Ubrique. Trabajos de restauración Foto: Leandro Cabello, octubre 2009
Finalmente, ante la expectación de todos, el cumbrero fue colocado sin problemas y en un par de días quizás el campanario esté terminado.Hemos sido testigos de una nueva reconstrucción de nuestra parroquia. Quizás dentro de doscientos años alguien como nuestro padre cuente la historia de esta reconstrucción.
Iglesia de Ubrique. Trabajos de restauración Foto: Leandro Cabello, octubre 2009
Manuel León, el padre Sebastián, y Francisco García Parra, Ubrique, años 30
Entre los cientos de fotografías y recortes guardados en el despacho de nuestro padre, hoy hemos seleccionado ésta del Rodezno, no sólo porque podemos ver ese lugar sin ruinas, sino porque así podemos ponerle cara a personajes de los que hemos oído hablar desde siempre, cuyos escritos hemos leído y que han formado parte de la historia de nuestro pueblo. El sacerdote Manuel León, sobrino del padre Sebastián, don Francisco García Parra, "cronista"de Ubrique en los años 30, 40 y 50, y el padre Sebastián, autor del libro "Historia de Ubrique".
Adolfo Suárez entregando los premios de Misión Rescate a los alumnos del grupo 208 de Ubrique Manuel Cabello y Esperanza Izquierdo observan sonrientes la escena. Madrid, 1973
El nuestro siempre ha sido un gran pueblo, conocido por el trabajo bien hecho de sus artesanos y artistas, pero nunca había sido tan renombrado como con las campañas de Misión Rescate.
Manuel Cabello puso todo su empeño en que nuestra Sierra fuera conocida y respetada, y toda su ciencia por salvaguardar nuestro patrimonio. Las campañas de excavaciones en el Salto de la Mora y el descubrimiento de una auténtica ciudad romana pasaron las fronteras de nuestra región y les valieron el Trofeo de Oro de Misión Rescate.
Una vuelta a España, recibidos por las autoridades en todas las ciudades, una entrega de premios al más alto nivel en Madrid, salir en toda la prensa nacional y un regreso a Ubrique como héroes fue lo que vivieron estos ubriqueños en aquella ocasión.
Nos han llamado la atención las fotografías con el que fuera Presidente del Gobierno a partir de 1976, don Adolfo Suárez, que en ese momento era el Director General de Radiotelevisión Española y con don Aníbal Arias, director de Misión Rescate.
Suponemos que para esos niños (de los que no reconocemos nada más que a José Peña) fue un momento más que emocionante.
Hace unos días publicábamos la fotografía de nuestra abuela con su familia delante de una iglesia a principios del siglo pasado. Decíamos que era el Calvario de Ubrique, pero, evidentemente, éste no era el Calvario. Nuestro hermano nos ha sugerido que quizás fuera la iglesia del Jesús, pero no estamos muy seguros.
¿Dónde está tomada la fotografía? Tendremos que buscar y ponernos de acuerdo, mientras tanto, si alguien puede echarnos una mano, estaríamos muy agradecidos.
Iglesia del Jesús, actualmente en El Jardín, Finales el siglo XIX Fotografía recuperada por Manuel Cabello
Julia Janeiro con su familia Principios del siglo XX Fotografía recuperada por Javier Janeiro
Calvario de Ubrique, 1925 Fotografía de Francisco García Parra (escrita en el reverso) Publicada por Fray Sebastián de Ubrique Conservada por Manuel Cabello Janeiro .
El Rancho Janeiro, octubre 2009 Fotografía: Leandro Cabello
Ayer recibíamos un recorte de prensa en el que la noticia era el gordo de la lotería de Madrid, que había caído en Ubrique, donde un señor, llamado Manuel Janeiro, había comprado dos décimos del número 6.032, el premiado. Esa historia era de 1909. Nuestro bisabuelo aprovechó bien el dinero: pagó la Plaza de toros, compró un rancho y se dedicó a ayudar a quien lo necesitaba. El rancho, que se llamó Rancho Janeiro, fue propiedad de la familia muchos años, allí hicieron nuestros abuelos el viaje de novios y allí disfrutaron de la naturaleza un par de generaciones de "Janeiros". Nuestro hermano Leandro ha hecho un reportaje de la finca. ¡Qué pena! Con sus cien años a las espaldas, la casa no aguanta más. Preciosa en tiempos, se nota que fue diseñada para las tareas agrícolas. Aún se pueden ver piedras de molino, pilones para el ganado, el horno...
Vamos a comprar lotería del número 6.032, y si nos toca quizás podríamos rehabilitar la casa y devolverle la lozanía perdida...
Todas las fotografías de esta entrada han sido realizadas por Leandro Cabello en octubre de 2009
Leandro Izquierdo y Natalia Fernández La Plaza de Toros de Ubrique a principios de siglo
Hoy nos hemos llevado una gratísima sorpresa. Es como si el tiempo hubiera dado marcha atrás y todas las historias que hemos oído desde siempre en casa tomaran cuerpo al coincidir en un mismo punto. Nuestro amigo José María Gavira nos ha mandado una noticia muy reciente, publicada en la prensa de Madrid:
El Heraldo de Madrid, 21 de mayo de 1909
¡¡¡ Se trata de la noticia del Gordo de la Lotería, que cayó en Ubrique en mayo de 1909!!!
Desde siempre nos habíamos pavoneado de que la Plaza de Toros de Ubrique (la genuina Plaza de Toros, la que derribaron un día de agosto de 2003) había sido construida por nuestro bisabuelo. En toda la familia se contaban historias de cómo le tocó la lotería y pudo hacer realidad su sueño, que ya había comenzado pero no podía terminar: construir una Plaza de Toros para el pueblo.
También nos contaba nuestra abuela que el viaje de novios había sido al "Rancho Janeiro", una finca muy cerquita del pueblo que su padre había comprado con el dinero de la lotería. Además siempre habíamos oído que nuestro bisabuelo, masón, secretario de la Logia Masónica "América", se había dedicado toda su vida a obras filantrópicas, y que desde que le tocó la lotería, más ayudaba a todo el que podía.
Por eso hoy esta noticia del "Heraldo de Madrid" ha sido tan importante: muchas de las historias que hemos oído sobre nuestro bisabuelo, que debió de ser un personaje, se han materializado en esa reseña.
Como curiosidad final: Otro de los agraciados se llabama Heliodoro Cabello, ¿Quizás premonitorio? Nuestro tío Heliodoro vino a Ubrique tan tranquilo desde su Extremadura natal y aquí se casó con nuestra tía Ana Cabello.
Parece mentira cuánta información puede esconder una simple reseña de un periódico, cómo la historia se va desgranando poco a poco, y qué poco podía imaginarse nuestro bisabuelo que aquel gordo de la lotería iba a dar lugar a tantas historias en nuestro pueblo.
Gracias, José María, por acordarte de nosotros y enviarnos esta "joya" familiar.
Julia Janeiro Rubiales con su madre y sus hermanas Iglesia del Jesús de Ubrique (sobre 1912)
Hoy nos ha mandado nuestro tío Javier una entrañable fotografía de nuestra bisabuela con nuestra abuela y sus hermanas. Calculamos, por la edad de las niñas, que debe de ser de alrededor de 1912. En principio creíamos que se trataba del Calvario de Ubrique, aunque se trata de la Iglesia del Jesús, tan alejada en la época del pueblo que había que dar un paseo para llegar a ella. Las excursiones al Calvario, a La Cruz del Tajo, a Ubrique el Alto, al Salto de la Mora, a la Vega, al Aljibe y a tantos otros lugares de los alrededores de Ubrique eran algo cotidiano, y lo ha seguido siendo durante muchos años, recuerdo que algunas veces nos íbamos a jugar al fútbol al Aljibe, y después bajábamos corriendo a merendar, o las recomendaciones de las abuelas cuando les decíamos que íbamos a Barría: "Vale, pero cuando oscurezca aquí".
Esos paseos se han ido perdiendo poco a poco. Ahora que se acerca el día de los difuntos, podemos recordar que había un "Día de los paseos". Ese día, dos de noviembre, que no era festivo, los ubriqueños y las ubriqueñas dejaban las petaquerías, cogían sus canastos y sus garrafitas de mosto y se iban a Santa Lucía, a la Viña del "Moniato", al callejón de las Mocitas y allí pasaban el día.
Los paseos al Calvario (en un segundo estabas allí arriba y descansabas, o cogías alguna algarroba y jugabas con las semillas, o campanillas para hacer una guirnalda) han prácticamente desaparecido. Pero aquí están las fotografías de hace casi cien años, para recordarnos una más de las tradiciones de nuestro pueblo.
Esta historia transcurre hace muchos muchos años:
Cuando mi padre empezó a trabajar como profesor su primer destino fue en un pueblo de la Serranía de Ronda, Igualeja.
Mira si hace tiempo, que entonces había un anuncio de estufas que decía al final: "Moraleja, compra una Agni y tira la vieja".
Nosotros, que éramos pequeños le decíamos a mi padre: "Igualeja, compra una Agni y tira la vieja". Es curioso cómo en la mente infantil se puede quedar una cosa tan insignificante...
Pero este fin de semana he pasado por el cruce de igualeja y le he recordado a mis hijos la frase durante por lo menos 50 kilometros.
De aquella estancia en Igualeja también recuerdo otra historia relacionada con las castañas. Aquí estábamos poco acostumbrados a los sembrados de castañas, y si hay algún castaño es aislado, al borde de la carretera.
Al ver tantos castaños (en el Valle del Genal hay multitud de ellos) empezamos a coger castañas en una bolsa, entonces apareció un hombre que a voces nos decía que las castañas eran suyas. Así que nos fuimos de allí casi a la carrera y por supuesto sin castañas.
Por eso a partir de entonces todas las que he comido han sido soltando la castaña.