Encaje de bolillos actual, realizado automáticamente
Fotografía: Luis Eduardo Rubio
Por Esperanza
Cabello
En estos días calurosos y largos del verano da tiempo a ordenar fotografías, a desempolvar proyectos y a recordar trabajos que teníamos pendientes desde hace tiempo.
Organizando una inmensa caja de costura hemos tenido tiempo de recordar a las grandes costureras de la familia, de recordar el refino de nuestra bisabuela Antonia (aún guardamos muchos trocitos de encaje de aquella tienda), de pensar en todas aquellas personas que, con mucha paciencia y sabiduría, intentaron una y mil veces enseñarnos los secretos de las costureras, de las bordadoras, de las primorosas.
Sor Guadalupe, la señorita Mari Gloria, abuela Natalia, Teresita, tita Nieves Arenas, nuestra madre, tita Reme... todas ellas nos dedicaron su tiempo y pretendieron hacernos herederos de tanto buen hacer, sin muchos resultados, lamentablemente.
El mundillo de Memi, con un encaje en plena creación
Fotografía: Luis Eduardo Rubio
Eso si, como alumnas disciplinadas y cuidadosas conservamos algunas instrucciones y recordamos algunos de los pasos. Además conservamos cuidadosamente el mundillo de nuestra madre, realizado artesanalmente por un carpintero ubriqueño, y otro muy pequeño, casi de juguete, que sería, seguramente, de su hermana menor.
Pero Memi nos ha proporcionado los suyos, que hemos podido fotografiar con una labor comenzada hace decenas de años, así podemos hacernos mejor la idea de cómo se hacía el encaje de bolillos. (Gracias, Memi)
El mundillo y los bolillos
En primer lugar necesitabas tener un mundillo, el mundillo es un instrumento de madera, con una almohada cilíndrica que gira y otra almohadilla sobre la que reposa la labor. Generalmente tiene también un cajón en el que guardar los hilos, los alfileres, los picados (las muestras) y los bolillos.
El otro mundillo de Memi tiene un cajón con tapadera,
y se ve la labor con el hilo enrollado en los bolillos
El picado (las muestras) es muy importante, nosotros solo hicimos encaje (¡Qué pretensión, quizás no llegáramos a los dos centímetros de encaje!) pero también se hacían pañuelitos, cuellos, chorreras, puñetas (parece que decimos palabrotas, aunque en realidad nos referimos a encajes para cuello, pecho y puños). El picado era una cartulina agujereada que te iba indicando dónde se iban pinchando los alfileres.
Así que antes de empezar había que seleccionar el picado, y la cartulina se ponía sobre el cojín cilíndrico del mundillo, sujeta con alfileres, claro.
En primer lugar había que enrollar el hilo en cada bolillo, unos tres metros para cada metro de encaje que se iba a hacer. La cantidad de bolillos dependía de la dificultad de la labor. Nosotros recordamos lo dificilísimo que era manejar ocho o diez bolillos, así que admiramos terriblemente a las encajeras que utilizan treinta o cuarenta.
Después se pinchaban los alfileres sobre la muestra, había que pinchar uno en cada agujerito en una extensión de "tres o cuatro dedos" suponemos que cada dedo equivaldría a un centímetro. Eso era un buen montón de alfileres.
Después, para cada alfiler (de la línea) hacían falta cuatro bolillos.
El mundillo pequeño, con sus bolillos
Una vez pinchados los alfileres y liados los bolillos, se comenzaba la labor. Había que fijar el principio de cada bolillo sobre el cojín, y mantener siempre un largo de hilo de unos quince o veinte centímetros ("...una cuarta, hija!" Nos decían.).
En ese momento empezaba la auténtica labor, hacía falta concentración y destreza, teníamos que pasar los hilos por los alfileres y al mismo tiempo ir desplazando los bolillos para que se fueran haciendo los nudos. La única tarea fácil era el torchón, porque con poquitos bolillos se hacía una especie de red de cuadraditos bastante fácil.
Las mayores hacían filigranas, e incluso dibujos, no solo cuadraditos, sino flores, pájaros...
Nosotros jamás avanzamos lo suficiente. En una de las cajas del desván tenemos más de un álbum de muestras de costura, y cuando tengamos ocasión traeremos las muestras de encaje.
Los encajes de bolillos se siguen usando para toallas, juegos de cama, cortinas...
Actualmente los encajes que se utilizan corrientemente son industriales y no hay tantas encajeras como antes, aunque en algunas zonas de España y en algunos países (Belgica, por ejemplo) los encajes se han convertido en una seña de identidad.
Mundillo realizado por el artesano algodonaleño Ildefonso Valle (1929)
a su esposa Isabel Álvarez
Y aquellos mundillos artesanos se han convertido en piezas de museo. Es muy difícil encontrar mundillos originales, aunque hace cuarenta años había uno en cada casa. Actualmente se hacen unos cojincillos sin armazón de madera, con lo que se ha perdido un poco de la esencia del mundillo.
Nuestro compañero Antonio Valle nos ha enviado estas fotografías de un mundillo único y original. Este último mundillo fue tallado y contruido por Ildefonso Valle en Algodonales para su esposa Isabel. Parece mentira cómo un objeto cotidiano puede convertirse en una obra de arte siempre que se construya con dedicación y mimo.
En el cajón del mundillo está tallado el nombre de su propietaria
Fotografía: A. Valle
No sabemos si Isabel tuvo ocasión de hacer muchos encajes en este mundillo, ni si conservará aún alguna muestra de las que hizo con él. Nos encantaría poder verlas, si existen.
Lo que si es seguro que continuará guardando esta obra de arte con el mismo primor que fue tallada para ella.
Seguramente algún día este mundillo luzca en un Museo del Mundillo, como este de Moca.
Sería un acierto que alguna institución comenzara el Museo Etnográfico del la Sierra, porque, cuando nos vengamos a dar cuenta, la mayoría de estos objetos habrásn desaparecido y, lo que es peor, quienes saben cómo usarlos, cómo construirlos, ya no estarán.
Detalle de la flor tallada en el cajón del mundillo
Fotografía: A. Valle
Queremos agradecer a nuestro compañero Antonio la gentileza de habernos enviado las fotos de este espectacular mundillo para que quede constancia de objetos de otros tiempos, en los que se conjuntaban la artesanía, el ingenio, el primor y la dedicación para conseguir auténticas obras de arte.