Por Esperanza Cabello
Agradecemos a nuestro amigo Javier Sánchez que nos haya enviado este recorte del Periódico de Ubrique de 1999 con un artículo de opinión de Robustiano del Canto sobre la calle Botica.
El recorte está dedicado y firmado por el propio Robustiano:
A la familia de Dª Remedios Pozo, sus hijos Javier, Tere y Ana, con mi deseo les agrade "Cómo es la Historia"; cómo me acuerdo de ir a la tienda de "la Facana" que mujer más buena, y el que no tenía dinero ella le regalaba comestibles; es que era popular, un amigo de todos. Ubrique, 5 de Septiembre de 1999. Robustiano"
Con este artículo termino la serie de esta calle. Habría que
hacerlo más amplio pero lo voy a reducir a lo más necesario. Porque en mi libro
de las petacas ya hice muchas referencias a tantas fábricas que había en esta
calle. Quiero exponer que había tiendas y bares de fama muy popular desde 1890
a 1940. Ya escribí del gran taller de Don Juan Roldán, donde daba cara a la
calle y en una cristalera había un anuncio que decía: “Petaqueros, petaqueras,
si quieres ganar más vente a la petaquería de Roldán porque tiene trabajo
bastante. Aprendices y costureras, vente para aprender. Hay coladores de las
petacas, aunque se cosan "fulleretes" con el tiempo
aprenderéis".
La juventud tenía dos bares donde había mesas de billar, el de
Andrés Ramírez y el de don Camilo Álvarez donde nunca faltaba gente. Y hablando
de tiendas, la de “la Facana", donde en aquellos tiempos por quince
céntimos daban una copa de anís y una tortita de morón para matar el gusanillo,
y no solamente eso: el mañaneo ya empezaba y ya ella tenía preparados en sus
sobrecitos los diez céntimos de azúcar y los quince céntimos de café para
empezar el mañaneo el ama de casa. Tienda muy socorrida y muy antigua, pues
por su estratégico sitio de aquí se surtían lo que llamábamos antes los ultramarinos.
¡Qué tiempos aquellos!, donde sus posadas y fondas siempre estaban
llenas, la de Cañaílla la de Arriba y la de los Romero. Yo, de pequeño, a la
entrada de cada posada veía en ferias más caballos que nunca, y los atavíos de
las bestias servían para echarlos al suelo, y sus dueños alrededor de la lumbre
se acostaban sobre ellos. Había otras pensiones más modestas como la de
Remedios Arena y María Montesdeoca (la Seisdedos). En tal calle sólo existió
una sastrería, de don Cayetano Paradas, que para que hicieran un traje para la
feria al individuo que le llevaba el corte de tela, tenía que esperar más de
tres meses, porque si no, no tenía el traje para la feria.
La casa de más importancia fue en sus tiempos de don Manuel Arenas
“el Americano", y que él hizo nueva (hoy, casa de Bartolomé “el Practicante").
Esta casa caía a la parte trasera a la calle que hoy llamamos “Sin salida”,
pero realmente esto fue posterior, porque siempre se le llamó “Callejuela de
Manuela Reina". Tal calle tenía salida por la parte de arriba por unos
patios amplios donde salía y pasaba la arriería hacia lo que llamamos la calle
“Los Solanos". En la entrada de la casa a la que hago mención, hubo un
molino de aceite, cuyo dueño vendía en un despacho que tuvo en la calle Botica.
El sitio que se autorizaba entonces para poner la feria era la
Plaza de La Verdura, y por todas estas calles mencionando la calle Botica, la
calle El Agua, Plaza de Colón y Real, se hacía el Real de la Feria, y se
adornaba poniendo de pie unas vigas mientras hacían unos arcos con palmeras y
con lentiscos. La feria se celebraba en la Plaza del Ayuntamiento también, con
el tablado que ponían para los músicos, la gente bailaba alrededor de la Plaza,
porque aquí había muchos bares y sitios donde daban realce a la feria por sus
variadas tapas.
Si veis unos cuadros antiguos en el sitio de La Perla, veréis que
lo que informo es verídico, y más al comienzo de la llegada a Ubrique de la
luz eléctrica. Yo me pregunto: ¿cómo han cambiado las cosas?
¡Qué bonito es nuestro actual Real de la Feria con su arco
levantado junto a la estatua del petaquero y petaquera! Hoy se disfruta mucho
más que antes, y el dinero corre como la pólvora.
Desde estas líneas, os
invito a que os merezcáis estos festejos, porque el ubriqueño en todo el año
trabaja mucho. El Ayuntamiento hace una feria excelente y le felicito. Y ya
termino con unas palabras que pone en su artículo la escritora Doña Francisca
Larrea en 1824: “Vinimos a casa bastante cansadas de las cuestas y mal empedrado
de la calles".[1]
[1] Doña Frasquita Larrea se
hospedaba, en 1824, en las casas grandes de La Trinidad, por lo que debía pasar
por la calle Botica habitualmente.