miércoles, 31 de julio de 2024

Doscientos años de la visita de doña Frasquita Larrea al Salto de la Mora. Visitando Ocurris

 

Ubrique, principios del siglo XX

Fotografía de Francisco García Parra

 

Por Esperanza Cabello

Una buena amiga (gracias, bonita💜) nos ha recordado que hace hoy exactamente doscientos años que doña Frasquita Larrea, mujer referente cultural en nuestra provincia a principios del siglo XIX, visitó las ruinas de El Salto de la Mora, es muy curioso que, al escribir sus diarios, doña Frasquita dejara, para la posteridad, una de las primeras descripciones del lugar, unos años después de las excavaciones que hiciera don Juan Vegazo.

Nos complace volver a leer este relato que hemos leído muchas veces con anterioridad, incluso forma parte de la ruta literaria que preparamos en Las Cumbres, y ver esta descripción con los ojos de una mujer, por vez primera, nos produce una sensación muy agradable, ella disfruta  recreándose en el paisaje, admirando las ruinas, dando lugar a la meditación y a la contemplación.

Sin lugar a dudas este relato, que ya fue publicado en 2008 por nuestro amigo José María Gavira (en este enlace), es una de las perlas de la literatura de nuestro yacimiento, lejos de tecnicismos, de erudiciones y de palabrería. 

Obviamente hay datos que  no concuerdan con los actuales, Marco Antonio y Cleopatra no tienen mucho que ver con nuestra ciudad romana, pero hay otros que nos llaman profundamente la atención. Siempre se ha pensado que Ocurris tenía una gran relación con el agua (Miguel de Olivares dibujaba unos baños, Manuel Cabello buscaba unas tenerías, se conservaron, cuidaron y reutilizaron los aljibes y cisternas... incluso en los últimos tiempos existe la teoría de que Ocurris era un lugar sagrado, vinculado con el agua) aunque no teníamos noticia de ninguna surgencia en la zona. Y ahora, leyendo con atención, doña Frasquita nos da una pista excelente:

" Mas allá vimos otro baño y un gran aljibe y nos dijeron que a una corta distancia había una sima profunda que corría subterránea no se sabe hasta dónde."

¿Habría, además del agua que corría por el acueducto, una surgencia cerca de las termas?

 

En cualquier caso, merece la pena pararse un momentito a leer este delicioso texto celebrando el doscientos aniversario de la visita de doña Frasquita Larrea a Ocurris. Debió de ser toda una experiencia subir al monte, atravesar los campos montada "en un borrico", interesarse por todo lo que había sucedido allí y observar, con mirada crítica y a la vez romántica (en el sentido literario de la palabra) su entorno

Hemos cometido la osadía de reescribir el texto con ortografía actual, aunque en el anterior enlace podemos leer el original.

 

Todas las fotografías actuales son obra de Manuel María Cabello, publicadas en "Ubrique en verde". Gracias, hermano💜

 

Día 31 de julio

Ayer tarde fuimos a la Vena-Feliz o Venafí que es como la llama el pueblo, y por otro nombre el salto de la Mora. Es una peña altísima que está a la entrada del pueblo. Llevamos dos borricos, pues nos dijeron que no podíamos hacer todo el camino a pie. Sin embargo, Aurora con las demás vecinitas que nos acompañaban, anduvo hasta la cumbre, con bastante desazón mía, porque en efecto, es camino solo para cabras, a pesar de que la senda sube en espiral por los pedregales y breñas hasta llegar a la puerta de una viña plantada en su cima y que pertenece al padre de una de las jóvenes que iban con nosotras[1]

 

 

La Trinidad, doña Frasquita Larrea se alojó en las casas de la derecha de la imagen, invitada por la familia Romero

Fotografía de Francisco García Parra


 

Yo siempre fui en borrico que, si bien acostumbrado a las escabrosidades de este país, no dejaba de tropezar con gran susto mío que a veces me veía tan elevada que al menor vaivén parecía deberme despeñar a lo profundo. Antes de entrar por esta puerta, que abre a un cuadro de tierra cercado de peñascos, vimos una ruina que ciertamente sería un baño. Es un edificio cuadrilongo, abovedado, con varios huecos o nichos en la pared. Esta ruina está bastante bien conservada, y sirve para ordeñar las cabras. Parte del techo se ha desplomado y por sus hendiduras entra la luz, que no se adivina bien por donde le entraba antes. La puerta o rastrillo que está a su lado abre a una cuadra o salón natural cerrado por paredones de peñascos a cuyos pies se ven algunas piedras sueltas a manera de sofás y sillones. 

 


Salimos de este salón por una abertura que nos llevó a la viña que domina una hermosa perspectiva de montes escalados sobre montes, y a un lado se divisa la pequeña población de Benaocaz con sus casas blancas interpoladas de verde, metida en un vallecito, semejante a una manada de ovejas pastando tranquilamente en medio de las montañas; al otro lado se presenta Ubrique abismado entre peñascos tan diminuto por la distancia, que parecía un juguete de filigrana esculpido en piedra.

 

 

 

 

Las casitas de las viñas y olivares en sus derredores se divisaban como puntitos blancos casi imperceptibles. En el primer viñedo que atravesamos vimos cinco columnas de piedra en cuyos zócalos se leen inscripciones latinas. Su situación me pareció denotar que habrían sido de alguna galería o fachada de edificio. En el suelo vimos rodando un trozo de estatua de Cleopatra de hermoso mármol blanco. Lo único que se conservaba de ella es desde la cintura hasta el pescuezo. Los dos áspides están perfectamente trabajados, aunque me parecieron demasiado simétricos.
 

 

 


 

El padre Guardián de Capuchinos que ha tenido la curiosidad de examinar estas antigüedades y aun de descifrar con mucho trabajo las inscripciones (que ha mandado a Sevilla) me ha dicho que cuando primero vio esta estatua conservaba la cabeza, y que había otra de Marco Antonio; pero que, habiendo sido abandonadas allí, los muchachos a pedradas las han destruido. Además, se han excavado en este sitio como una fanega de monedas antiguas que también se han enviado a Sevilla. 

 

 

 

 

 


 

Mas allá vimos otro baño y un gran aljibe y nos dijeron que a una corta distancia había una sima profunda que corría subterránea no se sabe hasta dónde. Pero el sol se estaba ocultando entre los montes y yo temía volver de noche por estos despeñaderos. La tarde era deliciosa y respirábamos en esta altura de un aire verdaderamente celestial. Volvimos, sintiendo que el tiempo no nos permitiese observar, y sobre todo meditar, en estas ruinas de tantos siglos.

 

 

 

 


 

Al pie de este peñasco (que llaman también el Salto de la Mora, por motivo de una tradición que supone a una mora arrojándose de esa altura huyendo de los cristianos) sale el manantial que surte al pueblo y que, pasado el Convento, fluye por un arqueducto a través de cuyos arcos se ven las huertas. 

 

 

 

El Rodezno, 1907, fotografía de Romero de Torres

Catálogo Monumental

 

Entre este arqueducto y un guardalado, debajo del cual se ven las mujeres lavando con el agua del otro nacimiento que sale por el molino, corre una calzada hasta entrar en las calles del pueblo. Un grandísimo y frondoso álamo negro sombrea a las lavanderas, y más arriba del molino se ven grupos de olmos y chopos en derredor del manantial y a sus espaldas suben peñascos hasta las nubes



[1] Doña Frasquita se alojaba en la Trinidad, en la casa de la familia Romero

 

El busto de don Emilio Santamaría Caballero, por José Luis Mancilla


 Glorieta de don Emilio Santamaría Caballero

Fotografía gentileza de Ubrique en verde

¡Gracias, hermano!

 

 

Por Esperanza Cabello 


Interesándonos por el grupo escultórico que flanqueaba la entrada de la guardería infantil La Esperanza desde su inauguración en 1970, preguntamos a nuestro amigo José Luis Mancilla, que, inopinadamente, nos contó una curiosa historia del Ubrique de finales de los setenta.

Se refiere al busto de don Emilio Santamaría Caballero, un agente comercial manchego que llegó a Ubrique buscando clientes  y se quedó entre nosotros  para revolucionar el mundo de la fabricación y comercialización de la marroquinería ubriqueña.

El papel de don Emilio, su dedicación a nuestra industria y, sobre todo, sus logros en el mundo del diseño, las ventas y la producción de pequeña marroquinería a gran escala nunca fue lo suficientemente apreciado en su momento.

A pesar de que su fábrica era el motor y el reloj de aquel Ubrique de posguerra, que conocimos hasta casi los setenta, su figura se había ido diluyendo en el tiempo y en la memoria.

Entonces comenzaron varios movimientos para el reconocimiento de esta figura tan importante. Hace unos años recuperamos un artículo que, en defensa de su gestión, publicara don José Conde Moncayo (en este enlace) en 1972.

 

Busto de don Emilio Santamaría en Vista Alegre

 

Pues quizás en ese mismo momento, a lo mejor incluso antes, surgió una iniciativa en la recordada Peña cultural y Recreativa San Sebastián, de la que quizás hayamos hablado muy poco en este blog, aunque muchos de sus socios mantienen vivo el recuerdo de sus muchas actividades. En este enlace de radio Ubrique podemos oírlos de primera mano. 

La iniciativa era muy concreta: hacer una colecta para encargar a un escultor un busto de don Emilio Santamaría y así rendir homenaje a esta persona que tanto significó para el pueblo.


 



Nuestro amigo José Luis Mancilla nos contó que ya entonces la Peña estaba en la calle Ingeniero Juan Romero, donde el bar Modelo, justo enfrente de su casa, y que él, aún siendo un niño, estuvo pendiente de aquella colecta.

En la gran pizarra que se colocaba a la entrada, se iban anotando las aportaciones de los socios, Fulanito, que ponía veinte duros; o el siguiente, que ponía quinientas pesetas. ¡Un buen dinero para la época!

 

Sería entonces 1973 o 1974, el presidente era don Manuel Bohórquez, y pronto se recogieron las noventa mil pesetas que costaría la escultura.

El escultor designado para hacerla fue Javier Tejada Prieto, el mismo que varios años más tarde -en 1979- recibiría el encargo de hacer el monumento al petaquero de Ubrique (en este enlace). 


 

Firma de F. Javier Tejada. 1974


Se trata de un bronce fundido moldeado por el escultor portuense y realizado en Madrid, en la fundición Godina, como podemos observar en el lateral.  (GODINA FUNDIDOR MADRID).




El busto está colocado sobre un monolito en el que reza la leyenda "Ubrique a Emilio Santamaría". 




Y todo el conjunto está sobre un mosaico con forma de piel realizado con piedrecitas, no con teselas, en el que se puede leer la fecha de la inauguración (1975) y tres herramientas fundamentales para la marroquinería, la patacabra, el compás y la chaveta.

 


Así pues, don Emilio Santamaría gozó del homenaje de todos los ubriqueños, por suscripción popular, agradeciendo su buen hacer marroquinero.

El lugar en el que se colocó no podía ser más céntrico en su momento, en Vista Alegre, mirando siempre a la avenida de Los Callejones, donde estaba su fábrica; saludando por su derecha a los que llegaban a Ubrique y despidiendo por su izquierda a quienes salían del pueblo.



José Luis quería aprovechar la ocasión para pedir más respeto y reconocimiento tanto al personaje como a la obra escultórica. En los pueblos somos muy dados a los motes y apodos, y es una lástima que muchas personas no conocen esta pequeña glorieta por su nombre.

Quizás si se colocara un cartel señalizador bien visible "Glorieta Emilio Santamaría", todos iríamos aprendiendo y recordando este nombre tan importante para todos nosotros.


Muchísimas gracias, amigo, por contarnos esta historia tan interesante y estas anécdotas de una época que a algunos les parecerá remota, pero que a otros nos parece de "ayer de mañana".



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lunes, 29 de julio de 2024

La industria Ubriqueña en 1861

 




Colección de Mapas Especiales de España, 1861

Google Books



Por Esperanza Cabello


Siempre que comenzamos una búsqueda en internet relacionada con nuestro pueblo, van apareciendo otros temas en los que no habíamos pensado pero que, por su interés histórico y curiosidad para nuestro pueblo, no podemos dejar pasar.

Este es el caso de un libro escrito en 1861 por don Miguel Avellaneda, se trata de un Prontuario (breve resumen) de mapas especiales de España, en el que se incluyen los mapas industriales de cada provincia.

Hemos buscado, por supuesto, la provincia de Cádiz, y esto es lo que encontramos:

 

 


CÁDIZ. MAPA INDUSTRIAL. 1861

La capital posee una gran fábrica de hilados y tejidos de algodón.

Paños da Grazalema en gran cantidad: también Benaocaz y Ubrique.

Gergas, bayetas, etc., Grazalema, Ubrique, Jerez, Vejer.

Lienzos Cádiz, Algeciras.

Curtidos Cádiz, Grazalema, Jimena, Ubrique, Arcos, Puerto de Santa María, Jerez, San Fernando, San Roque, Algeciras, Tarifa.

Papel pintado y de estraza Algeciras.

Espartería Chiclana.

Albayalde[1] Puerto de Santa María y San Fernando.

 Almidón Puerto de Santa María, San Fernando, Chiclana.

Jabón Alcalá del Valle, Algodonales, Grazalema, Ubrique, Puerto de Santa María, Alcalá de los Gazules, San Roque.

 Aguardiente Alcalá del Valle, Jerez, Puerto de Santa María, Chiclana.

Cristal San Fernando.

Corcho Algeciras.

Batanes y tintes hay en Grazalema.

Una fábrica de fundición de hierro en Cádiz.

Las fábricas de pastas de esta capital surten casi por entero á nuestras Antillas.



[1] Carbonato básico del plomo, de color blanco, empleado en pintura y, antiguamente, en medicina y como cosmético.RAE

 

 

Ubrique en 1875

 

Así que nuestro pueblo, en 1861, era renombrado por sus paños, gergas, curtidos y jabón. 

Aunque nosotros siempre recordaremos al imagen que nuestra tía Isabelita Álvarez nos hacía imaginar, pues su bisabuela, nuestra tatarabuela Ana Córdoba Leitón tenía, en la plaza de la Verdura, además de una almona de jabón en donde más tarde estuviera el cuartel y ahora viven nuestro queridos Manolo y Reme, una fábrica de fideos, justo a la derecha de la actual peña flamenca, y nos explicaba cómo los fideos, una vez pasados por la máquina, se ponían a secar en una especie de tendederos que iban de balcón a balcón con unos palos que sostenían la pasta.

 


 Esta imagen del blog de Sandro Desii (en este enlace) puede darnos una idea de cuál sería el aspecto de la plaza de la Verdura y su fábrica de fideos.