domingo, 30 de octubre de 2016

Manuel Cabello y Esperanza Izquierdo

Esperanza Izquierdo y Manuel Cabello, por José Antonio Martel    



Por Esperanza Cabello

Este fin de semana hay muchas fechas que nos superan. Hoy hace cuatro meses que murió nuestra madre, después será el Día de los Difuntos y finalmente, el día 2, será el Día de los Paseos.
Y precisamente del Día de los Paseos de 1951 era la fotografía en la que se inspira este cuadro, la misma que ustedes ven en blanco y negro a la derecha de estas palabras.
Fue cuando nuestros padres "se conocieron" (como se decía en la época). En realidad se conocían desde siempre, vecinos de la calle del Perdón, la calle Real y la calle San Pedro; pero fue entonces, en una excursión al Salto de la Mora un Día de los Paseos, cuando él "se le acercó" y ella supo que algo iba a cambiar en sus vidas.
Esta fotografía es para nosotros muy importante, los vemos tan jóvenes, tan sonrientes, tan alegres, tan felices... En la puerta de Santa Lucía, un día de fiesta para todo el pueblo, sin petaquería, sin estudios, sin tareas domésticas. Solo grupos de amigos  o familias de excursión.
En la época todas las familias subían a Santa Lucía el dos de noviembre, en el conocido "Día de los Paseos". Los petaqueros y petaqueras colgaban el pañete, las escuelas cerraban sus puertas, las madres preparaban canastos con frutos secos, membrillos, tortillas o picadillo y los padres iban a las viñas por una arroba de mosto.
Los niños jugábamos en el campo, bebíamos en el pozo de Santa Lucía, correteábamos por una carretera en la que aún no pasaban apenas coches y aprovechábamos el verdor de la "otoñá" para sentarnos y disfrutar de un día especial.

Como esa foto era tan especial para nosotros, decidimos inmortalizarla aún más, y pedimos a nuestro amigo, el pintor ubriqueño José Antonio Martel, que nos la convirtiera en lo que ahora es un cuadro maravilloso.
No es la primera vez que Martel se enfrenta a una petición como esta. Ya anteriormente había dado color a otras fotografías en blanco y negro, incluso de sus cuadros se han hecho azulejos de cerámica (en este enlace). Y tampoco es la primera vez que pinta un retrato, es un artista capaz de captar el alma de las personas y de los lugares y plasmarlos dándoles vida.
Cuando hizo aquel cartel de feria nos enamoramos de su pintura, y queríamos que, de alguna manera, el amor de nuestros padres se inmortalizara también. (cartel de feria).

Y no hemos sido unos clientes fáciles. Le pedimos que fuera un cuadro alegre y feliz, que los hiciera sonreír, que vistiera el paisaje de primavera, en esa zona en la que crecen orquídeas y varitas de San José en primavera; que los dejara solos, sin más personajes, a la sombra de esa preciosa encina ¿o será un olivo?; también que pusiera a nuestro padre su reloj característico...

Y aquí están, para siempre, ahora con nosotros: sonrientes, felices, con una luz que ilumina toda la casa, nada podría hacernos tan felices.

Por eso hoy, que hace cuatro meses que perdimos a nuestra madre, tenemos, a pesar de todo, una razón para sonreír, y es que gracias a un buen amigo tenemos un magnífico recuerdo.
¡Infinitas gracias por todo, Martel, ha sido un verdadero lujazo!


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sábado, 29 de octubre de 2016

Proba y Eudocia: Fe y Cultura, por María José Cabezas Cabello

Artículo de María José Cabezas Cabello en la Revista 21






PROBA Y EUDOCIA: FE y CULTURA


Las poetas Faltonia Betitia Proba y Athenais Eudocia, en los siglos IV y V respectivamente, escriben un mismo tipo de composición poética: el centón literario.  Se trata de poesías compuestas de fragmentos tomados de uno o más poetas y unidos entre sí. La palabra centón, en su acepción literaria, significa poema compuesto a base de palabras, hemistiquios o versos enteros tomados de otros poemas, sobre todo de Homero, Virgilio y Ovidio, para expresar un argumento nuevo.

De Proba solo conservamos su poema el centón  virgiliano “Sobre los méritos de Cristo”[1]. Para componer esta obra poética escoge las palabras, medios versos o versos completos de Virgilio y los dispone creando un nuevo poema de hexámetros dactílicos que trata de diferentes episodios de la Biblia, tanto del A.T. como del N.T. Los episodios de los que trata en su poema son: La Creación, Adán y Eva, la serpiente, Caín y Abel y el Diluvio; y del N.T. el nacimiento de Cristo, matanza de los niños inocentes, Juan el Bautista, la Tentación de Cristo, el Sermón de la Montaña, el joven rico, la expulsión de los mercaderes, la última cena, la traición de Judas, crucifixión, resurrección y Ascensión.

En cuanto a la emperatriz Eudocia (casada con Teodosio II en 421)  es una de las figuras más relevantes y menos reconocidas de la poesía griega tardía (s. V). Compuso varias obras poéticas entre las que destacan  su Centón Homérico compuesto con la misma técnica literaria de Proba pero sirviéndose de los versos de Homero. Consta de 2.354 versos y relata una cincuentena de episodios bíblicos, dedicándole más atención al Nuevo Testamento que al Antiguo.

Las poetas Proba y Eudocia se ocuparon del estudio bíblico, de su exégesis y transmisión a través de la poesía: el centón literario. No era frecuente en esta época que las mujeres se dedicaran a esto, tareas que ejercían casi en exclusividad los hombres, exceptuando el conocido Círculo del Aventino de Roma, compuesto por mujeres estudiosas de la Biblia que a finales del s. IV ayudaron a Jerónimo en su traducción de la Vulgata.

            Al escoger Proba y Eudocia los episodios de la Biblia que les interesaban para sus composiciones poéticas nos han transmitido su especial cosmovisión religiosa. Ellas encontraron una fórmula cultural creativa (el centón literario) para interpretar la Biblia y darla a conocer. Por ello merecen ser recordadas al lado de los autores cristianos que interpretaron las Escrituras con las categorías filosóficas de su época.






[1] Proba, Poema Sagrado, “Sobre los méritos de Cristo”,  Biblioteca de  Patrística, nº 99, Editorial Ciudad Nueva,  Introducción, Traducción y Notas de María José Cabezas Cabello, 2015.

viernes, 28 de octubre de 2016

María José Cabezas Cabello, en Teólogas. Revista 21

 Presentación de nuestra prima María José en la revista  cristiana 21     


Por Esperanza Cabello  

Hace unos días recibimos una llamada de nuestro tío Prudencio, comunicándonos que nuestra prima María José había publicado, en una prestigiosa revista cristiana, un artículo sobre Proba y Eudocia, dos poetisas del siglo IV y V.
María José, profesora de secundaria en Torre del Mar, donde reside desde hace casi treinta años, ha traducido y comentado la obra de la poetisa Proba "Poema sagrado sobre los méritos de Cristo".
Matrona romana de gran cultura, madre de familia, enamorada de las Escrituras y de Virgilio, considerada la primera poeta cristiana (siglo IV), Proba es una gran desconocida para la mayoría del público en general, pues siempre han destacado los grandes Padres de la Iglesia, pero de las mujeres estudiosas de la Biblia apenas se ha sabido gran cosa.
 Artículo de María José Cabezas Cabello


 Este es el artículo sobre ambas poetisas publicado por la revista 21, se puede acceder a él a través del enlace de su página web (aquí) o pinchando en la imagen para ampliar.
Nos enorgullece tremedamente que alguien de la familia haga un trabajo tan complicado, tan completo y tan específico, todo un lujo para nosotros. Y como dice nuestro tío José María,

"Me encanta y para mi es un orgullo verte referenciada nada menos en la lista de Teólogas de nuestro país.Y que sigas así - superándolo- el humilde camino que yo inicié en mis años de profesor en el Teologado del Seminario.Y lo mejoras por aquello de que "genus per speciem derogatur".

¡Enhorabuena, María José"



Agradecemos a María José que nos haya enviado el enlace y a la revista 21 que nos haya permitido utilizar su imagen para este artículo.


jueves, 27 de octubre de 2016

El 130 aniversario de la restauración del San Antonio






Ermita del San Antonio de Ubrique. 130 aniversario de su última restauración (1886-2016)




Por Ramón Trujillo Zurita 

Fotografías de Ramón Trujillo
Y Leandro Cabello


La ermita del San Antonio de Ubrique, enclavada en un punto clave de la Sierra, como una joya única que de cierta manera ha marcado a muchas generaciones de ubriqueños y seguramente marcará a otras muchas venideras, como un símbolo de identidad de sus raíces históricas, sociales y culturales.

Sus cimientos eran de una mezquita árabe. Históricamente el origen de la ermita de San Antonio habría que enmarcarlo en los siglos XIV-XV, dentro del periodo de conquista cristiana de la España musulmana, concretamente en época nazarí.

Como edificio actual, que todos conocemos, es casi en su totalidad de mediados del siglo XVII y principios del XIX. Su origen debemos buscarlo en una supuesta primitiva torre del siglo XIV.

Fotografía del San Antonio antes de 1886
Recuperada por Manuel Cabello para su libro "Ubrique, piel al descubierto"




Según la documentación del  archivo municipal, se trataba de una capilla modesta, de una sola nave de quince metros de longitud por tres de anchura. Cuenta con una sacristía, patio de entrada de más de diez metros de largo por nueve de ancho. La sacristía da a un segundo patio, de unos cien metros cuadrados.

El origen de la última restauración se relaciona con la decisión tomada por el Ayuntamiento el siete de agosto de 1886, de adquirir un reloj, que en principio iba a ser colocado en la propia casa consistorial. A esta compra se destinó la cantidad de 2.500 pesetas.



El reloj fue adquirido a plazos a la casa cordobesa “Pascual de Gregorio y Compañía”. Como curiosidad cabe decir que posee el mismo diseño y estilo que el que se encuentra en el Big-Ben de Londres.

El pleno encargó la dirección de las obras al maestro de albañilería Diego Tamayo Carrasco. Parece ser que las obras comenzaron a principio del año y la restauración fue terminada en el mes de diciembre de 1886.



Una teoría, transmitida por tradición oral, alude a que los elementos arquitectónicos y decorativos de la fachada evocan la forma de instrumentos que se utilizan en la industria marroquinera y simbología masónica (mandil o pañete, compás, reglas, cantoneras, escuadras, enganches, etc.).


El retablo no pertenecía a esta ermita, sino que fue adaptado para ella. Su estilo es sevillano, del siglo XVII, pseudogótico, realizado con maderas nobles acaobados. Procedía de la iglesia santuario del Convento de Capuchinos de Ubrique, donde fue semidestruido en abril de 1936, y desde donde fue trasladado posteriormente a la ermita.



El retablo se divide en tres calles, la central es más ancha que las laterales. Estas últimas son las que marcan las distintas divisiones procedentes del retablo. El tipo de decoración es de arquillos apuntados entrecruzados, su intradós semeja arquillos en gola, junto con formas tetralobuladas y treboladas. Destaca en todo él el uso del pan de oro.

La Sagrada Forma posee forma de arco de medio punto en el que se encuadra una cruz latina, en cuyo eje aparece destacada la figura de Dios Hijo resucitado. En los haces de la cruz, las letras A y W representan el ideograma de “Principio y Fin” (alfa y omega).



En el centro del Altar Mayor se venera la imagen de San Antonio de Padua, del imaginero sevillano Francisco Buiza Fernández de 1965, y una pintura de un Ecce Homo con túnica carmesí.

En el lado izquierdo la iconografía de un San Juan y en el lado derecho el Corazón de María, ambas imágenes son de escaso valor artístico.

En el lado izquierdo de la ermita hay una hornacina con la imagen de Cristo Yacente o Santo Entierro, obra anónima datada en el año 1956 y costeada por Antonio Vega Román, y una pequeña imagen, de “las de vestir”, de la Divina Pastora, donada por Ana Yuste Morales en 2008.



En el lado derecho una pequeña imagen de San Nicolás, que tiene mucha devoción en el pueblo, y en otra hornacina una imagen de la Inmaculada Concepción o Milagrosa sobre peana de madera.

Cuatro pinturas de autores ubriqueños de mediados del siglo XX: San Cristóbal, San Miguel, Santa Rita y la Virgen del Rosario.

En la puerta de entrada a la ermita hay un pórtico de piedra arenisca, pintado de corinto, del año 1731.



                Con esta conmemoración del 130 aniversario de su reconstrucción, desde el mes de junio del presente año se está restaurando la imagen de San Antonio en el taller de Ismael Rodríguez de Bornos, y la espadaña de nuestro emblema, el San Antonio, en agosto se ha estado pintando y ahora luce sus mejores galas para este feliz aniversario y seguir inspirando a pintores, poetas y escultores.




                

 Hace algunas semanas que su segunda campana se ha roto, se trata de la campana de la fundición Casa Calvillo Metales, de Salamanca, de 1953, y estamos deseando que pronto se arregle para seguir escuchándola.




           Precisamente este año de 2016 el cura ubriqueño Luis Piñero ha donado una reliquia para la ermita, un trozo de hueso de San Antonio de Padua, que se venera en nuestra ermita de San Antonio.



Los datos de este artículo han sido recopilados por Ana María Benítez Jiménez, licenciada en Historia del Arte, y Ramón Trujillo Zurita.



Ubrique, octubre 2016.





 El San Antonio, junio/ septiembre 2016
Fotografía de Leandro Cabello


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Nota: Nuestro amigo Ramón Trujillo ha querido hacer un pequeño homenaje a uno de los símbolos ubriqueños más reconocidos. El San Antonio ha supuesto mucho tanto para Ubrique como para los ubriqueños y los petaqueros. Incluso uno de los referentes de la marroquinería, el edificio ABC, tomó su nombre en honor al San Antonio (cuentan que Emilio Santamaría dijo que era un edificio Admirable, Bello y Contemplativo).
Agradecemos a Ramón que haya confiado en nosotros para la publicación de su artículo.


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lunes, 24 de octubre de 2016

El primer espartero de Ubrique: don Juan González

Recorte de "El periódico de Ubrique"
Gentileza de Juan Rodríguez González


Por Esperanza Cabello

Nuestro amigo Juan Rodríguez nos ha enviado un recorte de "El periódico de Ubrique" con unas fotografía y una historia que él mismo envió para su publicación hace unos años. Se trata de la hstoria del primer espartero que llegó a Ubrique, procedente de Parauta, don Juan González, abuelo de Juan Rodríguez.
El texto que acompaña a las fotografías es el siguiente:




El primer espartero de Ubrique
El primer espartero de Ubrique, Juan González González, procedía de Parauta (Málaga). Estableció su primera espartería en el año 1919 en el número 30 de la calle La Palma. En 1923 se pasó al número 81 de la calle San Sebastián (en la foto de la derecha, en la que aparece Juan González González, a la derecha, junto con dos amigos de la época). En 1937 trasladó la espartería al número 31 de la misma calle, haciendo esquina con la calle Rosario. En la foto de la izquierda aparece la viuda de Juan González, Ana Martín Ortíz (a la derecha) natural de Cartajima (Málaga) con sus hijos Cristóbal y Catalina González Martín en el año 1943.
Juan González González, que falleció en 1942, era conocido como “El Maestro”.
En el bar Las Palomas, ubicado donde más tarde estuvo el Capitol, se reunía la gente del campo para encargarle los trabajos: serones, esteras, pleitillas para el queso, bozales para los burros, espuertillas, fundas para garrafones, tonizas…
Las fotos las ha cedido un nieto del primer espartero, Juan Rodríguez González.
 

Agradecemos a Juan que haya tenido la gentileza de enviarnos estas fotografías y esta historia de un artesano cuya profesión ya apenas existe en la sierra, testigo de aquellas tareas que en tiempos fueron imprescindibles y que ahora están casi en desuso.


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