El Salto de la Mora, 1 de abril de 1951
Manuel Cabello y Esperanza Izquierdo
Por Esperanza Cabello
Nuestro amigo José María nos ha pedido una manita para completar su cronología de Ocurris (en este enlace), en lo que respecta a nuestro padre y a don Salvador de Sancha, el arqueólogo sevillano director de las excavaciones que tuvieron lugar en el Salto de la Mora en los años setenta.
Lo primero que hemos pensado es que es una pena que nuestra historia reciente no esté escrita, y también que quien se ha ocupado en los últimos años del yacimiento haya hecho una tarea tan parca en este sentido.
Pero rápidamente ese sentimiento de tristeza ha sido sustituído por una gran sonrisa, porque hemos recordado que teníamos en mente hablar de una gran historia de amor, la de Manuel y Esperanza, y esta petición de nuestro amigo nos viene como anillo al dedo.
Corría el año de 1951. Esperanza Izquierdo acababa de regresar definitivamente del internado de Ronda, después de nueve años estudiando y de haber terminado los siete cursos de bachillerato y la reválida (lo que la habilitaba para ser maestra, pero ella no continuó con los estudios).
Esperanza se dedicó a su casa, a ayudar a la familia y a su tarea apostólica. Se encargaba de los grupos de Aspirantes de Acción Católica, y con sus niñas hacía muchas excursiones, entre ellas, por supuesto, al Salto de la Mora, lugar obligado de excursiones para los ubriqueños durante muchos años.
Por otro lado Manuel, un jovencito espigado de veinte años, había empezado sus estudios de medicina, pero no se acostumbraba a estar en Cádiz, él prefería estar en Ubrique, recorrer la sierra, seguir los pasos de su maestro, don Fernando Gavilán, y conocer in situ la naturaleza y el patrimonio.
Un día organizaron las monitoras de aspirantes de Acción Católica y los amigos de Manuel una excursión al Salto de la Mora. Manuel se había ofrecido de guía, conocia de primera mano todos los recovecos del yacimiento, pues lo había visitado en repetidas ocasiones con su maestro, don Fernando Gavilán, seguidor de la Escuela de Libre Enseñanza.
Los amigos en el Salto de la Mora
Ubrique, 1951
Fue un día de juegos, de risas y de miradas. Nuestra madre nos ha contado muchas veces que notó cómo aquel muchacho la miraba repetidamente, y que a ella le pareció muy divertido y muy guapo, aunque en aquel momento no tenía pensamiento de novio ni de nada similar.
Pero el muchacho fue muy insistente, y tanto insistió que seis años más tarde aquel amor que había empezado en el Salto de la Mora se convirtió en matrimonio y amor para siempre.
Manuel dejó sus estudios de medicina en Cádiz, los cambió por un puesto en la petaquería de su padre y estar a cien metros de la casa de su amada. Y los dos comenzaron una vida en común que siempre, siempre, estaría ligada al Salto de la Mora.
Porque los domingos, los días de los paseos, las fiestas y cada vez que podía volvían al lugar en el que comenzó su idilio. Tenemos cientos de fotografías y películas jugando en el foro, con amigos, con los primos, con la familia. Con burrito, sin burrito, con columpio, con paellas. De todas las formas posibles.
En 1965, que ya era el responsable de la empresa heredada de su padre, tuvo un gran revés de la fortuna, pues una bodega de Jerez suspendió pagos y no le pagó un gran pedido que acababan de servir. Eso significó la ruina absoluta. Ya era padre de familia numerosa, y decidió terminar sus estudios y convertirse en maestro, en menos de un año tenía la carrera terminada y las oposiciones aprobadas.
En el curso 1966-67 fue nombrado profesor de la Escuela-Taller Santa Ana, de Ubrique, y ese mismo año comenzó un programa de televisión que marcaría nuestras vidas y las de muchos ubriqueños: Misión Rescate
Misión Rescate era un programa-concurso radiofónico dedicado a rescatar el patrimonio en el país. Estaba dedicado a maestros y alumnos y les proponían "rescatar" cualquier elemento del patrimonio que mereciera la pena o que estuviera en peligro.
Manuel, siempre activo y siempre curioso, decidió participar en ese programa, y en compañía de su amigo el maestro Francisco Collado Jara, participó, por primera vez, en nombre de los ubriqueños.
Y entonces comienza una nueva "historia de amor",la historia de un hombre que trabajó sin medida para preservar y dar a conocer al mundo entero el patrimonio de los ubriqueños y la ciudad romana de Ocurris.
Esta historia continuará en la siguiente entrada (aquí).
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