El yacimiento arqueológico de Ocuri: Una aproximación
histórica. Prólogo a su estudio
Natalia Cabello
Izquierdo. Arqueóloga. Ubrique
No sería muy desacertado afirmar que Ocuri es realmente un
yacimiento en superficie, donde, como en muchos otros yacimientos en
superficie, podemos obtener una lectura limitada sobre todo a nivel
microespacial. Somos conscientes de que la información que nos puede aportar
este importante yacimiento de la Sierra de Cádiz es comparativamente mayor que
otros yacimientos temporal y espacialmente cercanos a él. Podemos documentar
mayor o menor cantidad de items arqueológicos, restos cerámicos, restos
constructivos... e incluso plantas de edificaciones que se observan en
superficie. Sin embargo, tenemos que ser cautelosos a la hora de interpretar
fases culturales, sobre todo en un yacimiento como Ocuri que, por los datos que
tenemos, constituye un yacimiento con posibilidades de interpretación de varias
fases culturales, abarcando varios siglos en los que ocurren una serie de
hechos históricos, de transformaciones, que difícilmente podemos investigar e
interpretar si carecemos de una secuencia estratigráfica, así como de un
análisis del territorio que nos posibilite realizar un estudio a nivel histórico
(social, económico, político) desde un punto de vista diacrónico, y compararlo
con la evolución producida en otras zonas cercanas donde se han llevado a cabo
estudios de investigación (los estudios que se han realizado hasta ahora en la
Serranía y Depresión Natural de Ronda pueden valernos de marco de referencia
porque por diversas razones, que más adelante iremos anotando, podemos
argumentar que se ha producido en lo esencial -cambios en las estructuras
sociales- la misma evolución histórica).
El presente trabajo no pretende en absoluto constituirse en
el resumen de unos, por otro lado, inexistentes resultados de investigación; ni
siquiera se ha seguido una metodología científicamente aceptable. Surge del
ánimo con el que me siento tras la realización de los trabajos de limpieza y
consolidación que hemos llevado a cabo en el yacimiento en el primer trimestre
de 1997. Se trata más bien de una reflexión y recogida de algunos datos
dispersos que hasta ahora no habían encontrado oportunidad de plasmarse de
forma escrita y con los que se pretende corregir modestamente la serie de
“desatinos y de oportunidades perdidas” de las que Ocuri ha sido objeto, para
comenzar a darle el valor y la importancia que se merece no solo desde el punto
de vista arquitectónico, que puede ser lo que más llame la atención al
visitante del yacimiento pero que no deja de ser parte de un todo que se
denomina historia.
He querido denominar a este artículo "Prólogo al
estudio del Yacimiento de Ocuri" porque realmente no va mucho más allá,
quedando mucho por hacer aunque haya intentado sacar el mejor provecho de los
datos disponibles, procurando no caer en descripciones que puedan resultar
tediosas para el lector.
Introducción
El yacimiento arqueológico de Ocuri se halla situado en la
parte más occidental de la zona subbética, la sierra noreste de la provincia de
Cádiz, encontrándose actualmente incluido en la figura jurídica del Parque
Natural de la Sierra de Grazalema.
Estas sierras se caracterizan, desde el punto de vista
geológico, por la presencia de las duras calizas del Jurásico. En el caso del
emplazamiento de Ocuri, se trata de un cerro calizo rodeado de valles fluviales
(valle del Rano, río de Ubrique, arroyo de los Cirones).
La cualidad más sobresaliente de este enclave topográfico,
con una altitud media de 550 metros sobre el nivel del mar, es que, si bien se
trata de un cerro con destacados escarpes calizos en todo su perímetro, su cima
está compuesta por una serie de llanos que constituirían el solar de los
distintos asentamientos y que han sido cultivados hasta épocas recientes, algo
que lo distingue de los cerros circundantes, algo también que puede resultar
bastante ventajoso para ciertos grupos humanos, a la hora de decidir un lugar
de asentamiento más o menos permanente. De hecho, las zonas llanas suman unos
35.000 metros cuadrados y con toda probabilidad fue ocupada casi en su
totalidad en época romana, al menos en los dos primeros siglos de nuestra era,
según se desprende de la gran abundancia de restos arquitectónicos dispersos
existentes muchos de ellos amontonados a manera de majanos agrícolas.
El paisaje del emplazamiento y del entorno de Ocuri es el
resultado de las diversas actuaciones de los grupos humanos a lo largo de un
proceso histórico. Sin embargo no podemos definir dicho proceso ya que carecemos
de estudios analíticos concretos, como de hecho sí los poseen otras zonas cercanas,
como la Depresión Natural de Ronda, que ha proporcionado en los últimos años
una buena cantidad de publicaciones sobre la Prehistoria Reciente, Protohistoria
y Antigüedad, y donde se ha llevado a cabo un estudio antracológico que ha
ofrecido interesantes datos del paleoambiente del entorno de Acinipo (Ronda La
Vieja - Málaga), demostrando una degradación progresiva del medio, sobre todo a
partir del período orientalizante, que coincide con el desarrollo económico de
las comunidades de este período y el proceso de intensificación productiva para
poner en explotación nuevas tierras y nuevos cultivos, produciéndose en consecuencia
una intensificación en la tala de bosques (Rodríguez Ariza et Alii, 1991;
Carrilero y Nieto, 1994).
Un análisis de los tipos de suelo y del paisaje que la
Sierra de Cádiz presenta actualmente nos hace pensar que no podemos en absoluto
extrapolar los resultados del estudio antracológico realizado con las muestras
de Acinipo, puesto que la degradación del paisaje natural en la Sierra de Cádiz
no parece haber sido tan acusada. Una respuesta al por qué de esa diferencia
podemos buscarla en los tipos de suelos.
El suelo es el soporte de todas las actividades humanas,
sobre todo de aquellas vinculadas a los aprovechamientos productivos de la
tierra; conocerlo es algo imprescindible para el logro del máximo rendimiento de
los recursos naturales. El desarrollo de una comunidad, de un grupo social, ha
ido siempre unido directamente a las posibilidades que le ofrecen los recursos
naturales. A nivel general, la historia de los grupos humanos ha estado ligada
a la existencia de bosques. Desde la aparición de las primeras comunidades
productivas, los grupos humanos han procurado obtener nuevas tierras para
ponerlas en cultivo, a medida que el número de miembros dentro de las
comunidades ha ido en aumento. Una de las consecuencias de este proceso ha sido
la tala de bosques.
Sin embargo, esta apreciación de carácter general tantas
veces aducida para explicar diferentes procesos en los cambios paisajísticos a
lo largo de la Prehistoria y la Historia debe ser matizada dependiendo de la
zona de estudio. Se puede decir que en la Sierra de Cádiz, en el ámbito de
Ocuri, la agricultura ha estado siempre relegada a un segundo término. Sólo en
ciertos momentos de la Historia, cuando los avances tecnológicos lo han
permitido, y en un marco de economía de subsistencia, la agricultura ha formado
parte importante de las actividades económicas desarrolladas por las gentes que
aquí han vivido.
Según el mapa agrológico de la provincia de Cádiz
(Provincia de Cádiz, tomo I, pp.64-71), la zona de la sierra Noreste aparece
como la más pobre de la provincia en cuanto a sus suelos, ya que los terrenos
no productivos y sin vocación agrícola se sitúan allí donde las rocas afloran
sin dar lugar a la formación de verdaderos suelos.
De hecho existe un predominio de litosuelos, es decir,
áreas donde la roca se muestra desnuda (roca caliza), y también de suelos del
orden vertisol, los denominados bujeos, presentando una gran profundidad y un alto
poder de retención de la humedad. Su principal carácter definidor es su alto
contenido en arcilla; suelos muy pesados para el laboreo, muy duros cuando
están secos y muy blandos cuando húmedos.
Podemos decir que las tierras que rodean Ocuri son
agrícolamente improductivas. Con mucho, existen zonas para un laboreo ocasional
o limitado, al margen de la existencia de pequeñas zonas de vegas que se han
explotado tradicionalmente para obtener una limitada producción de cultivos hortofrutícolas
como Tavizna y las vegas del río de Ubrique, el arroyo de los Cirones, y, de
menor importancia, el arroyo de Barrida.
La presencia de suelos improductivos (incluidas las zonas
rocosas) explica la permanencia de la vegetación natural en amplias zonas
(recordemos de manera ilustrativa que actualmente Ocuri y su entorno se encuentran
dentro del Parque Natural Sierra de Grazalema y el de Los Alcornocales), y allí
donde se han experimentado transformaciones claras del paisaje, sobre todo en
zonas de bujeos, observamos pequeños claros (algunos de ellos utilizados para
el cultivo de viñas hoy desaparecidas) y un paisaje de olivar muy
característico. El olivar de nuestra sierra presenta unas connotaciones
propias. Se encuentra situado en zonas de gran pendiente y la mayoría de ellos
son obtenidos con injertos de acebuches, formando un paisaje adehesado. Se
trata de una práctica tradicional que posibilita la simbiosis entre agricultura
y ganadería. El olivo de la sierra se caracteriza actualmente por su baja
rentabilidad; su pervivencia hay que buscarla en su vinculación con
explotaciones familiares (Estudio socioeconómico de la Sierra de Cádiz, 1983).
La actividad tradicional más extendida ha sido sin duda la
del pastoreo dentro de una economía doméstica. Actualmente, existe una cabaña
de ganado caprino vinculada a las áreas serranas más abruptas; el ganado
porcino tradicional también es de pastoreo libre, al igual que el ganado vacuno.
Por otro lado, desde el punto de vista histórico, no tenemos datos para
averiguar y analizar el momento de introducción de diferentes especies
domesticadas en la zona de la sierra. Sí podemos hacer referencia de nuevo,
dada su proximidad, a la Depresión Natural de Ronda. Para el caso concreto que
ahora nos ocupa, existen datos muy interesantes en cuanto a la presencia de
algunas especies domesticadas en el yacimiento de Acinipo. Analizando la presencia
de las distintas especies animales en Acinipo, tanto en la Edad del Bronce (siglos
XVIII - XVI a. C.) como en el Bronce Final Reciente (siglo VIII a.C.), son los
ovicápridos los que proporcionan mayor número de restos óseos y de individuos,
siendo superior - más del doble - el número de restos de cabras que de ovejas,
seguidas de los del cerdo y los del buey, aunque los bóvidos se configuran como
la base cárnica del poblado (Riquelme Cantal, 1989-90). Evidentemente, estos
datos pueden valernos solo de referencia; no sabemos realmente el peso que la
ganadería ha tenido en ciertos momentos históricos en el territorio circundante
de Ocuri. Sin embargo, es probable que pueda existir una tempranísima adopción
y adaptación de las especies domesticadas que tradicionalmente han ocupado la
zona y hoy día continúan explotándose.
Actualmente Ocuri y las tierras arcillosas de su alrededor
presentan un paisaje de herbáceas salpicado de especies arbóreas tales como la
encina, el acebuche, el olivo (acebuche injertado), el algarrobo y la cornicabra
principalmente, así como algunas higueras y almendros. En realidad se trata de
un paisaje adehesado acompañado también de arbustos como el lentisco, retama,
matagallo, espino, etc.
Uno de los interrogantes que adquiere mayor importancia,
base fundamental de cualquier estudio vinculado con el asentamiento de Ocuri,
es demostrar si las actividades tradicionales de la Sierra de Cádiz, en
concreto el cultivo de la vid y el olivo junto con ciertas especies de
cereales, arrancan ya desde el siglo VIII a.C. -se trataría de nuevos cultivos
introducidos por los fenicios-, como se ha demostrado en la ya referida
Depresión Natural de Ronda (Carrilero y Nieto, 1994), o si estas influencias
son algo posteriores, si partimos de la hipótesis de la existencia de una situación
de al menos una “aparente marginalidad” de la cual pudiera ser objeto la Sierra
de Cádiz y las comunidades que aquí pudiesen habitar inmediatamente anteriores
a la llegada de los fenicios al sur de la Península Ibérica, habida cuenta la
baja productividad del suelo, la complicada topografía y su alejada posición
con respecto a las principales rutas comerciales interiores.
Sea como fuere, lo dicho entra dentro de las suposiciones
aunque abra un camino hacia hipótesis de trabajo. Lo cierto es que los escasos
restos arqueológicos de superficie que podemos estudiar nos aportan, hoy por hoy,
una cronología muy imprecisa en cuanto al primer asentamiento en la meseta de
Ocuri. En cambio, sí tenemos algunos fragmentos cerámicos pertenecientes a la cultura
material ibérica, el momento cronológico en que creemos que hubo una comunidad
con un sistema organizativo tipo oppidum.
En conclusión, lo importante es resaltar la íntima relación
entre los grupos humanos que se asentaron en Ocuri y su adaptación a un medio
de características tan peculiares como las que hemos descrito, en un intento de
equilibrar ésta con las influencias exteriores (en el más amplio sentido de la
palabra); grupos que intentaremos definir aunque solo sea con un mínimo de
rigor en los apartados siguientes.
Historia del yacimiento
Hasta el presente se puede decir que sabemos más sobre la
historia de Ocuri como yacimiento arqueológico que como solar donde se han
asentado diversas comunidades, ya de época romana, ya de épocas anteriores, no
encontrándose actualmente divididas en diferentes etapas culturales.
Los
trabajos de limpieza y consolidación para la puesta en valor de Ocuri que
realizamos en la primavera de 1997 han ido en parte acompañados de una búsqueda
de información y de un estudio sobre el terreno de los posibles episodios
localizables de alteración provocada por agentes naturales o antrópicos.
El
estado de conservación de las estructuras emergidas así como de algunos
perfiles antes de nuestra intervención podía clasificarse de malo, debido a la
conjunción de varios factores, algunos de ellos detectables fácilmente y otros
que han ido apreciándose durante el transcurso de los trabajos de limpieza.
Todos ellos han sido objeto de un análisis exhaustivo y de un tratamiento individualizado.
Pudimos
observar que en los últimos años habían proliferado todo tipo de plantas,
después de haber transcurrido más de 20 años desde que se llevaron a cabo las
únicas excavaciones arqueológicas sistemáticas realizadas hasta hoy, dirigidas por
el arqueólogo Salvador de Sancha. Erradicar las plantas leñosas que afectaban
directamente a las estructuras murarías fue una de nuestras principales tareas,
ya que muchos árboles y arbustos habían enraizado en los muros provocando
grietas, desplazamientos e incluso desplomes de los mismos.
Una vez concluidas las tareas de limpieza y consolidación y
hecho un análisis en superficie del yacimiento, hemos podido delimitar ciertas
acciones antrópicas refutadas por unas fuentes documentales que conocíamos de
antemano (Fray Sebastián de Ubrique, 1944, pp. 17-38).
Es importante dar a conocer los datos que se conocen sobre
la historia del yacimiento, recogidos éstos de informaciones tanto orales como
escritas, así como la existencia de documentos fotográficos para poder
comprender y analizar el estado actual de conservación del yacimiento. Nosotros
hemos contrastado algunos de estos datos en nuestro trabajo de campo.
Los episodios de los que podemos obtener algunos datos o
“pistas” sobre de la historia del yacimiento y que han alterado en gran medida
la secuenciación estratigráfica, con la consiguiente pérdida y distorsión de
información pueden sintetizarse en tres:
- La destrucción parcial del yacimiento por parte de un
aficionado local Juan Vicente Vegazo, a finales del siglo XVIII (Fray Sebastián
de Ubrique, pp. 17-38).
-La excavación llevada a cabo por el mismo Fray Sebastián
de Ubrique a mediados del siglo XX.
-La excavación arqueológica y los trabajos de restauración
realizados en la década de los setenta -1971,1973 y 1976-, cuyos resultados
permanecen inéditos hasta el día de hoy, por lo que solo podemos sacar algunas
conjeturas con respecto al significado e interpretación de las estructuras
excavadas.
Existe un manuscrito recogido en la publicación de Fray
Sebastián, transcrito por él mismo, aunque nosotros aún no hemos tenido tiempo
de localizar la fuente documental. En dicho documento Juan Vicente Vegazo
describe de forma detallada los “trabajos” que realizó en el yacimiento. Vegazo,
al que podemos definir como aficionado local y con cierta inquietud por la
historia y los restos del pasado, dentro de la mentalidad de su época, compró
los terrenos donde se encuentra ubicado el yacimiento de Ocuri para plantar viñas
y a la vez extraer restos arqueológicos de la mayor suntuosidad posible,
textualmente, “a fin de dar alguna noticia relevante a la nación”.
En nuestro trabajo de campo hemos intentado, en la medida
de lo posible, localizar las posibles alteraciones provocadas por los trabajos
de Vegazo dentro de la estratigrafía del yacimiento, y que iremos apuntando
cuando hablemos de las áreas del yacimiento.
Vegazo actúa en un momento en el que la metodología
arqueológica aún no se encuentra desarrollada. Tampoco ponemos en duda su interés
por hacer llegar a la gente de su época la importancia de sus descubrimientos,
que gracias a ello podemos verificar documentalmente. Sin embargo, al haber
actuado en gran parte de la acrópolis y de la necrópolis, la alteración ha sido
clara, y muy a tener en cuenta en futuras intervenciones. Las excavaciones de
Vegazo en la necrópolis I, a la que él denomina baños, no se encuentran
descritas en el libro de Fray Sebastián y desconocemos si aparecen en el
documento original, aunque las excavaciones llevadas a cabo en los años 70 parecen
demostrarlo (Cabello Janeiro, pp. 84 y 107). Por otro lado, todos los muretes
de piedra seca que se observan actualmente en el yacimiento formando bancales o
aterrazamientos no pueden asignarse como obra de Juan Vegazo para el cultivo de
viñas, ya que muchos de estos aterrazamientos que se observan en superficie
parecen formar parte del trazado urbanístico de la ciudad romana. Ello no
quiere decir que no existan bancales agrícolas; solo que unos y otros podrán
ser documentados y definidos después de un proceso de investigación.
Por su parte, Fray Sebastián de Ubrique (pp.32-33) también realizó
excavaciones en la necrópolis II de Ocuri. Debió de vaciar algunos de los
enterramientos, puesto que los describe con gran lujo de detalles. Durante el
transcurso de los trabajos de campo hemos podido localizar la necrópolis
descrita y delimitar su perímetro a fin de promover su protección.
Por último, con respecto a los trabajos de excavación
arqueológica sistemática y la restauración de la necrópolis I llevados a cabo a
principios de los años 70, tenemos noticias a través de un historiador local,
que participó en dichos trabajos y que recogió algunos datos (Cabello Janeiro,
cap. I, II, VII, IX).
Ocuri: muestra de asentamiento ibérico
Actualmente existen algunos, aunque pocos, materiales
arqueológicos en superficie dispersos en el yacimiento, que lógicamente se
encuentran descontextualizados pero que por su tipología parecen adscribirse a época
prerromana, llámese ibérica, sin poder todavía definirse fases o etapas.
Existen además una serie de unidades constructivas presentes en el yacimiento y
visibles gracias a las excavaciones a las que ya hemos aludido que también
pueden ser anteriores a la presencia romana, pero de cuya cronología y
funcionalidad poco podemos apuntar.
Fundamentalmente, la presencia ibérica en Ocuri se
encuentra documentada a través de una serie de materiales cerámicos recogidos y
clasificados durante las tareas de limpieza del yacimiento. Se trata de 35
fragmentos de cerámica ibérica pintada adscrita a un ibérico pleno, aunque
existe algún fragmento perteneciente a un momento ibérico antiguo. La
decoración, siempre pintada, responde a un esquema geométrico simple (no hemos
documentado temas fitomorfos, ni zoomorfos, ni antropomorfos, tan
característicos dentro del repertorio cerámico), compuesto fundamentalmente por
bandas concéntricas rojas y negras. Sin embargo, poco podemos decir acerca de
los tipos, pues la mayoría son fragmentos amorfos, exceptuando algunos que
corresponden a tipos de platos.
Que Ocuri posea, estratigráficamente hablando, un Bronce
Final Pre y Postcolonial sólo lo sabemos por referencias orales de las
excavaciones arqueológicas de los años 70. Hemos documentado algunos fragmentos
cerámicos a mano (dos bordes y un fondo pertenecientes a ollas o cuencos) y un
fragmento a tomo decorado que quizá sea una importación fenicia. Evidentemente,
con este escaso registro poco podemos añadir sobre la cultura material en sí
misma y sobre la cronología relativa que puede aportar. Por tanto, desde el
siglo VIII a.C. e incluso anterior a esta centuria hasta prácticamente nuestra
Era bien poco podemos decir de la comunidad que habitaba la meseta de Ocuri.
Se encuentra dentro de lo aceptable pensar que su evolución,
en aquellos aspectos considerados de mayor trascendencia, no pudo ser muy
diferente al de las demás comunidades del entorno, que la presencia fenicia
tuvo que hacerse sentir, aunque no sepamos definir el grado de relaciones entre
la comunidad indígena y la foránea. A medio plazo debieron de introducirse
nuevos cambios tecnológicos entre los siglos VIII y VI a.C., tales como cambios
en los patrones urbanísticos, introducción del tomo de alfarero y la metalurgia
del hierro, fundamentalmente; así como la introducción de nuevos cultivos -vid
y olivo- y, a nivel social, el desarrollo de las relaciones de dependencia.
El flujo y reflujo de relaciones entre la costa y el
interior a través de un comercio realmente tuvo que existir aunque en principio
nos encontremos en una zona alejada de rutas comerciales de importancia, sobre
todo si tenemos en cuenta que los intereses fenicios se centraban en la
obtención de metales y en explotaciones agroganaderas rentables, como es el
caso del valle del Guadalquivir y del Guadalete. No obstante, no existe ninguna
contrastación arqueológica para las supuestas relaciones directas o indirectas
entre los indígenas de Ocuri y los fenicios.
A partir del siglo V a.C. aproximadamente, la ciudad
ibérica de Ocuri aparece como un recinto amurallado allá donde la topografía lo
precise, con clara posición defensiva. En algún momento de este período
desgraciadamente poco definido (siglos V, IV, III a.C.), debieron de construirse
las murallas que aún se conservan tanto en la cara norte como en la cara sur
del yacimiento, si bien hay que decir que
Ocuri es un enclave natural muy bien defendible gracias a
sus escarpes rocosos que lo hacen difícilmente franqueable. El sistema de
oppidum (plaza fuerte fortificada) aparece bien representado en una amplia
zona: Iptuci, Ocuri, Lacílbula, Silla del Moro, Acinipo. Según los resultados
de los trabajos de prospección arqueológica que se han llevado a cabo entre los
yacimientos de Lacílbula, Acinipo, Silla del Moro y Arunda y en la prospección
que nosotros hemos realizado en el entorno de Ocuri (término municipal de
Ubrique fundamentalmente), no se ha documentado ninguna estructura de tipo
rural intercalada entre los asentamientos enumerados, lo que ha llevado a
algunos investigadores a pensar en un cambio en la estructura social en el seno
de la población indígena, traducido en unas emergentes relaciones de dependencia
personales y no de parentesco, basándose en la inexistencia de estructuras
rurales diferenciadas de los oppida, lo cual podría indicar que la propiedad de
la tierra se encuentra concentrada en pocas manos, es decir, en la oligarquía
local, en un principio los linajes o grupos de parentesco más fuertes.
(Carrilero y Nieto, pp. 53-57).
De forma generalizada, cuando los romanos inician su
proceso de conquista en el sur peninsular encuentran una sociedad estratificada
con una clase dominante identificada como Estado.
La presencia romana en Ocuri
Una vez finalizada la contienda entre Cartago y Roma,
habiendo tenido como campo principal de batalla la Península Ibérica, a finales
del siglo III a.C., Roma aprovecha su situación de vencedora, produciéndose de
esta manera el lento proceso hacia una romanización efectiva. Para el caso que
nos interesa, se efectúa la primera división administrativa por parte de Roma,
creándose la provincia Ulterior. Sin embargo, el sistema de administración territorial
ibérico, basado en el oppidum, permanecerá en uso por lo menos durante casi
tres siglos.
En efecto, Roma, en su proceso de conquista de la Península
Italiana fue imponiendo un sistema administrativo basado en la concesión de la
ciudadanía a las comunidades conquistadas, creando un sistema de municipios de
ciudadanos romanos. Con la incorporación de nuevos territorios no itálicos, sin
embargo, Roma hace uso del principio de dependencia imponiendo un tributo
regular. Para ello se basará en la alianza entre Roma y las oligarquías ibéricas,
con el consiguiente mantenimiento de la estructura de la propiedad, aunque seguramente
de forma coactiva con la presencia militar romana (Ruiz, Castro y Choclán,
1989).
En territorios limítrofes como los correspondientes a la
Serranía y Depresión Natural de Ronda, tales argumentaciones parecen encontrar
una explicación empírica puesto que pertenecientes al período histórico que nos
ocupa no se ha documentado, en los trabajos de prospección, ningún tipo de
hábitat (llámese aldea, cortijo, edificaciones de cualquier clase) intercalado
entre los oppida, lo que parece demostrar que, efectivamente, en la Serranía de
Ronda continuó vigente el sistema administrativo-territorial indígena
(Carrilero y Nieto, 1994, pp. 58)
En la Sierra de Cádiz y concretamente en el territorio
circundante de Ocuri, en las prospecciones arqueológicas que hemos realizado
hemos localizado al menos 10 yacimientos que pueden ser considerados como
villae o asentamientos de tipo rural, pero ninguno parece ser anterior, por los
datos que manejamos, al siglo I d.C. Ocuri, en cambio, sí presenta una serie de
restos cerámicos (siglos II - I a.C.) que constituyen el único argumento hasta
ahora para poder atestiguar la presencia romana en esta etapa.
La creación de municipios y colonias para la instalación de
veteranos promovida por César tras derrotar a Pompeyo (mediados del siglo I
a.C.) no debió de afectar a esta zona del interior; la mayoría de los
asentamientos indígenas (oppida) se hallaban sometidos a un tributo
territorial, es decir, administrativamente se constituyeron en civitates
stipendiarias, hasta que T. Flavio Vespasiano, tras vencer en la guerra civil
(68 d.C.), procedió a una reorganización administrativa del estado. Respecto a
Hispania y a la Bética, la acción jurídica de mayor trascendencia quizá para la
población en general fue la concesión del ius latii (derecho latino) a
numerosas comunidades urbanas, por necesidad de homologar la administración aunque
también para obtener mayor número de ciudadanos reclutables para las legiones
(Mangas, pp. 54).
Para el caso que nos ocupa es importante anotar que desde
Augusto hasta Caracalla, la administración local se rigió según el estatuto
jurídico de cada ciudad (colonia, municipio o ciudad estipendiaria). A la larga,
las ciudades estipendiarias fueron adoptando un modelo administrativo cada vez
más parecido al de las ciudades privilegiadas, ya sea por imitación, ya sea por
necesidad (Mangas, pág. 56).
Desafortunadamente para la historia de Ocuri, ésta no
aparece nombrada en Plinio en su Historia Natural. Según este autor clásico, la
provincia de la Bética estaba comprendida administrativamente por cuatro circunscripciones
o conventos jurídicos, cuyas capitales respectivas estaban en Astigi (Ecija),
Corduba, Hispalis y Gades. Plinio enumera las ciudades principales de cada uno de
estos conventos, haciendo referencia a su situación político-administrativa.
Ocuri, perteneciente seguramente al convento gaditano, pudo
ser estipendiaría. Sin embargo, tres inscripciones honorarias, dos dedicadas a
los emperadores Antonino Pío (138-161 d.C.) y Comodo (180- 192 d.C.), y una
tercera dedicada a la difunta sacerdotisa de las divinas augustas (Postumiae
G(ai) f(iliae) Honorate Barbesulanae) (González, pp. 275-279) nos hablan de
Ocuri como Municipio.
Ocuri,
al igual que otros oppida ibéricos de la zona (Iptuci, la más cercana,
Lacílbula o Acinipo), quedó como ciudad estipendiaria de Roma hasta época
Flavia, en la que se le concede el derecho latino. Ciudades como las de Iptuci,
Lacílbula o Acinipo no aparecen como privilegiadas en Plinio (Carrilero y
Nieto, p. 59).
Proyección urbanística del Ocuri romano
La
mayoría de los restos constructivos que actualmente se encuentran emergidos en
el yacimiento son de época romana. No obstante, nos encontramos con una serie
de edificios y otras construcciones singulares con diversas funcionalidades que
no tienen una fecha precisa, ya sea para las diferentes fases constructivas, ya
sea para los momentos de abandono (incluso para los momentos de reutilización).
En
general, los diferentes complejos estructurales más característicos y más sobresalientes
que luego iremos detallando se han fechado en los siglos I y II d.C., sin que
tengamos, hoy por hoy, otros datos que los encontrados en los paralelos con
otras construcciones de otros yacimientos, dentro de la dinámica histórica,
algunos cercanos y otros bastante alejados.
Sin entrar más en diferentes suposiciones, podemos decir
que el establecimiento del asentamiento de Ocuri, como núcleo urbano romano,
con todo lo que ello implica, supuso aquí jugar con dos factores que tuvieron
que condicionarlo: el primero, tal vez el de menor peso, la preexistencia de la
ciudad indígena, y el segundo, la presencia de condicionantes topográficos.
Así pues, la planificación de edificios “de nueva planta”
supuso tener que adaptarse a la topografía del terreno y, a su vez, conseguir
la semblanza y funcionalidad de una ciudad tal y como era entendida. Actualmente
no podemos comprobar, a través de los restos que hay en superficie, el grado de
urbanización que llegó a tener Ocuri. Nos referimos a elementos como trazado y
pavimentado de calles, diferentes accesos, sistemas de alcantarillado o
similar, etc. Tampoco podemos precisar el grado de concentración o dispersión
de edificios y demás construcciones. Algunos de los edificios y espacios
urbanizados parecen tener un carácter público, ocupando los lugares más
privilegiados del cerro, en la parte central, pudiendo funcionar como centro
neurálgico de la ciudad. A nivel superficial, apoyándonos en una serie de datos
empíricos, creemos cierta la presencia de un Foro y de una serie de elementos
constructivos a fin de conseguir una horizontalidad del terreno con el fin de
demarcar diferentes espacios urbanos abiertos, salvando en lo posible los
condicionantes topográficos.
Otra circunstancia tenida en cuenta dentro de la
planificación urbanística ha sido la ubicación de los núcleos de enterramiento,
fuera de la ciudad propiamente dicha y próximos a la vía (tal vez principal) de
acceso a la ciudad, de la cual se conservan algunos restos.
Descripción de estructuras arqueológicas
La mayoría de las construcciones que actualmente pueden
apreciarse en Ocuri constituyeron parte de los objetivos del proyecto de
excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en los años 70. Hay datos
suficientes para afirmar que tales estructuras se encontraban en gran parte
visibles antes de la intervención, remontándonos incluso a las excavaciones que
realizó Juan Vicente Vegazo a finales del siglo XVIII, quien describe restos en
superficie, prácticamente los mismos, si exceptuamos la parte correspondiente
al Foro, que después serían excavados en la década de los 70. Es decir, que los
trabajos arqueológicos ejecutados en estas fechas, fueron trabajos, en gran
parte, de reexcavación.
Nosotros hemos hecho una división del yacimiento en cuatro
grandes áreas o zonas estructurales (plano 1), a fin de analizar los restos
constructivos o complejos estructurales dentro de ellas.
Área 1
Si hacemos un análisis de los restos que se encuentran
emergidos (los que fueron fruto de las intervenciones arqueológicas y otros
más) podemos llegar a la fácil conclusión de que constituyen solo una parte.
Al menos en época altoimperial las terrazas existentes en
el Área 1 (sureste del yacimiento), estuvieron ocupadas por diferentes
construcciones, si atendemos a la gran cantidad de restos constructivos
(ladrillos, tégulas, cantos, sillares y sillarejos de caliza, etc.) que
aparecen amontonados a los extremos de las terrazas. Sin embargo, la roca
aflora en superficie estimamos que entre un 50 y un 75 por ciento-, por lo que
el relleno arqueológico debe ser exiguo. Ello puede tener su explicación, ya
que, por un lado, gran parte de las construcciones han sido literalmente
barridas y “amontonadas” a los extremos de las terrazas, para poder obtener, en
épocas recientes, terreno para aprovechamiento agrícola y ganadero, y por otro,
no podemos subestimar en absoluto el efecto que la ladera ha ido produciendo en
este Área. Ello viene a corroborar nuestra hipótesis de que en la conjunción de
los procesos postdeposicionales estos no han actuado siempre con el
soterramiento de los restos y que las construcciones del yacimiento de Ocuri, en
su generalidad, han permanecido al descubierto durante siglos.
Complejo Estructural 1 (Área 1)
El que hemos denominado Complejo Estructural 1 fue excavado
en los años 70. Tradicionalmente se ha identificado como Termas o Baños
Públicos y también como Ninfeo. Evidentemente se hace necesaria una
reinterpretación.
Antes de las excavaciones ya existían algunos restos
emergidos, estructuras de habitación que podían apreciarse en superficie, lo
cual hemos podido documentar a través de una fotografía. Sin embargo, parte del
relleno era moderno. De hecho, hemos podido constatar la reutilización de parte
del pavimento de ladrillos perteneciente a este complejo estructural en la casa
moderna que se hizo construir Juan Vegazo (Complejo Estructural 2 del Área 1).
Actualmente el C.E.l se encuentra vaciado prácticamente en su totalidad; sin
embargo, una parte ha quedado sin excavar, por lo que la planta de dicha
construcción es sensiblemente más amplia.
De las terreras de la excavación hemos recogido y
documentado una serie de fragmentos de Terra Sigillata, donde podemos apreciar
un alto porcentaje de Hispánica, seguida de Sudgálica y Aretina, un fragmento
de Barbotina (forma Drag. 35/36) y un fragmento de Clara A. Estos materiales
nos darían una cronología relativa que no iría más allá del siglo III.
Además hemos
documentado en los trabajos de limpieza un fragmento de T.S.A. con marca de
alfarero en cartela (LVCINVS), en el exterior de una forma lisa no
identificada.
Por último, la mayoría de los restos cerámicos pertenecientes
a época ibérica que se han documentado en los trabajos de limpieza se
encuentran en este Área, asociándose a una serie de estructuras estratigráficamente
por debajo del C.E.l.
Complejo Estructural 2 (Área 1)
Presenta dos momentos cronológicos claros. El más reciente
corresponde a una vivienda moderna construida, según la documentación de que
disponemos, a finales del siglo XVIII por Juan Vicente Vegazo. El momento de
abandono se produce a fines del siglo XIX, según se desprende de los hallazgos
numismáticos y cerámicos. Quizá es en este momento cuando deja de explotarse la
viña y el lagar. El edificio presentaba originariamente dos plantas con el
tejado a dos aguas. Todavía se conservan los huecos de las vigas. Actualmente
solo podemos describir la distribución de la planta baja, compuesta por dos
habitaciones. La habitación sur conserva una puerta que comunica con la
habitación norte y presenta abundante relleno de derrumbe (piedras y tejas
fundamentalmente). Conserva esta habitación parte del pavimento original,
compuesto por grandes lajas de piedra de forma rectangular y unas medidas aproximadas
de TOO x 0'50 x 0,10 metros, descritas por Vegazo y reutilizadas para su
vivienda, extraídas de la zona del Foro (Área 2).
En cuanto al segundo momento cronológico representado en el
C.E.2, es el más antiguo y corresponde a una construcción romana. Parte de los
muros de la misma fueron reutilizados
por Vegazo, observándose dos tipos de aparejo diferentes en la vivienda
construida por éste. Este Complejo Estructural se encuentra en buen estado de conservación,
pudiendo apreciarse que el relleno arqueológico de la parte romana conserva
bastante potencia y muy probablemente se encuentre sellado. Por la posición que
ocupa esta construcción romana de planta compleja, en un altozano dominando el
espacio que ocupa el Foro, parece tratarse de un edificio con una posición
relevante dentro de la trama urbana.
En
cuanto al material documentado, existe un alto porcentaje de las denominadas
paredes finas. Del resto de terra sigillata documentada en las tareas de limpieza
hay que destacar la ausencia de T.S. Clara y el predominio de T.S. Hispánica.
Complejo
Estructural 1 (Área 2)
En
el Área 2 se encuentra con toda probabilidad el Foro o plaza o espacio público
(al menos uno de ellos) de Ocuri como núcleo urbano en época romana (C.E. 1 en
el plano).
Evidentemente,
con un trabajo previo que implicaría la realización de una excavación
arqueológica, nuestras argumentaciones pueden ser refutadas. Sin embargo, hemos
analizado una serie de elementos que no pueden ser desestimados.
Se
trata de un lugar privilegiado por su posición central respecto a la trama urbana,
lo cual implicaría una elección previa del sitio. Actualmente no se observa en
superficie ningún edificio propiamente dicho. En las excavaciones de los años
70 no se realizó aquí ningún sondeo, aunque Vegazo extrajo una serie de
elementos significativos que aún permanecen dispersos y que nos han valido para
nuestras conclusiones.
Los
datos que hemos analizado para aseverar la presencia de un Foro son:
- La
existencia de una serie de estructuras murarias relacionadas entre sí (C.E.l
del Área 2) que tendrían doble funcionalidad. Por un lado, se trataría de una
serie de muros de contención con los cuales se consiguen una plataforma superior
y otra inferior y que presentan una serie de gárgolas para el drenaje de las
aguas de lluvia. Por otro lado, presentarían una función de delimitación y de
embellecimiento de un espacio urbanizado, contando también con la presencia de
otros muros divisorios, asociados a los anteriores y que -presumimos- formarían
parte de construcciones de carácter público, sin poder determinar más.
-Otro
dato que nos inclina a pensar en la existencia de un espacio público, aunque
tal vez sea un dato algo subjetivo, es la presencia de una serie de lajas
rectangulres, concretamente tres (con medidas aproximadas de 1 '00 x 0'50 x
0,10 metros) aquí situadas, extraídas de su lugar original, para el que fueron
ideadas y que -pensamos- pudieron formar parte de un pavimento de carácter suntuario.
Su presencia en esta zona viene a refutar el relato de Vegazo, quien sería el
autor de dicha alteración (Fray Sebastián de Ubrique, pp. 19-20).
-La
presencia, por un lado, de dos pedestales actualmente desnudos, pero que
presentaban cada uno de ellos sendas inscripciones honorarias dedicadas a los
emperadores Antonino Pío y Commodo y parte de las esculturas de ambos
emperadores (Fray Sebastián de Ubrique, pp.19- 20; González, pp.275-276). Por
otro lado fue el lugar del hallazgo del ara dedicada a la sacerdotisa del culto
imperial que hemos referido anteriormente (Fray Sebastián de Ubrique, pp.22.
Publicada también por Etienne en 1958 y recogida por Tovar y Blázquez, p. 184).
-Por último, se ha documentado en las tareas de limpieza la
presencia de una entrada de dos metros de anchura en uno de los muros que comunica
una plataforma inferior con otra superior, en un espacio al aire libre, a
través de una rampa o escalera, aunque este dato no hemos podido aseverarlo ya
que la entrada se encuentra cegada actualmente.
Respecto al material hallado en superficie en los trabajos
de limpieza, éste aparece mezclado (ibérico, romano y moderno).
Complejo
Estructural 2 (Área 2)
Durante las excavaciones arqueológicas de los años 70
(1971-73), se intervino integralmente sobre este complejo estructural, que, al
menos en apariencia, no había sido afectado por las excavaciones de Juan
Vicente Vegazo, ya que no hace mención de ello en su relato, seguramente debido
a que los restos de esta construcción se encuentran en uno de los extremos del
yacimiento, justo en la ladera este del cerro, en una pendiente muy inclinada.
Actualmente el Complejo Estructural 2 (C.E.2 en el plano) lo forman una gran
cisterna (aljibe), tres habitaciones y un pasillo que daría acceso a las
distintas dependencias y que termina con una puerta que da al exterior por la
cara este, aunque existe otra puerta al otro extremo del pasillo, o sea, la
cara oeste, pero no se conserva la parte correspondiente el suelo o pavimento.
Este Complejo, al igual que la mayoría, presenta problemas de interpretación en
cuanto a su funcionalidad, aunque pensamos que lo más acertado es relacionarlo
con una construcción de carácter doméstico, que tendría en la planta que se
conserva la parte de almacenaje, ya sea de reservas de agua (aljibe), ya sea de
víveres o alimentos, a juzgar por la cantidad de restos de ánforas y
contenedores tipo dolia que hay en las terreras de las excavaciones y por la información
oral que hemos recogido sobre la excavación de los años 71-73, que hace
referencia a la aparición en los trabajos de excavación de entre 10 y 12
ánforas completas colocadas en línea y apoyadas en la cara interior del muro
perimetral este.
Complejo Estructural 2 (área 3)
Se
trata de otra de las construcciones que se encuentran emergidas tras las
excavaciones de 1971-73 y descrita también por Vegazo. Tenemos que distinguir
dos momentos cronológicos distintos: uno romano y otro prerromano. El relleno
arqueológico que presenta esta zona puede permitir perfectamente una secuencia
estratigráfica bastante completa del yacimiento. Respecto al nivel más antiguo
se conserva una serie de muros claramente cortados por las estructuras romanas
y de aparejo diferente a éstas, tratándose de bloques de mediano y gran tamaño
trabados con la técnica de piedra seca.
Las
estructuras correspondientes a época romana la forman una gran cisterna o
aljibe, una habitación paralela y unas escaleras de piedra caliza tallada
adosadas a la construcción, que darían acceso a una segunda planta hoy desaparecida.
Es interesante anotar que los materiales documentados en la limpieza de este
complejo estructural no van más allá del siglo II-III d.C. Junto a esta
construcción existe una zona aterrazada artificialmente en cuyo centro se
encuentra una pequeña estructura de forma cuadrada, que por sus dimensiones y
elementos que la componen parece tratarse de una fuente ornamental en un
espacio abierto (Fray Sebastián de Ubrique, pág. 18).
Foto
4 - Complejo Estructural 1, Área 4, Necrópolis 1
Lugares
de enterramiento: las necrópolis I y II de Ocuri
Necrópolis I (Complejo Estructural 1, Área 4)
Pensamos
que el que hemos denominado Complejo Estructural 1 del Área 4 puede tratarse de
un lugar de enterramiento y de culto. En torno a este edificio tendría que
girar gran parte de la vida religiosa de la ciudad, actuando de vínculo de
cohesión de la comunidad. Como lugar de enterramiento podemos calificarlo de
mausoleo, de apariencia sobria aunque suntuosa, constituyéndose en fiel reflejo
de la diferenciación de clases sociales.
Actualmente
este complejo estructural se encuentra bastante transformado por los trabajos
de restauración de que ha sido objeto. Las excavaciones arqueológicas de
1970-71 afectaron tanto al interior como al exterior, dejando exteriormente un
pasillo que nos permite tener una visión de conjunto. Al retirar la tierra de
la parte superior se ha podido comprobar que presumiblemente existía una
segunda planta, no sabemos si al aire libre, pudiendo tratarse de un lugar de
culto. Su planta es rectangular, conservando parte de una estructura de forma
absidal. Se observa además una entrada a modo de trampilla a través de la cual
se accedería a la cámara funeraria. No obstante, dicha entrada fue reconstruida
en su totalidad durante los trabajos de restauración, ya que el lugar que ocupa
se encontraba derruido, formando un hueco de más de un metro de diámetro, por
lo que debemos hablar más de reconstrucción que de restauración respetando la
forma de la entrada original. Una vez en el interior de la cámara, a la cual se
accedería a través de una escalera de madera o algo similar, ésta presenta una
bóveda de medio cañón y un reparto casi simétrico de hornacinas o nichos en la
pared, existiendo dos tipos: uno, más pequeño, que tiene dimensiones apropiadas
para contener urnas de incineración, y un segundo tipo que corresponde a nichos
de mayor tamaño, aunque no el suficiente para contener enterramientos de inhumación,
por lo que nos inclinamos a pensar que puede tratarse de hornacinas para alojar
esculturas, imágenes de dioses o difuntos venerados. Existe también una gran
piedra tallada por uno solo de sus lados que se ha querido identificar con un
ara. Sin embargo, su forma irregular deja dudas sobre su posible funcionalidad.
Un poco antes del comienzo de los trabajos de excavación, este edificio había
sido utilizado como pocilga y aprisco. Con las excavaciones se verificó su continuado
expolio, así como la existencia entre los materiales revueltos de distintas
épocas de restos de mármol blanco y estuco pintado de rojo y negro (Cabello
Janeiro, cap. VII) que -pensamos- podían formar parte de la construcción,
constituyendo restos de elementos de carácter suntuario.
Los
trabajos de restauración que se llevaron a cabo en los mismos años también
afectaron tanto al interior como al exterior del edificio. A rasgos generales
la restauración se centró en:
- Reconstrucción
de paramentos exteriores con sillares de piedra caliza del lugar de mediano
tamaño semejantes a las originales que se encuentran formando parte de la
construcción.
-
Reparación de la bóveda de medio cañón.
-Reconstrucción
del pavimento de la cámara funeraria con un mortero parecido al opus signinum,
basándose para decidir dicha reconstrucción, según hemos tenido noticia, en los
restos del pavimento original que se conservaba en una de las esquinas
interiores.
-Creación
de una puerta de entrada en la fachada NW del edificio a fin de que el conjunto
pueda ser visitado y observado.
La
fabricación de esta puerta desvirtúa el edificio en sí y el significado que
pudo tener cuando se ideó y construyó por los miembros de la comunidad. Lo que
sí es cierto es que se trataba de un edificio con cierto carácter de
monumentalidad para la práctica de algún tipo de culto e ideado para ser visto
desde muchos ángulos, situado en un lugar preferente, junto a la vía principal
de acceso y muy cerca de las mismas puertas de la ciudad.
*
Necrópolis II
Durante
los trabajos de limpieza que realizamos en el yacimiento, localizamos la que
hemos denominado Necrópolis II de Ocuri, de la que existe referencia
bibliográfica (Fray Sebastián de Ubrique, pp. 32-33). El mismo Fray Sebastián
practicó excavaciones en esta zona poniendo al descubierto varios
enterramientos y constatando el expolio de otros.
La
necrópolis localizada ocupa un perímetro mínimo de unos seis mil metros cuadrados,
y en él aparecen dispersos restos de posibles enterramientos en fosa (al menos
cuatro localizados por nosotros) con claros signos de expolio, aunque muy mal
definidos a causa de la vegetación. Siguiendo la descripción de Fray Sebastián,
dichas fosas están constituidas por muretes de piedra y argamasa, con cubierta
de téjala o de losas de piedra. En la cabecera se encuentra generalmente una
piedra plana de unos cuarenta centímetros de larga y de unos veinte o treinta
de ancha, donde quizá se encontrase la cabeza del difunto. Asociados a los
enterramientos aparecieron, según Fray Sebastián, restos de cerámica, un
anillo, una moneda y un fragmento de inscripción honoraria dedicada a Antonia
Buceo, fechada en el siglo III d.C. (Fray Sebastián de Ubrique, pp. 30- 33;
González, pp. 278-279). Lo que sí es cierto es que los enterramientos, seguramente
de inhumación, no son de planta simple, si bien su complejidad no puede ser
definida sin una excavación previa. Son de grandes dimensiones, apreciándose en
superficie que existen varios tipos de enterramiento.
Esta
necrópolis, que se encuentra algo distanciada de la Necrópolis I y de la
ciudad, debió de ser el lugar de enterramiento habitual de los habitantes de la
Ocuri romana durante largo tiempo, si bien no sabemos nada acerca de la cronología
de los enterramientos.
Ciudad y territorio
Si
hablar del territorio de Ocuri es un trabajo harto difícil, delimitar y hablar
de las relaciones de la ciudad con su territorio es una tarea estéril, vista la
falta de estudios que hay en este sentido. Sin embargo, con los modestos
resultados de las prospecciones que a título particular hemos venido desarrollando
en el término municipal de Ubrique, que abarca, en gran medida, el territorio
circundante de la ciudad, intentaremos dar una aproximación, que puede constituirse
en el punto de partida de un estudio más elaborado.
Los
asentamientos rurales en época romana (fundamentalmente en los siglos I y II d.
C.), las denominadas villas, que hemos documentado en nuestras prospecciones
debieron de tener una vinculación directa con el núcleo urbano de Ocuri, centro
neurálgico del territorio, que tendría vínculos a su vez con otras ciudades de
su alrededor (Iptuci, Acinipo...) y más alejadas (Carteia, Baelo, Barbesula—). El
campo de las relaciones comerciales, del que poco o nada sabemos, queda abierto
para la investigación, así como el análisis de una economía seguramente de
subsistencia.
Ya
comentamos en la introducción la circunstancia de la escasez de terrenos
agrícolamente productivos, aprovechables de manera extensiva y la mínima
presencia de terrenos aptos para una agricultura intensiva en el territorio
circundante de Ocuri; a ello habría que añadir, por ejemplo, la inexistencia
de recursos minerales que pudiesen haber proporcionado un impulso y desarrollo
económico a esta zona, con todas sus consecuencias (sociales, políticas,
culturales), ya en la Antigüedad.
Pese
a todo, hay que valorar los posibles recursos naturales (ya hemos descrito los
fundamentales en la introducción) y factores económicos que permitieron
prosperar a las diferentes comunidades con unas determinadas relaciones de
producción a lo largo de los siglos. Sí es verdad que el número de miembros de
esas comunidades que han ocupado y explotado el territorio ha tenido que
permanecer a unos niveles bajos.
La
dispersión de villae, bastante alejadas unas de las otras, su escaso número y
el tratarse en su mayoría de modestas construcciones, distantes del modelo de
villa señorial, quizá nos proporcionen la clave para poder interpretar el
modelo económico adoptado y adaptado a las posibilidades del medio. Aquí no
podemos hablar de grandes explotaciones, ni de concentración de tierras en
pequeña y mediana propiedad en sentido estricto.
El
medio físico ha permitido, en la mayoría de los casos, la explotación de una
ganadería extensiva y de una agricultura de subsistencia, con aprovechamiento
de recursos forestales. Entre cinco y seis villas de las prospectadas se
encuentran relacionadas con esta dinámica económica. Podemos afirmar que
incluso hasta fechas muy cercanas se ha continuado con este modelo de explotación.
Ello
no quiere decir que no existan villas asociadas a grandes explotaciones; al
menos existe una que, por la suntuosidad de sus elementos constructivos, podría
encuadrarse dentro del modelo de villa señorial. En este caso, solo la gran
extensión de la propiedad puede explicar el éxito en la explotación de recursos
a fin de proporcionar un mayor rendimiento económico (por ejemplo, la
existencia de mayor número de cabezas de ganado explotados de manera extensiva).
Junto
a las construcciones relacionadas con actividades agroganaderas en dos casos
hemos documentado construcciones asociadas a la fabricación de tégulas y
ladrillos, aunque desconocemos la capacidad de dichos alfares, ni la distribución
de sus productos; tan solo podemos decir que se encuentran junto a fuentes de
captación de arcillas, donde han estado funcionando tejares hasta épocas
recientes.
Finalmente,
existe el caso de algunas de estas villas que no han podido ser fechadas con
mayor precisión. La cuestión es que el territorio que nos ocupa presenta un
escollo a la hora de interpretar estos y otros yacimientos arqueológicos al aire
libre, y es que al encontrarse en tierras no roturadas, es decir, no removidas,
los materiales que nos puedan dar una cronología más precisa (terra sigillata, monedas...)
se encuentran ausentes a nivel superficial. La experiencia nos está demostrando
que la mayor parte de materiales arqueológicos documentables son tégulas y
otros materiales de construcción y también estructuras que se encuentran
emergidas como consecuencia de su reutilización posterior y continuada (en
algunos casos incluso hasta la actualidad), otras veces a causa de las
actividades de expolio que han dejado a la luz restos constructivos, e incluso
se encuentran visibles debido a obras que implican remoción de tierras.
La
villa denominada La Bovedilla nos ofrece una cronología fiable. Dicha villa, de
grandes dimensiones, dista solo unos centenares de metros de Ocuri y en ella se
realizaron en 1991 unas excavaciones arqueológicas de emergencia, cuyos
resultados aportan una cronología en torno al siglo IV d.C. (Alarcón, Cavi1a y Aguilera,
pp. 37-42). Sin embargo, esta fecha tan tardía asociada a una villa nos abre
una serie de interrogantes nuevos, pues estamos hablando de un momento histórico
en el que se están produciendo profundos cambios en el seno de la sociedad
romana. Estamos hablando de cambios estructurales como el progresivo abandono
de la vida urbana (arqueológicamente hablando, el abandono de la ciudad física)
y del lento proceso hacia la feudalización.
En
la serranía de Ronda, a fines del siglo II y comienzos del III d.C., acentuándose
en el Bajo Imperio, se da un desarrollo espectacular de las grandes villas y se
reduce su número, lo que implica un cambio en las relaciones de producción
acompañado de una crisis de los centros urbanos (Carrilero y Nieto, p. 65). Los
materiales arqueológicos que ha aportado hasta el presente el yacimiento de
Ocuri correspondientes a la cultura material romana no van más allá del siglo
III d.C. Quizá Ocuri fuese abandonado progresivamente a lo largo de esta
centuria y tal vez de la siguiente y, aunque es posible que permaneciesen
pequeños reductos de pobladores, Ocuri no permanecerá ajena al proceso desintegrador
de la vida urbana que sucede en los territorios del Imperio y concretamente de
la Bética. Así pues, no podemos hablar ya de la ciudad romana que había sido en
los siglos I y II d.C. ■
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