domingo, 9 de agosto de 2015

El yacimiento arqueológico de Ocuri: Una aproximación histórica. Prólogo a su estudio



El yacimiento arqueológico de Ocuri: Una aproximación histórica. Prólogo a su estudio


Natalia Cabello Izquierdo. Arqueóloga. Ubrique





No sería muy desacertado afirmar que Ocuri es realmente un yacimiento en superficie, donde, como en muchos otros yacimientos en superficie, podemos obtener una lectura limitada sobre todo a nivel microespacial. Somos conscientes de que la información que nos puede aportar este importante yacimiento de la Sierra de Cádiz es comparativamente mayor que otros yacimientos temporal y espacialmente cercanos a él. Podemos documentar mayor o menor cantidad de items arqueológicos, restos cerámicos, restos constructivos... e incluso plantas de edificaciones que se observan en superficie. Sin embargo, tenemos que ser cautelosos a la hora de interpretar fases culturales, sobre todo en un yacimiento como Ocuri que, por los datos que tenemos, constituye un yacimiento con posibilidades de interpretación de varias fases culturales, abarcando varios siglos en los que ocurren una serie de hechos históricos, de transformaciones, que difícilmente podemos investigar e interpretar si carecemos de una secuencia estratigráfica, así como de un análisis del territorio que nos posibilite realizar un estudio a nivel histórico (social, económico, político) desde un punto de vista diacrónico, y compararlo con la evolución producida en otras zonas cercanas donde se han llevado a cabo estudios de investigación (los estudios que se han realizado hasta ahora en la Serranía y Depresión Natural de Ronda pueden valernos de marco de referencia porque por diversas razones, que más adelante iremos anotando, podemos argumentar que se ha producido en lo esencial -cambios en las estructuras sociales- la misma evolución histórica).

El presente trabajo no pretende en absoluto constituirse en el resumen de unos, por otro lado, inexistentes resultados de investigación; ni siquiera se ha seguido una metodología científicamente aceptable. Surge del ánimo con el que me siento tras la realización de los trabajos de limpieza y consolidación que hemos llevado a cabo en el yacimiento en el primer trimestre de 1997. Se trata más bien de una reflexión y recogida de algunos datos dispersos que hasta ahora no habían encontrado oportunidad de plasmarse de forma escrita y con los que se pretende corregir modestamente la serie de “desatinos y de oportunidades perdidas” de las que Ocuri ha sido objeto, para comenzar a darle el valor y la importancia que se merece no solo desde el punto de vista arquitectónico, que puede ser lo que más llame la atención al visitante del yacimiento pero que no deja de ser parte de un todo que se denomina historia.

He querido denominar a este artículo "Prólogo al estudio del Yacimiento de Ocuri" porque realmente no va mucho más allá, quedando mucho por hacer aunque haya intentado sacar el mejor provecho de los datos disponibles, procurando no caer en descripciones que puedan resultar tediosas para el lector.



Introducción


El yacimiento arqueológico de Ocuri se halla situado en la parte más occidental de la zona subbética, la sierra noreste de la provincia de Cádiz, encontrándose actualmente incluido en la figura jurídica del Parque Natural de la Sierra de Grazalema.

Estas sierras se caracterizan, desde el punto de vista geológico, por la presencia de las duras calizas del Jurásico. En el caso del emplazamiento de Ocuri, se trata de un cerro calizo rodeado de valles fluviales (valle del Rano, río de Ubrique, arroyo de los Cirones).

La cualidad más sobresaliente de este enclave topográfico, con una altitud media de 550 metros sobre el nivel del mar, es que, si bien se trata de un cerro con destacados escarpes calizos en todo su perímetro, su cima está compuesta por una serie de llanos que constituirían el solar de los distintos asentamientos y que han sido cultivados hasta épocas recientes, algo que lo distingue de los cerros circundantes, algo también que puede resultar bastante ventajoso para ciertos grupos humanos, a la hora de decidir un lugar de asentamiento más o menos permanente. De hecho, las zonas llanas suman unos 35.000 metros cuadrados y con toda probabilidad fue ocupada casi en su totalidad en época romana, al menos en los dos primeros siglos de nuestra era, según se desprende de la gran abundancia de restos arquitectónicos dispersos existentes muchos de ellos amontonados a manera de majanos agrícolas.

El paisaje del emplazamiento y del entorno de Ocuri es el resultado de las diversas actuaciones de los grupos humanos a lo largo de un proceso histórico. Sin embargo no podemos definir dicho proceso ya que carecemos de estudios analíticos concretos, como de hecho sí los poseen otras zonas cercanas, como la Depresión Natural de Ronda, que ha proporcionado en los últimos años una buena cantidad de publicaciones sobre la Prehistoria Reciente, Protohistoria y Antigüedad, y donde se ha llevado a cabo un estudio antracológico que ha ofrecido interesantes datos del paleoambiente del entorno de Acinipo (Ronda La Vieja - Málaga), demostrando una degradación progresiva del medio, sobre todo a partir del período orientalizante, que coincide con el desarrollo económico de las comunidades de este período y el proceso de intensificación productiva para poner en explotación nuevas tierras y nuevos cultivos, produciéndose en consecuencia una intensificación en la tala de bosques (Rodríguez Ariza et Alii, 1991; Carrilero y Nieto, 1994).

Un análisis de los tipos de suelo y del paisaje que la Sierra de Cádiz presenta actualmente nos hace pensar que no podemos en absoluto extrapolar los resultados del estudio antracológico realizado con las muestras de Acinipo, puesto que la degradación del paisaje natural en la Sierra de Cádiz no parece haber sido tan acusada. Una respuesta al por qué de esa diferencia podemos buscarla en los tipos de suelos.

El suelo es el soporte de todas las actividades humanas, sobre todo de aquellas vinculadas a los aprovechamientos productivos de la tierra; conocerlo es algo imprescindible para el logro del máximo rendimiento de los recursos naturales. El desarrollo de una comunidad, de un grupo social, ha ido siempre unido directamente a las posibilidades que le ofrecen los recursos naturales. A nivel general, la historia de los grupos humanos ha estado ligada a la existencia de bosques. Desde la aparición de las primeras comunidades productivas, los grupos humanos han procurado obtener nuevas tierras para ponerlas en cultivo, a medida que el número de miembros dentro de las comunidades ha ido en aumento. Una de las consecuencias de este proceso ha sido la tala de bosques.

Sin embargo, esta apreciación de carácter general tantas veces aducida para explicar diferentes procesos en los cambios paisajísticos a lo largo de la Prehistoria y la Historia debe ser matizada dependiendo de la zona de estudio. Se puede decir que en la Sierra de Cádiz, en el ámbito de Ocuri, la agricultura ha estado siempre relegada a un segundo término. Sólo en ciertos momentos de la Historia, cuando los avances tecnológicos lo han permitido, y en un marco de economía de subsistencia, la agricultura ha formado parte importante de las actividades económicas desarrolladas por las gentes que aquí han vivido.

Según el mapa agrológico de la provincia de Cádiz (Provincia de Cádiz, tomo I, pp.64-71), la zona de la sierra Noreste aparece como la más pobre de la provincia en cuanto a sus suelos, ya que los terrenos no productivos y sin vocación agrícola se sitúan allí donde las rocas afloran sin dar lugar a la formación de verdaderos suelos.

De hecho existe un predominio de litosuelos, es decir, áreas donde la roca se muestra desnuda (roca caliza), y también de suelos del orden vertisol, los denominados bujeos, presentando una gran profundidad y un alto poder de retención de la humedad. Su principal carácter definidor es su alto contenido en arcilla; suelos muy pesados para el laboreo, muy duros cuando están secos y muy blandos cuando húmedos.

Podemos decir que las tierras que rodean Ocuri son agrícolamente improductivas. Con mucho, existen zonas para un laboreo ocasional o limitado, al margen de la existencia de pequeñas zonas de vegas que se han explotado tradicionalmente para obtener una limitada producción de cultivos hortofrutícolas como Tavizna y las vegas del río de Ubrique, el arroyo de los Cirones, y, de menor importancia, el arroyo de Barrida.

La presencia de suelos improductivos (incluidas las zonas rocosas) explica la permanencia de la vegetación natural en amplias zonas (recordemos de manera ilustrativa que actualmente Ocuri y su entorno se encuentran dentro del Parque Natural Sierra de Grazalema y el de Los Alcornocales), y allí donde se han experimentado transformaciones claras del paisaje, sobre todo en zonas de bujeos, observamos pequeños claros (algunos de ellos utilizados para el cultivo de viñas hoy desaparecidas) y un paisaje de olivar muy característico. El olivar de nuestra sierra presenta unas connotaciones propias. Se encuentra situado en zonas de gran pendiente y la mayoría de ellos son obtenidos con injertos de acebuches, formando un paisaje adehesado. Se trata de una práctica tradicional que posibilita la simbiosis entre agricultura y ganadería. El olivo de la sierra se caracteriza actualmente por su baja rentabilidad; su pervivencia hay que bus­carla en su vinculación con explotaciones familiares (Estudio socioeconómico de la Sierra de Cádiz, 1983).



La actividad tradicional más extendida ha sido sin duda la del pastoreo dentro de una economía doméstica. Actualmente, existe una cabaña de ganado caprino vinculada a las áreas serranas más abruptas; el ganado porcino tradicional también es de pastoreo libre, al igual que el ganado vacuno. Por otro lado, desde el punto de vista histórico, no tenemos datos para averiguar y analizar el momento de introducción de diferentes especies domesticadas en la zona de la sierra. Sí podemos hacer referen­cia de nuevo, dada su proximidad, a la Depresión Natural de Ronda. Para el caso concreto que ahora nos ocupa, existen datos muy interesantes en cuanto a la presencia de algunas especies domesticadas en el yacimiento de Acinipo. Analizando la presencia de las distintas especies animales en Acinipo, tanto en la Edad del Bronce (siglos XVIII - XVI a. C.) como en el Bronce Final Reciente (siglo VIII a.C.), son los ovicápridos los que proporcionan mayor número de restos óseos y de individuos, siendo superior - más del doble - el número de restos de cabras que de ovejas, seguidas de los del cerdo y los del buey, aunque los bóvidos se configuran como la base cárnica del poblado (Riquelme Cantal, 1989-90). Evidentemente, estos datos pueden valernos solo de referencia; no sabemos realmente el peso que la ganadería ha tenido en ciertos momentos históricos en el territorio circundante de Ocuri. Sin embargo, es probable que pueda existir una tempranísima adopción y adaptación de las especies domesticadas que tradicionalmente han ocupado la zona y hoy día continúan explotándose.

Actualmente Ocuri y las tierras arcillosas de su alrededor presentan un paisaje de herbáceas salpicado de especies arbóreas tales como la encina, el acebuche, el olivo (acebuche injertado), el algarrobo y la cornicabra principalmente, así como algunas higueras y almendros. En realidad se trata de un paisaje adehesado acompañado también de arbustos como el lentisco, retama, matagallo, espino, etc.

Uno de los interrogantes que adquiere mayor importancia, base fundamental de cualquier estudio vinculado con el asentamiento de Ocuri, es demostrar si las actividades tradicionales de la Sierra de Cádiz, en concreto el cultivo de la vid y el olivo junto con ciertas especies de cereales, arrancan ya desde el siglo VIII a.C. -se trataría de nuevos cultivos introducidos por los fenicios-, como se ha demostrado en la ya referida Depresión Natural de Ronda (Carrilero y Nieto, 1994), o si estas influencias son algo posteriores, si partimos de la hipótesis de la existencia de una situación de al menos una “aparente marginalidad” de la cual pudiera ser objeto la Sierra de Cádiz y las comunidades que aquí pudiesen habitar inmediatamente anteriores a la llegada de los fenicios al sur de la Península Ibérica, habida cuenta la baja productividad del suelo, la complicada topografía y su alejada posición con respecto a las principales rutas comerciales interiores.

Sea como fuere, lo dicho entra dentro de las suposiciones aunque abra un camino hacia hipótesis de trabajo. Lo cierto es que los escasos restos arqueológicos de superficie que podemos estudiar nos aportan, hoy por hoy, una cronología muy imprecisa en cuanto al primer asentamiento en la meseta de Ocuri. En cambio, sí tenemos algunos fragmentos cerámicos pertenecientes a la cultura material ibérica, el momento cronológico en que creemos que hubo una comunidad con un sistema organizativo tipo oppidum.

En conclusión, lo importante es resaltar la íntima relación entre los grupos humanos que se asentaron en Ocuri y su adaptación a un medio de características tan peculiares como las que hemos descrito, en un intento de equilibrar ésta con las influencias exteriores (en el más amplio sentido de la palabra); grupos que intentaremos definir aunque solo sea con un mínimo de rigor en los apartados siguientes.



Historia del yacimiento


Hasta el presente se puede decir que sabemos más sobre la historia de Ocuri como yacimiento arqueológico que como solar donde se han asentado diversas comunidades, ya de época romana, ya de épocas anteriores, no encontrándose actualmente divididas en diferentes etapas culturales.

Los trabajos de limpieza y consolidación para la puesta en valor de Ocuri que realizamos en la primavera de 1997 han ido en parte acompañados de una búsqueda de información y de un estudio sobre el terreno de los posibles episodios localizables de alteración provocada por agentes naturales o antrópicos.

El estado de conservación de las estructuras emergidas así como de algunos perfiles antes de nuestra intervención podía clasificarse de malo, debido a la conjunción de varios factores, algunos de ellos detectables fácilmente y otros que han ido apreciándose durante el transcurso de los trabajos de limpieza. Todos ellos han sido objeto de un análisis exhaustivo y de un tratamiento individualizado.

Pudimos observar que en los últimos años habían proliferado todo tipo de plantas, después de haber transcurrido más de 20 años desde que se llevaron a cabo las únicas excavaciones arqueológicas sistemáticas realizadas hasta hoy, dirigidas por el arqueólogo Salvador de Sancha. Erradicar las plantas leñosas que afectaban directamente a las estructuras murarías fue una de nuestras principales tareas, ya que muchos árboles y arbustos habían enraizado en los muros provocando grietas, desplazamientos e incluso desplomes de los mismos.

Una vez concluidas las tareas de limpieza y consolidación y hecho un análisis en superficie del yacimiento, hemos podido delimitar ciertas acciones antrópicas refutadas por unas fuentes documentales que conocíamos de antemano (Fray Sebastián de Ubrique, 1944, pp. 17-38).

Es importante dar a conocer los datos que se conocen sobre la historia del yacimiento, recogidos éstos de informaciones tanto orales como escritas, así como la existencia de documentos fotográficos para poder comprender y analizar el estado actual de conservación del yacimiento. Nosotros hemos contrastado algunos de estos datos en nuestro trabajo de campo.

Los episodios de los que podemos obtener algunos datos o “pistas” sobre de la historia del yacimiento y que han alterado en gran medida la secuenciación estratigráfica, con la consiguiente pérdida y distorsión de información pueden sintetizarse en tres:

- La destrucción parcial del yacimiento por parte de un aficionado local Juan Vicente Vegazo, a finales del siglo XVIII (Fray Sebastián de Ubrique, pp. 17-38).

-La excavación llevada a cabo por el mismo Fray Sebastián de Ubrique a mediados del siglo XX.

-La excavación arqueológica y los trabajos de restauración realizados en la década de los setenta -1971,1973 y 1976-, cuyos resultados permanecen inéditos hasta el día de hoy, por lo que solo podemos sacar algunas conjeturas con respecto al significado e interpretación de las estructuras excavadas.

Existe un manuscrito recogido en la publicación de Fray Sebastián, transcrito por él mismo, aunque nosotros aún no hemos tenido tiempo de localizar la fuente documental. En dicho documento Juan Vicente Vegazo describe de forma detallada los “trabajos” que realizó en el yacimiento. Vegazo, al que podemos definir como aficionado local y con cierta inquietud por la historia y los restos del pasado, dentro de la mentalidad de su época, compró los terrenos donde se encuentra ubicado el yacimiento de Ocuri para plantar viñas y a la vez extraer restos arqueológicos de la mayor suntuosidad posible, textualmente, “a fin de dar alguna noticia relevante a la nación”.

En nuestro trabajo de campo hemos intentado, en la medida de lo posible, localizar las posibles alteraciones provocadas por los trabajos de Vegazo dentro de la estratigrafía del yacimiento, y que iremos apuntando cuando hablemos de las áreas del yacimiento.

Vegazo actúa en un momento en el que la metodología arqueológica aún no se encuentra desarrollada. Tampoco ponemos en duda su interés por hacer llegar a la gente de su época la importancia de sus descubrimientos, que gracias a ello podemos verificar documentalmente. Sin embargo, al haber actuado en gran parte de la acrópolis y de la necrópolis, la alteración ha sido clara, y muy a tener en cuenta en futuras intervenciones. Las excavaciones de Vegazo en la necrópolis I, a la que él denomina baños, no se encuentran descritas en el libro de Fray Sebastián y desconocemos si aparecen en el documento original, aunque las excavaciones llevadas a cabo en los años 70 parecen demostrarlo (Cabello Janeiro, pp. 84 y 107). Por otro lado, todos los muretes de piedra seca que se observan actualmente en el yacimiento formando bancales o aterrazamientos no pueden asignarse como obra de Juan Vegazo para el cultivo de viñas, ya que muchos de estos aterrazamientos que se observan en superficie parecen formar parte del trazado urbanístico de la ciudad romana. Ello no quiere decir que no existan bancales agrícolas; solo que unos y otros podrán ser documentados y definidos después de un proceso de investigación.

Por su parte, Fray Sebastián de Ubrique (pp.32-33) también realizó excavaciones en la necrópolis II de Ocuri. Debió de vaciar algunos de los enterramientos, pues­to que los describe con gran lujo de detalles. Durante el transcurso de los trabajos de campo hemos podido localizar la necrópolis descrita y delimitar su perímetro a fin de promover su protección.

Por último, con respecto a los trabajos de excavación arqueológica sistemática y la restauración de la necrópolis I llevados a cabo a principios de los años 70, tenemos noticias a través de un historiador local, que participó en dichos trabajos y que recogió algunos datos (Cabello Janeiro, cap. I, II, VII, IX).

Ocuri: muestra de asentamiento ibérico


Actualmente existen algunos, aunque pocos, materiales arqueológicos en superficie dispersos en el yacimiento, que lógicamente se encuentran descontextualizados pero que por su tipología parecen adscribirse a época prerromana, llámese ibérica, sin poder todavía definirse fases o etapas. Existen además una serie de unidades constructivas presentes en el yacimiento y visibles gracias a las excavaciones a las que ya hemos aludido que también pueden ser anteriores a la presencia romana, pero de cuya cronología y funcionalidad poco podemos apuntar.

Fundamentalmente, la presencia ibérica en Ocuri se encuentra documentada a través de una serie de materiales cerámicos recogidos y clasificados durante las tareas de limpieza del yacimiento. Se trata de 35 fragmentos de cerámica ibérica pintada adscrita a un ibérico pleno, aunque existe algún fragmento perteneciente a un momento ibérico antiguo. La decoración, siempre pintada, responde a un esquema geométrico simple (no hemos documentado temas fitomorfos, ni zoomorfos, ni antropomorfos, tan característicos dentro del repertorio cerámico), compuesto fundamentalmente por bandas concéntricas rojas y negras. Sin embargo, poco podemos decir acerca de los tipos, pues la mayoría son fragmentos amorfos, exceptuando algunos que corresponden a tipos de platos.

Que Ocuri posea, estratigráficamente hablando, un Bronce Final Pre y Postcolonial sólo lo sabemos por referencias orales de las excavaciones arqueológicas de los años 70. Hemos documentado algunos fragmentos cerámicos a mano (dos bordes y un fondo pertenecientes a ollas o cuencos) y un fragmento a tomo decorado que quizá sea una importación fenicia. Evidentemente, con este escaso registro poco podemos añadir sobre la cultura material en sí misma y sobre la cronología relativa que puede aportar. Por tanto, desde el siglo VIII a.C. e incluso anterior a esta centuria hasta prácticamente nuestra Era bien poco podemos decir de la comunidad que habitaba la meseta de Ocuri.

Se encuentra dentro de lo aceptable pensar que su evolución, en aquellos aspectos considerados de mayor trascendencia, no pudo ser muy diferente al de las demás comunidades del entorno, que la presencia fenicia tuvo que hacerse sentir, aunque no sepamos definir el grado de relaciones entre la comunidad indígena y la foránea. A medio plazo debieron de introducirse nuevos cambios tecnológicos entre los siglos VIII y VI a.C., tales como cambios en los patrones urbanísticos, introducción del tomo de alfarero y la metalurgia del hierro, fundamentalmente; así como la introducción de nuevos cultivos -vid y olivo- y, a nivel social, el desarrollo de las relaciones de dependencia.

El flujo y reflujo de relaciones entre la costa y el interior a través de un comercio realmente tuvo que existir aunque en principio nos encontremos en una zona alejada de rutas comerciales de importancia, sobre todo si tenemos en cuenta que los intereses fenicios se centraban en la obtención de metales y en explotaciones agroganaderas rentables, como es el caso del valle del Guadalquivir y del Guadalete. No obstante, no existe ninguna contrastación arqueológica para las supuestas relaciones directas o indirectas entre los indígenas de Ocuri y los fenicios.

A partir del siglo V a.C. aproximadamente, la ciudad ibérica de Ocuri aparece como un recinto amurallado allá donde la topografía lo precise, con clara posición defensiva. En algún momento de este período desgraciadamente poco definido (siglos V, IV, III a.C.), debieron de construirse las murallas que aún se conservan tanto en la cara norte como en la cara sur del yacimiento, si bien hay que decir que

Ocuri es un enclave natural muy bien defendible gracias a sus escarpes rocosos que lo hacen difícilmente franqueable. El sistema de oppidum (plaza fuerte fortificada) aparece bien representado en una amplia zona: Iptuci, Ocuri, Lacílbula, Silla del Moro, Acinipo. Según los resultados de los trabajos de prospección arqueológica que se han llevado a cabo entre los yacimientos de Lacílbula, Acinipo, Silla del Moro y Arunda y en la prospección que nosotros hemos realizado en el entorno de Ocuri (término municipal de Ubrique fundamentalmente), no se ha documentado ninguna estructura de tipo rural intercalada entre los asentamientos enumerados, lo que ha llevado a algunos investigadores a pensar en un cambio en la estructura social en el seno de la población indígena, traducido en unas emergentes relaciones de dependencia personales y no de parentesco, basándose en la inexistencia de estructuras rurales diferenciadas de los oppida, lo cual podría indicar que la propiedad de la tierra se encuentra concentrada en pocas manos, es decir, en la oligarquía local, en un principio los linajes o grupos de parentesco más fuertes. (Carrilero y Nieto, pp. 53-57).

De forma generalizada, cuando los romanos inician su proceso de conquista en el sur peninsular encuentran una sociedad estratificada con una clase dominante identificada como Estado.



La presencia romana en Ocuri


Una vez finalizada la contienda entre Cartago y Roma, habiendo tenido como campo principal de batalla la Península Ibérica, a finales del siglo III a.C., Roma aprovecha su situación de vencedora, produciéndose de esta manera el lento proceso hacia una romanización efectiva. Para el caso que nos interesa, se efectúa la primera división administrativa por parte de Roma, creándose la provincia Ulterior. Sin embargo, el sistema de administración territorial ibérico, basado en el oppidum, permanecerá en uso por lo menos durante casi tres siglos.

En efecto, Roma, en su proceso de conquista de la Península Italiana fue imponiendo un sistema administrativo basado en la concesión de la ciudadanía a las comunidades conquistadas, creando un sistema de municipios de ciudadanos romanos. Con la incorporación de nuevos territorios no itálicos, sin embargo, Roma hace uso del principio de dependencia imponiendo un tributo regular. Para ello se basará en la alianza entre Roma y las oligarquías ibéricas, con el consiguiente mantenimiento de la estructura de la propiedad, aunque seguramente de forma coactiva con la presencia militar romana (Ruiz, Castro y Choclán, 1989).

En territorios limítrofes como los correspondientes a la Serranía y Depresión Natural de Ronda, tales argumentaciones parecen encontrar una explicación empírica puesto que pertenecientes al período histórico que nos ocupa no se ha documentado, en los trabajos de prospección, ningún tipo de hábitat (llámese aldea, cortijo, edificaciones de cualquier clase) intercalado entre los oppida, lo que parece demostrar que, efectivamente, en la Serranía de Ronda continuó vigente el sistema administrativo-territorial indígena (Carrilero y Nieto, 1994, pp. 58)

En la Sierra de Cádiz y concretamente en el territorio circundante de Ocuri, en las prospecciones arqueológicas que hemos realizado hemos localizado al menos 10 yacimientos que pueden ser considerados como villae o asentamientos de tipo rural, pero ninguno parece ser anterior, por los datos que manejamos, al siglo I d.C. Ocuri, en cambio, sí presenta una serie de restos cerámicos (siglos II - I a.C.) que constituyen el único argumento hasta ahora para poder atestiguar la presencia romana en esta etapa.

La creación de municipios y colonias para la instalación de veteranos promovida por César tras derrotar a Pompeyo (media­dos del siglo I a.C.) no debió de afectar a esta zona del interior; la mayoría de los asentamientos indígenas (oppida) se hallaban sometidos a un tributo territorial, es decir, administrativamente se constituyeron en civitates stipendiarias, hasta que T. Flavio Vespasiano, tras vencer en la guerra civil (68 d.C.), procedió a una reorganización administrativa del estado. Respecto a Hispania y a la Bética, la acción jurídica de mayor trascendencia quizá para la población en general fue la concesión del ius latii (derecho latino) a numerosas comunidades urbanas, por necesidad de homologar la administración aunque también para obtener mayor número de ciudadanos reclutables para las legiones (Mangas, pp. 54).

Para el caso que nos ocupa es importante anotar que desde Augusto hasta Caracalla, la administración local se rigió según el estatuto jurídico de cada ciudad (colonia, municipio o ciudad estipendiaria). A la larga, las ciudades estipendiarias fueron adoptando un modelo administrativo cada vez más parecido al de las ciudades privilegiadas, ya sea por imitación, ya sea por necesidad (Mangas, pág. 56).

Desafortunadamente para la historia de Ocuri, ésta no aparece nombrada en Plinio en su Historia Natural. Según este autor clásico, la provincia de la Bética estaba comprendida administrativamente por cuatro circunscripciones o conventos jurídicos, cuyas capitales respectivas estaban en Astigi (Ecija), Corduba, Hispalis y Gades. Plinio enumera las ciudades principales de cada uno de estos conventos, haciendo referencia a su situación político-administrativa.

Ocuri, perteneciente seguramente al convento gaditano, pudo ser estipendiaría. Sin embargo, tres inscripciones honorarias, dos dedicadas a los emperadores Antonino Pío (138-161 d.C.) y Comodo (180- 192 d.C.), y una tercera dedicada a la difunta sacerdotisa de las divinas augustas (Postumiae G(ai) f(iliae) Honorate Barbesulanae) (González, pp. 275-279) nos hablan de Ocuri como Municipio.

Ocuri, al igual que otros oppida ibéricos de la zona (Iptuci, la más cercana, Lacílbula o Acinipo), quedó como ciudad estipendiaria de Roma hasta época Flavia, en la que se le concede el derecho latino. Ciudades como las de Iptuci, Lacílbula o Acinipo no aparecen como privilegiadas en Plinio (Carrilero y Nieto, p. 59).

Proyección urbanística del Ocuri romano


La mayoría de los restos constructivos que actualmente se encuentran emergidos en el yacimiento son de época romana. No obstante, nos encontramos con una serie de edificios y otras construcciones singulares con diversas funcionalidades que no tienen una fecha precisa, ya sea para las diferentes fases constructivas, ya sea para los momentos de abandono (incluso para los momentos de reutilización).

En general, los diferentes complejos estructurales más característicos y más sobresalientes que luego iremos detallando se han fechado en los siglos I y II d.C., sin que tengamos, hoy por hoy, otros datos que los encontrados en los paralelos con otras construcciones de otros yacimientos, den­tro de la dinámica histórica, algunos cercanos y otros bastante alejados.

Sin entrar más en diferentes suposiciones, podemos decir que el establecimiento del asentamiento de Ocuri, como núcleo urbano romano, con todo lo que ello implica, supuso aquí jugar con dos factores que tuvieron que condicionarlo: el primero, tal vez el de menor peso, la preexistencia de la ciudad indígena, y el segundo, la presencia de condicionantes topográficos.

Así pues, la planificación de edificios “de nueva planta” supuso tener que adaptarse a la topografía del terreno y, a su vez, conseguir la semblanza y funcionalidad de una ciudad tal y como era entendida. Actualmente no podemos comprobar, a través de los restos que hay en superficie, el grado de urbanización que llegó a tener Ocuri. Nos referimos a elementos como trazado y pavimentado de calles, diferentes accesos, sistemas de alcantarillado o similar, etc. Tampoco podemos precisar el grado de concentración o dispersión de edificios y demás construcciones. Algunos de los edificios y espacios urbanizados parecen tener un carácter público, ocupando los lugares más privilegiados del cerro, en la parte central, pudiendo funcionar como centro neurálgico de la ciudad. A nivel superficial, apoyándonos en una serie de datos empíricos, creemos cierta la presencia de un Foro y de una serie de elementos constructivos a fin de conseguir una horizontalidad del terreno con el fin de demarcar diferentes espacios urbanos abiertos, salvando en lo posible los condicionantes topográficos.

Otra circunstancia tenida en cuenta dentro de la planificación urbanística ha sido la ubicación de los núcleos de enterramiento, fuera de la ciudad propiamente dicha y próximos a la vía (tal vez principal) de acceso a la ciudad, de la cual se conservan algunos restos.

Descripción de estructuras arqueológicas


La mayoría de las construcciones que actualmente pueden apreciarse en Ocuri constituyeron parte de los objetivos del proyecto de excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en los años 70. Hay datos suficientes para afirmar que tales estructuras se encontraban en gran parte visibles antes de la intervención, remontándonos incluso a las excavaciones que realizó Juan Vicente Vegazo a finales del siglo XVIII, quien describe restos en superficie, prácticamente los mismos, si exceptuamos la parte correspondiente al Foro, que después serían excavados en la década de los 70. Es decir, que los trabajos arqueológicos ejecutados en estas fechas, fueron trabajos, en gran parte, de reexcavación.

Nosotros hemos hecho una división del yacimiento en cuatro grandes áreas o zonas estructurales (plano 1), a fin de analizar los restos constructivos o complejos estructurales dentro de ellas.

Área 1


Si hacemos un análisis de los restos que se encuentran emergidos (los que fueron fruto de las intervenciones arqueológicas y otros más) podemos llegar a la fácil conclusión de que constituyen solo una parte.

Al menos en época altoimperial las terrazas existentes en el Área 1 (sureste del yacimiento), estuvieron ocupadas por diferentes construcciones, si atendemos a la gran cantidad de restos constructivos (ladrillos, tégulas, cantos, sillares y sillarejos de caliza, etc.) que aparecen amontonados a los extremos de las terrazas. Sin embargo, la roca aflora en superficie estimamos que entre un 50 y un 75 por ciento-, por lo que el relleno arqueológico debe ser exiguo. Ello puede tener su explicación, ya que, por un lado, gran parte de las construcciones han sido literalmente barridas y “amontonadas” a los extremos de las terrazas, para poder obtener, en épocas recientes, terreno para aprovechamiento agrícola y ganadero, y por otro, no podemos subestimar en absoluto el efecto que la ladera ha ido produciendo en este Área. Ello viene a corroborar nuestra hipótesis de que en la conjunción de los procesos postdeposicionales estos no han actuado siempre con el soterramiento de los restos y que las construcciones del yacimiento de Ocuri, en su generalidad, han permanecido al descubierto durante siglos.

 

Complejo Estructural 1 (Área 1)


El que hemos denominado Complejo Estructural 1 fue excavado en los años 70. Tradicionalmente se ha identificado como Termas o Baños Públicos y también como Ninfeo. Evidentemente se hace necesaria una reinterpretación.

Antes de las excavaciones ya existían algunos restos emergidos, estructuras de habitación que podían apreciarse en superficie, lo cual hemos podido documentar a través de una fotografía. Sin embargo, parte del relleno era moderno. De hecho, hemos podido constatar la reutilización de parte del pavimento de ladrillos perteneciente a este complejo estructural en la casa moderna que se hizo construir Juan Vegazo (Complejo Estructural 2 del Área 1). Actualmente el C.E.l se encuentra vaciado prácticamente en su totalidad; sin embargo, una parte ha quedado sin excavar, por lo que la planta de dicha construcción es sensiblemente más amplia.

De las terreras de la excavación hemos recogido y documentado una serie de fragmentos de Terra Sigillata, donde podemos apreciar un alto porcentaje de Hispánica, seguida de Sudgálica y Aretina, un fragmento de Barbotina (forma Drag. 35/36) y un fragmento de Clara A. Estos materiales nos darían una cronología relativa que no iría más allá del siglo III.         

 Además hemos documentado en los trabajos de limpieza un fragmento de T.S.A. con marca de alfarero en cartela (LVCINVS), en el exterior de una forma lisa no identificada.

Por último, la mayoría de los restos cerámicos pertenecientes a época ibérica que se han documentado en los trabajos de limpieza se encuentran en este Área, asociándose a una serie de estructuras estratigráficamente por debajo del C.E.l.

Complejo Estructural 2 (Área 1)




Presenta dos momentos cronológicos claros. El más reciente corresponde a una vivienda moderna construida, según la documentación de que disponemos, a finales del siglo XVIII por Juan Vicente Vegazo. El momento de abandono se produce a fines del siglo XIX, según se desprende de los hallazgos numismáticos y cerámicos. Quizá es en este momento cuando deja de explotarse la viña y el lagar. El edificio presentaba originariamente dos plantas con el tejado a dos aguas. Todavía se conservan los huecos de las vigas. Actualmente solo podemos describir la distribución de la planta baja, compuesta por dos habitaciones. La habitación sur conserva una puerta que comunica con la habitación norte y presenta abundante relleno de derrumbe (piedras y tejas fundamentalmente). Conserva esta habitación parte del pavimento original, compuesto por grandes lajas de piedra de forma rectangular y unas medidas aproximadas de TOO x 0'50 x 0,10 metros, descritas por Vegazo y reutilizadas para su vivienda, extraídas de la zona del Foro (Área 2).

En cuanto al segundo momento cronológico representado en el C.E.2, es el más antiguo y corresponde a una construcción romana. Parte de los muros de la misma fueron reutilizados  por Vegazo, observándose dos tipos de aparejo diferentes en la vivienda construida por éste. Este Complejo Estructural se encuentra en buen estado de conservación, pudiendo apreciarse que el relleno arqueológico de la parte romana conserva bastante potencia y muy probablemente se encuentre sellado. Por la posición que ocupa esta construcción romana de planta compleja, en un altozano dominando el espacio que ocupa el Foro, parece tratarse de un edificio con una posición relevante dentro de la trama urbana.








En cuanto al material documentado, existe un alto porcentaje de las denominadas paredes finas. Del resto de terra sigillata documentada en las tareas de limpieza hay que destacar la ausencia de T.S. Clara y el predominio de T.S. Hispánica.

Complejo Estructural 1 (Área 2)

En el Área 2 se encuentra con toda probabilidad el Foro o plaza o espacio público (al menos uno de ellos) de Ocuri como núcleo urbano en época romana (C.E. 1 en el plano).

Evidentemente, con un trabajo previo que implicaría la realización de una excavación arqueológica, nuestras argumentaciones pueden ser refutadas. Sin embargo, hemos analizado una serie de elementos que no pueden ser desestimados.

Se trata de un lugar privilegiado por su posición central respecto a la trama urbana, lo cual implicaría una elección previa del sitio. Actualmente no se observa en superficie ningún edificio propiamente dicho. En las excavaciones de los años 70 no se realizó aquí ningún sondeo, aunque Vegazo extrajo una serie de elementos significativos que aún permanecen dispersos y que nos han valido para nuestras conclusiones.

Los datos que hemos analizado para aseverar la presencia de un Foro son:

- La existencia de una serie de estructuras murarias relacionadas entre sí (C.E.l del Área 2) que tendrían doble funcionalidad. Por un lado, se trataría de una serie de muros de contención con los cuales se consiguen una plataforma superior y otra inferior y que presentan una serie de gárgolas para el drenaje de las aguas de lluvia. Por otro lado, presentarían una función de delimitación y de embellecimiento de un espacio urbanizado, contando también con la presencia de otros muros divisorios, asociados a los anteriores y que -presumimos- formarían parte de construcciones de carácter público, sin poder determinar más.

-Otro dato que nos inclina a pensar en la existencia de un espacio público, aunque tal vez sea un dato algo subjetivo, es la presencia de una serie de lajas rectangul­res, concretamente tres (con medidas apro­ximadas de 1 '00 x 0'50 x 0,10 metros) aquí situadas, extraídas de su lugar original, para el que fueron ideadas y que -pensamos- pudieron formar parte de un pavimento de carácter suntuario. Su presencia en esta zona viene a refutar el relato de Vegazo, quien sería el autor de dicha alteración (Fray Sebastián de Ubrique, pp. 19-20).

-La presencia, por un lado, de dos pedestales actualmente desnudos, pero que presentaban cada uno de ellos sendas inscripciones honorarias dedicadas a los emperadores Antonino Pío y Commodo y parte de las esculturas de ambos empera­dores (Fray Sebastián de Ubrique, pp.19- 20; González, pp.275-276). Por otro lado fue el lugar del hallazgo del ara dedicada a la sacerdotisa del culto imperial que hemos referido anteriormente (Fray Sebastián de Ubrique, pp.22. Publicada también por Etienne en 1958 y recogida por Tovar y Blázquez, p. 184).

-Por último, se ha documentado en las tareas de limpieza la presencia de una entrada de dos metros de anchura en uno de los muros que comunica una plataforma inferior con otra superior, en un espacio al aire libre, a través de una rampa o escalera, aunque este dato no hemos podido aseverarlo ya que la entrada se encuentra cegada actualmente.


Respecto al material hallado en superficie en los trabajos de limpieza, éste aparece mezclado (ibérico, romano y moderno).

Complejo Estructural 2 (Área 2)





Durante las excavaciones arqueológicas de los años 70 (1971-73), se intervino integralmente sobre este complejo estructural, que, al menos en apariencia, no había sido afectado por las excavaciones de Juan Vicente Vegazo, ya que no hace mención de ello en su relato, seguramente debido a que los restos de esta construcción se encuentran en uno de los extremos del yacimiento, justo en la ladera este del cerro, en una pendiente muy inclinada. Actualmente el Complejo Estructural 2 (C.E.2 en el plano) lo forman una gran cisterna (aljibe), tres habitaciones y un pasillo que daría acceso a las distintas dependencias y que termina con una puerta que da al exterior por la cara este, aunque existe otra puerta al otro extremo del pasillo, o sea, la cara oeste, pero no se conserva la parte correspondiente el suelo o pavimento. Este Complejo, al igual que la mayoría, presenta problemas de interpretación en cuanto a su funcionalidad, aunque pensamos que lo más acertado es relacionarlo con una construcción de carácter doméstico, que tendría en la planta que se conserva la parte de almacenaje, ya sea de reservas de agua (aljibe), ya sea de víveres o alimentos, a juzgar por la cantidad de restos de ánforas y contenedores tipo dolia que hay en las terreras de las excavaciones y por la información oral que hemos recogido sobre la excavación de los años 71-73, que hace referencia a la aparición en los trabajos de excavación de entre 10 y 12 ánforas completas colocadas en línea y apoyadas en la cara interior del muro perimetral este.

Complejo Estructural 2 (área 3)


Se trata de otra de las construcciones que se encuentran emergidas tras las exca­vaciones de 1971-73 y descrita también por Vegazo. Tenemos que distinguir dos mo­mentos cronológicos distintos: uno romano y otro prerromano. El relleno arqueológico que presenta esta zona puede permitir per­fectamente una secuencia estratigráfica bastante completa del yacimiento. Respec­to al nivel más antiguo se conserva una se­rie de muros claramente cortados por las estructuras romanas y de aparejo diferente a éstas, tratándose de bloques de mediano y gran tamaño trabados con la técnica de piedra seca.



Las estructuras correspondientes a época romana la forman una gran cisterna o aljibe, una habitación paralela y unas escaleras de piedra caliza tallada adosadas a la construcción, que darían acceso a una segunda planta hoy desaparecida. Es interesante anotar que los materiales documentados en la limpieza de este complejo estructural no van más allá del siglo II-III d.C. Junto a esta construc­ción existe una zona aterrazada artificialmente en cuyo centro se encuentra una pequeña estructura de forma cuadrada, que por sus dimensiones y elementos que la componen parece tratarse de una fuente ornamental en un espacio abierto (Fray Sebastián de Ubrique, pág. 18).




Foto 4 - Complejo Estructural 1, Área 4, Necrópolis 1






Lugares de enterramiento: las necrópolis I y II de Ocuri

Necrópolis I (Complejo Estructural 1, Área 4)


Pensamos que el que hemos denominado Complejo Estructural 1 del Área 4 puede tratarse de un lugar de enterramiento y de culto. En torno a este edificio tendría que girar gran parte de la vida religiosa de la ciudad, actuando de vínculo de cohesión de la comunidad. Como lugar de enterramiento podemos calificarlo de mausoleo, de apariencia sobria aunque suntuosa, constituyéndose en fiel reflejo de la diferenciación de clases sociales.

Actualmente este complejo estructural se encuentra bastante transformado por los trabajos de restauración de que ha sido objeto. Las excavaciones arqueológicas de 1970-71 afectaron tanto al interior como al exterior, dejando exteriormente un pasillo que nos permite tener una visión de conjunto. Al retirar la tierra de la parte superior se ha podido comprobar que presumiblemente existía una segunda planta, no sabemos si al aire libre, pudiendo tratarse de un lugar de culto. Su planta es rectangular, conservando parte de una estructura de forma absidal. Se observa además una entrada a modo de trampilla a través de la cual se accedería a la cámara funeraria. No obstante, dicha entrada fue reconstruida en su totalidad durante los trabajos de restauración, ya que el lugar que ocupa se encontraba derruido, formando un hueco de más de un metro de diámetro, por lo que debemos hablar más de reconstrucción que de restauración respetando la forma de la entrada original. Una vez en el interior de la cámara, a la cual se accedería a través de una escalera de madera o algo similar, ésta presenta una bóveda de medio cañón y un reparto casi simétrico de hornacinas o nichos en la pared, existiendo dos tipos: uno, más pequeño, que tiene dimensiones apropiadas para contener urnas de incineración, y un segundo tipo que corresponde a nichos de mayor tamaño, aunque no el suficiente para contener enterramientos de inhumación, por lo que nos inclinamos a pensar que puede tratarse de hornacinas para alojar esculturas, imágenes de dioses o difuntos venerados. Existe también una gran piedra tallada por uno solo de sus lados que se ha querido identificar con un ara. Sin embargo, su forma irregular deja dudas sobre su posible funcionalidad. Un poco antes del comienzo de los trabajos de excavación, este edificio había sido utilizado como pocilga y aprisco. Con las excavaciones se verificó su continuado expolio, así como la existencia entre los materiales revueltos de distintas épocas de restos de mármol blanco y estuco pintado de rojo y negro (Cabello Janeiro, cap. VII) que -pensamos- podían formar parte de la construcción, constituyendo restos de elementos de carácter suntuario.



Los trabajos de restauración que se llevaron a cabo en los mismos años también afectaron tanto al interior como al exterior del edificio. A rasgos generales la restauración se centró en:

- Reconstrucción de paramentos exteriores con sillares de piedra caliza del lugar de mediano tamaño semejantes a las originales que se encuentran formando parte de la construcción.

- Reparación de la bóveda de medio cañón.

-Reconstrucción del pavimento de la cámara funeraria con un mortero parecido al opus signinum, basándose para decidir dicha reconstrucción, según hemos tenido noticia, en los restos del pavimento original que se conservaba en una de las esquinas interiores.

-Creación de una puerta de entrada en la fachada NW del edificio a fin de que el conjunto pueda ser visitado y observado.

La fabricación de esta puerta desvirtúa el edificio en sí y el significado que pudo tener cuando se ideó y construyó por los miembros de la comunidad. Lo que sí es cierto es que se trataba de un edificio con cierto carácter de monumentalidad para la práctica de algún tipo de culto e ideado para ser visto desde muchos ángu­los, situado en un lugar preferente, junto a la vía principal de acceso y muy cerca de las mismas puertas de la ciudad.

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Necrópolis II


Durante los trabajos de limpieza que realizamos en el yacimiento, localizamos la que hemos denominado Necrópolis II de Ocuri, de la que existe referencia bibliográfica (Fray Sebastián de Ubrique, pp. 32-33). El mismo Fray Sebastián practicó excavaciones en esta zona poniendo al descubierto varios en­terramientos y constatando el expolio de otros.

La necrópolis localizada ocupa un perímetro mínimo de unos seis mil metros cuadrados, y en él aparecen dispersos restos de posibles enterramientos en fosa (al menos cuatro localizados por nosotros) con claros signos de expolio, aunque muy mal definidos a causa de la vegetación. Siguiendo la descripción de Fray Sebastián, dichas fosas están constituidas por muretes de piedra y argamasa, con cubierta de téjala o de losas de piedra. En la cabecera se encuentra generalmente una piedra plana de unos cuarenta centímetros de larga y de unos veinte o treinta de ancha, donde quizá se encontrase la cabeza del difunto. Asociados a los enterramientos aparecieron, según Fray Sebastián, restos de cerámica, un anillo, una moneda y un fragmento de inscripción honoraria dedicada a Antonia Buceo, fechada en el siglo III d.C. (Fray Sebastián de Ubrique, pp. 30- 33; González, pp. 278-279). Lo que sí es cierto es que los enterramientos, seguramente de inhumación, no son de planta simple, si bien su complejidad no puede ser definida sin una excavación previa. Son de grandes dimensiones, apreciándose en superficie que existen varios tipos de enterramiento.

Esta necrópolis, que se encuentra algo distanciada de la Necrópolis I y de la ciudad, debió de ser el lugar de enterramiento habitual de los habitantes de la Ocuri romana durante largo tiempo, si bien no sabemos nada acerca de la cronología de los enterramientos.

Ciudad y territorio


Si hablar del territorio de Ocuri es un trabajo harto difícil, delimitar y hablar de las relaciones de la ciudad con su territorio es una tarea estéril, vista la falta de estudios que hay en este sentido. Sin embargo, con los modestos resultados de las prospecciones que a título particular hemos venido desarrollando en el término municipal de Ubrique, que abarca, en gran medida, el territorio circundante de la ciudad, intentaremos dar una aproximación, que puede constituirse en el punto de partida de un estudio más elaborado.

Los asentamientos rurales en época romana (fundamentalmente en los siglos I y II d. C.), las denominadas villas, que hemos documentado en nuestras prospec­ciones debieron de tener una vinculación directa con el núcleo urbano de Ocuri, centro neurálgico del territorio, que tendría vínculos a su vez con otras ciudades de su alrededor (Iptuci, Acinipo...) y más alejadas (Carteia, Baelo, Barbesula—). El campo de las relaciones comerciales, del que poco o nada sabemos, queda abierto para la investigación, así como el análisis de una economía seguramente de subsistencia.

Ya comentamos en la introducción la circunstancia de la escasez de terrenos agrícolamente productivos, aprovechables de manera extensiva y la mínima presencia de terrenos aptos para una agricultura intensiva en el territorio circundante de Ocuri; a ello habría que añadir, por ejemplo, la inexisten­cia de recursos minerales que pudiesen haber proporcionado un impulso y desarrollo económico a esta zona, con todas sus consecuencias (sociales, políticas, culturales), ya en la Antigüedad.

Pese a todo, hay que valorar los posibles recursos naturales (ya hemos descrito los fundamentales en la introducción) y factores económicos que permitieron prosperar a las diferentes comunidades con unas determinadas relaciones de producción a lo largo de los siglos. Sí es verdad que el número de miembros de esas comunidades que han ocupado y explotado el territorio ha tenido que permanecer a unos niveles bajos.

La dispersión de villae, bastante alejadas unas de las otras, su escaso número y el tratarse en su mayoría de modestas construcciones, distantes del modelo de villa señorial, quizá nos proporcionen la clave para poder interpretar el modelo económico adoptado y adaptado a las posibilidades del medio. Aquí no podemos hablar de grandes explotaciones, ni de concentración de tie­rras en pequeña y mediana propiedad en sentido estricto.

El medio físico ha permitido, en la mayoría de los casos, la explotación de una ga­nadería extensiva y de una agricultura de subsistencia, con aprovechamiento de recursos forestales. Entre cinco y seis villas de las prospectadas se encuentran relacionadas con esta dinámica económica. Podemos afirmar que incluso hasta fechas muy cercanas se ha continuado con este modelo de explotación.

Ello no quiere decir que no existan villas asociadas a grandes explotaciones; al menos existe una que, por la suntuosidad de sus elementos constructivos, podría encuadrarse dentro del modelo de villa señorial. En este caso, solo la gran extensión de la propiedad puede explicar el éxito en la explotación de recursos a fin de proporcionar un mayor rendimiento económico (por ejemplo, la exis­tencia de mayor número de cabezas de ganado explotados de manera extensiva).

Junto a las construcciones relacionadas con actividades agroganaderas en dos casos hemos documentado construcciones asociadas a la fabricación de tégulas y ladrillos, aunque desconocemos la capacidad de dichos alfares, ni la distribución de sus productos; tan solo podemos decir que se encuentran junto a fuentes de captación de arcillas, donde han estado funcionando tejares hasta épocas recientes.

Finalmente, existe el caso de algunas de estas villas que no han podido ser fechadas con mayor precisión. La cuestión es que el territorio que nos ocupa presenta un escollo a la hora de interpretar estos y otros yacimientos arqueológicos al aire libre, y es que al encontrarse en tierras no roturadas, es decir, no removidas, los materiales que nos puedan dar una cronología más precisa (terra sigillata, monedas...) se encuentran ausentes a nivel superficial. La experiencia nos está demostrando que la mayor parte de materiales arqueológicos documentables son tégulas y otros materiales de construcción y también estructuras que se encuentran emergidas como con­secuencia de su reutilización posterior y continuada (en algunos casos incluso hasta la actualidad), otras veces a causa de las actividades de expolio que han dejado a la luz restos constructivos, e incluso se encuentran visibles debido a obras que implican remoción de tierras.

La villa denominada La Bovedilla nos ofrece una cronología fiable. Dicha villa, de grandes dimensiones, dista solo unos centenares de metros de Ocuri y en ella se realizaron en 1991 unas excavaciones arqueológicas de emergencia, cuyos resultados aportan una cronología en torno al siglo IV d.C. (Alarcón, Cavi1a y Aguilera, pp. 37-42). Sin embargo, esta fecha tan tardía asociada a una villa nos abre una serie de interrogantes nuevos, pues estamos hablando de un momento histórico en el que se están produciendo profundos cambios en el seno de la sociedad romana. Estamos hablando de cambios estructurales como el progresivo abandono de la vida urbana (arqueológicamente hablando, el abandono de la ciudad física) y del lento pro­ceso hacia la feudalización.

En la serranía de Ronda, a fines del siglo II y comienzos del III d.C., acentuándose en el Bajo Imperio, se da un desarrollo espectacular de las grandes villas y se reduce su número, lo que implica un cambio en las relaciones de producción acompañado de una crisis de los centros urbanos (Carrilero y Nieto, p. 65). Los materiales arqueológicos que ha aportado hasta el presente el yaci­miento de Ocuri correspondientes a la cultura material romana no van más allá del siglo III d.C. Quizá Ocuri fuese abandonado progresivamente a lo largo de esta centuria y tal vez de la siguiente y, aunque es posible que permaneciesen pequeños reductos de pobladores, Ocuri no permanecerá ajena al proceso desintegrador de la vida urbana que sucede en los territorios del Imperio y concretamente de la Bética. Así pues, no podemos hablar ya de la ciudad romana que había sido en los siglos I y II d.C.













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Publicado en la Revista Papeles de Historia número 4


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